Los 3 chilenos Bototo, Pelao y Raka, después de 2 semanas viajando en una van y recorriendo los países más icónicos del parapente Francia, Mónaco y Suiza,, continúan su segunda mitad de este viaje, volviendo a donde empezaron: en Milán, Italia.
Texto: Gerardo Sánchez / Fotos: José Luis Benavente, Rodrigo Torres, Gerardo Sánchez.
Milán, Italia
De regreso en Milán, aprovechamos de hacer escala en la casa de los papás de Camila (amiga nuestra y polola de Bototo), con mucha ropa por lavar y aprovechamos de visitar Lago Magiore en busca de un despegue. Como siempre medios perdidos, logramos dar con el centro de vuelo, quie- nes nos llevaron hasta la cumbre del cerro, después de un trekking de 15 minutos, con nuestros parapentes al hombro. El vuelo fue un lujo, se veía todo el lago y la abun- dante vegetación, aunque las condiciones no estaban muy buenas, nos pudimos rela- jar volando por 40 minutos contemplando la vista al valle.
Comienzo segunda mitad del viaje: Croacia
Al día siguiente, partimos rumbo a Venecia con la Cami que hizo de guía turístico, seguimos un poco más hasta Trieste y desde donde continuamos sólo los 3 hacia Croacia. Desde Italia a Croacia, pasamos a través de Eslovenia, y en la frontera entre ésta y Croacia nos tocó un control de policía internacional que nos hizo pasar un buen susto, ya que Bototo estaba durmiendo en la parte de atrás de la van y ninguno estaba preparado para el control ¡Imagínense el orden en esa van!
Split, Croacia
En Croacia, con mucho calor, llegamos a Split y comenzamos a recorrer playas de arena blanca con aguas turquesas, que nos cambió el switch de los Alpes que veníamos recorriendo. Nuestro plan ahí era tomarnos una semana navegando a vela por las islas de Croacia o lo que llaman: mar de Dalmacia. Pasamos un día más en tierra firme y ya en la segunda noche, estábamos en un muelle cargando todo en un velero de 35 pies (el Elanka 2). Subimos los parapentes, sólo “por si las moscas”; éramos sólo los 3 más el skipper “Sir” y el bote era para 8, así que espacio sobraba.
Días de navegación por Dalmacia (Islas de Croacia)
Partimos a primera hora rumbo a Vis, y a la media hora de partida ya nos habíamos encaramado como monos al mástil y apenas llegamos a la isla, arrendamos un auto para recorrerla. Sir contacta a un piloto local de parapente, quien le da unas instrucciones por teléfono, y al rato está- bamos en un nuevo despegue, abandonado y a 600m sobre el mar. El aterrizaje no era nada bueno y la traducción del local era algo así: “Abajo, vas por la calle principal y hay una gran intersección, bueno, esa calle que cruza es el aterrizaje, traten de no aterrizar con muchos autos y cuidado con los postes y árboles, mucha suerte”. Esto nos generó algo estrés en el despegue, pero no nos retrasó mucho más, despegamos y pudimos subir para alcanzar a ver toda la isla desde las alturas, de orilla a orilla y en todas sus direcciones. El aterrizaje fue un poco complejo: Raka con la vela en un árbol, Bototo en unos arbustos y yo “de cuea” en la calle entre los postes. Todos sanos y salvos, subimos nuevamente y esta vez Bototo despegó en el tándem junto a Sir y aterrizaron sin novedades. Esa noche nos quedamos en el muelle de Vis.
A la mañana siguiente, partimos a visitar las famosas Blue y Green caves, cavernas en donde la única luz en su interior es des- de el agua producto del sol que se refleja en el fondo marítimo. Camino a las cuevas, Sir nos lleva a un antiguo refugio submari- no de la 2da Guerra Mundial y nos comenta de una tradición croata de saltar desde la parte más alta hacia el agua. Con Bototo nos animamos y fuimos a saltarlo, eran casi 16 metros, y daba miedo (con justa razón), aterrizamos lo mejor que pudimos, pero quedamos con los cachetes moreteados por 2 semanas. Repetimos el mismo salto desde arriba de las cavernas, pero a una menor altura (10m), necesitábamos esa adrenalina extra y la oportunidad era única.
Hvar y Dubrovnik, Croacia
Llegamos a Hvar, una isla muy turística en donde nos dedicamos únicamente a comer, salir en las noches, navegar en las costas y descansar. Después de 4 días navegando, volvimos a Split y nos dirigimos a Dubrovnik donde conocimos lo que era el calor: 40 grados a la sombra y una humedad insoportable, de noche era imposible dormir y la temperatu- ra no bajaba. Hicimos el típico paseo a la ciudad amurallada y fuimos al mirador desde el cerro más alto en busca de un despegue, sólo encontramos un museo de la guerra con Yugoslavia y el viento estaba cruzado, pero la verdad que fue mejor así, ya que no se veían aterrizajes (o, no muy seguros). Continuamos hacia el sur, a donde nos habían recomendado ir a playas con menos turistas, y así fue como llegamos a Budva, en Montenegro (también ex Yugoslavia).
Budva, Montenegro
En Budva todo gira entorno a sus playas, gente de Serbia va a veranear y estábamos en plena temporada. Aquí decidimos rega- larnos una noche y dormir en una hostal. Requisito: que tuviese aire acondicionado. Dimos con el lugar perfecto (The Littlest Hobo) que, además del aire, se respiraba una buena onda de viajeros internacionales. Al día siguiente, nos encontramos con pa- rapentes volando cerca de la playa, así que nos pusimos de acuerdo con los pilotos lo- cales y nos llevaron al despegue. A 700m de altura y con un vuelo directo a la playa con vista sobre toda la bahía, el aterrizaje fue muy estrecho, pero no tuvimos problemas.
Tolmin, Eslovenia
Manejamos sin parar todo un día hacia
el norte y llegando a Eslovenia tuvimos que detenernos, ya que nos atrapó una tormenta bestial, una nube tormenta con muchísimo viento en donde, por un segun- do, pensamos que nos iba a volcar aún con el auto parado. Granizo y lluvia venían de todas partes.
Seguimos directo hacia el norte hasta Tolmin, un pequeño pueblito entre cerros: nuevamente estábamos en la tierra de Hei- di. El despegue a 800m de desnivel sobre el aterrizaje y con muchos pilotos, volamos un rato tomando altura y sacando fotos;
el lugar era espectacular: lleno de verde y contrastando con montañas nevadas y rocas de granito, ríos de aguas turquesas y mucha camaradería. Partimos al día siguiente rumbo a las famosas Dolomitas, cordilleras de granito, pero en el camino vemos un letrero que nos señala que estábamos a 9km de Austria. Dijimos: “¡Cómo no vamos a pasar por Austria!” Nos desviamos a lo que sería una pequeña parada en el camino.
Sillian, Austria
Después de su merecido schop y prepa- rados para continuar rumbo a Italia, de curiosos preguntamos si hacían parapente, y dimos con una escuela de parapente que resultó ser una especie de residencial de 2 pisos, con una completa tienda de este deporte: era como una juguetería para cual- quier piloto. Nos indican que estábamos en unas de las mejores zonas de vuelo, y con un mapa, nos muestran que estábamos rodeados de despegues, y a todos ellos se llegaba con andarivel. Estaba decidido, nos quedábamos ahí. Al día siguiente, partimos rumbo a un despegue que quedaba del lado de Italia, a unos 5km de la frontera con Austria, muy ventoso, y los locales nos reco- miendan que no intentáramos volar hacia Austria, pues el viento no nos iba a dejar cruzar. Confiamos en nuestra experiencia e instinto, y decidimos intentarlo de igual forma. Fue difícil, y casi ni avanzábamos en contra del viento, perdíamos altura y arries- gábamos quedar aterrizados en un bosque. Acelerando a fondo, se pudo y una vez en el valle, ya con viento de cola, avanzamos 10km y llegamos a Austria, caminamos hasta un hotel en donde la recepcionista nos llevó a la estación de tren, dejándonos en el mismo lugar donde teníamos el auto.
Alpe di Suisi: Dolomitas, Italia
Terminando ya nuestro viaje y a toda marcha, llegamos a las famosas Dolomitas en Alpe du Suisi, usadas como postales y fondos de escritorio por muchos parapentistas, son unas formaciones rocosas de granito simi- lares a nuestras Torres del Paine, pero un poco más altas (3.100m). Cuando llegamos, quedamos con la boca abierta, era realmente impresionante e imposible no parar al cos- tado del camino sólo para contemplar la inmensidad de estas torres. Ubicamos el des- pegue y quedamos en volver al día siguiente, para irnos a dormir a un hostal en Bolzano, a 30 minutos en auto. Al día siguiente, subimos temprano al despegue, que más bien era una atracción turística, con restaurant y mirador, despegamos pidiendo permiso entre medio de la gente y pudimos remontar unos 300m sobre el despegue, a unos 2000m de altitud, con esto nos dio para acercarnos a estas paredes y sentir su presencia con una turbulencia que no me dejó ni sacar la cámara. Aterrizamos al costado del camino, con una tremenda sonrisa en la cara, había- mos logrado lo que ningún otro piloto que conocemos había hecho: recorrer todos los Alpes con los lugares más impresionantes y en un sólo viaje. Estábamos listos para volver a Milán y tomar nuestro avión, la aventura terminaba, pero las historias y paisajes quedarían por siempre en nuestra memoria y, seguro, en más de algún relato.