En diciembre pasado se llevó a cabo el Primer Campeonato Nacional Abierto de Fotografía Submarina en la bahía de Pichidangui, el que por primera vez convocaba a fotógrafos submarinos de todas las agencias, lo que hacía presagiar un evento de alta calidad competitiva.
Texto: Lihor Gurvich y Luis Rossel.
Fotos: Lihor Gurvich, Luis Rossel y Fernando Olivares
Queremos contarles la historia desde dos visiones, la del buzo que participaba de la competencia y la del espectador que nunca ha buceado. Ambas visiones completarán el cuadro de un evento único en Chile y que ha marcado un hito en los deportes submarinos. Hoy existen tantos fotógrafos como estilos de fotografía y sus variadas técnicas; retratos, paisajes, urbanas, bodas…. y fotografía submarina. Tuve mi primer acercamiento a este tipo de fotografía hace un año cuando justamente una amiga buzo me presentó a Luis Rossel, instructor de fotosub con quien compartíamos la pasión por la fotografía.
Con varios años de experiencia fotográfica, principalmente en fotografía de paisajes y aventura, y considerando lo que significa lograr una buena fotografía en cuanto a lo que quieres comunicar y la técnica que quieres aplicar, me llamó profundamente la atención este mundo de la fotografía submarina, surgiendo inmediatamente interrogantes -¿cómo logran fotografiar en constante movimiento? ¿qué equipos usan?.-
Cuando salgo de expedición cargo kilos en cámaras, lentes, filtros y trípode, elijo un lugar, una hora y un encuadre para lograr una composición y “aquella” foto soñada; ¿cómo hace todo esto un buzo, además de preocuparse de respirar y mantenerse quieto en el lugar?
de superficie” y definitivamente requiere una técnica y disposición distinta.
La febril actividad de los competidores
La jornada del Campeonato Nacional Abierto de Fotografía Submarina partía temprano con una exhaustiva revisión del equipo de buceo, protocolo obligado en esta disciplina donde contaron con el apoyo y motivación incondicional de los centros de buceo locales; además de tener que cumplir con un riguroso reglamento de la competencia el cual los obligaba a hacer gala de su mayor desempeño y experiencia como fotógrafos, la primera condición que me llamó la atención fue que las fotos no se podían editar, salían directo de la cámara al ojo y escrutinio del jurado.
La actividad era intensa, gente revisando sus equipos de buceo, otros configurando sus cámaras, preparando sus equipos estancos y flashes, eligiendo el lente adecuado según la temática de la foto que querían lograr en esa inmersión -el concurso se dividía en 5 categorías donde cada fotógrafo tenía que presentar al menos una fotografía en cada una- y claro, una vez que sellas tu equipo y entras al agua no hay posibilidad de cambio de lente y el desplazamiento en la zona de inmersión es bastante restringido, era el inicio de la primera jornada de la competencia.
Siempre he escuchado que el ambiente de camaradería entre los buzos era especial y pese a que se trataba de un evento competitivo se vivía el mismo espíritu, ya sea si fueses un Fotosub (buzo fotógrafo), un buzo asistente, un colaborador o un “fotógrafo de superficie” que se colaba entre tanto ajetreo y actividad. Una vez listo el equipo de buceo, sellado el Housing por los jueces y habiendo hecho tu mejor apuesta con la elección del lente solo quedaba subirse al bote para ir a la zona de inmersión y cruzar los dedos para que las condiciones del agua estuvieran claras y no hubiera mucha corriente.
Pastillas para el Mareo
Los competidores y buzos acompañantes, se subían a los botes asignados y partía la competencia, con las cartas ya jugadas, cada fotosub se concentraba en lo que pretendía encontrar y lograr, es de gran ayuda conocer las especies submarinas locales para saber lo que buscar y donde, para no perder tiempo valioso y lograr la mayor cantidad de fotografías permitidas y en el tiempo reglamentario; una vez en el lugar designado, y hecha la foto testigo, parten las inmersiones, uno a uno van ingresando al agua con sus equipos fotográficos, los que parecen verdaderos alienígenas robóticos a ojos de cualquiera. Con todos los buzos en el agua se inicia una larga espera, una hora en bote amarrado a una boya, una grata conversación y una buena pastilla para el mareo hacen correr el tiempo hasta que comienzan a aparecer las primeras cabezas y cámaras en la superficie.
Una vez todos a bordo, empiezan a compartirse las experiencias de la inmersión, lo que se logró y lo que no, algunos con cara de satisfacción y otro con cara de decepción, frases típicas como: “no pude sacar ninguna macro, debería haber puesto el gran angular”; o un irónico “estaba súper cristalina el agua”; “había mucha corriente y tuve que agarrar las algas para sacar la foto”; …. Imagino todo eso y confirmo que realmente es una disciplina compleja y muy exigente.
Esa fotografía tan ansiada
El segundo día de competencia parte con un ambiente más relajado, competidores confiados, tranquilos y más seguros de lo que van a salir a buscar.
Con algo de cansancio en el cuerpo se repite la mecánica pero no así las experiencias, las condiciones del mar cambian pero los objetivos se mantienen, los fotosub hacen nuevamente gala de todas sus destrezas para seguir en competencia. Una vez cumplidas las inmersiones de ese día los competidores tenían que hacer su selección de fotografías en las categorías correspondientes y entregarlas a los jueces. Al final de la segunda jornada hay relajo y la sensación de misión cumplida, ahora a la espera del veredicto.
Siendo un evento inédito a nivel nacional, logró reunir a los mejores exponentes de esta disciplina, tanto profesional como amateur, quienes serían medidos por un jurado de alto nivel profesional y experimentado en fotografía submarina. Momentos antes del veredicto y premiación se respiraba cierto aire de nerviosismo, sin embargo, esto era más que una competencia, era un evento donde se podían compartir conocimientos, técnicas, y sobretodo experiencias entorno a una pasión en común… la fotografía submarina, fotografía en constante movimiento.
Compartir para competir; por Luis Rossel
Como instructor y apasionado de la Fotografía submarina llegaba emocionado a ese momento por el que habíamos trabajado casi seis meses. Estábamos allí para competir, pero bajo nuestra piel había también otras ambiciones. Poder compartir en persona con otros apasionados de la fotografía y el mar era una gran oportunidad de crecimiento. Esa posibilidad de preguntarle cómo había realizado tal o cual fotografía tenía para nosotros mucho más valor que todo el esfuerzo que significaba ser parte del Campeonato.
El pronóstico del clima casi había provocado la suspensión del campeonato por marejadas. Sin embargo un Poseidón benevolente había otorgado una ventana de suave oleaje que nos permitía bucear; un Poseidón benevolente, pero no tanto.
La enorme cantidad de partículas en suspensión nos obligaba a hacer gala de nuestras mejores técnicas para ubicar los flash de manera de minimizar en nuestras fotos el odiado backscatter, el que estábamos seguros que no sería bien apreciado por los jurados.
Cada inmersión podía durar como máximo 90 minutos, los cuales eran aprovechados al máximo por cada buzo, aprovechando de revisar cada foto tomada bajo el agua, y así borrar aquellas que no fueran satisfactorias. Las reglas nos prohibían manipular la cámara una vez terminado cada buceo.
Los encargados de los botes pronto se acostumbraron a ver muchos buzos flotando en el agua boca abajo por varios minutos antes de subir a los botes. El motivo, aprovechar el tiempo y borrar aquellas fotos inservibles antes de subir al bote, para así no perder el cupo máximo de 100 fotos a tomar por día.
Buscando esa foto ¡Wow!
Cada buceo era una esperanza. Bucear, encontrar un animal en esa pose perfecta, buscar el cuadro, ajustar las luces, y hacer una foto inolvidable de un cangrejo, de un nudibranquio o de cualquier animal marino, es lo que nos mueve cada vez que tenemos la cámara al frente en una inmersión.
Pronto los competidores comprobamos que más profundo no era mejor. Encontrábamos más y mejores sujetos para nuestras fotografías a poca profundidad. Bajar más de 10 metros era sacrificar demasiada luz ambiente, además de quedar rodeado de un gran fondo arenoso sin mucho que fotografiar.
A los 5 metros de profundidad nos cruzábamos todos, manteniendo siempre una cortés distancia para no “ensuciarle” la foto al compañero, algo que la etiqueta de estos campeonatos castigaba severamente.
Agotados y satisfechos
Luego de dos días con agotadores 4 buceos nos llega la hora de escoger las 5 fotos que presentaríamos a los jurados. No era fácil, pues lo más complejo es discernir si tu gusto personal era el que podía asimilarse al de los 4 jurados, sin embargo la comentada camaradería de los buzos se hizo presente de la mejor manera posible.
Varios competidores se reunieron en grupos y evaluaban las fotografías para seleccionar la que más gustara. Para los que competíamos era de gran valor conocer la opinión de otros y así hacer una mejor selección.
La felicidad en los rostros al entregar las fotos a los jueces era notoria. Felices por haber compartido buceos con amigos, felices por haber compartido técnicas y consejos con otros, felices por qué todos sin excepción habían logrado mejorar notablemente sus fotografías en sólo un fin semana.
Se ha marcado un hito, un antes y un después para la Fotografía Submarina, y hemos logrado el principal objetivo. Motivar a los buzos a atreverse a sumergirse con cámaras, llevar una muestra de eso que los maravilla a aquellos que no tienen la fortuna de bucear. Soy un convencido de que mientras más gente vea nuestras fotos, más gente sentirá admiración por la vida marina, y eso significa respeto, respeto por el medio ambiente marino, que es finalmente, respeto por nosotros mismos.