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Kitesurfing en Fiji

En una isla de no más de 1 hectárea de diámetro se esconde un tesoro: olas perfectas, playas paradisiacas y el viento justo. Es la isla Namotu y allí estuvo dos semanas Roberto Ibañez, junto a 20 kitesurfistas perfeccionando su técnica con la leyenda del kite Ben Wilson en las míticas olas de CloudBrake, Namotus Lefts y Restaurants.

Texto: Roberto Ibáñez

Era una noche interminable de junio del 2012 cuando simplemente podía dormir. Estaba sentado ante el computador en mi casa en Santiago, trabajando, tratando de inyectarle cansancio al cuerpo para cerrar pronto los párpados. En eso, me di cuenta de que un amigo había posteado en mi muro de Facebook un video con el siguiente comentario: “¡Disfrute!” Lo pinché y vi unas imágenes notables de kitesurfistas tirándose con todo en olas y lugares que nunca antes había visto. Me llamó mucho la atención ver que todos usaban un solo modelo de kite, negro entero con un logo blanco  al medio. No había visto ese kite y parecía comportarse increíblemente bien en la ola… Googleé la marca hasta que llegué a la página de Ben Wilson, una leyenda mundial del kitesuf en olas, quien acababa de diseñar ese kite específicamente para surfear olas.

Quedé deslumbrado y seguí navegando en la página hasta que saltó un anuncio: “Namotu Kite Week 2012 (august) fully booked. Reserve for 2013”. En un video promocionaban lo que parecía ser un camp en un isla de Fiji llamada Namotu. Un Progression Camp al que llegas con tu nivel personal de kite  y te entrenan para que mejores tus habilidades.

Yo llevaba siete años practicando kite. Empecé inmediatamente después de leer un anuncio en un cibercafé de Sydney en el que se veía a una persona saltando en kite y decía “Dont be shy, learn to fly. Kitesurfing lessons, call Luke.”

Kites inflados listos para salir

Con el mismo ímpetu con que, hace unos años, había llamado a Luke, le escribí a la leyenda del kite en olas y le pregunté patudamente si había algún espacio para 2012. Para mi sorpresa Ben Wilson me contestó en menos de 30 minutos. ¡Y me dio un cupo! Le interesaba tener a un chileno en el camp, entre puros australianos y norteamericanos. Un poco de sangre latina no le vendría mal, me dijo como cerrándome un ojo por escrito.

Por skype vimos los detalles y me embalé: confirmé una estadía de dos semanas (US$ 5.000) y pagué aparte el pasaje en avión. Y ya que estaba en eso, le compré a Ben tres velas (una de cada medida necesaria) y una tabla. Los kitesurfistas y surfistas saben que no existe mejor sensación que recibir paquetes con  velas y tablas. Fueron esas velas, por lo demás,  las que me llevaron a descubrir este inexplorado camp.


En Namotu

Mi primer viaje a Fiji fue en agosto de 2012 y me entusiasmé  tanto con el lugar -y con el incuestionable progreso que logré- que  volví a Namotu en agosto de 2013. Ubicada a 500 metros de la Tavarua, Namotu es una de las 332 islas de Fiji y junta a más de seis olas internacionalmente valoradas en el mundo del surf: Cloudbreak, Restaurants, Swimming Pools, Namotu Lefts, Wilks y Despos. Los fondos marinos son de coral vivo, y dependiendo de las mareas, puede haber dos pies de profundidad. El agua es transparente y tiene una temperatura idílica: 29º C. No necesitas traje, solo una buena protección contra el sol y contra los temidos corales, que te cortan al más mínimo contacto.

Unos aprendiendo Kite y otros esperando el viento y las olas

En Fiji, al igual que en muchas culturas polinésicas, al bajarte del avión te reciben con un collar de conchas y una mini banda de tres personas -con guitarras y otros instrumentos tipo ukelele-, entona una canción de bienvenida. Después de un viaje de más de 20 horas vía Nueva Zelanda, con el frío de agosto todavía pegado en el cuerpo, te enfrentas a este espectáculo y, de manera instantánea, se  olvida el cansancio y las horas de vuelo.

Al salir del aeropuerto me esperaba un chofer muy simpático que me gritó ¡BULA! Fue la primera vez que escuché esa palabra que, en lengua vernácula significa hola. ¡Un hola muy cariñoso y lleno de alegría! Los fijianos son así: se ríen constantemente, saludan a todo el mundo, son conversadores, amables, atentos, preocupados. De hecho, son las personas más simpáticas que he conocido en mi vida.  Fiji depende de dos comercios importantes: la producción de caña de azúcar y el turismo. Y eso lo tienen muy claro.


Rey de la Isla

El chofer me llevó hasta una playa donde me esperaba un bote de pescadores. Al frente, a lo lejos, se divisaban Namotu y Tavarua, ambas islas muy pequeñas, pero Namotu bastante más. Había visto fotos y Ben me había descrito el lugar, y tenía una idea clara del paisaje, pero cuando llegué  ahí me di cuenta que mi imaginación había sido muy prudente. La isla no tiene más de una hectárea y está rodeada de corales, olas y viento: es simplemente el paraíso del surf y del kite. Se puede recorrer a pie entera en cinco minutos. O menos, a paso rápido. Originalmente, cuando recién se pobló, era solo de arena. Toda la vegetación que hoy tiene, una frondosa mezcla de palmeras  y otros árboles -que se dan muy bien en condiciones de sol y humedad-, la pusieron allí los fijianos en conjunto con los arrendatarios de la Isla, una pareja de australianos con vasta trayectoria acuática.  El dueño de la isla es el rey de una tribu fijiana.

Acá se puede apreciar el tamaño de la isla, un poco más de un kilómetro cuadrado

Una de mis primeras preocupaciones al llegar fue conocer las instalaciones. Mal que mal iba a estar dos semanas exigiéndome mucho físicamente. Al primer golpe de vista  despejé rápidamente mis dudas: eran espectaculares. Las piezas tenían distintos formatos. Había desde cabañas para seis personas, en las que uno compartía con otros cinco turistas, surfistas o kitesurfistas, hasta cabañas privadas para dos personas, con vista al mar. De hecho existe una cabañita que se llama Love Shack,  con la mejor vista y separada del resto, porque está pensada especialmente para enamorados. También hay una estupenda Villa de cinco piezas, un living-comedor compartido y piscina propia.

En la isla pueden dormir entre 25 y 30 personas. Y trabajan alrededor de 40. Lo entretenido es que todos son deportistas amantes de las olas y eso vuelve interesantes todas las  conversaciones. Cada persona que conoces tiene algo nuevo o sorprendente que contarte.

La mayoría de los viajeros que aterriza en Namotu son hombres. Las mujeres que viajan son parejas de alguno de los surfistas o kitesurfistas. Por eso solo hay cinco cabañas para dos personas. Sin embargo, ellas no se quedan atrás con el deporte. Vienen todas en la misma onda, decididas a mejorar su técnica o a aprenderlo. Definitivamente, Namotu es un lugar perfecto para ir en pareja. Aparte de surf hay paracaidismo, buceo y snorkeling, con unos fondos marinos que  dejan sin aliento: están llenos de vida multicolor. También hay clases de stand up paddle, las playas son como de postal, puedes salir a pasear en bote o derechamente a pescar tu almuerzo. ¡En verdad nadie tiene cómo aburrirse!

Es un verdadero paraíso


El Desafío

Mi viaje a Namotu tenía como objetivo subir mi nivel de kite. Entre el respeto natural al mar y un par de experiencias no muy agradables en Matanzas (me revolcó una ola con kite y todo), me metía con miedo al agua si las olas llegaban a un cierto tamaño. Quería vencer este miedo y saber qué hacer en esas situaciones límite, cómo reaccionar, cómo enfrentar el mar. Mi meta el 2012 era salir del camp con una mayor tranquilidad mental ante esto. Y efectivamente así fue. No solo me hicieron coaching para mejorar mi técnica sobre la tabla y el posicionamiento sobre la vela, fuera del agua Ben se dedicó a responder pacientemente todas mis preguntas, y yo no me corté: le pregunté derechamente todo. Me enseñó a hacer un “mental imaging” de los pasos a seguir cuando te agarra una ola grande, a respirar mejor, a saber quedarte tranquilo. Yo diría que en 2012 rompí una barrera y logré controlar el miedo y la incertidumbre de lo que me podría pasar, sin perderle jamás el respeto que  siempre merece el mar.

Este año concursé en el campeonato nacional de kite en Chile, me tiré en olas de  4 metros en otra sesión y volví a Namotu dominando mucho mejor el deporte, decidido a empujar aún más mis límites y a pasarlo tan bien como el año anterior.

Andar sin straps sobre la tabla surfera es el verdadero desafío de Kite en olas

Pero en 2012 me puse otro desafío. Había ido para practicar kitesurf, pero en la isla me di cuenta de que todos sabían surfear y kitear, porque así aprovechaban el día al máximo: en caso de no haber viento, o viceversa, podían hacer lo uno o lo otro. Por lo tanto desde que volví la primera vez mi meta fue aprender a surfear. Y lo hice, aprovechando cada instancia para meterme al agua y surfear lo más posible. Hasta me pegué un par de viajes a Perú y a Australia con ese propósito. En agosto pasado regresé a Namotu logrando pararme en la tabla y surfeándome unas olitas. Aunque no pude meterme en las olas más difíciles, como Cloudbreak o Restaurants. Ya decidí que eso será mi próximo desafío.

Una ventaja de que sea  un experto mundial en kite  quien organice el camp es que invita a un equipo de preparación física de primer nivel. Comienzan el día  con sesiones de yoga para todos los deportistas y después cada uno es libre de asistir a distintos talleres que ofrecen. Hay desde TRX a trabajo específico para aliviar dolencias o fortalecer musculatura debilitada.  Y aquí va el secreto mejor guardado de Namotu:  la isla tiene su propia masajista, Mary,de unos 120 kilos que hace los mejores masajes descontracturantes de la tierra y con una voz tan dulce que hipnotiza.

Lo mejor es cuando un amigo te alienta desde cerca

Aunque el servicio de masajes no está incluido si lo están todas las comida (salvo las cervezas, los tragos, las bebidas y los jugos).   Cada mes el chef cambia, y todos suelen cocinar una mezcla de comida cargada a los carbohidratos, con muchas ensaladas y postres para elegir. El desayuno estilo americano es contundente. Y como todo está pensado en torno al deporte, si sales a surfear temprano (amanece a las 5:45 am), te lo dejan preparado para la vuelta. El almuerzo es a las 12:30. A las 18:00 (hora de la puesta de sol) hay un cóctel con sushi, sashimi y otros aperitivos preparados con la pesca del día. Finalmente, la comida se sirve a las 19:30. Es un buffet de muy buena calidad y muy bien atendido.


Relaciones personales

En este camp se conoce a todo tipo de personajes ligados al mundo del surf y del kite. Como no es un viaje barato,  participan  empresarios, gente de Wall Street, trabajadores del sector de la minería australiana, deportistas profesionales; todo se vuelve en una buena oportunidad para entablar relaciones comerciales. Yo trabajo en marketing y en noviembre voy a Australia a explorar una oportunidad de negocio con un buen amigo que conocí en la isla.

Una de las cosas que me impresionó fue haber conocido a dos personas de alrededor de 40 años que comenzaron a surfear a los 30 y que dominaban muy bien las olas. Eso me entusiasmó muchísimo ya que me mostró que se puede llegar a ese nivel si le dedica el tiempo que corresponde.

Cada semana, el camp invita a un fotógrafo profesional, quien se esmera por sacar fotos épicas de cada uno de los huéspedes. Al final de la semana hace un slideshow donde se puede  comprar tus fotos. Las fotos, aunque caras, son espectaculares; es difícil que vuelvas a verte fotografiado desde tan cerca y con tanto profesionalismo. Además  el fotógrafo  entrega  fotos de la isla y el slideshow  en las que se puede ver a los amigos que uno ha  hecho en la semana.

Con Ben Wilson, leyenda mundial de kite en olas

Es muy fácil conectarte con la isla y sentir que llevas en ella un año. La gente es de verdad cálida y acogedora. Por ejemplo, desde el primer día todos se aprenden tu nombre. Supongo que no es difícil para ellos acordarse de Roberto. El 99% del tiempo reciben huéspedes de Australia, Estados Unidos o Europa. Por lo tanto un chileno es bastante novedoso.

Cada vez que te ven te saludan con una gran sonrisa y te dicen ¡Bula! La gente es realmente simpática. Si te ven alterado o preocupado, te dicen ¡Relax, Relax!

Y una vez por semana celebran la Cava night, donde se baila y se toma Cava, un brebaje hecho a partir de un polvo que proviene de una raíz de una planta fijiana mezclado con agua. Tomar esto en cantidad es como tomarse un ravotril: te calma, te anestesia, no te vuela y ves todo relajado. Lo divertido es que esa noche tus sueños son muy reales y explícitos. Tan reales como la isla en la que estás.