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El salvaje Chaitén del Parque Nacional Corcovado

Casi como una fortaleza el volcán Corcovado se encuentra rodeado de una serie de lagunas de origen volcánico que con su color celeste y turquesa esconden en su belleza su real naturaleza que nos hizo pensar más de una vez que nos encontrábamos casi en mar abierto.  Como si no fuera poco, más allá de las lagunas se encuentra nuevamente otra barrera más. Ésta, sin lugar a dudas iba ser el dolor de cabeza de nuestra expedición: la inmensidad del bosque lluvioso costero valdiviano.

Texto: Israel Sánchez / Fotos: Juan Pablo Díaz, Gabriel Toledo, Israel Sánchez

Nosotros simplemente le llamamos la selva del Corcovado. Ese era nuestro principal obstáculo y eso es por darle algún nombre, ya que existen al menos 10 tipos de bosques diferentes representados en la región, más allá del tecnicismo con el cual se cataloguen.

La altísima densidad de plantas, el mallín (tipo de vegetación que se encuentra inundada por agua), la avifauna, los insectos, la poca o nada de luz que entra, el tamaño inmenso del estrato alto de árboles, todo aquello sin lugar a dudas nada tiene que envidiarle a los lugares de mayor biodiversidad de especies en el mundo, ni al Amazonas brasileño o peruano.

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Pero ya basta de descripciones porque, aunque me esmere en hacerlo, difícilmente podría retratar lo que allí se encuentra. Tienen que estar ahí.

Más allá de las palabras

Una de las principales razones de nuestra expedición fue justamente conocer Corcovado. Han pasado 8 años desde la constitución del Parque Nacional, pero aún no existe infraestructura o administración para poder ingresar. Por ello nuestra exploración al Parque tenía que ver con empezar a trabajar uno de los tantos diamantes en bruto de la naturaleza que tiene la región de los lagos y que Chaitén, flamante vecino, aun siquiera ha dado cuenta de su existencia. Recordemos que hace 6 años ocurrió la erupción del volcán que comparte su nombre y, obviamente, esa situación lo dejó con las manos vacías y las ideas sin haberse concretado.

Esta es la historia de nosotros, Juan Pablo Díaz (JP), Israel Sánchez (ese soy yo) y Gabriel Toledo  todos Ingenieros en Expediciones y Ecoturismo de la Universidad San Sebastián, en nuestra expedición exploratoria al salvaje Parque Nacional Corcovado.

Base Camp

Si eres un amante de los deportes al aire libre y la naturaleza, la idea de conocer un lugar inexplorado y ser el primero en poner tu huella en la tierra ya es más que atractiva, ¿no?

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Y si con ello te dijeran que debes cruzar 6 kilómetros de selva, atravesar una laguna de 4 kilómetros, intentar el ascenso en roca de una de las cumbres más técnicas del país -que sólo se ha intentado en invierno-, bueno, olvídate de tus razonamientos lógicos, porque desde ya la primera línea perdiste el argumento de tu mente y te embarcarás de lleno en esta aventura de 19 días de soledad rodeados por la inmensidad de la naturaleza.

Así fue como el 7 de febrero, luego de 3 días en Chaitén esperando condiciones para navegar y tras 4 meses de planificación, zarpamos en la pequeña embarcación de Don Silvio, que nos dejaría a las puertas del Parque en un lugar que se llama el estuario Palvitad. Este estuario pareciera ser una especie de brazo del mar que se mete al continente (como un fiordo) y en el que desemboca el río Palvitad. Esa playa, aun sin nombre, es custodiada a lo lejos por empresas que se dedican al cultivo de salmones en la “Punta Auchemó”.

Aquella playa lamentablemente se encuentra llena de restos y basura de estas empresas y obviamente como es un lugar de difícil acceso, nadie regula aquello. En medio de todo esto, íbamos a montar nuestro Base Camp que nos iba alojar por varias noches.

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Google Shock

Llegamos tras una hora de navegar y con una llovizna leve a la playa e inmediatamente comenzamos a explorar la zona cercana e instalar nuestro campamento. La playa debe tener unos 4 kilómetros de largo y la distancia entre el agua y el inicio del bosque eran sólo 25 metros.

Desde el principio nos dimos cuenta que esta no iba ser una expedición como las que habíamos estado antes.
Ya estando en terreno notamos que entre la realidad y el Google Earth hay un mundo de diferencia; al menos en los lugares que tienen vegetación. Pensamos seriamente que al satélite se le acabó el color verde oscuro y empezó a poner manchas verde claro, ¡pero eso no significa de ninguna manera que la vegetación sea distinta!
Bueno, al segundo día abandonamos la ruta que teníamos planeada y elegimos una que se veía un poco más despejada. No olviden que estamos en una selva y que la densidad de plantas por metro cuadrado es enorme.

Construimos un sendero por cinco días, en que la luz apenas penetraba el bosque y finalmente encontramos un lugar plano y sin mallín  para avanzar nuestro campamento. Obviamente nos tomó más de 20 minutos despejar la quila (especie nativa parecida al bambú) y ya teníamos un espacio de 4 x 2 para instalar nuestra carpa.

La Playa

Al día siguiente movimos el campamento, cada uno con más de 30 kilos en la espalda. Para dejar en claro una cosa, el “sendero” que construimos no es un camino a los que están acostumbrados. Muchas veces debes sacarte la mochila para pasar entremedio de árboles, debes caminar por raíces por sobre casi 1 metro del suelo o tener el barro hasta la mitad de la pierna. En fin, ya nos encontrábamos dentro de la selva y no quedaba más que avanzar.

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Nos tomó 3 días más llegar a un portezuelo del que tienes una vista privilegiada a todas las maravillas del parque, así que tras diez días de expedición, finalmente pudimos avistar nuestro ansiado volcán Corcovado y las preciosas lagunas que lo rodean.

Nos tomó medio día más bajar a la laguna ya que desde el portezuelo eran 200 metros de desnivel negativo. En el camino tuvimos que montar un rappel en una cascada de musgo que corría muy poca agua en esta época del año.

Y finalmente llegamos a la que bautizamos “Playa los Palos” que eran la única playa en más de 10 kilómetros de ribera de la laguna. La bautizamos así, por la cantidad de árboles muertos que estaban dentro del agua incluso.
Con ocho días de expedición por delante, dejábamos atrás la selva y nos concentramos en nuestros 2 siguientes desafíos: La laguna y el volcán.

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Amigos al rescate

El cruce de la laguna fue sin lugar a dudas el punto más crítico de la expedición. Un kayak inflable sirve para navegar en aguas planas, pero basta un poco de viento para que se levanten olas y se empiece a llenar de agua.

Dos días tardamos en hacer 4 cruces de la laguna, en que la cordada tuvo que separarse por toda una noche. Yo con Gabriel mojados enteros en la carpa en un lado y JP en un refugio al otro.

El último cruce fue el peor de todos. Yo con JP en el kayak y un poco de equipo con olas de más de medio metro no pudimos avanzar ni un kilómetro y tuvimos que buscar una orilla. Esperamos horas, pero al final decidimos que JP trataría de avanzar por la selva que rodeaba la laguna, mientras yo movía el resto del equipo. Por el peso de ambos más el equipo y las olas como estaban, nos llenábamos de agua y era imposible navegar. Ya llegando al Campamento al otro lado, me recibe Gabriel con entusiasmo, pero yo estaba preocupado porque debíamos ir a rescatar a nuestro amigo. A las nueve de la noche con el último poco de batería de las radios JP nos entrega sus coordenadas y con el agua ya calma (como una tasa de leche), en dos horas estábamos de vuelta todos juntos habiendo atravesado la laguna, sanos y salvos.

De ahí en adelante las fuerzas y los días se consumieron muy rápido. Cada vez veíamos más difícil el intento a la cumbre, ya que Don Silvio tenía instrucciones precisas de esperarnos habiendo pasado 18 días desde que nos dejó en el otro lado.

Mojados

Y aun así seguimos nuestro camino hacia el volcán, que también era la ruta de salida del Parque por una quebrada limpia de vegetación, que sale hacia el oeste y llega al golfo del Corcovado.

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Al día 15 de expedición nos encontramos a los pies del torreón final del volcán, pero con las fuerzas al límite, una neblina que apenas te dejaba ver a cinco metros de distancia y pocos días para que nos vengan a buscar, el intento a la cumbre se descartó por completo.

Luego íbamos a rectificar nuestra decisión, ya que aquella neblina nos acompañó hasta el último día y dificultó poder salir del parque, ya que se hacía muy difícil navegar por las faldas de la montaña y la vegetación existente (ya no tan selvática como lo anterior, pero aun así muy densa).

Los últimos días fueron una incertidumbre total. La comida se agotaba y la meteorología no daba tregua. Decidimos racionar la comida por si quizás debíamos aguantar algunos días más y eso obviamente nos dejaba con menos energía para avanzar. Estuvimos completamente mojados por más de dos días y finalmente el día 18 de la expedición pudimos ver el sol después de casi 4 días de estar en una neblina densa y húmeda. Fue muy reconfortante.

Precioso y Salvaje

Con el cielo despejado y los últimos pocos de comida, hicimos el último esfuerzo y llegamos a la costa. Nuestra sorpresa sería que don Silvio había tenido que volver antes de que llegáramos ya que había venido con poco combustible, así que casi como una teleserie tuvimos que esperar un día más para que nos viniesen a buscar.

Y tal cual como partimos, ya estábamos de vuelta en aquel pueblo que sigue habiendo rastro de la erupción del 2008. Ya más descansados nos reunimos con don Eduardo Mora de Conaf para entregarles la información rescatada, todo para que en un futuro próximo muchos más sean los que puedan ir a disfrutar de la belleza de este precioso y salvaje Parque Nacional.

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Si estás planeando una expedición larga

  1. Olvídate de que tu planificación se cumplirá a cabalidad.
  2. Estudia al menos 2 o 3 rutas alternativas en cada tramo.
  3. En cuanto a comida, lleva al menos para 2 o 3 días más.
  4. Lleva de todo. No importa que dejes cosas en el Base Camp.
  5. Piensa en el mantenimiento de tus equipos. 19 días de terreno, hacen estragos en tu equipo.

¿Te invade el cansancio y sientes que no puedes seguir?

  1. Ponte metas cortas. Avanza paso a paso y no trates de apurarte.
  2. Cada decisión es de suma importancia porque un error equivale al doble de cansancio. Es mejor ir a echar un vistazo a una ruta que tener que devolverse y buscar otra.
  3. Siempre lleven consigo algo para recrearse; cartas, juegos de mesa, etc.
  4. Un ritual para celebrar los momentos difíciles: un chocolate, baile, o algo así.

Aún cuando el cuerpo está cansado, la mente siempre responde. Tratar de mantenerse conversando aunque sea echando bromas, hace que tu mente se sobreponga al cuerpo y puedas seguir avanzando.

Agradecimientos

Un agradecimiento especial a Don Silvio que nos llevó en su embarcación, a Don Carlos Alvarado un habitante de Chaitén que nos recibió y unos ayudó con la logística en Chaitén, a Don Eduardo Mora de Conaf que mostró todo su apoyo a nuestra actividad y a Marco Garrido presidente de la Cámara de Turismo de Chaitén que nos recibió de vuelta con un asado de camaradería para recuperar algunos de los kilos perdidos!