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Encuentro Pieles 2017

Un encuentro mágico y único en Sudamérica en los alrededores de Huilo Huilo fue lo que vivieron 15 mujeres. Bajadas por nieve virgen, randonée y camaradería marcaron esta reunión de apasionadas chicas por el deporte blanco las cuales levantaron un campamento invernal durante tres días a los pies del volcán Mocho Choshuenco.

Texto: Isidora Chicharro.
Fotos: Rodrigo Matus, Laura Martínez

Desde que escuché en el 2016 sobre el Encuentro Pieles supe que iba a ir. Este año, bien atenta a las publicaciones y apertura de inscripciones, respondí el mismo día la ficha de inscripción en donde pedían que mis respuestas fueran a corazón abierto. Cuando me enteré de que hubo 44 postulantes y que yo había sido una de las siete seleccionadas, la sonrisa se me agrandó al mismo tiempo que supe que mi intuición había estado en lo correcto.
No conocía a ninguna de las chicas ni tampoco sabía muy bien a lo que iba, sin embargo, la buena energía y delicadeza de las organizadoras se sentía potentemente a través de las preguntas y del proceso de postulación.

Partí desde Santiago y en el terminal de buses de Panguipulli reconocí a la primera Piel en el acto, por su cara de felicidad, su buena onda y la gran mochila que llevaba, además de sus esquís y mate. Lo cargaba todo sola igual que yo. Rápidamente nos hicimos amigas con Maria Jesús Muñoz. Juntas nos tomamos el bus a Huilo Huilo y cuando el chofer nos dijo: «Chicas, aquí es» no podíamos creerlo; estábamos ni más ni menos que en el pórtico del Hotel Nothofagus en medio de la Reserva Biológica del Huilo Huilo.
En la recepción nos comentaron que nos estaban esperando. Con los ojos gigantes por el asombro me reía sola ya que nunca imaginé que nos iban a esperar en un hotel así.
Aprovechamos con la M. Jesús el día soleado para ir a observar el salto de la Leona, almorzar en Neltume y aclimatarnos de a poco mientras esperábamos el ansiado encuentro con las demás Pieles. A las 18:00 nos encontramos con todas las integrantes en el salón del hotel, mujeres de entre 20 y 40 años, que venían de Argentina, España, Chillán, Talca, Coyahique, Santiago y Cajón del Maipo. La mitad fanáticas del esquí y las demás como yo, del snowboard.
Esa noche cada participante del encuentro se presentó y así pude conocer un poco más a cada una y la maravilla de aventura que se nos venía. El grupo lo conformaban instructoras de snowboard y esquí que pasaban temporadas dobles entre hemisferio norte y sur (Alpes Suizos, Austria, Canadá, Japón…), una profesora de yoga, guías de montañas y avalanchas, fotógrafas, emprendedoras, entre otras.
El pronóstico del tiempo no prometía mucho, de hecho, vendrían pequeñas ventanas durante los días, pero la mayor parte del tiempo estaría tapado y nevando. No importaba, la motivación abundaba y la buena onda también. Un poco nerviosa me fui a acostar pensando en las noches en la montaña que venían, pero la sonrisa interna estaba intacta.

Comienza la aventura

Temprano nos juntamos en el buffet del hotel. Nos logramos meter al bus todoterreno y ahí el destello de la energía de las Pieles aumentó.
Camino hacia las faldas del volcán Mocho Choshuenco, nos bajamos a conocer el Salto del Puma para sentir la fuerza de esta caída de agua de más de 30 metros en el bosque nativo virgen.
Fue un espectáculo presenciar la naturaleza en la tranquilidad del bosque en conjunto con la potencia y humedad del salto. Esta fue una introducción perfecta para empezar a randonear un poco más arriba, donde una paleta de infinitos verdes y cafés adornaban la maravilla del blanco invernal. Qué maravilla partir randoneando entre centenarias lengas junto al resto de las mujeres.
Después de una hora y media de randoneo, llegamos a nuestro spot que era perfecto para armar el campamento. No pude ver mucho más allá del perímetro del camping debido a las nubes grises amenazantes. El lugar era una especie de brazo (bowl natural) que protegía del viento oeste que predominaba esa tarde, y que daba espacio para ubicar nueve carpas y un domo. Después de harto paleo para calar mi carpa – había carpas para dos personas y otras para tres–, logré crear alrededor de ella muros de nieve que me llegaban al cuello para así protegerla. Luego fue el momento de unos buenos mates conversados dentro del domo y, como quedaban horas antes de que anocheciera, algunas integrantes fuimos a aventurarnos en esquíes a un salto natural que estaba en el campamento. Nos matamos de la risa porque habían algunas “Pieles” más experimentadas que otras, pero daba lo mismo el nivel; lo importante era motivarse y lanzarse. Ahí todas celebrábamos y nos apoyábamos, creándose naturalmente una hermandad.


Fue muy entretenido hasta que de pronto ya no vimos nada producto de la fuerte nieve que comenzó a caer y de la oscura noche. Ese fue un momento perfecto para ir a compartir abrigadas alrededor de la mesa de nieve. Las Pieles que se habían quedado en el domo armaron una mesa de centro circular con forma de torta y con diferentes niveles para poner las cosas de manera mas bonita y fácil. Improvisaron unos “calados” a modo de repisas para guardar los tachos y platos, y así había que llevarlos a la carpa.
La chef, Dinka Oliden con su emprendimiento “Eventos Oliden” preparó la comida con mucho amor. Esta consistía en tallarines con carne y, para las veggies, carne de soya. Amortiguamos la helada noche, sabiamente, con unos maravillosos navegados. Estos brebajes fueron el cierre perfecto del primer día.

Un silencio mágico

Esa primera noche fue la puerta que me llevó a conocer el implacable y profundo silencio de la montaña ¡qué privilegio fue sentirlo!
La montaña es un templo que te lleva a experimentar sensaciones de alta vibración porque permanece intacta en su máximo estado de pureza. El cuerpo se adapta impresionantemente a las condiciones y sigue su flujo vital.
En la madrugada, mientras todas dormían y apenas unos tenues rayos de sol se asomaban a lo lejos, salté del saco, abrí el cierre de la carpa y me di cuenta del desafío que implicaba ir al baño enfrentándome a un viento que levantaba los 30 centímetros de nieve polvo caída durante toda la noche ¡qué odisea! Sobre todo caminar por la nieve en la cual se me enterraban las botas de snowboard.
La gentileza de la montaña me sorprendió con un paisaje de amanecer despejado sobre un mar de nubes que cubrían todo Neltume y, como guinda de la torta, a lo lejos, se veía la punta del Volcan Lanín sobresaliendo por encima de las nubes. Un espectáculo que me hizo olvidar completamente el frío de ese momento.
Ya más entrada la mañana tomamos un buen desayuno que nos proveyó “La Comarca”, una Panadería y emporio de Chillán que dio unos panes épicos multigrano, además de raciones de marcha para cada una que consistían en frutos secos mezclados con avellanas tostadas. Había abundancia de frutas, frutos secos, queso derretido, jamón, pailas de huevo, pan pita, té, mate, mermeladas de frambuesa y de kiwi. Luego de tremendo desayuno, nos pusimos las pieles para ir a conquistar la punta del Mocho (2.422 msnm). La guía Rosario Toro, una experimentada montañista dio la charla técnica y revisó que todos lleváramos nuestras “ARVAs” encendidas, palas y cascos.
Comenzamos la marcha de 2 horas y media hasta la cumbre.


Fue increíble cómo, a medida que avanzábamos, las nubes se desplazaban con nosotros abriendo siempre una ventana que nos dejaba observar la maravilla donde estábamos.
Ahí comprobé, una vez más, lo potente que es la energía femenina. En el trayecto, sin importar la edad ni la nacionalidad, cada una aportaba su magia y enseñanzas. Luego de haber sorteado la última parte del ascenso, en un empinado zigzagueo hasta la cima, la emoción se apoderó del grupo: cada una celebró la llegada a la cumbre del Mocho. Ahí fue una bendición contemplar el mar de nubes abajo de nosotros, el cielo azul intenso y las puntas maravillosas del Lanín, Rucapillán y Choshuenco, un verdadero espectáculo.

Los camarógrafos que nos acompañaban y que también aportaron su magia, me entrevistaron en ese momento peak. Querían saber qué era para mi el Encuentro Pieles. Respondí: “una experiencia invaluable, una bendición. Instancias necesarias que te nutren, te fortalecen, te hacen crecer porque la energía femenina es tremendamente poderosa. Unidas compartiendo una pasión en común, nos reflejamos entre nosotras, reconociendo debilidades, fortalezas y pasándolo increíble”.

Aullando como lobas

La tarde fue épica; nevaba muy ligeramente con sol. En cualquier momento aparecería un arcoíris. Algunas caminaban en busca de cornisas, otras danzaban y otras erguían posturas de yoga. Sacamos nuestras pieles de nuestros esquís y splitboards y nos alistamos para el descenso. Una tras otra nos lanzamos cerro abajo. Como había nevado con viento, había que tener cuidado con planchones de hielo que aparecían en el suelo.

De vuelta en el campamento contentas y algunas cansadas, compartimos picoteando cosas, tomando mate, riéndonos y algunas partieron caminando a una loma cercana en busca de cornisas. Otras sacamos los trípodes y empezamos a sacar fotos y realizamos unas posturas de yoga. Nos sorprendió la Luna gigante que apareció desde el mar de nubes que tapaba Neltume. Creo que me faltó poco, para aullar como loba en son de agradecimiento por haber tenido la oportunidad de vivir tan sagrada experiencia. La luna iluminaba cada rincón del paisaje, parecía que estuviéramos de día. Abundante alegría y plenitud había esa noche que se terminó de plasmar cuando nos dimos cuenta de que el temporal que venía para esa noche y siguiente día se había disipado radicalmente.

 

Despertamos con un sol radiante, contemplamos el lugar sagrado donde estábamos y sentimos una sensación de agradecimiento infinito.
Rápidamente desarmamos el campamento que cargamos sobre la máquina pisa nieve que facilitó Huilo Huilo.

La última bajada que realizamos todas juntas como en una avalancha, fue sobre un manto de nieve que parecía algodón de azúcar lo que provocó nuestro éxtasis al estar entre naturaleza virgen y la nieve brillando incandescente que recién había caído desde los cielos ¡no podía creerlo!
Más tarde, tuvimos la gran sorpresa cuando nos enteramos de que se nos había habilitado especialmente todo el spa, piscina temperada y hasta los toboganes del hotel. Nos esperaba una cena maravillosa que consistía en costilla de cerdo con puré de habas y otras opciones. Para rematar, había organizada una fiesta para nosotras. Parecía el cielo. Qué manera de sentirnos unas reinas, unas privilegiadas por estar ahí; de cómo se fueron dando las cosas exponencial y mágicamente.

Agradezco infinitamente a las organizadoras Marcela González y Roberta Sbaraglini y a todo el equipo de trabajo. A Lady Mushroom que nos regaló cuellos de colores psicodélicos. A SixP que nos dio una joya colgante con la forma de un copo de nieve. Mallsport que nos regaló botellas de agua BPA free. Smartwool que se rajó con calcetines de lana de merino. Cerveza Qui que se puso con las cervezas para la fiesta. Taragui que nos regaló mate con hierbas. SherpaLife que nos pasó las carpas de cuatro estaciones y también agradezco a Arcterix, Comarca Andina, Stickers of Wood, Conaf, Voile Chile, Andeshandbook , Dinka Oliden, Bollé y Reserva Biológica Huilo Huilo.