Si buscamos una descripción, la Cordillera de Tricauco es considerada según el Instituto Geográfico Militar como un cordón montañosa de nuestros Andes ubicado en el sector de Alto Bío Bío, más exactamente desde la localidad de Santa Bárbara hacia el valle del río Queuco. Sus atractivos, podemos decir , son el valle del río Huequecura -que hoy finaliza su cauce en el lago artificial Angostura-, la Laguna del mismo nombre y el cerro Siete Picos, ideal para la escalada en roca.
Texto y Fotos: Rodrigo Contreras – parquetricauco.com
Don Alberto Foppiano es un amante desde pequeño de las montañas; docente, investigador y doctor en Física de la Universidad de Concepción, organiza desde hace 33 años excursiones a la cordillera, durante el mes de Febrero, con jóvenes adventistas de la Iglesia Central de Concepción.
En su versión 2015, Alberto decide realizar el cruce desde la localidad de Quillaileo hacia el valle del río Queuco, atravesando toda la cordillera de Tricauco. La historia de la excursión de este año se inició cuando el hijo de Alberto, Ítalo Foppiano me comunica sus intenciones, el cual consistía en realizar esta ruta junto a 16 jóvenes; yo feliz me comprometí a dar apoyo logístico y ofrecer que el primer día nos juntemos en el Parque Tricauco, facilitando el alojamiento en el refugio de este.
Bosque Nativo
La idea fue muy aceptada por los organizadores y fue así que el jueves 5 de febrero nos encontramos en el terminal de buses rurales de la ciudad de Los Ángeles, abordamos el único bus que llega al sector de Quillaileo (de la empresa Asec, que sale a las 15:45) para llegar a nuestro destino, 5 kilómetros antes del Parque. Alrededor de las 18:00 horas nos bajamos emocionados del bus, 16 amantes de las montañas, listo para dar nuestros primeros pasos.
Caminamos hacia el Refugio Tricauco; el lugar está rodeado de un denso bosque nativo de más de 20 especies como el lingue, roble, raulí, arrayán, entre otros. El Parque tiene distintos senderos de interpretación y varias piscinas naturales del estero Los Pacos, con un caudal de aguas cristalinas y verdes, que nos recibieron para darnos el primer refresco de esta caminata. Durante la primera noche realizamos una fogata para analizar la carta geográfica y planificar tiempos y ruta, así como dar las últimas indicaciones antes de dormir en el refugio.
A las 7:00 de la mañana es el despertar tradicional de don Alberto, quien nos indica que ya es hora de levantarnos. Nos espera un día de seis horas de caminata, la que se inicia con la imagen de todos despidiéndonos del Parque Tricauco. Alrededor de las 9:00 comenzamos cruzando el río Los Pacos; luego atravesamos un sendero de bosque nativo para conectarnos con el camino principal, que por alrededor de tres horas nos condujo hasta la última casa del sector, lugar donde almorzamos y disfrutamos del río Quillaileo. Por la tarde caminamos unos 7 kilómetros hasta un lugar donde se cruzaban el estero Derrumbe, que nace en la laguna Huequecura, con el Quilaleo. Fue acá donde decidimos realizar nuestro primer día de campamento, que este año coincidió con el día sábado.
Recuerdos de Pequeño
Llegó el domingo y a las 7:00 comenzamos con nuestra rutina de levantar campamento. El día estaba perfecto, y la carta geográfica indicaba que tendríamos que pasar por un sendero que se perdería en unas horas más, lo que nos daba la sensación de incertidumbre. Pero la experiencia del grupo nos entregaba mucha confianza.
Comenzamos a caminar alrededor de las 9:00 de la mañana, con una meditación y alabanza a nuestro Dios, pidiéndole que nos guiara durante esta jornada, en la cual -tal como habíamos pensado- el sendero se perdía al poco andar. Comenzábamos a caminar por un campo de ñire y quila que nos acompañaría por el resto del día.
Personalmente estaba feliz y disfrutaba mucho cada paso: desde pequeño que miraba esta cordillera como un gigante y soñaba con algún día atreverme a cruzar. Estaba ahora cumpliendo ese sueño que se inició con las historias de mi abuela, que fue criada por este sector. Al mirar mi alrededor me emocionaba con su belleza y se venían a mi mente esos recuerdos de infancia, ¡nada que envidiar a la Patagonia!
Por la tarde el avanzar fue un poco más lento y llegamos al cruce del río Quillaileo con el Montón de Trigo: estábamos en la ruta adecuada, pero la vegetación a ratos nos desorientaba. Fue así que decidimos realizar campamento. El lunes 9 de febrero debíamos cruzar el portezuelo que nos uniría más adelante con el valle del río Queuco, que era nuestra meta, sin embargo don Alberto antes de iniciada nuestra jornada, nos avisa que si no encontrábamos el sendero y continuábamos por la senda acompañada de quila, deberíamos volvernos. Se volvía muy arriesgado continuar, debido a que posiblemente necesitaríamos más días y habíamos planificado solo siete: necesitaríamos alimentos y arriesgarse nunca es la idea de esta caminata.
Agradecidos pero de vuelta
Pronto nos daríamos cuenta que el andar era muy lento y el portezuelo se nos alejaba mucho; la huella se perdía más de lo normal y la decisión llegó: debíamos volver. Fue triste, pero la sensación de agradecimiento a Dios por habernos cuidado y habíamos tenido la oportunidad de haber cumplido un sueño. No llegamos a nuestro destino, habíamos cruzado toda la cordillera de Tricauco, y al fin pude ver de muy cerca esos cerros que mi abuela contaba que su hermano había cruzado.
El regreso fue más rápido, ya conocíamos la ruta y acampamos ese día lunes en el mismo lugar que habíamos partido; nos relajamos en el rio Quillaileo y terminamos la noche con una fogata a orillas del rio, donde nos acordábamos de anécdotas de caminatas pasadas. Curiosamente, este año habían asistido hijos de amigos que había conocido en versiones anteriores.
El martes junto a mi compañero de cordada, nos encomendaron una misión, la cual la tomamos con mucha satisfacción. Nos levantamos mucho antes que todos y caminamos muy rápido para llegar al medio día al Refugio Tricauco; cansadísimos dejamos las mochilas y partimos a comprar para poder realizar una cena de despedida, la cual se concretó como a las 8 de la tarde, luego que todos llegaron y se bañaron en el rio.
Nos unimos en torno a los alimentos preparados para todos y dimos gracias por haber terminado la versión número 33 de la tradicional caminata de Don Alberto Foppiano.