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La sur del Aconcagua

«Sin duda una de las más grandes, famosas y representativas paredes de Sudamérica. El Acconcahuac (en quechua) o centinela de piedra muestra todo su poder y energía. Con sus monstruosas avalanchas de nieve e infame roca descompuesta, la escalada se inicia a 4.200 msnm y termina a 6.962 msnm; son 2.600 metros de desnivel, expuesto a sus caprichos y malhumorado clima, además de una retirada compleja… y por si fuese poco, el infame glaciar superior -el cual se ve como una fácil pendiente- tiene incontables las historias de malas condiciones de nieve y un tortuoso avance»
-Andrés Zegers

He subido el Aconcagua 34 veces y por mucho tiempo he tenido el sueño de subir su pared sur. Decidí solo la enfrentaría cuando me sintiese bien entrenado aeróbicamente y motivado, además con un compañero muy fuerte. Con los años de observación he ido descubriendo unos bellos sistemas de cascadas de hielo, en un espolón que lleva directo al lado derecho del glaciar superior. La ruta en sí debe ser un poco más segura que la ruta francesa de 1954; también estas cascadas me llaman como el canto de unas bellas sirenas y se encuentran sin escalar.
El año 2009 en Patagonia conocí a Andrea Di Donato, un guía de montaña con el cual a los pocos minutos sabía que podía escalar y me la pasaría muy bien. Escalamos juntos en Dolomitas la “Comici” de la cima grande; fue muy rápido y entretenido escalar con él. Luego nació en mí la idea de escalar juntos la cara sur del Aconcagua. Se lo propuse y muy pronto el compró los pasajes para venirse.
En diciembre del 2010 nuestra expedición partió con un fuerte cliente alemán Uli y se nos sumó Aike Parvex un amigo guía de montaña con los que realizamos un rápido ascenso en 7 días de la ruta normal del cerro Mercedario 6.770 msnm; mientras subíamos veíamos como casi todos los días las tormentas azotaban en las tardes al Aconcagua.

Días espléndidos
Al bajar Aike y Uli regresaron a Chile, y para mí y Andrea empezaron los problemas burocráticos. El permiso costaba ¡3000 pesos argentinos! O sea 700 dólares por persona; yo no tenía tanto dinero a mano y Andrea tampoco y no le funcionaba la tarjeta. Solo podía sacar de a $1000 pesos al día y luego de 3 jornadas al borde de la locura ya estábamos planeando diversos atentados para poder sacar nuestro dinero. Fernando Grajales nos ayudó y pudimos partir.
Al Parque Provincial Aconcagua entramos el 19 de diciembre, el día de mi cumpleaños. ¡Qué mejor! Al fin seríamos nosotros y la montaña, sin otras distracciones. Esa tarde junto con una pequeña tormenta llegamos a Plaza Francia a 4.200 msnm; allí estábamos, solos.
Aunque hace poco que habíamos subido el Mercedario, es muy diferente caminar por una ruta normal que escalar muros verticales de hielo y roca, con todas tus cosas de campamento a cuesta. Abriríamos la huella y sin duda necesitaríamos más aclimatación, ya que habíamos perdido 3 días en tierras bajas.
El día 20 amaneció esplendido, me sentía como un mosquito ante la grandeza de la pared y además esta tenía múltiples y gigantescos glaciares colgantes cual matamoscas. Este día lo aprovechamos para observar la pared, las posibles rutas y las condiciones. El día 21 seleccionamos el material y bajamos a Confluencia con lo que no necesitábamos, comimos unos bifes y averiguamos el pronóstico meteorológico; parecía bien, sin precipitaciones aunque algo de viento. Luego de ver tantos días de clima inestable ahora nos volvía loco estarnos aclimatando y ver pasar estos días esplendidos, por lo que pese a no encontrarnos tan fuertes, todavía, decidimos tomar el día 22 como descanso y salir el 23 a la 02:00. El 22 trataba todo el día de descansar y no podía el calor era demasiado. Finalmente a pasadas las tres de la tarde le dije a Andrea que saliéramos ¿no hace mucho calor? Me responde, “sí un poco, pero la parte inferior está en sombra y no puedo descansar”. Así comimos algo, terminamos de prepararnos, nos hidratamos e iniciamos a la 17:00 del día 22 de diciembre nuestro ascenso.

Pies al agua
En la aproximación no me sentía muy fuerte: tenía algunos calambres en el estómago pero sabía que podía manejarlo. Subíamos con relajo pero ganábamos desnivel rápidamente, corría agua por algunos lados, la cual aprovechábamos de beber. En el terreno se alternaban penitentes y rocas descompuestas en pendiente de 35º-40º; muy pronto seguimos por un pequeño espolón de roca descompuesta, más protegido, y con algunos pasos de escalada fáciles pero aéreos. Algunos penitentes más y junto con empezar el hielo nos encordamos. Avanzamos un centenar de metros y la escalada se ponía vertical e incluso con unos pasos desplomados. Había mucho hielo negro muy duro y hielo podrido, los tornillos apenas entraban o entraban demasiado fácilmente. Teníamos 8 tornillos así que escalábamos tramos cortos; luego de tal vez unos 5 largos el ángulo de la pendiente empezó a disminuir y seguimos escalando en simultáneo. En esta parte corría mucho agua, que salpicaba y rápidamente se congelaba, por ahí se me quebró un borde de hielo y metí los 2 pies al agua ¡requete mier…! ¡Qué estupidez!
En fin, ya estamos aquí. Seguimos subiendo y esquivamos una cascada de agua, con brisa escarchada y todo. Muy pronto nos encontramos, nuevamente, entre penitentes y roca descompuesta; quedaba poco para que oscureciese y buscábamos un lugar para el vivac. Luego de buscar un poco, empezamos a aplanar la nieve y tallar el hielo a mitad de una pendiente de 40º. A unos 5.400 msnm, logramos hacer una pequeña terraza de 1 metro de ancho y 2 de largo, ¡nuestro vivac armado! Empezamos a derretir nieve, a hidratarnos y a comer, faena que terminamos metidos dentro de el saco de dormir… digo el saco, pues llevamos solamente uno para los dos, por lo cual estábamos obligados a dormir cucharita. Eso sí teníamos una lujosa bolsa de vivac para dos personas y dos medias colchonetas; una mochila la poníamos en los pies y la otra era la almohada, todo un lujo. A las 00:00 finalmente intentábamos conciliar el sueño; la noche fue muy tranquila pero yo luché algunas horas para secar mis pies un poco y lograr calentarlos.

Penitentes bajo la nieve
6 de la mañana del 23 de diciembre, con el amanecer nos hidratamos y nuevamente estamos preparando las cosas. La pared en realidad es sur-este, y por eso, rápidamente, nos alumbraron los rayos del sol. A las 08:00 nos encontramos en marcha, un poco de hielo en 60º y nuevamente penitentes, para luego tomar un espolón de roca fácil pero descompuesta. De aquí viene la montada al glaciar superior, sin duda la parte más peligrosa de la ruta, con un enorme un glaciar colgante de más de un centenar de metro… en cualquier momento se le puede desprender algún trozo. Debajo de este gran matamoscas escalamos un largo de roca muy descompuesta, fácil pero de cuidado -hay pocas protecciones-, luego otro de hielo y proseguimos en simultaneo por un mixto en travesía; finalmente una escalada en hielo de unos 70º y otra travesía mas con algunas pasadas muy aéreas en hielo a 80º, por el borde de el glaciar ¡y ya estábamos fuera de peligro!
Comenzamos a caminar, abriendo huella en nieve, alternada de resaltes de hielo en 80º de unos 10 metros; esquivamos algunas grietas y nos damos un merecido descanso de casi una hora, durante el cual derretimos nieve y aprovechamos de hidratarnos… todo esto a 5.900 msnm.
Seguimos subiendo al glaciar superior; ya era casi plano y nos dirigíamos hacia el espolón de los franceses. Esperábamos llegar al mediodía, pero empezó la pesadilla: debajo de la nieve profunda se encontraban penitentes; cada un par de pasos nos caíamos entre estos, caminabas un poco entre ellos, hundido hasta la cintura y luego te empezabas a parar en la cresta de otro, dando una gran zancada… y cuando estabas casi arriba o iniciando el siguiente paso, se quebraba, o seguías por las crestas de estos por algunos pasos, para luego perder el ritmo nuevamente enredado con la mochila.

Alguien más estuvo aquí
Las horas pasaron; a las 16:00 nos encontrábamos en la base del espolón. Fueron 5 horas para menos de 1 km. horizontal y 150 metros de desnivel. Este sería seguramente el último punto bueno de vivac y la noche nos pillaría de todas maneras antes de salir del espolón. En una grieta a 6.200 msnm escogimos nuestro vivac: era como un sarcófago y tuvimos que raspar la nieve del techo para que, con nuestros movimientos, no nos cayese encima. Pasamos toda la tarde en la ceremonia de hidratación y nos devoramos una polenta. Yo, por mi parte, trataba de secarme un poco más los pies. Con las luces nos rendimos al mundo de los sueños.
El 24 de diciembre, a las 06:00 nos encontrábamos nuevamente derritiendo agua y haciendo todo lo demás del ceremonial matutino. A las 08:00 abríamos la huella: adelante hay que pasar dos grietas con hielo de hasta 95º; la primera de unos 30 metros y, luego de una rampa de nieve, la segunda, de unos 15 metros. Ambas son de hielo muy duro: trabajamos sobre ellas excavando y rasguñando la nieve, hasta que el piolet se enganchaba en algo. De aquí avanzamos algunos centenares de metros por una rampa de nieve y hielo en ensamble, para realizar una chimenea vertical en roca… algo más sólida esta vez. Aquí encontramos unos clavos viejos que eran la primera seña, desde el inicio de nuestra escalada, de que alguien más había estado en la pared. Luego de un poco de indecisión en la ruta, proseguimos por unos largos de mixto y nos encontramos en el filo del espolón. Ahí decidimos derretir algo de agua e ir adelante. Otra travesía y unos canalones finales en ensamble para finalmente, a las 16:50 horas, encontrarnos en la arista cimera. Desde aquí, con un poco de viento pero en un día espectacular, continuamos abriendo huella, pasando antes por las famosas antecumbres, llegando a la verdadera cumbre a la cumbre a las 19:00, después de 50 horas de haber dejado plaza Francia. Unas fotos más y comenzamos el descenso por el gran acarreo hacia Nido de Cóndores, en la ruta normal. Llegamos de noche y nos recibieron unos guías argentinos con grandes felicitaciones y nos invitaron a pasar la noche en una cómoda carpa comedor, donde nos prepararon te y comida, nos prestaron parkas de pluma y nos salvamos de la cucharita en noche de Navidad. También nos contaron que en los últimos días había hecho demasiado viento en la ruta normal para hacer cumbre, a nosotros en cambio no nos había afectado en lo más mínimo.

Se la llevó la montaña
El 25 de diciembre perezosamente seguimos comiendo e hidratándonos; cuando salimos de la carpa nos dimos cuenta de que el clima era distinto y la cumbre estaba cubierta y soplaba bastante viento en la parte superior de la montaña. Bajamos a Plaza de Mulas en donde Pablo, un viejo amigo campamentero, nos prestó las zapatillas para bajar hasta Confluencia.
El 26 yo tenía unas ampollas en el pie, así que Andrea y otro amigo argentino fueron a buscar el resto del material a Plaza Francia. El 27 finalmente bajamos a Penitentes y tomamos el bus a Santiago. Regresamos a mi casa en un taxi, bajamos el material y Andreas quiso sacar una foto… cuando en eso le cambia la cara ¡se le quedó la mochila pequeña con las 2 cámaras en el taxi! Qué gran aventura, pero qué tristeza: sacamos tantas fotos, filmamos tanto y ahora se extravía. Bueno así termina nuestra ascensión y bruscamente llegamos a la civilización. En fin grandes recuerdos y me siento afortunado de haber tenido dentro de todo tanta suerte en la montaña.

Agradecimientos
A mis padres, que me apoyaron desde pequeño y me siguen apoyando; a mi familia; Aike Parvex y Fernando Grajales. Trinidad Hagemann de The North Face Chile, que me ha apoyado por más 8 años con el mejor equipamiento y tecnología que podemos encontrar, tanto en vestimenta como carpas sacos de dormir, mochilas y zapatillas. Además de eso me han apoyado constantemente a hacer posible que mis expediciones se puedan realizar. Muchas gracias TNF por confiar en mí y hacer posible mis sueños. Beal que me han apoyado con las mejores cuerdas para mis escaladas.