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Una travesía por la Cordillera Blanca Peruana

Es difícil encontrar un trekking en Sudamérica que supere la belleza del circuito de Huayhuash. Esta ruta te lleva por barrancos de vértigo, picos nevados y lagunas de colores surrealistas.


Texto y fotos: Nicolás Gildemeister.

Hace 12 años vi una en la revista National Geographic sobre un grupo de montañas en Perú llamadas Cordillera Blanca. Hablaba de un grupo de valles y cordones montañosos poco explorados como el Alpamayo y el Siula. Desde ese momento, supe que en algún minuto de mi vida tenía que llegar y conocer esta zona.
A comienzos de este año, buscando una nueva ruta por explorar, me encontré con el circuito Huayhuash. Una ruta de 150 kilómetros de largo sobre los 4000 msnm (fluctuaba entre 4000 y 5200) ubicada en medio de la Cordillera Blanca peruana. La zona ya había comenzado a hacerse turística, pero por su altura y aislamiento aún era posible hacer esta ruta de una manera solitaria, y más si se hacía a fines de la temporada lluviosa cuando prácticamente nadie visita el lugar.
Así, junto con Mathias Gildemeister y Coté Larraín tomamos un vuelo a Lima, para dirigirnos a la ciudad de Huaraz, 400 kilómetros al norte, lugar donde partiría nuestra aventura.

Paisaje verde en lo alto

La logística era complicada, no queríamos hacer la ruta en formato de carrera. Íbamos con la intención de probar la nueva línea técnica de Columbia, Columbia Titanium Outdry Eco, la nueva línea eco sustentable y de materiales reciclados, y hacer un registro fotográfico profundo, por lo que la expedición tomaría casi dos semanas. De esta manera, contamos con un arriero y un grupo de mulas, para portear todo lo necesario y hacerlo con tranquilidad.
De Huaraz tomamos un transfer que luego de seis horas nos dejó pasado el pueblo de Llamac, en Matacancha, ubicado a 4200 msnm, donde dormimos nuestra primera noche. Aquí nos encontramos con Alejandro, nuestro arriero, y sus mulas quien sería de gran ayuda para los siguientes días.
En esta zona, en mayo, la temporada de lluvias llega a su fin por lo que aún todos los alrededores están cubiertos por musgos, líquenes y un tipo de pasto. A 4200 metros de altura, toda nuestra vista era una mezcla de montañas nevadas y páramos verdes, una vista espectacular y sorpresiva, considerando que estábamos acostumbrados a la cordillera de los Andes chilena, donde sobre 3000 metros de altura el paisaje normalmente es más seco.
Al día siguiente partió la caminata. Pasamos por el paso Cacanapunta a 4700 msnm y luego paramos a descansar y dormir en el campamento Mitucocha. Nos esperaba una vista espectacular de las montañas Jirishanca, la portada icónica del documental Huayhuash (bien conocido por los amantes del enduro). Armamos campamento y nos dirigimos a la laguna Mitucocha a los pies de la montaña para aprovechar la soledad en que nos encontrábamos. Fuera de nosotros tres, el arriero y las mulas, no había nadie a kilómetros a la redonda.
Por ser aún temporada de lluvias, generalmente todas las mañanas se encontraban completamente despejadas, y luego en el atardecer aparecía la lluvia hasta la mañana siguiente. Por esta razón, todos los días nos levantábamos al amanecer para llegar al campamento pasado la hora de almuerzo y alcanzar a armarlo antes de que la lluvia comenzara.
A la mañana siguiente, nos dirigimos hacia el tercer campamento ubicado a las orillas del lago Carhuacocha. Aquí nos encontramos con los escasos habitantes de la zona. Un pequeño grupo de agricultores y sus familias que vivían de la tierra y del comercio con los visitantes en la temporada seca.
Este lugar se encontraba rodeado de montañas gigantescas donde las que más destacaban eran las montañas Jirishanca y Yerupaja.

Agua peligrosa

Aquí fue donde la aventura se empezó a complicar. Cada día era necesario hervir agua o purificarla a través de distintos métodos para hacerla potable. Los habitantes de la zona podían ingerirla sin problema, pero para los visitantes no era tan sencillo. Nuestro cuerpo no estaba acostumbrado a ella por lo que si no teníamos cuidado, era muy fácil enfermarse y luego deshidratarse. Yo fui el primero en caer. Nada grave, pero sí desagradable. Para los días posteriores esto se volvería un tema más complejo.
Dejamos el campamento y nos dirigimos a una ruta por las montañas por donde las mulas no podían seguirnos. La llamada ruta de las tres lagunas era uno de los momentos más esperados del viaje. Un paso que llegaba a los 4800 metros de altura, pasando por tres lagunas, morrenas de glaciar y el conocido Siula Grande que prometía ser espectacular. Y así fue. Prácticamente 30 km recorridos con un desnivel considerable, pero con una de las vistas más espectaculares que me ha tocado presenciar. A cada paso que dábamos íbamos subiendo en altitud. Una a una fueron apareciendo las lagunas hasta que después de cuatro horas vimos las tres juntas en medio del valle, de un color turquesa muy potente y que contrastaban con las montañas oscuras y las morrenas. Había montañas nevadas a cada lado. El camino no terminaba ahí, aún quedaban cuatro horas por delante solo para llegar a lo alto del paso, donde nos vimos rodeados por la cordillera blanca.
Un día perfecto, completa soledad, silencio, una vista pura, sin intervención de la mano humana. Solo un pequeño sendero perdido en esta gran cordillera.

Termas y cervezas

Llegamos al campamento de Huayhuash donde prácticamente nos fuimos directo a dormir. El día siguiente se venía más liviano por lo que dormimos hasta más tarde y partimos en dirección a las aguas termales naturales de Viconga.
No lo podíamos creer: una ducha caliente y termas a la mitad de la nada. Y como si fuera poco, lo pocos habitantes del lugar tenían un pequeño quiosco, donde nos esperaban cervezas frías para celebrar lo que llevábamos de este gran viaje.
El día siguiente se venía corto, pero duro. Nos tocaba hacer el famoso paso Cuyoc de 5000 metros de altura para llegar a dormir en la parte superior de la quebrada Huanacpatay.
El paso atravesaba el collado entre el monte Cuyoc (5550 msnm) y el Pumarini (5450 msnm), para luego descender al valle en que dormiríamos a la espera de cruzar el famoso paso de San Antonio (5100 msnm).
Mi condición no había mejorado y ya llevaba dos días sin comer. Fuera de eso, desde Chile traía una lesión en la espalda que había ido empeorando día tras día, lo cual estaba complicando las caminatas. Tomar desinflamatorios y remedios para el dolor empeoraba aún más mi condición, por lo que me encontraba en un círculo vicioso.
Siempre estaba la posibilidad de evacuar (el pueblo más cercano se encontraba a 2 días), pero no era una opción al no haber pasado aún por el paso San Antonio, uno de los lugares icónicos de este circuito.
Lamentablemente, esa noche nos encontramos con guías locales que nos comentaron que el paso San Antonio estaba cerrado por una serie de derrumbes de pocos días atrás. De esta manera, tomamos un plan B y nos dirigimos al paso Santa Rosa. Este daba al mismo lugar que al otro paso y era una ruta de 100 metros menos de altitud.

Cambio de ruta

Antes de que saliera el sol, partimos para alcanzar el tan ansiado paso. La noche anterior había nevado en la parte superior de las montañas por lo que el paisaje era impresionante. Cuatro horas después llegamos a la cima donde nos esperaban otras vistas espectaculares. Un valle se abría varios kilómetros más abajo con lagunas glaciales, morrenas y picos escarpados. Llegamos en el minuto preciso, ya que, luego de sacar las fotos de rigor con nuestro equipo Columbia Eco, el clima se empezó a cerrar perdiendo de inmediato la visibilidad a más de 10 metros de distancia.
Nos tomó unas dos horas descender y llegar a campamento. Llevábamos más de 100 kilómetros en el cuerpo los cuales ya se podían sentir. Ya habíamos pasado las partes más difíciles y fotogénicas del viaje por lo que estábamos contentos de haber logrado el material fotográfico que buscábamos.
Dado esto, y considerando los tres días sin comer y la espalda, que no había mejorado, decidimos que el viaje lo continuaríamos hasta Huayllapa, el pueblo más cercano y dejaríamos de hacer los últimos 30 kilómetros dado que no queríamos tomar riesgos innecesarios.
Nos perderíamos la laguna Jahuacocha que tenía muy buena fama, pero al menos habíamos completado el 85% de la expedición y habíamos logrado los resultados que habíamos ido a buscar ¡hay veces que no todo se puede y esta fue una de ellas!
En Huayllapa logramos conseguir un transfer que nos llevaría de vuelta a Huaraz. Después de un viaje de 16 horas por caminos olvidados y precipicios que nos pusieron nerviosos más de una vez, logramos llegar a Huaraz donde junto a unos buenos pisco sour y rica comida terminaría nuestra aventura.
Tengo que decir que de todo lo que he recorrido y todos los lugares en que he estado, Huayhuash está definitivamente dentro de mis top tres. Lo aislado y escarpado del paisaje, la historia, las vistas y vegetación lo hacen un lugar que hay conocer alguna vez en la vida. Se necesita estado físico, pero principalmente motivación. Tiene un bajo costo llegar y recorrerlo, por lo que si tienen dos semanas guardadas por ahí considérenlo seriamente.

Datos útiles:

  • Si buscan un lugar donde quedarse en Huaraz vayan a Casa de Sarela. Buen lugar, buena comida y toda la asistencia logística que pueden necesitar para cualquier expedición en la cordillera Blanca.
  • La buena temporada para esta región es entre Mayo y Septiembre.

Agradecimientos: Quiero agradecer especialmente a Columbia Chile y Columbia Internacional por equiparnos y ayudarnos en la logística de la expedición. La nueva línea Titanium Eco realmente nos sorprendió, manteniéndonos secos y cómodos durante todo el viaje. También quiero agradecer a mis 2 partners, Mathias y Coté por acompañarme y aperrar en esta aventura.