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Detrás del rayadito de Fray Jorge

Un desafío en todo sentido, para sacar y atrapar por unos segundos a estas aves y por vivir en un lugar donde la naturaleza manda, sin electricidad, comodidades ni equipos para conservar las muestras científicas. Esta fue la aventura que vivió una investigadora de la Universidad Andrés Bello, buscando tomar muestras del rayadito y entender cómo opera sobre ellos la hormona del estrés.

 Texto: Verónica Quirici / Investigadora en Ecología y Biodiversidad Universidad Andrés Bello

Durante tres años pasé mis primaveras sumergida en el Parque Nacional Fray Jorge en la región de Coquimbo, tomando muestras de una especie de ave típica de nuestro continente: el rayadito. Estas expediciones se enmarcan dentro de los estudios sobre la relación entre las condiciones ambientales y el estrés en estos animales, para lo cual debía obtener muestras de sangre de diversos rayaditos adultos, con el fin de, una vez de vuelta en Santiago, estudiar la presencia de la hormona del estrés en las muestras.
Mi trabajo con esta especie tiene varios años. Lo comencé el año 2010 mientas cursaba mi postdoctorado FONDECYT en la Universidad de Chile, dentro del Laboratorio del Dr. Rodrigo Vásquez. Esta línea la mantengo hasta hoy, desde una arista molecular, como investigadora de la Facultad de Ecología y Recursos Naturales de la Universidad Andrés Bello.

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En medio de la naturaleza sin equipo


Pasar tres meses en Fray Jorge no es tarea fácil. La gran dificultad es que el Parque no cuenta con electricidad y las condiciones de alojamiento son bastante precarias. Me quedaba en una pequeña cabaña propiedad del Instituto de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Chile, la que sólo contaba con lo justo para vivir. Esto presentaba el primer problema: Debía mantener las muestras a una temperatura de -20º.
Me llevé un generador de electricidad y una centrífuga para preparar las muestras y helarlas y un contenedor de nitrógeno líquido para congelarlas. Pero primero no supe como instalar los equipos y después, cuando logré saber cómo funcionaban y ya tenía las muestras listas para congelar, supe que necesitaba un estabilizador de corriente, por lo que partí corriendo a Ovalle a comprar uno. Lo más triste fue que a la semana que por fin estaba trabajando con todos los implementos, se averió el generador y tuve que comprar otro que venía con un estabilizador de corriente incluido, por lo que el que había comprado todavía está ahí sin ser usado.

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La variedad de paisajes de Fray Jorge


Mi rutina comenzaba muy temprano en la mañana, cuando salía al bosque a capturar los rayaditos y tomar las muestras, para luego llevarlas corriendo al laboratorio de campaña que había montado, que se encontraba a seis kilómetros del Parque.
Fray Jorge es tan hermoso como enorme, por lo que salir de ahí cuando se tiene apuro puede ser una misión casi imposible. ¡Me convertí en una experta del rally manejando por esos caminos con tantas curvas y obstáculos!
Entrar a Fray Jorge es como cambiar de dimensión. Hace frío e incluso llueve durante muchas horas del día. Es como que se hubiese traslado un bosque de Valdivia al medio del desierto. Esto me planteaba un desafío superior, ya que cada día debía llevar a las expediciones toda la ropa posible. Caminando hacia el Parque hacía mucho calor, por lo que debía llevar sólo una polera. Al entrar, comenzaba el frío por lo que había que abrigarse con parkas y chaquetas. De pronto se ponía a llover, por lo que el impermeable era la pieza que completaba el look diario.
Según supe, la existencia del bosque en esta zona semiárida sucede debido a la neblina que llega del Pacífico, permitiendo que este bosque relicto, que existe desde los tiempos de la glaciación, se mantenga hasta el día de hoy.
Los días en que no había neblina eran los mejores. Desde las zonas más altas la vista era un verdadero regalo, ya que podías ver desde la vegetación de Fray Jorge, pasando por los pueblos y el valle, hasta el Océano Pacífico. Me gustaba mucho sentarme en los momentos de descanso a admirar ese espectáculo de la naturaleza.

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Arriesgado trabajo en terreno


Lo que aún me impresiona de mis visitas a Fray Jorge es que cómo cambia el paisaje completamente. Antes de llegar al Parque, caminas por senderos áridos, en los que sólo se ve tierra y algunas pocas áreas de vegetación. El calor es intenso y el sol pega fuerte. No obstante, a medida que te vas acercando, comienza a aparecer en el horizonte un lugar verde, de bosque tupido y con una neblina densa que lo encierra en todo momento.
Lo interesante de realizar estudios sobre la colonia de rayaditos en Fray Jorge, es que, por las condiciones del lugar, ésta se encuentra aislada de las del resto de Chile. Esto los hace ser una muestra muy interesante, ya que no reciben influencia de otras poblaciones.
Además, el rayadito tiene muchas características que lo hacen un ave muy especial. Por ejemplo, tiene un periodo parental muy largo, lo que quiere decir que cuidan a sus crías por cerca de 21 días, más que en otras especies. Son animales muy territoriales y agresivos y se dice que son monógamos, aunque en estudios actuales estamos viendo que podría no ser tan real.

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Mi trabajo consistía en tomar muestras de especímenes adultos de rayadito. Para eso usábamos una técnica especial, que consistía en aprovecharnos de que estas aves no forman sus propios nidos sino que adoptan cavidades en los árboles como hogares. De esta forma, les dejábamos cajas especiales para que ellos tomaran y anidasen. Cuando los adultos entraban a alimentar a las crías, las cajas se cerraban y quedaban adentro. Rápidamente nos acercábamos y tomábamos las muestras necesarias para luego dejarlos libres.
Esto requería de una técnica especial: si queremos medir estrés en estado natural, es necesario tomar las muestras lo más rápido posible para no producirle más estrés al individuo que examinamos. Además, los rayaditos son una especie muy inteligente, por lo que al conocer el sistema por el cual es atrapado, puede ser tan rápido que entra y sale al nido sin activar el mecanismo que hace que caiga la tapa.
Aunque la mayoría del tiempo estuve acompañada por ayudantes y estudiantes universitarios, casi todo este trabajo lo hacía prácticamente sola. Recuerdo todo lo que pasé y creo que fui un poco inconsciente, porque nunca tomé el peso de los riesgos que se corrían. Me subía a los árboles, cuyas cortezas estaban siempre húmedas y resbaladizas, a instalar las cajas y luego a desmontarlas. Si me pasaba algo, nadie me iba a ver ni nadie podía auxiliarme. Tampoco había señal de celular, porque estaba en el medio de un tupido bosque acompañada sólo por mis jaulas y mis muestras. Ahora que lo pienso, ¡no cualquiera podría lograrlo!

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Adiós momentáneo


Fray Jorge es verdaderamente una isla en medio del desierto. Un tesoro de la naturaleza que no sólo nos permite conocer a las especies en su estado natural y la forma en la que se relacionan con su entorno; sino que también nos regala unas hermosas imágenes postales que son imposibles de olvidar. Espero que la investigación y estos maravillosos rayadito me permitan seguir visitando este fascinante lugar que, sin lugar a dudas, es único en el mundo. Las primaveras en Fray Jorge dejaron millones de experiencias y extraordinarias anécdotas que recordaré por siempre. No obstante, nuestras visitas aún no terminan. De hecho, junto a un estudiante del Doctorado en Medicina de la Conservación de la Universidad Andrés Bello, estamos abordando el estudio de una mosca que pone sus huevos en las crías de rayaditos. Las larvas de este parásito, comienza a comerse al pichón, produciéndole la muerte. Creemos que la preponderancia de esta mosca está aumentando y que pertenece al mismo género que casi destruye a la población aviar en las Islas Galápagos. ¡Pero eso es otras aventuras!

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Agradecimientos
Quiero agradecer muy especialmente a Juan Monárdez, técnico del Instituto de Ecología y Biodiversidad, quien siempre tuvo una disposición del 100% para ayudar y compartir sus conocimientos de historia natural del Parque. Agradezco también a los guardaparques que cuidan tan preciado lugar. Finalmente agradezco a CONAF, por permitirme año a año trabajar en este lugar.