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Desafío Cumbres, Una locura de montañistas

El Desafío Cumbres fue uno de esos proyectos que siempre me llamaron la atención. Desde su primera edición seguí los tiempos de carrera y a mis conocidos que la corrían, muy sentado en la ciudad, todo con un café en mano, pegado al computador. Siempre con ganas de atreverme, pero, como muchos, terminaba mis pensamientos en anulación, diciéndome que no estaba preparado para una cosa de tal calibre, o sea, correr hasta los casi 5 mil metros de altitud.

Por Tito Nazar

Y así, en esa forma y casi jugando a creerme el cuento termino con mi primer pegue, tranquilo, al Cerro Pintor (4.180 msnm). Posteriormente haría la travesía desde Laguna Piuquenes hasta Refugio Federación, subiendo hacia el Pintor y de vuelta a la Laguna, en 9 horas de travesía. Proyectos separados cada uno por semanas y hasta meses de diferencia.
Seguí corriendo haciendo cerros como La Campana 1.880 msnm, Ñipas 2.347 msnm, Co. El Mauco 1.470 msnm y el típico Provincia… Seguí corriendo y ya con algo más de experiencia, subiendo un par de veces por semana el cerro San Cristóbal, por senderos o por concreto; como sea, lo hacía. De ahí, desde mi casa, me levantaba a las 5:30 de la mañana para darle corriendo de noche hasta el cerro El Carbón, luego bajar, al depto, darme una ducha y salir al trabajo, acumulando 24 K con 1000 metros de desnivel. De vez en cuando salía con amigos del club GreenTrail, aprendiendo técnicas y entrenando.
Pero correr en Trail, comparado con hacerlo en Sky, es otro cuento.

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Preparativos

Llegó la tercera versión del Desafío Cumbres. Era la hora de ver de qué estaba hecho, ver si era una locura viable o no. Mi objetivo final: terminar la carrera.
Habían dos versiones: el Desafío 3 Cumbres con 20 K y 1.500+, y el 4 Cumbres con 26 K y 2.000+. A lo ninja, me fui a la versión 4 Cumbres.
Mi aclimatación previa fue ir con mi polola a hacer el Cerro San Josecito, de 3.290 msnm, pernoctar en el refugio Plantat a 3.100 msnsm y bajar al otro día. La semana siguiente la idea era pasar viernes en la noche, sábado y bajar el domingo en el sector del Co. Pintor y si el clima lo permitía, darle hasta la cumbre del Co. Leonera (4.954 msnm) y, por qué no, hasta el Punta Santiago, de 5.883 msnm, que es un cerro que sigue un poco hacia el noreste.
Por mi trabajo, como se decía antaño, cagué pistola y sólo pasé un día a los pies de La Parva metido en el refugio aclimatando con un fuerte viento helado. Me sentí bastante bien físicamente por lo que tenía esperanzas.

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Pero debo decir que me conozco bien y sé que no soy de esos “abacanados” que va, le pone y no necesita aclimatación. De ahí mis temores: quizá mis planes de una corrida decente se podrían ir a las pailas.
Voy a la charla técnica del día jueves en la tienda de Mountain Hardwear de MallSport. La polera, bonita, ¡Un milagro! Pero la talla M me queda grande y la S chica: ¡al clóset no más! Stickers con el número, y otros para poner a la polera y la mochila, ticket de andarivel para llevarte al sector de la partida y ya está. La charla técnica está muy enfocada en la seguridad, casi de un modo majadero; nos dicen que tenemos un seguro incluido por participar, ¡Qué maravilla, se pueden hacer las cosas bien si se quiere!

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Tocando Armónica en el Cielo

Día de carrera. Andarivel, luego caminar y llegar a la Laguna, donde hay carpas y domos Mountain Hardwear, música no tan fuerte y ya algo de corredores.
Mi polola me acompaña, toma camino en el filo hacia la Falsa Parva (3.790 msnm) y me dice que la veré en el sendero, muy probablemente en el Pintor y que me esperaría con agua y algo de comida.
El clima agradable, lo que es genial, porque la gente menos experimentada no para de preguntarse con qué ropa ir. Yo elijo ir con lo justo, si tengo frío debo moverme más rápido y listo. Primera capa de lana merino en torso y piernas, shorts, corta viento ultra liviano, lentes, comida y agua. Unos guantes de primera capa de lana merino, calcetines livianos y a ponerle.
Ya en la partida vemos harta challa, con el helicóptero que va y viene haciendo tomas; por ahí también anda un drone, volando sobre nuestras cabezas, filmando el ambiente; disfruté mucho el escándalo de unos perros ladrándole a la cosa esa, mientras corrían detrás de ella, como hacen en la ciudad con los autos.
10:30 y es la hora de la largada,con el típico 10, 9, 8, 7…¡Wapá!
La Carrera comienza muy fuerte. ¡Qué ritmo llevan los monos punteros! Subiendo hacia la primera cumbre, Falsa Parva, la pendiente es fuerte, quizá la más fuerte de la carrera. Jadeando como perro a la 1ª cumbre, decido caminar en la zona plana para bajar las pulsaciones. En eso, aparece un terrícola tocando la armónica a 3.800 msnm, todo para dar ánimos a los corredores; el tipo, hiperventilado, se pone a correr al lado mío, me pasa y va tocando la armónica mientras va corriendo con nosotros. Esta escena dura por 40 metros.

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Dificultades de Aclimatación

De ahí viene una pendiente suave hacia la 2ª cumbre que es el Co. La Parva (4.047 msnm). Hacia el final se pone algo más vertical, yo siempre sigo caminando fuerte, me van pasando de vez en cuando, pero voy en el tercio superior del grupo. Me marcan mi tiempo y mi número: se viene ese acarreo arenoso, que absorbe todo impacto. Bajo muy fuerte, paso a unos pocos, viene el plano previo a subir hacia el Pintor y voy con buen ritmo, me siento bien. Subida de nuevo y me pasan unas 3 personas, siempre de la categoría 3 cumbres. La subida final al Pintor es algo más dura, con pasadas de hielo que la organización las había arreglado para evitar accidentes. Llegando a la tercera cumbre veo una silueta conocida, una sonrisa conocida. Nos reconocemos, y mientras saludo a la Ele Guerra, (polola de Pepa Sermini) que está de Punto de Control, saludo y abrazo a mi polola, que me entrega una botella de agua. Veo como muchos corredores no dudan en seguir bajando hacia la explanada sin descansar. Yo elijo parar un rato, conversar con mi polola y disfrutar un momento muy especial a 4.200 metros. Le digo a Ele que el ritmo es muy fuerte, ella asienta con la cabeza y me nota fatigado; me dice que beba mucha agua porque no estoy bien aclimatado. Bajando me siento bien, pero algo ya me va diciendo que no llevo ese flow que suelo tener.
Estoy en el plano de Cancha de Carreras y viene ya la pendiente positiva, para llegar al sector que empalma esta zona con el Cerro Leonera. Aún me siento bien cuando llego a la bifurcación de 3 cumbres, que corta hacia el este, mientras la mía va hacia el noreste. Subir, subir y subir, ya la cosa no soltará más hasta el punto más alto de la competencia. La altura ya acusa, me viene la somnolencia, no me siento fuerte, me cuesta dar pasos. Adelante veo a un muchacho que corre creo, con un traje de baño sobre su primera capa. Él me pasó antes, de ahí lo pasé yo…después me volvió a pasar. Intento alcanzarlo pero simplemente no puedo. ¿Qué me pasa? Miro mi reloj y voy pulsando apenas 144. Voy respirando mal, doy 10 pasos y debo parar para recuperar fuerzas. Doy otros pasos para elevar mis pulsaciones. Mas no puedo: mi cuerpo pide detenerse y cerrar los ojos. La voluntad es la solución y no queda otra que pujar hasta la cumbre. Mister traje de baño le pone y le pone, lo veo…y una colina lo cubre y no lo veo…lo veo de nuevo allá a lo lejos: se echa sobre el suelo, sé que lo voy a pasar, pero, ¿podré alejarme? Subir es un parto, no hay caso de llevar mi corazón al 85% de mi capacidad cardiaca. La altura es reina y me castiga por no aclimatar como debía. Llego por fin a la cumbre y veo a Viviana Callahan. Le grito “¡Esa Vivi!”. Le digo que me siento cansado, recuerdo que le hablé modulando extraño. Ella me chequea que esté bien. Descanso pocos segundos y le pregunto por dónde es la bajada, me despido de ella y viene por fin bajada y más bajada.

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Piedras como nieve

Un acarreo de piedras planas hacen que la sección se ponga algo técnica, abajo veo a dos corredores, calculo que a mi ritmo actual, los podré pasar, mantengo mi tranco y poco después se va el mal de altura. Un plano delicioso y ancho se antepone ante mí. ¡Por fin, por la chupalla! Corro a un ritmo decente, siempre comprobando que podré mantenerme bien hasta la meta. Unas curvas hacia un lado y otro, y unos acarreos maravillosos, uno en particular parecía como correr sobre nieve profunda. Era tan confortable esa sección, de unos pocos metros, que decido bajarlo fondo. Saltaban piedras para todos lados, y en una ocasión me puse casi perpendicular al suelo de lo fuerte que iba, sin caerme apenas. Sigo corriendo, y me pongo al lado de un Puesto de Control y le comento al chico lo fascinante de la bajada. Me siento en una roca y me saco las piedras de las zapatillas para seguir avanzando.
Recuerdo que venía pensando que mis entrenamientos de bajada en El Carbón habían dado resultados; ¿Pero tanto me pudo afectar la altura?
Correr y correr por secciones con piedras, aristas, ¡precioso! Paso la parte de la famosa Hoya de El Plomo.
Disfruté bajar todo eso previo al sector de Federación; ahí marco checkpoint y paso a los senderos más establecidos. Tengo muy presente mi velocidad en éste sector, pues era el mismo sendero que se usó en Andes Infernal. Ahora mi paso era más consolidado, decidido y lidiando mejor por las piedras. Intenté apurarme; sabía que mi retraso en el Leonera era más de una hora, por lo que recuperar sería imperioso. Descansaba poco, mis piernas sorprendentemente estaban bien. Podía correr más fuerte ahora. Abajo bajo y abajo: plano para subir mientras a mi izquierda está el Co. Bismark, El Co. Cepo y el campamento de Piedra Numerada. Sigo y sigo, paso a uno y a otro y a dos más. 23 K y ya las piernas en algún momento no andan de lo mejor.

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El abrazo final

Supongo que la altura y el stress físico ya cobraban su parte y mi cuerpo no quería moverse mucho más. Si me detenía me iba a reclamar calambres, por lo que moverme era mi mejor camino. Y eso hice, le di y le di, subiendo ya podía moverme rápido, bajando, claro, iba algo más lento. Mi reproductor de música sólo le dejaría sonar música de mi total agrado. Una en particular le di como bombo en fiesta: The Runaway Club – By your side. Quería llegar a la meta y abrazar a mi polola.
Bajo al valle y no hay viento, sólo calor. La bajada final, por fin. A subir nuevamente y ya cerca de la meta, veo de nuevo esa silueta. Esa que vi en el Pintor horas antes. Ella me viene a buscar, y me da ánimo porque ve que me detengo mientras voy subiendo. Va a recogerme delicadamente. Le pregunto si esos tipos que van adelante mío son de mi categoría. Llegué. Cruzo la meta y voy a saludar a mis conocidos. De nuevo Francisco Paredes me espera en la meta; Carla y él corrieron 3 cumbres.
Hay comida en la meta. Brochetas de verduras y de carne. Como mucho y rápidamente, nos vamos como relámpago de la carrera porque ya se hace tarde.
Al otro día terminaríamos en Pomaire, yo comiendo como buen chileno, o sea como vaca.
Ciertamente, esta es una carrera distinta: la organización es destacablemente buena, la seguridad cuidadosa, con helicóptero para fotografías pero también para rescate, con seguro médico para cada corredor, con checkpoints con guías de montaña y paramédicos. A mi parecer todo un ejemplo para el resto de las carreras que cobran lo mismo y más aún, con un número de corredores más grande en la largada. ¡Se pueden hacer las cosas mejor si se desea!
El Desafío Cumbres de Mountain Hardwear es una carrera seria: una carrera con senderos muy delimitados en su mayoría, pero unas pasadas en el sector de La Hoya menos claras, pasadas por piedras y algo de movidas más técnicas que lo normal. Hacer un ascenso hasta los 5 mil metros de manera tan rápida implica definitivamente una preparación adecuada que pasa por tener un estado físico muy bueno, pero por sobre todo, una aclimatación adecuada. Una carrera bien preparada se disfruta mucho mejor. ¿Recomendable? ¡5 mil metros de recomendación.

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