La ruta Normal de esta montaña de la Cordillera Real, para quienes acostumbran a plantearse desafíos de altura es algo plenamente abarcable, con una buena instrucción técnica. ¿Pero qué hay de su ascenso por la cara Oeste? Aquí compartimos la historia de Gonzalo Vilches, contando lo difícil y exigente que puede ser esta variante de uno de las montañas que dominan el horizonte de la ciudad de La Paz.
Texto: Gonzalo Vilches
Fotos: Nicolás Palma
De sur a norte, tenemos la reina Illimani y el rey Illampu; el joven Huayna Potosí es el guardián estoico de La Paz. De esta manera se van sucediendo diferentes cerros, montañas y nevados, cuáles más majestuosos que el otro. Si, así es la elegante Cordillera Real, con mucho que escalar y coronar.
En esta historia, sin embargo, solo me referiré a una ruta en particular, la cara oeste del nevado Huayna Potosí. Ubicado a escasos 40 km de la ciudad de La Paz, omnipresente en esta, el Huayna se yergue alcanzando los 6.088 msnm; y aunque a 40km de distancia, hay que resaltar que se encuentra a no menos de dos horas de viaje, cruzando la activa ciudad del Alto.
Unos 8 km antes de entrar a la Ruta Normal, por la versante este del macizo, hay que tomar un desvío para viajar otros 15 km y encontrar la cara oeste, que tiene un desnivel no menor a 1000 metros y una pendiente que oscila entre los 50 y 70 grados.
Puentes de Hielo
El Huayna Potosí presenta en la base un glaciar sencillo, con sus grietas correspondientes, pero no muchas defensas; eso hasta que, montados en la pared, nos encontramos con una primera rimaya, donde tuvimos que buscar un inestable puente para seguir con el ascenso.
“¡Qué frío! Seguro que me aguanta ¿Cómo será de grueso este puente?”, me digo a mí mismo; al chequear, recuerdo mi evaluación: “Maoma no más, no importa, hay cuerda; ¡Voy!”, le aviso a mi compañero. Con el piolet en nada, subo un pie, que aguanta. Un metrito más allá se ve más celeste; con un paso más seguro clavo el piolet en algo bueno. “¡Qué bien! ¡Sólido! Me podría quedar a dormir de este anclaje”, recuerdo haber pensado.
En general, teníamos muy buenas condiciones de hielo, tranquilo todo, poniendo seguros alejados (solo 7 tornillos en total, 2 por reunión y 3 para el largo) y así seguimos trepando siempre hacia la derecha, y apareció una segunda rimaya. Mejor sí, con un hermoso puente de nieve polvo. ¡Más encima me tocaba ese largo a mí!
Resulta que en este largo sobre la rimaya se forma un pequeño goulotte: esto es un pequeño canalón, de no más de un metro de ancho, una formación fantástica para escalar, pero esta conduce todo por lugar, en este caso, toda la nieve bajo por acá, de modo que para cruzar esta segunda rimaya sin fondo, no había nada para proteger, ya que todo era nieve blanda acumulada, así que mi buen compañero, solo me aseguro de cuerpo.
Desafiando la Gravedad
Una vez en el puente, todo era distribuirse, suavecito. Apretar, confiar y cruzar, suave, pero rápido, o como se dice en la lengua de los locales, el aymará, “ratuki ratuki. Qué alegría cuando el piolet dio en hielito nuevamente, qué gozo cuando el tornillo dio el cuarto giro y pude levantar la manivela para meterlo todo. Desde ahí para arriba, a gozar del goulotte, a mandarle no más. Esa canaletita parecía tener uno o dos largos, pero en realidad nos tomó 6, si sumamos los que necesitamos para llegar hasta acá.
Desde aquí en adelante la cantidad de largos se confunde, interesa poco, se olvida; también da lo mismo a quien le toca puntear o dónde estaba el último punto de seguro, no importa, como que va fluyendo todo no más.
“Me tinca que va derecho, como que estas rocas con nieve hielo arriba están con poca pendiente, ¡A ver!,” me digo, mientras hago la cuenta del equipo que tenemos para la roca. No es malo: son 4 stoppers y 3 camalot, ¿alcanzará? Sumando los 7 tornillos parece que todo está bien. Le doy una miradita un poco más a la derecha, para ver qué hay y veo más rampas de 70 grados de inclinación, con un poco de mixto tranquilo… pero unos amenazantes seracs cuelgan desafiando a Newton, increíbles y hermosos. “Sí, démosle por la derecha no más”, aviso, y cómo no, para poder ir a mirar a la derecha nos tomó una travesía de todo un largo de cuerda; aquí nadie quiere escalar de más como para estarse devolviendo o desescalando.
Pobres Gemelos
El tramo en mixto se veía cerca también, y qué bueno que echamos unos camalots y stoppers, ya que cada año hay menos nieve y hielo: lo que en alguna reseña aparecía como hielo sostenido, ahora es mixto fácil. Lo que veíamos cerca finalmente nos tomó unos 7 largos.
Como se aprecian las pequeñas rocas, la ruta nos permitía poner los pies de lado, apoyando más que las puntas frontales de los crampones.
Desde la segunda rimaya que habíamos pasado son solo 70 grados, pero no deja de ser. La falta de terrazas para descansar se notaba, así que una roquita para apoyar un pie era todo un lujo. Así que a medida que nos acercábamos a la cumbre reflexionaba cuánto me encanta escalar, es mi vida después de mi familia (¡también lo es el esquí!), pero no puedo negar el júbilo que sentí al terminar la ruta y poder pararme horizontalmente de nuevo, el darle descanso a los gemelos luego de 1000m de usufructo desmedido, sin terrazas, como generalmente ocurre en la roca. Desde aquí en adelante y el resto que nos quedaba, ¡todo parecía todo plano!
Agradecimientos
No puedo dejar de agradecer a Tatoo, que siempre me apoya con todo y que además tienen material de primera calidad.