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Avalancha en el Volcán

Avalancha en el volcán es vivir una experiencia con uno mismo y con la montaña rodeado de amigos y en un entorno único mientras se asciende el volcán Villarrica con guías. Una vez en la cumbre, se toma un respiro mientras se contempla el paisaje para luego descender la montaña en estilo freeride.


Texto: Isidora Assler

Empezaba Septiembre – el mes de la chilenidad- y con éste, las ganas de participar un año más en este gran evento que reúne cada año a los montañistas más motivados o “riders” – esquiadores y snowboarders- que quieren darlo todo en la Avalancha en el Volcán – competencia de freeride que consiste en descender esquiando el Volcán Villarrica en el menor tiempo posible, donde nuestros muslos lo dan todo hasta llegar a la meta.
Pero en realidad, más que una competencia, para mí, es la excusa perfecta para juntarse con un grupo para ascender un volcán emblemático en nuestro país el cual se caracteriza por su actividad y por su cráter abierto que nos permite sorprendernos por esa lava que viene desde el centro de la tierra. Y sumado a esto, nos permite también disfrutar de la privilegiada vista que nos regala desde su cumbre el “Rukapillán”, desde donde se puede apreciar varios lagos y más de un volcán en el horizonte cordillerano, como el Llaima, Lanín y Quetrupillán.
Fue así como poco a poco, cada vez eran más los que querían participar de este panorama perfecto para celebrar a Chile en sus fiestas patrias de una manera única. Y es que tanta sensación causó, que incluso algunos riders se inscribieron la noche anterior, desesperados por obtener su kit de competencia y formar parte de este grupo humano que subiría al cráter del volcán simplemente por las ganas de compartir con amigos y agradecer por el país impresionante en el que vivimos.

Ascendiendo por el volcán

Llegó la madrugada del 16 de septiembre y con ella, los riders nos comenzamos a preparar para subir al centro de esquí, donde nos reunimos todos los competidores para comenzar a ascender junto a guías y organizadores del evento.
Luego de las primeras horas frías de la mañana, el sol comenzó a calentar nuestros cuerpos y el ascenso se hizo cada vez más enérgico y se respiraba más motivación por llegar a la cumbre. Luego de varias paradas para hidratarse, descansar o cambiar a crampones por las condiciones cambiantes de la nieve, logramos hacer cumbre y pensamos en la adrenalínica y agotadora bajada de 1400 metros de desnivel y cuatro kilómetros de distancia que deberíamos recorrer por este imponente volcán.
Después de tomarnos fotos en la cumbre, compartir, recargar energías y alimentarnos, fuimos testigos de un hermoso gesto de parte de los organizadores, quienes a través de una original vestimenta y tabla de surf en la cumbre del volcán, hicieron un llamado a generar conciencia por el cuidado del medio ambiente, tanto de nuestra cordillera y como de nuestra costa. La montaña y el mar forman un ciclo natural esencial que dependen absolutamente de nosotros y futuras generaciones. Depende de nosotros que subsistan estos privilegios que nos da la vida y la naturaleza.

A las 15:00, comenzaron las largadas de los competidores, quienes cada minuto iban saliendo desde la cumbre, con la mente y cuerpo enfocados en dar lo mejor de sí. Todos llegamos a la meta controlados, agotados y felices por el descenso que consistió en promedio en unos seis minutos.
Para mí, las condiciones este año estaban más difíciles que las del año anterior, ya que el terreno se encontraba más irregular, había distintos tipos de nieve, como hielo, cartón, primavera, y obstáculos con relieves formados por el viento, en los cuales debemos ir muy atentos para absorber esos cambios de terreno y mantenernos controlados sobre la tabla, pero al mismo tiempo, sin perder velocidad.

Independiente de cómo esté el terreno, cada año se vive una experiencia única y distinta, y la cual le recomiendo al 100% a todo esquiador o snowboarder que quiera salir de lo cotidiano y aventurarse a un encuentro que implica un desafío personal, pero también un momento muy agradable en la montaña. A esto se agrega que la organización nos recibió con empanadas, anticuchos y bebestibles al llegar a la meta.
Sin duda, un septiembre más en este lugar me recuerda lo valiosas de nuestras montañas y de nuestra cordillera y agradezco a diario la capacidad de nuestros pies y mente, de lograr llegar a donde nos propongamos en la vida.