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Antártica: La Aventura de los Sueños

El 10 de diciembre del 2015 partí por segunda vez en mi vida rumbo a la Antártica.
El MV Ocena Nova, que sería mi casa por los siguientes 3 meses, zarparía desde
Ushuaia, cruzando el pasaje de Drake rumbo al continente blanco. Un año antes de eso, por esas suertes de la vida, un gran amigo me recomendó para ser guía y fotógrafo de un barco aventurero, en un lugar que es sueño de muchos. Fue así como un año después volví a ser llamado por la empresa Antarctica XXI para esta nueva travesía que duraría casi 3 meses.

Texto y Fotos:  Nicolás Gildemeister Budge

Si uno le pregunta a cualquier persona que no ha viajado a este lugar, ¿Cómo te imaginas la Antártica? Es muy poco probable que puedan describirlo. En general es un misterio para la gran mayoría. Las respuestas que he escuchado van desde “un pedazo de hielo en el Polo Sur”, “Sólo blanco”, a “Un lugar inhabitable”. Pero la verdad es mucho más que eso.
La Antártica es uno de los pocos lugares vírgenes que quedan en el planeta. Gracias a la masa de mar gélido que la rodea y las difíciles condiciones para llegar a ella, este espacio ha conseguido preservarse mejor que el resto del mundo. Todo esto no quita que en la actualidad el turismo se haya ido desarrollando a pasos agigantados, lo que ha empujado a los países a generar tratados y acuerdos para proteger este helado continente.

Mi último día en continente saliendo a explorar los alrededores con mi amigo Felipe Michelsen

Mi último día en continente saliendo a explorar los alrededores con mi amigo Felipe Michelsen

Lo que uno puede sentir en Antártica es muy difícil de explicar, pero definitivamente marca un antes y un después en la vida. Es un lugar de una pureza inigualable, de magnitudes y tormentas donde uno se siente realmente insignificante y donde se siente una paz incomparable.
Es tal el nivel de preservación que ha surgido en la Antártica que uno no ve más personas que el resto de los tripulantes del barco. Parte de la experiencia es el vivir y sentir que uno está solo en uno de los lugares más remotos del mundo.
No existen hoteles, ni caminos que la comuniquen. Solo hay pequeñas bases militares y científicas repartidas por distintas partes del continente, haciendo patria para cada nacionalidad que proclama como suya esta tierra. Es en parte por esto que se dice que es tierra de nadie.

Mientras navegaba entre los miles de icebergs de Portal Point, me encontré con este espectáculo, un gran grupo de ballenas jorobadas que estaba alimentándose. Foto de Nicolás Gildemeister

Mientras navegaba entre los miles de icebergs de Portal Point, me encontré con este espectáculo, un gran grupo de ballenas jorobadas que estaba alimentándose. Foto de Nicolás Gildemeister

Un equipo, una familia
Por la falta de accesos y rutas, la única manera real de conocer la Antártica es por barco. Estuve de noviembre a enero a bordo de uno, navegando por todos los canales al oeste de la península.
Mi trabajo era sencillo pero a la vez duro. Estaba a cargo de toda la parte “media” del grupo de expediciones turísticas, esto quiere decir que era fotógrafo, camarógrafo, guía y segundo guía de montaña.
Cada día era descubrir un lugar nuevo. Mientras dormíamos, el capitán llevaba el barco a un nuevo grupo de islas o bahías inexploradas. Literalmente era vivir en un estado de constante sorpresa.
Mi día a día consistía en hacer, junto al equipo, que las expediciones para este pequeño grupo de turistas funcionara. Éramos un equipo que se transformó en familia: estaba constituido por 13 personas de 10 nacionalidades y especialidades distintas. Kayakistas profesionales, historiadores, montañistas, naturalistas y glaciólogos eran parte de este grupo.

Un atardecer y amanecer que se funden en un solo momento inolvidable. Así es como pasé mi última Navidad.

Un atardecer y amanecer que se funden en un solo momento inolvidable.
Así es como pasé mi última Navidad.

Cada mañana, después de un buen desayuno, bajábamos del barco nuestros zodiacs; estos eran nuestro medio de transporte para llegar a lugares escondidos y finalmente desembarcar en alguna playa cercana, para seguir la aventura.
Una vez en tierra, preocupándonos de no invadir la fauna nativa, realizábamos recorridos por los lugares icónicos, o sencillamente nos equipábamos con nuestras raquetas de nieve y salíamos a la montaña.

Un día normal
Nada es más impresionante que ver este lugar desde las alturas. Uno imagina la Antártica como un plano infinito de hielo, pero esto está muy lejos de ser verdad. Montañas, glaciares y  paredes escarpadas por toda la costa eran parte del paisaje diario.
Y si no era raquetear o caminar por la costa nos íbamos directo al agua. Navegar en kayaks de travesía es otra manera extraordinaria de sentir este lugar. Remábamos entre medio de icebergs milenarios, disfrutando de los espectáculos de la fauna y de las magnitudes y perspectivas que se generan al estar casi a ras del agua.

Testeando la placa de mar congelado para desembarcar a los pasajeros, muy cerca de la gran base histórica Port Lockroy

Testeando la placa de mar congelado para desembarcar a los pasajeros, muy cerca de la gran base histórica Port Lockroy

Tanto el tiempo que pasábamos navegando como el que pasábamos en tierra nos entregaba el contacto con una variedad de fauna impresionante. Ballenas jorobadas y orcas pasando bajo nuestros zodiacs, haciendo piruetas a solo metros nuestro, cazando y alimentándose, a solo a un palmo de distancia. Miles de pingüinos de distintas especies, caminando hacia el mar en busca de krill, o de vuelta a sus nidos a alimentar a sus polluelos; cientos de huevos rompiéndose para mostrar polluelos recién nacidos. Miles de pingüinos saltando y nadando como torpedos en el mar, tratando de escapar de las focas leopardo y de orcas. 6 tipos de focas nadando, durmiendo o cazando, pero siempre presentes. ¡Todo esto y más era parte de un día normal!
Un par de veces en la temporada tuvimos la suerte de poder navegar aún más al sur, alcanzando el círculo polar Antártico. Esto requería más días de navegación, menos bajadas a tierra, pero grandes experiencias. Logramos romper y empujar hielo, ver a decenas de ballenas alimentándose alrededor del barco y presenciar tormentas impresionantes a la luz del atardecer.

 

Una de las mejores tormentas que he presenciado, con un contraste increíble entre la nieve, los pingüinos y el mar, en Half Moon Island

Una de las mejores tormentas que he presenciado, con un contraste increíble entre la nieve, los pingüinos y el mar, en Half Moon Island

Energía, Paz y Pureza
No había ni un solo minuto del día en que no se pudiera admirar algo. Incluso bajo grandes tormentas se podía percibir esa sensación que he descrito. Tengo que admitir que mientras peor era el clima, mejores posibilidades de fotografía tuve. Mis obras preferidas de toda mi carrera como fotógrafo fueron tomadas con vientos de 150 km/h y temperaturas bajo los -30ºC.  Por algo está catalogado como el continente más ventoso del mundo y en donde se ha registrado la menor temperatura del planeta. (-93,2ºC)
De la gran experiencia que tuve realmente no me puedo quejar. Este lugar es el paraíso para cualquier fotógrafo, aventurero o incluso historiador. Antártica no es solo naturaleza, sino que también es más de 100 años de viajes de capitanes intrépidos y expediciones lunáticas. La historia se funde en cada lugar con el paisaje y antiguas construcciones.

Una foca de Weddell recién salida del mar tras haber salido a cazar su alimento. La sangre puede provenir de sus presas o por peleas con otros miembros de su especie.

Una foca de Weddell recién salida del mar tras haber salido a cazar su alimento. La sangre puede provenir de sus presas o por peleas con otros miembros de su especie.

Definitivamente Antártica es uno de los lugares que tiene que estar en tu lista de cosas por hacer antes de morir. Fuera de ser el séptimo continente, es el lugar con más energía, paz y pureza que podrán encontrar en sus vidas. Es imposible no encantarse y enamorarse de este lugar. Es una droga que si la prueban no podrán olvidar jamás y harán lo imposible para volver.


Dos pingüinos Adelia (psygoscelis adeliae) descansando sbore el mar congelado antes de volver a la colonia a relevar a su pareja en los cuidados del huevo

Dos pingüinos Adelia (psygoscelis adeliae) descansando  sobre el mar congelado antes de volver a la colonia a relevar a su pareja en los cuidados del huevo

Agradecimientos
Quiero agradecer especialmente a los que hicieron posible esta tremenda experiencia: Antarctica XXI, Natphoto, The North Face Chile, Spy Chile (Wetfly Store) y Suda Outdoors.