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Trekking al Salar de Llamara

En el desierto de Atacama, al sudeste de Iquique, se encuentra el Salar de Llamara, uno de los pocos lugares en el mundo donde se puede viajar en el tiempo y contemplar a los estromatolitos, organismos que se desarrollaban en la tierra antes de la creación de la atmosfera en nuestro planeta. Hoy luego de 3.500 años en Llamara Joseph Morgan pudo apreciar la majestuosidad de estas formaciones.

Texto: Joseph Morgan.
Fotos: Joseph Morgan y Fernando Olivares (marensepia.com)

Imaginemos que viajamos en el tiempo, digamos hace unos 4.400 millones de años en el pasado, supongamos que es posible hacerlo y que poseemos la tecnología.  ¡Es una máquina del tiempo que tengo en mi patio trasero! No lo dudo y me siento en esta máquina llena de botones y le ajusto la fecha: 4.400 millones de años atrás y el lugar: La Tierra. Mi viaje no dura más que unos pocos segundos y aparezco en un lugar que no parece el mismo planeta, ¡me estoy quemando vivo! La temperatura de la superficie del planeta es de varios miles de grados Celsius. Si me quedo aquí, dejaría de existir en unos cuantos segundos, fatalmente me evaporaría, y me convertiría en un puñado de gases.

Ajusto mi máquina a unos 3.800 millones de años, pero no me iría mucho mejor, ya que en primer lugar moriría de asfixia (no hay oxígeno en la atmósfera primitiva para respirar). Además la radiación ultravioleta me quemaría literalmente mi piel y para peor de males no habría nada con que alimentarme, aunque posiblemente sí habría agua dulce que beber, y un cielo azul prístino con nubes blancas.

Recién hace unos 3.500 millones de años aparecieron en el planeta los primeros organismos vivos, siendo los restos más antiguos que revelan esta presencia, los llamados estromatolitos. Sí, leíste bien: Es-Tro-Ma-To-Li-Tos, que son restos calcáreos de comunidades de microorganismos que se desarrollaron en aguas bajas de la Tierra primitiva. Estos microorganismos eran capaces de realizar la fotosíntesis, al mismo tiempo, como un subproducto de su actividad vital generaron oxígeno, el cual comenzó a acumularse en la atmósfera de la Tierra durante millones de años, creando con el tiempo la atmósfera que permitió el surgimiento de cada planta, animal y cada persona que hoy existe en el planeta.

 

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El Salar y Los Puquios

Pero, no es necesario hacer toda esta ciencia ficción de viajar en el tiempo para tener una idea de cómo era el planeta en aquellos años. Cerca de Iquique, en el Salar de Llamara, podemos virtualmente retroceder en el tiempo y tener una sensación de lo que fue la vida en la tierra primitiva, ya que Llamara es uno de los pocos lugares del planeta en donde aún se pueden apreciar con vida a los Estromatolitos.

Estoy determinado, debo conocer este lugar del  que me han hablado tanto. Así que preparo mis cosas con un repasado check list: 4 litros de agua, 5 manzanas, 2 sandwichs, café, bloqueador solar, gorro con protector de cuello, bototos, GPS, y listo. Me subo a mi Land Rover y manos a la obra, parto por la carretera en dirección al sur. El camino impecable y expedito hace que en tan sólo dos horas ya me esté desviando del camino hacia el Salar.

Desde mi vehículo puedo ver cómo entremedio de la nada va apareciendo frente a mis ojos la primera laguna (en realidad se llaman puquios); me bajo del vehículo y mientras camino por Llamara me siento transportado. En este puquio me doy cuenta que aún están con vida grandes cantidades de grama salada, la cual ya se ha secado por descenso del nivel freático en la Pampa del Tamarugal. Qué increíble apreciar el color verde opaco de esta vegetación, la misma que había visto hace unos minutos, en la pampa completamente seca. Después de sacar algunas imágenes con mi cámara fotográfica, y mientras me acerco a la laguna, me llama la atención el agua de este puquio , totalmente cristalina y de un color turquesa que me hace pensar por algún momento en las aguas coralinas del Caribe, que vista más maravillosa.

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Antes de los Dinosaurios

Caminando por la ribera veo desde la distancia lo que he venido a buscar: los estromatolitos de Llamara. Me emociono  y comienzo a caminar más rápido pero con mucho cuidado para no dañar nada con mis acelerados pasos. Ya en la laguna puedo al fin apreciar la majestuosidad y belleza de estas formaciones. Increíblemente son aún más de lo que esperaba, una decena de formaciones con agudos relieves y de un color calcáreo que contrasta con el color azulino del agua. Literalmente me siento como transportado a una época remota, en donde recién se estaba generando la vida en la tierra, y muy anterior a los dinosaurios: estoy viviendo un sueño. Arrodillado me siento a meditar lo maravilloso que es la vida, y lo grande que es nuestro planeta.

Pienso que es terrible que de este maravilloso y único lugar – sólo hay 7 lugares en el planeta en donde aún existen estromatolitos- se haya autorizado, hace unos años atrás, ¡para extraer agua!  ¿Cómo puede ser que desde este lugar, que debiera ser Parque Nacional, se esté sacando agua? Y nada menos que lo hace la empresa SQM. Esta autorización se dio justo a pesar de un tremendo movimiento ciudadano que hubo y justo en esos años de facturas ideológicamente falsas, que hoy han sido tan comentados en la prensa.

Me doy cuenta que me espera una larga caminata para conocer la otra laguna, pero afortunadamente aún es temprano, así que preparo mi mochila de excursión, me lleno de bloqueador solar, cambio mis zapatillas por bototos, configuro mi GPS  y me aprovisiono de agua y frutas para empezar una difícil ruta en dirección sur oeste.

 

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Hacia las Artemisas Salinas

La caminata es más difícil de lo que esperaba, pues por una parte está la alta temperatura (38ºC), como también el sol que quema la piel, y el camino, lleno de costras de sal en donde si das mal un paso, corres el riesgo de lesionar tus tobillos. Cada cierto tiempo me detengo a beber un poco de agua y secar el sudor de mi cara; el GPS indica la dirección correcta, pues con lo difícil del camino es imposible seguir en línea recta. Sigo caminando y al cabo de dos horas y media de una extenuante caminata llego a la laguna más increíble que en mi vida había visto, se trata de una laguna de unos 300 metros de largo por 50 de ancho, el agua es aún más cristalina que la primera, y los estromatolitos más grandes y de una coloración más pálida. El fondo de la laguna está lleno de formaciones de sal que parecen diamantes, el agua que está a una temperatura de unos 18 ºC me llama a refrescarme, pero su alta salinidad no lo hacen aconsejable, ya que quedaría cubierto de cristales salinos al secarme. Solo tengo el agua necesaria para beber, ¡ni pensar en ocuparla para remover sal en mi piel!

Cuando me acerco a estas aguas puedo ver que están llenas de vida, se aprecia una gran cantidad de Artemias Franciscanas (también llamadas Artemias Salinas). Recuerdo entonces momentos de mi infancia donde en alguna navidad me habían regalado unos bichitos llamados “Sea Monkeys”, que al colocarlos en un vaso con agua, mágicamente al cabo de algunas horas empezaban a aparecer y a moverse, son los mismos que estoy viendo ahora, varios años después.

Coloco la carcasa submarina a mi cámara y saco fotografías bajo el agua. El agudo relieve se aprecia doblemente al reflejarse con la capa superior del agua… ¡y pensar que a estos organismos les debemos la vida cuando hace millones de años ellos originaron el oxígeno de la tierra!
Sentado en la orilla de la laguna, se escucha el viento, algunos pajaritos cantando a la distancia, y nada más. Solo en esta inmensidad, qué momento más maravilloso.

 

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El camino del Estramolito

Pasa la hora y me doy cuenta que debo emprender el regreso para llegar antes del anochecer; empaco mis cosas, bebo el último sorbo de agua que me queda y nuevamente configuro el GPS para que me señale el punto de partida donde me espera mi vehículo. Mientras camino me lamento de no haber empacado más agua ni más comida; camino más lento y me canso más. Al cabo de tres horas llego al Land Rover, justo al atardecer, lo que me permite tomar unas maravillosas imágenes de la puesta de sol. Bebo un café, una última mirada y emprendo el regreso a la ciudad.

Mientras voy dejando atrás el aire limpio y este lugar lleno de vida, y me acerco a los primeros síntomas de la civilización, me surgen muchas inquietudes acerca del camino que desde hace siglos ha emprendido la humanidad. En las grandes ciudades donde nos encontramos los seres humanos, no hay espacio para la contemplación y el silencio, para el trinar de las aves, para el aire, para el agua. Nuevamente atrapado en la aglomeración y el bullicio respirando este aire viciado me pregunto si el hombre no estará construyendo para sí un camino hacia su propia destrucción, no muy distinto al de los estromatolitos de Llamara.

¿Cómo llegar?

Llamara está a 750 msnm, en la comuna de Pozo Almonte. Para acercarse a este destino, se accede por la Ruta 5, al norte de Quillagua. Desde Iquique son solo 180 km. conocer este paisaje sin igual, que da testimonio del inicio de la vida en el planeta.