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Travesía en el Alto Loa

-Hace seis años atrás, a propósito de mi escuela como guía de turismo recorrí por primera vez los parajes del Alto Loa. Recuerdo haber estado con mis compañeros, bajando desde el camino que une los geysers del Tatio con el poblado de Caspana y haberme sobrecogido con la inmensidad de aquella pampa. Ese sería el comienzo de un peregrinaje que, hasta hoy, sagradamente realizo año a año.

 Texto y Fotos: Juan Ignacio Marambio

Es muy probable que conozcas San Pedro de Atacama y que hayas visitado el Tatio. Ahí probablemente leíste algo sobre las comunidades de Caspana y Toconce. Eso, y el pueblo de Chiu-chiu es lo que casi todos conocen sobre el Alto Loa.

El problema es que cuando uno llega a Calama, ni siquiera lo piensa y ya está subido a un transfer que lo lleva derechito a San Pedro. Para los fanáticos de la montaña, sobresalen en el camino los volcanes San Pedro, San Pablo y Paniri, pero nada más. Cuesta imaginar que entre esas pampas enormes se esconde tanta vida y tanta energía.

Ayquina y Bolivia 2009 072

Hace unos cuatro años atrás, habiendo vislumbrado aquello gracias a la Fiesta de Ayquina, con unos amigos decidimos remontar el Loa y conocer qué era lo que había ahí. Nos encaminamos hacia Cupo, un pueblito a 4.000 msnm. cuyo hito de bienvenida señala que tiene 40 habitantes, pero en realidad son solo ocho… Pensábamos alojar en carpa, pero estando ahí, le preguntamos a la señora Saturnina y nos dijo que feliz nos prestaba su casa. Así que no lo pensamos dos veces. Esa casa, entregada por un subsidio, con piso de radier, hecha de ladrillos de concreto y con baño interior, era para Saturnina y su esposo la bodega. Ni por si acaso se les ocurría cambiar su casa, mucho más acogedora, con piso de tierra.

 

La tutela del cerro

Recorrer Cupo y sus alrededores es adentrarse en el silencio de los cactus, las terrazas y los corrales. Es adivinar, mientras caminas que detrás de una loma puede aparecer un Universo. Y que ese lugar es solo custodiado por un par de pastores cuyas miradas transmiten una vida llena de historias y de sol.

Felices, pero tan silenciosos como el desierto, nos fuimos a Caspana. Y aquí cambio de viaje y los traigo al 2011, cuando junto a otros amigos empezamos a recorrer el pueblo buscando a don Germán. Él estaba en su chacra.

Ivaluk Armstrong 5

–       Don Germán, ¿se acuerda de mí?- Por supuesto que no, era solo para empezar la conversa.

–       La verdad es que no…

–       Yo vine el año pasado y salimos a caminar por ahí, ¿se acuerda?

–       ¡Ahh si, ya me acuerdo!-

–       Me preguntaba si podría llevarnos nuevamente para allá.

–       Claro, vamos no más.-

 

En el Desierto hay mucho trabajo, pero siempre se puede mezclar con una excursión. Así que partimos con él a recorrer las quebradas cercanas. Caspana es un pueblo con mucha historia, y sus habitantes la viven y la sienten. Mientras ves las iglesias, las casas, o sales al mirador, todo sobrecoge. El Cablor, el cerro tutelar de la comunidad, te observa, tranquilo y eterno mientras te mueves por la quebrada, casi como un hijo más de los suyos.

Salimos a caminar, don Germán con sus ojotas y nosotros con nuestros bototos. La tecnología parece inútil cuando uno recorre esos campos con un guía local. Su destreza y su historia nos hacen parecer refinaditos. Mientras caminamos, don Germán nos cuenta sus historias.

Ayquina 2008 059

Lejano Retumbar

“Acá filmaron la película A la sombra del Sol”, o “por acá pastoreaba yo cuando chico”, “aquí vinieron los arqueólogos y los antropólogos y se llevaron todo; ahora les tenemos prohibida la entrada”, o por último “aquí en la noche se ven las luces de los burreros, a mí me tienen miedo así que se van lejos, pero no deberían acampar ustedes acá”. Y vale la aclaración porque la verdad, cada lugar por el que pasamos es más impresionante que el otro.

De pronto silencio… nos callamos. El viento se detiene y el silencio es absoluto. Apenas ese zumbido que uno trae desde las ciudades con su furia permanente. El viento otra vez, pero no es solo el viento. A lo lejos, apenas perceptible, se sienten un retumbar…

–       ¿Lo sienten?.

–       Apenas

–       ¿Saben qué es?

–       Ayquina…- respondo. Solo porque he estado ahí antes reconozco ese sonido. Esos ritmos que se suben desde los pies y estremecen hasta el poco pelo que me queda.Ivaluk Armstrong 2

 

Nos quedamos un momento más, disfrutando de esos atardeceres naranjos y rojos de las montañas en el altiplano, de ese viento helado que empieza a correr mientras la noche se acerca alargando las sombras en la pampa.

Ayquina 2008 048

Mensajes que escucha el cielo

Al día siguiente emprendemos la marcha hacia Toconce, se puede hacer a pie, pero andamos con los autos. Creo que eso es lo que se me viene este 2012 o incluso después. Porque el Alto Loa es inmenso, y después de 6 años, apenas si conozco una pequeña parte.

Bueno, en Toconce nos encontramos con don Fermín. Con una sonrisa incontenible y los brazos abiertos nos da la bienvenida a su pueblo. Entre fantasía y verdad, nos cuenta de su polola española, a quien le envía mensajes con los satélites que ve en la noche. Verdad o no, da lo mismo. Ella está enamorada de él, en algún lugar de La Mancha.

Luego de negociar un par de kilos de papas y tomar las fotografías que inmortalizan el momento, partimos a nuestro destino. Salimos del pueblo rumbo a las montañas. A caminar sin tiempo, sin palabras por el desierto. Entre la garganta imponente del río Toconce y las montañas tipo “Kurosawa”, nos perdemos del mundo. Solo caminando, entre rocas y cactus. Entre espíritus y montañas. Entre silencio e infinito. Porque así es el desierto. Porque así es el Altiplano.

La noche nos trae de vuelta a este mundo. La noche y la música, porque esa noche volvemos cerca de Ayquina. Acampamos fuera de la quebrada, escuchando los tambores que se conjugan mágicamente con ese sonido que tanto nos gusta de las cocinillas. Estamos en silencio. Estamos cerca de un lugar sagrado. Se siente también su presencia. Como si todos quienes descansan en ese lugar estuvieran bailando también en la fiesta.

Ivaluk Armstrong 4

La noche es corta. Es corta y expectante. Nos levantamos al día siguiente, desarmamos campamento mientras tomamos desayuno. Recorremos los pocos kilómetros que nos separan de Ayquina contemplando ese desierto insólito, absoluto y eterno. Pero hoy no es día de silencio. Es día de música, baile y toda la energía que se produce cuando el hombre se encuentra con el desierto: Ayquina.