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Torrencial Trail en Valdivia

El aire de Torrencial Valdivia tenía una carga de certezas: uno, que sería un evento sólido en términos de organización, y en las esferas altas una carrera a la que muchos venían por un buen lugar en las posiciones. Nunca antes me fue tan evidente el aire de competencia; se veía en los corredores los gestos expeliendo su sed por dar un golpe magnánimo a sesiones de entrenamiento de dolor y sufrimiento culminándolas con un buen lugar en la carrera: todos los caminos llevan a Torrencial Valdivia.

Texto: Tito Nazar
Fotos: Nativoprod.com

A las 5 de la mañana comenzaba la competencia para la categoría máxima con 60 K. Las luces frontales daban una iluminación fantástica a los detalles del terreno. Cuando la horda de corredores se va disolviendo, veo el cuarto menguante lunar y la cruz del sur. La noche está como boca de lobo y la quietud de la niebla reina en la zona.
El sur es generoso, y cuando el amanecer se levantaba, cerca de las 8:15, miro a mi diestra, y veo como la niebla entrelazada con las nubes penetra en las faldas de los cerros; esa es una imagen mística de bosques verdes, de tierras indómitas y de una paz donde el espíritu se puede elevar a templos excepcionales. Mi sonrisa invade mi corazón al compás del llamado de un tucúquere, terminando su jornada laboral.
Tal parece que todos tenemos un corredor maldito, ese con que uno compite para pasar. Pero suelen aparecer esos que yo les llamo némesis; los encuentras en algún momento y no importa quién pasa a quién primero, el caso es que te verás enfrentado a él muchas veces por tiempos prolongados e incluso cuando ya diste por acabada la batalla, cerca del final cuando parecía un capítulo cerrado.

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Este corredor de 60K se retiró por correr con las muelas del juicio recién sacadas. Se le abrieron los puntos y estaba con toda la boca muy inflamada, pero aún así quiso llegar al final.

El costo

de las batallas
Esta vez veía una mochila bailando con sus reflectantes, se notaba a lo lejos. César Montoya, un tío con un carisma especial, sería un personaje que pasaría en los primeros kilómetros de la carrera. Ya me había olvidado de él cuando escucho pasos aplanando las bajadas, pasándome como si yo estuviera cual estaca enterrada en el camino.
Una forma de lidiar con el némesis es con ego; decido mantenerme cerca de él, empujando mi límite a costa de quedar con poca energía hacia el último tercio de la carrera: decido darle batalla a César. Al final se convirtió en una pelea muy divertida, donde creo que ambos nos tiramos el uno al otro. En toda batalla hay costos por pagar, calculo que deberé pagar el presionar mi ritmo desde el K 42, donde me esperaba una trepada de cerca de 13 K con casi 1000 metros de desnivel positivo
Viene una bajada barrosa, consistente, de esas que no mojan si te mueves con cuidado, pero sabes que si cae un poco de agua se volvería un barrial asqueroso. En esa zona, había una garúa densa, donde las gotas reflejaban la luz, impidiendo ver el sendero y menos las marcas reflectantes para correr de noche. Se me ocurre correr con la linterna frontal en la mano, cambiando el ángulo de la luz y evitando el reflejo.

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En la mañana, cerca de las 10, un grupo de corredores de los 42K va subiendo la cuesta más larga de la carrera.

Selva Valdiviana
Nos acercamos a un sendero muy nuevo, una sección preciosa de bosque nativo denso, con cantos de aves imposibles de ver, sólo de escuchar. Es un maravilloso fluir, esquivando escalones naturales, ramas y raíces mojadas. Después, una casa como empotrada en medio de un valle angosto, tan bello que recuerdo le dije al muchacho del punto de abastecimiento lo lindo del lugar. Los caminos de los 42 y 60 K se funden. La sección de más de 10 K de falsos planos estaba delante de mí, con pasadas por campos de pasto verde sureño, cargados de gotas. El sol tocó mi cara a las 10:30 por primera vez; antes la niebla no la dejaba pasar.
La gente de los puestos de control es muy amable, más de lo normal. Amables y sonrientes; son los famosos voluntarios de Torrencial, muchachos de variedad pero mayormente veinteañeros vitales, llenos de energía y sonrisas. Gente contenta porque nosotros estábamos ahí. ¡Tantas gracias a ellos por ofrecer llenar las botellas o darnos una sopa caliente!

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Bajando la última cuesta para llegar a la meta, el corredor Ítalo Lorca da las últimas zancadas para terminar la carrera.

Cara de Lucha
Némesis no llega tarde y es hora de darle pagar las deudas. Mi falta de energía era tal que las pendientes suaves se volvieron caminatas interminables. Trepar todo ese desnivel se volvió un parto. No podía encontrar la forma de obligar a mis piernas a moverse. Logré purgar mis pecados sólo hasta que decidí ignorar el dolor. Aparecía otro puesto de control y la afectuosidad de la gente, a pesar de ir avanzando el día, seguía más encendida. Es que en Torrencial, muy seco estaría el terreno, pero el circuito estaba del terror en términos de cansancio; seguramente los voluntarios veían nuestras caras de lucha.
En un letrero que avisa sanguijuelas hallo una sección de bosque cerrado y de senderos angostos que me dejaría olvidar la fatiga en mis piernas. Las hojas caídas del otoño y la saturación ambiental encerrada tiene sutilezas mágicas que me embriagan de pasión por hacer lo que amo. Para mi desgracia el camino vehicular de ripio presente en gran parte del recorrido se volvió tedioso, complicando mi performance.

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Este corredor, muy alegre y patriota, anduvo con su bandera de Chile toda la carrera, para animar el partido de fútbol que se venía en la noche, con la final de la Copa Centenario.

Soy Torrencial
En en lo últimos 4K el sendero descendía aumentando la pendiente, todo con vista a la playa de Pilolcura, un lugar como pocos he visto en Chile. Rocas de conglomerado como protruyendo desde bajo del mar, con cormoranes, pelícanos y árboles en sus cimas, todas hidratadas por las gotas pulverizadas del mar y azote de las olas, que daban un toque de alivio y profundidad. ¡Agradecimiento sincero a lo que estaba frente a nosotros! Era el premio por la tarea cumplida. Pues, como hay némesis también existen laureles por lo bien hecho. Y ciertamente terminar un ultra no es producto de casualidades. La vista al mar fue mía y de los 42, 22 y 11 K. El alivio lo daba la cerveza y el masaje, el alivio de hacer la tarea, el alivio de los frutos dados por el entrenamiento. Ahora sólo queda recordar Torrencial Valdivia 2016 como la mejor carrera en muchos términos, especialmente de la organización. Principalmente por la calidad humana que lidera ese barco, que al estratificar la organización, seleccionan a gente que comparte espíritus similares, entregando a quienes vivieron la experiencia la satisfacción plena que retornaba al corredor en forma satisfactoria, en cada detalle Hoy puedo decir y entender por qué todos dicen “#Soytorrencial”, pues yo mismo #Soytorrencial.


Agradecimientos
Agradezco a la nutrición de Waybar, Salewa Chile, a Dynafit Chile, a mi familia y también a Matt y Loreto.