Tuvieron que pasar 32 años para darme cuenta que mis intereses estaban cambiado. La verdad es que las luces de colores, la música fuerte y el buen sour ya no se sentían de la misma manera. Preocuparme por el color del esmalte de mis uñas, irme de shopping el fin de semana, comer pastas en un rico restaurant de Santiago un sábado por la noche, comenzó a parecer bastante aburrido.
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