Para los que vivimos en la región de Magallanes no es fácil realizar expediciones a la alta montaña debido al alto costo que significa pagar los pasajes en avión que nos permitan llegar a Chile central, hogar de las mayores altitudes de los Andes y, más aún, sobrellevar los gastos de una expedición de montaña. No obstante ello a mediados del año 2015 se inició con la organización y planificación de lo que sería la primera expedición de magallánicos a una cumbre de alta montaña en el centro sur de Chile.
Texto y Fotos: Ernesto Teneb
Para ser honesto, la idea de subir el Lanín surgió en medio de un asado en mi casa, en una fría noche del mes de junio, cuando junto a Rodolfo y Carlos decidimos iniciar esta expedición. Desde allí en adelante se fueron sumando y restando socios y amigos del Club de Montaña d’Agostini. El punto determinante fue la participación del profesor Marcelo Noria, quien es guía instructor de montaña y director técnico de nuestro Club; él ya había estado en otras cinco ocasiones en el Lanín, de la cuales en dos tuvo la suerte de hacer cumbre, lo que habla de una montaña que no es fácil de subir y cuya principal dificultad está dada por su clima cambiante, el que se puede cerrar en cuestión de horas.
Con el grupo definido, se organizaron las cordadas y se establecieron las fechas tentativas para la expedición, esta finalmente se fijó para los días 6, 7 y 8 de diciembre. La ruta elegida es a través de nevé chileno, una ruta directa y poco conocida que parte junto a la ruta CH-199 que une las localidades de Curarrehue con el paso fronterizo Mamuil Malal.
Iniciando la Expedición
El día 6 de diciembre la mañana comienza temprano con un desayuno reforzado en el hostal “La Mami” en Curarrehue, el hostal fue nuestra base de operaciones y desde aquí se afinaron los últimos detalles del viaje y se realizaron las últimas compras. Llegamos al pie de la montaña a las diez de la mañana, el día es perfecto; sólo un poco de viento con rachas de 50 km/h, que para un nativo de la Patagonia es tan solo una brisa. Junto a nosotros han partido otras dos expediciones cada una con cuatro integrantes, ellos toman una ruta diferente a través del gran acarreo ubicado al oeste de la nuestra, en los días siguientes no los volveremos a ver. Las condiciones climáticas son inciertas, la cumbre del Lanín está cubierta por una gran nube lenticular, estacionada sobre la cumbre un altocumulus lenticularis amenaza el éxito de la expedición, sin embargo, el pronóstico entregado por nuestro meteorólogo en Santiago dice que las condiciones serán óptimas, sin nubosidad y sin viento en la cima; continuamos adelante, mañana se evaluará si es apropiado intentar la cumbre.
Luego de atravesar un outwash, accedemos a la ladera de la montaña a través de la quebrada de un río que baja de los neveros. Nos desplazamos entre roqueríos y acarreos cubiertos por una densa polvareda que corresponde a las cenizas dejadas por la erupción del Caulle, el viento reinante levanta el polvo y cenizas que rápidamente van obscureciendo las siluetas de los montañistas y apagando el brillo de los rostros, pero esto no desanima un ápice al grupo. Continuamos avanzando lentamente con nuestro equipo a cuestas hasta los 2.200 metros de altitud, en el área se encuentra una serie de pircas sobre de lo que probablemente es el único terreno apto para armar las carpas. Llegamos a las pircas cerca de las 16:30 armamos tres carpas mientras que Rodolfo y Marcelo optan por bolsas de vivac. Después de la cena, a las 20:00 horas, estamos listos para dormir; la recomendación es descansar al máximo, mañana la jornada comenzará temprano.
Día de Cumbre
La noche fue tranquila, tal vez un poco de viento, pero nada extraordinario. Como es habitual el día de cumbre la jornada comienza de madrugada, nos despertamos a las 4:00 de la mañana para el desayuno y los últimos preparativos del equipo a llevar hacia la cumbre. Salimos a las 4:45 con los cascos puestos y las frontales encendidas, en la mochilas van los crampones que nos servirán más adelante, paulatinamente el sol comienza a alumbrar, el cielo está despejado y abajo las nubes cubren el valle, es el día perfecto; a lo lejos hacia el oeste, vemos la silueta del volcán Villarrica entre el arrebol cortado por la sombra imponente del Lanín, en ese momento entendimos la dimensión de la montaña. A las 5 de la mañana nos calzamos los crampones y ascendemos por un gran nevero, para luego tomar por una pequeña quebrada cuyo cauce se hallaba congelado, el camino en esta zona alterna entre roqueríos, nieve y hielo, la ruta es directa a la cumbre y los bastones son los mejores compañeros.
Cerca de las 9:00 de la mañana accedemos al nevero argentino, desde nuestra posición vemos bajando desde la cumbre entre ocho a diez grupos, cada grupo tiene entre 10 a 20 turistas-montañistas, todos bien equipados con cascos y piolet de marcha. La ruta por el nevero argentino si bien presenta una alta pendiente, está bien marcada, con un surco profundo, que es fácil y seguro de caminar debido a que tiene amplios zigzag que optimizan el ascenso; en esta zona logramos avanzar rápidamente y en un momento llegamos a los 3.500 msnm. Por sobre esta cota, las condiciones ambientales cambian, ya no es nieve lo que pisamos sino hielo, el aire se siente más delgado y es necesario respirar algo más profundo para oxigenar el cuerpo. En esta zona la hidratación es fundamental por lo que constantemente nos estamos recordando unos a otros beber agua.
La cumbre no se deja ver entre las masas congeladas y seracs que flanquean nuestro paso, el tranco de los montañistas es cansino, pausado, lento pero constante; como si la majestuosidad del entorno, el blanco intenso del hielo, el azul profundo del cielo estuviesen detenidos en ese instante para contemplar nuestro humilde paso, pequeños seres en desafío personal, cada uno con su propia meditación, cada uno con su propio mantra, pero todos con la cumbre en mente, cumbre esquiva que no se deja ver.
Durante el ascenso solo nos detenemos para contemplar el paisaje que cada vez tiene un horizonte más amplio. Hasta que, faltando diez minutos para las 13:00 horas, hacemos cumbre en el volcán Lanín; de pronto todo tiene sentido, el viaje, el entrenamiento, el cansancio, todo. El horizonte no tiene límites, las nubes por debajo de nosotros y llegan hasta el mar, solo sobresalen de ellas los volcanes Villarrica, Llaima y Tronador. Seis puntarenenses pusimos la bandera de Magallanes en la cumbre del gigante de la Patagonia, fruto de una planificación y preparación seria. Nueve almas con diferentes motivaciones, compartiendo el cansancio y muchos otros sacrificios para estar un instante a 3.743 m sobre el nivel del mar.
Integrantes
Desde Magallanes participan miembros del Club de Montaña d’Agostini: Marcelo Noria, Rodolfo Quezada, Guillermo Meza, Francisco Aguirre, Carlos Rebolledo y Ernesto Teneb. Luego se sumarían dos socias del Club de Montaña Bajo Zero de Santiago: Nora Espinoza y Viviana García; y el representante local el curarrehuino César Navarrete. Nueve almas con una esperanza en el corazón, lograr la cumbre del Volcán Lanín. Más información con eteneb@gmail.com