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Surfeando en la Antártica con Ramón Navarro

Una aventura extrema es la que tuvo Ramón Navarro junto a Dan Malloy y su equipo Red Bull en la Antártica. El surfista nacional se embarco_ rumbo al continente blanco para surfear donde nadie lo había hecho antes y tuvo que esperar 12 días con temperaturas extremas, niebla y ventisca para encontrar la ola precisa.

Una idea loca

La idea del proyecto nació hace dos años ya que Red Bull siempre me auspicia lo más excéntrica que se me ocurra. Me propusieron que hiciéramos algo que no se hubiese hecho nunca y tirando ideas dije: ¿y qué pasa si vamos a surfear en la Antártica? La idea les encantó y entonces empezamos a ver si era posible hacer el viaje realidad.

Primero pensamos en arrendar un barco pero era una locura ya que solo podía partir en ciertas fechas y además necesitábamos muchos permisos. As_ es que dejamos todo de lado y lo retomamos un año después. Nos contactamos con la armada y La Fach y empezamos a conseguir los permisos necesarios. Después de seis meses de trámites lo logramos.

La Antártica es zona de nadie, ninguna parte es propiedad de Chile como aparece en los mapas. Se trata de una zona protegida y para pisarla hay que pedir permisos al Ministerio del Medio Ambiente, al Ministerio del Interior, al Departamento Antártico del Ejército… Chile lo llama territorio chileno pero en realidad pertenece a todo el mundo por lo que todos los años el Estado tiene que rendir cuentas y especificar qué se hizo y en qué lugar.

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Nosotros tuvimos que describir y mostrar todo lo que íbamos a hacer allá, por ejemplo el impacto ecológico que podrían ocasionar las motos de agua, de la gente que iba a ir… Al final, dos meses antes de partir logramos la autorización. Elegimos ir en diciembre ya que la temporada para turistas se abre en noviembre y se cierra en mayo. Queríamos que hubiese harta nieve porque en enero empieza a desaparecer y desde abril en adelante corríamos el riesgo de quedarnos atrapados.

Arriba del Aquiles

Nos embarcamos once personas., dos surfistas, (Dan Malloy y yo), un camarógrafo, un fotógrafo, entre otros. Las motos y las tablas las mandamos a Valparaíso y nosotros nos fuimos en avión hasta Punta Arenas para subir al buque Aquiles que nos llevaría hacia la Antártica.

La cruzada fue muy dura porque tuvimos que pasar por el Cabo de Hornos. Se suponía que íbamos a navegar tres días y terminamos navegando seis porque había muy mal clima. Había olas muy grandes y no pudimos desembarcar lo que nos tenía muy inquietos.

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Finalmente atracamos en la base Prat (donde esta la única pista de aterrizaje) sin una fecha de regreso clara.

Comenzamos a sacar y a mover las motos de agua por la bahía. Fue alucinante ese recorrido ya que cruzamos por un canal en medio de un glaciar gigante lleno de pingüinos, ballenas y lobos. No había olas. Recorrimos el mar de Drake y pasamos por un canal hasta llegar a la playa donde dejamos las motos. Luego volvimos a la base Prat que consiste en seis containers con una caseta de aviones y una pista de aterrizaje. La base es como un internado, debe tener 15 piezas con duchas, un lugar con televisión y una cocina.

En la base viven 4 personas de planta. Nos atendieron muy bien, y se dispusieron para prestarnos toda la ayuda para que resultara nuestra misión. Nuestra primera comida ahí fue hamburguesa frita con papas duquesa fritas y verduras fritas, era todo frito por el frío.

En la tarde preparamos el equipo y las tablas, vimos los reportes de las olas y de repente miramos el reloj y eran las 3 am y estaba de día. Lo más oscuro que llegaba a ponerse era como un sunset. Ahí nos explicaron que en invierno sucede lo contrario, siempre está de noche.

Sin olas y con Metalica

Durante tres días nos levantamos al alba, tomamos desayuno a las 8 (allí tienen horarios estrictos de comida) y con motos de agua salíamos a recorrer y a buscar lugares donde pudieran tocarnos buenas olas.

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Aunque en abril del año anterior había ido a la Antártica en un vuelo de reconocimiento para ver si había olas, nunca esperé que hubieran vientos tan fuertes y temperaturas tan bajas. Para ir a cualquier lugar debíamos avisar por radio porque te podías perder en unos segundos con las tormentas o la niebla y ventisca.

La playa más cercana está a un kilometro de la base pero nos demoramos casi una hora en llegar con la nieve a la cintura y el clima era muy cambiante y radical, No encontramos olas.

El cuarto día nos dijeron que en la base argentina el grupo de rock Metallica iba a dar un concierto. Solo había que cruzar una bahía y nos llevaron en zodiac. Vimos seis ballenas durante el trayecto. Llegamos a un domo transparente, abierto hasta la mitad con una vista impresionante de un glaciar, donde había unas 60 personas. Tuvimos que escuchar el concierto con audífonos, para proteger la flora , fauna y los glaciares ya que supuestamente las vibraciones fuertes son perjudiciales para el entorno.

Al fin surf

Recién al décimo días las condiciones mejoraron. Partimos a surfear una izquierda bien buena de un metro y medio. Durante cuatro horas logre correr olas y el equipo sacó las mejores fotos.

Para capear el frío me puse dos calzoncillos largos de lana merino, una camiseta de lana merino, un polar y encima el traje. Además usaba mitones porque los dedos se congelan si están separados y botines de 8 mm. Allá es mucho más lenta la remada y te cansas más porque agarras más agua, pero el traje es más flexible que un traje de surf grueso ya que era suelto y no tenía más de 3 mm. Íbamos con traje de neopreno seco que Patagonia confeccionó especialmente para esta expedición. Nos mandaron tres tipos de trajes para que los usáramos y diéramos feedback.

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Para cubrirnos la cara usamos mascaras y antiparras ya que hasta la mínima gota de agua te quemaba la piel. Lo peor era hacer los patitos .

Ese día aparecieron lobos y pingüinos que iban a curiosear. Durante los siguientes días cuando llegábamos en la mañana al lugar donde teníamos las motos veíamos a los lobos y pingüinos mirándose en los espejos de la motos.

En la base tenían todo preparado en caso de que tuviésemos una emergencia y estábamos todos conectado con radio. Desde ese día, llegábamos en la tarde, tomábamos cervezas y les mostrábamos a todos las fotos de las sesiones de surf . Era difícil ordenar una rutina porque como no había noche no nos daba sueño aunque hubiésemos surfeado todo el día. Teníamos que ponernos tapones y bajar la cortina.

Durante los tres días los más difícil era moverse, ya que el mar estaba movido y uno se demoraba más de quince minutos en nadar de una ola a la otra y había peligro de congelarse. El viento en contra lo hacía aún más difícil. Nunca vi un potencial de olas tan buenos como el de allá, pero como las olas están demasiado cerca del mar abierto te puedes ir hacia adentro y morir congelado. Y si te pierdes y logras llegar a la orilla puede que no sepas donde estas y mueres congelado igual.

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Perdidos en la niebla

El último día realizamos una sesión de tow in en un lugar donde salían olas de 4 a 5 metros. El mar estaba tan movido que las camarógrafos no se podían poner cerca nuestro. De pronto entra una ventisca con niebla y todo se tapó. No veíamos nada y solo sabíamos que las olas iban en dirección hacia la orilla por lo que tratábamos de tomar esa dirección. El tramo desde donde estábamos hacia la orilla no debía demorar más de quince minutos pero llevábamos más de 40 y no alcanzábamos la orilla. Nos empezamos a asustar hasta que salimos en un lugar desconocido.. Estaba tan nublado que los GPS no funcionaban. Con Dan Maloy, Clemente de Heckereen y un camarógrafo brasileño decidimos ir hacia el sur y después de 15 minutos llegamos a la base. Ahí nos dimos cuenta de que solo se puede surfear cuando hay condiciones óptimas y que el clima es muy cambiante.

Ventana hacia el continente

Nos quedamos unos días más en la base y el clima no se arreglo más. Los reportes era malos, sin olas por 15 días, por lo que no sacábamos nada con seguir esperando. Cuando decidimos partir tuvimos que esperar en la base para que se abriera una ventana en el cielo y el avión pudiera entrar a las 12 de la noche.

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Fue una experiencia alucinante ir a la Antártica , jamás pensé que tendría la oportunidad de surfear allí. Tuvimos mala suerte ya que no encontramos olas grandes pero estoy conforme porque que fuimos los primeros en correr olas en ese continente de verdad. Si bien el surfista chileno Kapa cero fue el año pasado a la Antártica, no encontró olas ya que no tenía los medios para llegar a ellas. A pesar de que nosotros pensamos que íbamos preparados al máximo con las motos de agua nos dimos cuenta de que no era así ya que nos faltaron un par. La seguridad allá es demasiado importante y aunque hay olas increíbles, las condiciones son muy difíciles, la geografía es muy loca, las olas van hacia todos lados y necesitas un viento muy especifico.

Me gustaría ir de nuevo con olas más grande y buen viento ya que ya entendimos como funcionan los vientos y la dirección de ola. No sé si regresar pero ahora estamos concentrados en nuestra película que saldrá en marzo.

Quiero dar gracias a los marinos, a la Fach, a Red Bull y a Patagonia que hicieron este viaje realidad.