Esta cumbre poco explorada ofrece un buen desafío técnico, por los pasos de escalada que llevan a coronar sus 1500 metros de altura. Aquí se relata como un grupo de experiencia bien mezclada intentó y logró ascender esta hermosa montaña de la Patagonia.
Cada vez más, la atractiva Provincia de Última Esperanza, capta avezados adeptos en busca de explorar las vertientes y cimas de sus desconocidas cordilleras australes. Es así como de un grupo de motivados aventureros en busca de comenzar a conocer y vivir la montaña, nace un 23 de Enero del año 2014 en la región de Magallanes, el Club de Montaña de Agostini. Compuesto por personas de ambos sexos, diferentes especialidades y edades, pero que comparten un solo interés en común, la pasión por el montañismo.
El curriculum del club crece constantemente, coronando macizos de diferente grado técnico, altura, exigencia, e incluso en modalidad invernal. Es así como en este afán de seguir ascendiendo montañas inhóspitas y ojalá nunca antes alcanzadas, decidimos como club intentar el monte denominado Pirámide: esta montaña, que solo logra verse desde cierta parte de la ruta que lleva al Parque Nacional Torres del Paine por el camino a portería Serrano, presenta una atractiva cumbre e imponencia morfológica debido a la cara sur que presenta una abrupta vertical que termina en el fondo del valle; para verla completa es necesario alcanzar una cota de 400 metros aproximadamente, en donde logra apreciarse en toda su magnificencia, por sobre el denso bosque nativo.
El ascenso comienza desde un puesto de campo correspondiente a la estancia Complejo Torres del Paine, pequeña casa ubicada a orillas de un torrentoso río, que desciende desde los altos neveros de la cordillera. Ya había sido intentada en invierno esta cumbre, sin embargo por malas condiciones climáticas, lamentablemente al segundo día la fuerte lluvia y nubosidad nos hizo descender. Posteriormente en temporada estival intentamos nuevamente el ascenso, esta vez teniendo noticias más favorables.
Listo el equipo, comenzamos el segundo intento. La ruta se inclina desde un comienzo y el ingreso al denso bosque se inicia a los escasos 30 minutos de marcha. Diez avezados aventureros en busca de una nueva cima componen este grupo, marchando todos en perfecta fila india, bajo un despejado cielo. Todos esperamos ansiosos a ver nuestro destino, el cual permanece oculto sobre el verde manto de coihues y lengas.
Agua Subterránea
La huella del ganado bovino siempre a los pies de estas montañas son de gran ayuda, ya que hasta cierto punto abren paso entre la vegetación; sin embargo, las abruptas quebradas tapizadas en arbustos espinosos se hacen presentes, siendo la superación de estos un verdadero suplicio para las piernas, las cuales sufren todo el impacto de las espinas.
A las dos horas y media de ascenso y después de un pequeño trepe en roca se alcanza una bella y expuesta terraza que permite ver nuestro entorno a los 360° y lo que es mejor, nuestro destino y parte de la ruta a seguir. Una extensa capa boscosa se ve hacia nuestro rumbo, apareciendo el acarreo, roca expuesta y nieve por sobre este monte, asomándose además otros colosos nevados adyacentes; el panorama era espectacular.
Motivados con la excelente vista que teníamos hacia arriba, continuamos con el ascenso, el cual seguía bajo las copas de los árboles. Ya en marcha, debemos comenzar con el rastreo de algún curso hídrico, debido a que los valles por los cuales descienden los ríos principales se encuentran varias decenas de metros alejados de nuestra ruta y, a simple vista, no se veía ninguna quebrada por la cual pudiera bajar un pequeño riachuelo.
Favorablemente, comenzamos a encontrar zonas turbosas y surcos de riachuelos, con agua suficiente para llenar, con harta paciencia, nuestras botellas. Comenzamos a ascender sin perder el rumbo del pequeño riachuelo, que desaparecía y aparecía, nuevamente metros más arriba. Finalmente encontramos su inicio, un claro afloramiento de agua que corre subterráneamente por el bosque, producto de las precipitaciones y deshielo.
Satisfecha nuestra sed y llenada nuestras botellas, nos topamos con una pendiente, la cual al ser superada nos dio el aviso de que estábamos cerca al lugar de campamento. El viento y el bosque, que se achaparraba cada vez más, eran claros indicios de que la vegetación arbórea está llegando a su fin, y así finalmente al cabo de cinco horas de ascenso, arribamos al mismo lugar de campamento que habíamos llegado en el primer intento, solo que con un metro menos de nieve. Desde allí se apreciaba claramente el límite boscoso; lograba verse la montaña con su largo acarreo que habría que superar al día siguiente. Oculta estaba la escarpada cumbre, que al otro día nos daría una grata sorpresa.
Decisiones
Levantamos campamento. La tarde estaba muy agradable y el hambre ya no se hacía esperar más. Rápidamente parte del equipo comenzó a preparar lo que sería la cena, para posteriormente relajarnos y conversar respecto al día y la jornada siguiente de intento a cumbre. Nos preguntábamos como sería, ya que desde el camino se ve bastante escarpada.
A eso de las 22:00 horas ya estábamos todos en la carpa; algo de viento soplaba, pero el bosque siempre presta buena protección para estos casos.
Al otro día, el despertador sonaba a las 06:00, para comenzar a moverse y preparase para la gran y esperada jornada de aquel domingo. El pronóstico del tiempo decía que se venían las precipitaciones para ese día en la tarde, por lo cual teníamos una ventana que nos permitiría llegar a la cumbre y descender antes de la lluvia.
A las 07:30 estábamos partiendo rumbo a hacia la esperada nueva cima, emocionados por saber que ocultaba la falsa cumbre que se anteponía ante nuestros ojos. Inclinada, expuesta al viento y con rastros de nieve de las últimas precipitaciones, nos tomó una hora y media superarla, para que una vez alcanzado el gran plateau que se ubica sobre esta montaña, la naturaleza nos regalara una vista inigualable de la cordillera. Escarpados picos nevados nos rodeaban siendo las 09:00 de la mañana, y a lo lejos veíamos como los macizos ya se venían cubriendo y el viento comenzaba a soplar con fuerza.
Esperamos reunirnos todos para proseguir nuestra marcha, y por espacio de 45 minutos nos mantuvimos atravesando este plateau cubierto de rocas expuestas, pero en cuyo término nos permitiría divisar la imponente cumbre que todos esperábamos ver. Nieve y roca componían la ruta por la cual debíamos ascender, la dificultad técnica que, a simple vista, presentaba la montaña de inmediato hizo dar un paso atrás a algunos integrantes del grupo, mientras que a la vez, nos reunimos para tomar una importante decisión, quienes intentarían la cumbre y quiénes no.
De las diez personas, se decidió que cuatro seguiríamos camino a la cima. La jornada se extendería más allá de lo pronosticado, desde el punto en donde nos encontrábamos; calculamos unas dos horas más por lo menos y las nubes ya se encontraban cubriendo las cimas vecinas del noroeste.
Con el equipo listo, comenzamos el intento a la cima. Descendimos un par de metros para montarnos sobre el extenso nevero que se inclinaba por sobre los 50°. Ya perdida la vista con el resto del equipo que se habían marchado rumbo al campamento, nos dispusimos a encordar y enfocarnos en el corredor que nos llevaría a la próxima etapa, hasta ese momento no visible.
La última escalada
La nieve se encontraba compacta, en muy buen estado para avanzar; a ocasiones algunas planchas de hielo jugaban una mala pasada, pero nada muy importante. A eso de una hora, alcanzamos una rimaya que nos separaba de la roca madre, la cual tuvimos que superar realizando un corto traverse para retomar nuevamente el último tramo del corredor.
En estos metros finales donde la nieve comenzó de a poco a quedar atrás y la roca se comienza a asomar, el viento con rachas que alcanzaban los 100 km/h y el granizo más lluvia ya nos habían alcanzado, mojando por completo la roca y dificultando el doble la escalada que se venía a continuación.
Al llegar al final del corredor, nos encontramos con la sorpresa que habíamos alcanzado un expuesto filo que dividía ambos valles, mientras el viento y la precipitación hacían de esta aventura mucho más emocionante de lo esperado. Una pared de cinco metros se levantaba vertical sobre nosotros, mojada y expuesta, sin embargo estábamos a un paso de la cumbre y decidimos escalarla, mientras pensábamos que era la recta final.
Sin embargo al superarla con precaución de movimientos, vimos un par de metros más allá otra vertical pero que esta vez sin duda alguna era la anhelada cima. Soportando el viento, nieve y frío que seguía azotando cada vez con más fuerza recordándonos que estamos en la Patagonia, ya a los pies de la corta y última escalada, nos dispusimos a treparla para finalmente, a las 13:30, después de largas 6 horas de ascenso, gritar los cuatro compañeros ¡Cumbre! Y abrazarnos en torno a una gran felicidad por la meta alcanzada.
Dedicatoria
La cumbre se dedicó a la madre de nuestro amigo y presidente del club, Ernesto Teneb. Ella había fallecido recién hace una semana antes de este ascenso. Vaya a él y su familia mi más sentido pésame. Ernesto hora cuenta con un ángel que lo guiará por las montañas el resto de su vida.