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Ski en la India, entre monos y Montañas

Días soleados y abundantes de nieve fresca. Días de emocionantes desafíos deportivos e intensas experiencias de interacción cultural en la exótica realidad hindú.

Texto: Julio Hochschild

Fotos: Jordan Ingmire (www.jordaningmire.com)

 

Kashmir, región al extremo norte de la India, más conocida en el mundo por el trabajo de la seda y los textiles, tiene hoy como centro de atracción turística a un centro de ski llamado Gulmarg.

Con una sola góndola de antigua tecnología, sin pistas establecidas y un sinfín de líneas para esquiar, este paraíso del Freeride, ubicado en el corazón de los Himalayas, tiene algo más que nieve.

Para llegar a Gulmarg, se debe tomar un avión de una duración de 2 horas aproximadamente, y se aterriza en Srinagar. Esta localidad es conocida por el lago que lleva su mismo nombre, donde existe la particular costumbre de alojar en casas-bote. No tuve la experiencia de alojar ahí, pero sí me lo recomendaron mucho.

Una vez aterrizado en el pequeño aeropuerto de Srinagar,  sentí una atmósfera tensa y hostil. Estaba solo, no sabía bien hacia dónde dirigirme ni a quién hablarle.

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Un poco sobre Kashmir y la India

La zona de Kashmir ha sido desde la fundación de la India, año 1947, una disputa entre Pakistán y la India. A fines de los años ochenta, la frustración por las elecciones y el estancamiento económico, comenzaron a hacerse notar. Luego le siguió un levantamiento islámico de dos décadas, marcado por ataques terroristas y miles de muertes. A pesar de las advertencias que había recibido por hindúes que conocí previo a mi aventura, mi instinto me decía lo contrario. Tenía que conocer este lugar como fuese.

Una vez que tuve mi equipaje de vuelta en mis manos, salí del aeropuerto y una avalancha de taxistas me ofrecía transporte a Gulmarg. Ellos ya percibían mi lugar de destino.

Haciéndole el quite a la mayoría y evitando ser una vez más estafado por los taxistas de Asia, di con uno que por un precio más razonable y se ofreció a llevarme en su jeep, un clásico Mahindra hindú.

Con el andar, me di cuenta lo que todos me habían advertido: presencia militar por donde mirara, adultos y niños armados. Era algo que nunca antes había visto. Una mezcla de temor y respeto.

A medida que nos adentrábamos hacia la montaña, lo que era lluvia se transformó en pequeños copos de nieve y el pronóstico estaba cumpliendo su palabra. Cincuenta centímetros de nieve polvo era lo que el frente bajas temperaturas iba a dejar en las inmediaciones de Gulmarg. Para suerte mía, el frente estaba justo culminando y los próximos días se esperaban cielos despejados y pleno sol.

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La suerte del viajero

Ya negociado el precio del taxi, llegó el minuto de abandonar a mi amigo taxista, que por lo demás no hablaba ni una pizca de inglés. Sin embargo, lo que resultó ser el destino final para él, no era mi lugar de destino ni lo que me esperaba yo.

Si bien ya estábamos en un pueblo de montaña, dejando de lado la realidad de la ciudad, aún no sentía que había llegado. El taxista me explicó que no podía seguir arriba porque no tenía cadenas para la nieve y no se quería arriesgar. Bajé del Mahindra y hacía frío, caía nieve y ya se estaba oscureciendo. Si alguna vez han escuchado de “la suerte del viajero”, pues yo la estaba por tener.
Entre caras hindúes, pude ver a un grupo de occidentales como yo, vestidos de nieve. Venían caminando hacia mí, y sin dudarlo empezamos a conversar. Me preguntaron hacia dónde quería ir, y si tenía un lugar para alojar. Fue lo mejor que me podría haber pasado. Me buscaron un nuevo jeep-taxi y me fui con un grupo de hindúes a donde sería mi última parada.

Fueron treinta minutos de ansiedad máxima sabiendo que solo había venido por cinco días y la naturaleza me había bendito con las condiciones perfectas.

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Todo listo para empezar

Ya instalado en el Global Hostel, propiedad del Director de Heliski de Gulmarg, Billa Majeed Bakshi, no alcancé ni a comer y ya estaba en el ski shop del hostal buscando mi equipo para los próximos días.

¿Buenos equipos de ski en la India? Ni se pueden llegar a imaginar lo que arrendé. Para sorpresa vuestra y mía las tablas eran de marca reconocida, asimismo con las botas, bastones y  el casco.  Fijaciones de randonneé y pieles: también las incluí en mi arriendo, lo que me permitió viajar por esas montañas y recorrerlas hasta no dar más. El resto de los accesorios los traía yo, y el equipo de avalanchas también. Era un tema no menor, y fui advertido con anticipación que sí quería esquiar allá, antes de ponerme un ski tenía que portar mi equipo mínimo de avalanchas;  ARVA, pala y una sonda.

Cansado después de todo lo acontecido, conociendo a la gente que estaba en el hostal y descansando en el área común junto a una chimenea, había dos snowboardistas que venían de Estados Unidos y fueron ellos los que hicieron este viaje aún más increíble.

Uno de ellos se llamaba Jordan y el otro Ian. Jordan es fotógrafo profesional y ha capturado fotos para las portadas más importantes de revistas de ski y snowboard de EEUU. Esto no podía ser verdad. Cincuenta centímetros de nieve fresca, días de sol y con un fotógrafo profesional de partner. Por lo que ya se podrán imaginar lo que fueron aquellos intensos cinco días de caminatas,  a veces de hasta tres y cuatro horas, la más extensa, buscando la nieve polvo, a la cual muchos podían acceder.

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Los blancos días soñados

El día comenzaba a las 08:00. Abría las cortinas y veía la montaña nevada, además de una familia de verdaderos monos de nieve que hacían el comienzo del día aún más peculiar. Acompañado de un buen y calórico desayuno compuesto del clásico té hindú, tostadas, fruta, jugo y una que otra barra de cereal, dábamos inicio a la jornada.

Teníamos que caminar desde el hostal hasta la boletería, por la calle principal donde los locales ofrecían sus servicios de transporte en un trineo hecho de madera. Era todo tan rústico y especial. Me imaginaba una especie de Alaska pero quince años atrás, donde ni las motos, ni los helicópteros habitaban.

Una vez con nuestros tickets, hacíamos otra pequeña caminata de 5 minutos hasta  dar con la única góndola, que contaba con dos etapas, donde la segunda te dejaba a la altura de 4000 msnm. Es la góndola más alta del mundo, en el lugar más barato del mundo para esquiar. Solamente en los Himalayas se podía gozar de algo así.

Por otra parte, hace unos cuantos años que se introdujo el heliski en Gulmarg, lo que ha traído consigo a turistas de todas partes del orbe, donde hasta esquiadores profesionales han gozado de su nieve, tales como Pep Fujas, Mark Abma y Sen Pettit entre otros.

El heliski era una opción, pero desgraciadamente los pilotos ya habían culminado su contrato para esa fecha. Había que optar por lo normal, y usar la góndola.

Una vez en la cima de la montaña, el panorama era todavía más alentador. Infinitas líneas, muchísima nieve y lo mejor, estábamos prácticamente solos.

La preocupación era: ¿Izquierda o derecha? ¿Bowl o Spine? ¿Roca o cornisa? Las alternativas eran múltiples pero el concepto era uno solo: disfrutar a fondo.

 

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Así transcurrieron los 5 días, donde se complementaban las buenas condiciones climáticas, nieve polvo por todos lados, y una atmósfera de misticismo con la gente local y buena vibra en general. Hice amigos de otras partes del mundo que llegaban aquí a disfrutar de la vida de montaña y a compartir experiencias. Eso hace de este lugar un destino para volver.

Llegó el día del retorno. El vuelo salía a las 13:30 y un taxista con el que logramos acordar un buen precio nos dijo el día anterior: “Estamos OK, los paso a buscar a las 05:30”. No entendíamos nada. En mi vida había tenido que salir tan temprano para tomar un avión. La razón, desconocida para nosotros, era por una huelga masiva por las calles de Srinagar, producto de la cuelga de un joven inocente.

¡Ahí nos dimos cuenta donde realmente estábamos metidos! Ahí nos dimos cuenta que todo lo que advertían sobre este lugar era verdad, y no se quedaba en solo palabras. Habían matado a un muchacho la noche anterior, culpándolo de algo que no había cometido.

De alguna manera el susto se apoderó de nosotros. Contaban los locales que en casos como esos la gente salía a la calles a protestar y los balazos se escuchaban como bocinas; ante el escenario que veíamos venir, concluimos con los gringos que había que optar por salir temprano, dejando todos los planes de lado. Era demasiado el riesgo.

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Mañana siguiente, despertador a las cinco AM y arriba del taxi. El ambiente en las calles era tenso y a esas horas de la madrugada ya se podían apreciar las primeras quemas de neumáticos y la gente saliendo a la calle. Se esperaba algo poderoso y no quisimos conocerlo.

Ya seguros en el aeropuerto, agradecidos por llegar sanos y salvos, nos quedaba una larga espera para tomar el vuelo. Espera que nos dio el tiempo para reflexionar, agradecer y acordarnos de lo que fueron esos cinco días, que seguro fueron de los mejores días de mi vida como esquiador. Habíamos esquiado en la India y el recuerdo era insuperable.