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Seno Ponsonby, explorando mares y montañas al sur de Tierra del Fuego

Tres estudiantes se proponen navegar por el indómito Cabo de Hornos hasta el seno Ponsonby, el último lugar de montañas y glaciares de América. Durante casi un mes su hogar fue Pepe II, una embarcación artesanal de 6,9 metros, que los ayudó a enfrentar el duro mar y los llevó a lugares recónditos, jamás transitados por el hombre.

Texto: Maurice van de Maele

Fueron veintidós días a bordo del “Pepe II”, pequeño bote armado con una vela improvisada que nos permitió navegar, entre la constante lluvia y el viento helado, hacia el interior de la Isla Hoste, unas 60 millas náuticas al norte del Cabo de Hornos. La convivencia era estrecha; el desafío, cumplir los objetivos de la expedición; y el éxito, volver todos sanos y salvos. Ponsonby son las últimas montañas nevadas y los últimos glaciares del continente americano. Nosotros sabíamos que parte de nuestro recorrido iba a ser en terrenos donde nadie estuvo antes. Por eso la palabra “explorar” tomó sentido real en este viaje.

La idea

Todo comenzó unos meses antes cuando yo, Maurice van de Maele, con mis dos compañeros, Renato Albornoz y Olimpia Catalán, alumnos de último año de la carrera Ingeniería en Expediciones y Ecoturismo de la Universidad San Sebastián, nos abocamos a planificar el Proyecto de Título “Gran Expedición”, requisito que nos permitiría optar a la titulación el 2015. Una vez conformado el equipo, nos dimos cuenta que aspirábamos a una experiencia tanto novedosa como extrema. Por un lado deseábamos probar el límite de nuestras capacidades y, por otro, aportar al conocimiento y conservación de las maravillas naturales que posee nuestro país. Planificamos, en consecuencia, una expedición que abarcara ambos desafíos: un viaje de exploración a una geografía extrema y, a la vez, que aporte al desarrollo sustentable local.

6 integrantes auspicio

La Ciudad más Austral del Mundo

Para iniciar esta aventura nos trasladamos a la ciudad más austral del planeta, Puerto Williams, lugar de residencia de uno de los tres compañeros de cordada. Era principios de enero 2015 cuando, gracias a la gentileza de Transbordadora Austral Broom (TABSA), nos embarcamos en Punta Arenas en el ferry Yaghán. Luego de treinta horas de navegación llegamos a Puerto Williams, donde habitan unos dos mil habitantes y la principal actividad productiva es la pesca de la centolla. El viaje no sólo fue agradable y bien atendido sino también de una belleza escénica inigualable: paisajes de fiordos, glaciares, bosques vírgenes y gran cantidad de aves y mamíferos marinos.
Una de las características más relevantes de este archipiélago austral es su clima influenciado por la Corriente Antártica, masa de agua que mantiene el medio ambiente a bajas temperaturas dando origen a la Corriente de Humboldt y permitiendo el desarrollo de una alta productividad biológica en el extremo sur. Por esta razón, nuestra latitud meridional ha sido considerada un “Hot-spot” de biodiversidad mundial y, en consecuencia, el archipiélago del Cabo de Hornos fue nombrado Reserva Mundial de la Biósfera por la UNESCO, en 2005.
Puerto Williams se encuentra conectada desde Punta Arenas y Ushuaia (Tierra del Fuego Argentina) en verano, pero en invierno se suspenden los cruces a la segunda ciudad.15 Maurice (padre) y Marti¦ün Gonzales

 

La Familia y “el Bus”

Ninguna operación hubiera sido posible en este rincón del mundo sin el apoyo incondicional de nuestras familias y en especial la mía, que nos recibió con cariño durante toda la estadía; además de la ayuda fundamental de grandes personas como Guillermo Godoy, José Toro, Andrea Gómez y Herman Monges.
El alojamiento en Puerto Williams podría parecer poco usual, pero en el mundo de las expediciones donde acostumbramos sobreponernos a la adversidad, fue una bien apreciada experiencia hacer nuestro “centro de operaciones” en un antiguo bus perteneciente a mi papá. La verdad es que haber vivido más o menos dos meses dentro de este bus no fue tan adverso, más aún cuando teníamos la autorización de sacar todos los asientos que quisiéramos para estar más cómodos. El Bus se transformó en un viejo amigo, nos proporcionó abrigo y un lugar independiente para organizar el equipo y a nosotros mismos.

10 La ciudad ma¦üs austral

Bahía Mejillones y Pepe II

El punto de zarpe de nuestra expedición sería la Bahía Mejillones, 30 km. al oeste de Puerto Williams, donde se encontraba nuestra embarcación. Esta hermosa bahía pertenece a las 14 mil hectáreas de territorio de propiedad Yagán en la Isla Navarino. Toda la región del Cabo de Hornos (desde el Canal Beagle hacia el sur), fue habitada desde aproximadamente 4.000 años antes A.C. por el pueblo más austral del planeta: los cazadores marinos Yagán. Uno de ellos, habitante de la hermosa Bahía Mejillones y antiguo amigo de nuestro compañero local, es Martín González Calderón. Martín y su familia nos acogieron con mucho cariño en su casa y queremos expresar aquí nuestro especial agradecimiento a su ayuda y sabios consejos sobre la navegación en los mares australes.
Aquí fue, en este lugar, donde vimos por primera vez el color rojo radiante del Pepe II, la pequeña y frágil embarcación que sería nuestro hogar por casi un mes, y nuestro único seguro de vida mientras estuviéramos alejados del resto del mundo.
Se trataba de un bote de madera de 6,9m de eslora, construido por Martín y su familia de manera totalmente artesanal y con madera del lugar. Es en los bosques de Bahía Mejillones que Martín escogió el gran Coigüe para labrar el quillote de la embarcación. Luego instaló las costillas (cuadernas) y moldeó a fuego las tablas con las que forró su nave. Finalmente le instaló un mástil también construido por él. A un lado de la casa de Martín yacen los restos del Pepe I, el primer bote que construyó su padre y que él ahora es capaz de replicar acordándose de cómo vio hacerlo cuando era niño. El Pepe II no es cualquier embarcación; es un honor recibirlo de parte de Martín para que nosotros lo naveguemos. Vamos en un bote con historia y lo sabemos.
Amarrado en su fondeo el “Pepe II” estaba equipado con un motor fuera de borda de 40 caballos de fuerza, un mástil retráctil de 3 metros y una capacidad de carga de aproximadamente 2000 kilos. ¡Justo lo que necesitábamos!

3 titulo integrantes

Preparados para zarpar

Estando el “Pepe” en Mejillones, pronto comenzamos los testeos del motor y las maniobras, así como también con el acopio de todo el equipamiento técnico, el combustible; los sistemas de comunicación y conexión ExpeNews; elementos de seguridad y supervivencia; botiquines profesionales Hygieia Salud y la infaltable comida.
Algunos de los ítems también fueron de creación propia, como los remos, hechos a punta de hachazos; la caña del timón; las chumaceras, moldeadas al rojo vivo de un viejo fierro duro; los obenques de cuerda de nylon que afirman el mástil y una vela de foque que empezó siendo nuestra carta como vela mayor, pero que después de varios ajustes y problemas, demostró su mejor efectividad en la proa. Una vez que estuvo todo empacado, cargado, firmado e impermeabilizado, comenzó la espera de las condiciones climáticas ideales para estivar todo y zarpar. Día que llegó el viernes 13 de febrero de 2015.
Nunca olvidaremos el emotivo momento en que dimos arranque al motor y comenzamos a avanzar rumbo a Ponsonby, dando la vuelta en la puntilla de Bahía Mejillones para enfrentar el Canal Beagle con su característico y firme viento oeste y ola corta, que nos mojó y enfrió desde el primer minuto de expedición. Ese día, dadas las condiciones del mar, casi no logramos nuestro objetivo de llegar en una jornada a la Isla Mascart, pero aproximadamente a las 15 millas náuticas recorridas se calmó el viento, salió el sol y apareció un paquete de galletas. Sumado a eso pasábamos justo por el Cerro Monasterio con sus afiladas cumbres y neveros a más de mil metros sobre nosotros, cuando Olimpia ve a la distancia un grupo de ballenas que nos saludaban con sus poderosas respiraciones.
Para coronar este fabuloso día, llegando al seno Ponsonby, nos recibe un grupo de 6 delfines con impresionantes saltos de hasta 2,5 metros fuera del agua. Además superamos nuestro pronóstico, logrando fondear con precisión y sin dificultades en la bella y remota Isla Mascart, con un total de 30 millas náuticas recorridas.

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Paraíso Ponsonby

El Seno Ponsonby, desde el primer instante, nos cautivó con su enorme despliegue de maravillas naturales, desde ballenas, delfines, lobos marinos y truchas arcoíris; pasando por pingüinos, albatros, carpinteros y cóndores; hasta los colosos glaciares, cumbres técnicas, bosques prístinos y un poderoso clima de fondo. En total, recorrimos 142 millas náuticas, equivalentes a 263 km, en 22 días de expedición. Fondeamos en 10 puertos distintos de los cuales 6 fueron originales, ocupamos 350 metros de cabo y solo 170 litros de combustible, navegando unas 12 millas náuticas impulsados por el viento. Caminamos un poco más de 60 km en donde subimos 3 montañas, logrando 2 primeras ascensiones y un intento de cumbre en donde estuvimos a solo 100 metros de alcanzar el objetivo.
Este tesoro natural nos hizo sentir un profundo agradecimiento por el privilegio que tuvimos de visitarlo, nos sentimos afortunados y muy orgullosos de haber demostrado nuestras habilidades de manera tan pragmática y ecológica. Una conclusión fundamental es que la visita a un lugar como éste debe ser de forma apropiada, ya que protegerlo significa involucrar de forma sustentable, probablemente a través del turismo responsable, a la comunidad local. Los datos de la expedición serán entregados a organizaciones locales comprometidas con la ética de la conservación biocultural.

18 paisaje y maniobra carga pepe