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¿Qué nos enseña el deporte para nuestra vida?

A través del deporte y la actividad física vivimos un sinnúmero de experiencias y situaciones que podemos sacar de su compartimento, para traspasar lo aprendido a espacios sociales diferentes, como son el hogar, el trabajo y la familia. ¿De qué manera resulta integrar estos mundos diferentes en un solo aprendizaje?

Aprendemos para situaciones distintas del aprendizaje
Autores como Voss (1987) advierten que todo aprendizaje es en realidad una transferencia, pues nunca utilizamos el aprendizaje en la misma situación en que lo aprendimos. Esto significa que lo más importante no es, en si, lo que vamos a aprender, sino lo que ya hemos aprendido. Es decir, que se debe incluir en el nuevo aprendizaje el conocimiento previo, que puede estar o no relacionado con el área de conocimiento. Cuando estamos realmente comprometidos con una actividad, nos demostramos a nosotros mismos que la persistencia o el ser cabeza dura para resolver una ruta o un descenso técnico, que entrenar para mejorar de manera sostenida nuestra capacidad física y buscar nuevos desafíos son cosas que van más allá de la pasión y la diversión

Ante la dificultad impera lo profundo
Conocí y trabajé con un chico escalador al cual el deporte le cambió la vida: la sana obsesión que tuvo con escalada lo sacó de un contexto social que podía ser un poco dañino, y pasó a un ambiente más sano y positivo, que fue reflejándose también en su espacio “de civil”. Hace poco supe que estaba con un cuadro de depresión, y fue un buen feedback saber cómo él mismo, con lo que había aprendido, no se dejaba caer: la visión que le había dado el deporte lo llevó a pedir ayuda y hablar con gente para buscar apoyo y comunicarse. Quizás sin las experiencias que había logrado al comprometerse con su actividad no habría sabido apoyarse o habría encontrado una salida con una evasión tóxica como el abuso de drogas. Él mismo se estaba recomponiendo y saliendo de su problema.

La escuela del Deporte
Los perfiles profesionales que buscan las grandes empresas han empezado a desestimar candidatos que solo son “grandes cabezones o cartones”. ¿Qué pasa con alguien que sabe mucho, pero no puede liberarse del stress, relacionarse con sus pares, o improvisar en situaciones de tensión? Por ejemplo en Argentina dicen que en todas las grandes empresas debería haber algún directivo que haya tenido participación en Los Pumas, el equipo nacional de rugby. Lo cierto es que fueron varios los integrantes de esta selección que al dejar el deporte pasaron al mundo empresarial, donde valoraron sus habilidades blandas antes que sus títulos académicos, destacando sobre todo su capacidad de trabajar en equipo. Un ejemplo chileno también lo podemos encontrar en el libro de Tomás y Cristián Rodríguez Noé: “Pensar en Equipo”, donde estos hermanos que han llevado su vida ligada al hockey césped analizan deportes colectivos tratando de salir del “idolocentrismo” que pone su atención solo en las actuaciones de las figuras, a un modelo que privilegia la integración colectiva, con un trabajo en que se favorece el progreso interno colectivo para alcanzar un resultado.

Comunicar las emociones
El deporte es formación para todos, no solo para los más chicos. En los deportes en que tengo que expresarme y comunicarme para entender al otro, en especial en los deportes de equipo, esto sucede más a menudo. Por ejemplo para la Selección de Fútbol, si Alexis Sánchez hoy juega para él solo, todos lo van a retar: en los últimos compromisos hemos visto que están todos funcionando como un equipo.
En deportes como la escalada, que si bien es individual, igual podemos encontrar espacios donde es posible un desarrollo de forma colectiva. Por ejemplo, si entrenamos en grupo, más allá de nuestro plan y un entrenador, abrimos nuestras emociones al equipo: las frustraciones, los enojos, el gozo de nuestros logros. Toda emoción negativa bien regulada se puede utilizar como combustible para el desarrollo: nos abren a hacer más fuerza y a movernos una vez que controlamos nuestra mente

Compartir y Organizarse
“No voy con desconocidos a la cordillera”, dice el reconocido montañista Claudio Lucero. Toda persona que ha enfrentado un desafío de montaña junto a una cordada que ya conoce descubre en sus compañeros y compañeras sus fortalezas y sus debilidades. Al compartir en entornos naturales que implican un desafío físico, uno es capaz de detectar, por ejemplo, a través de la manera de caminar o de mirar, si quien está al lado está triste, enojado, motivado. Y esa capacidad de detectar señales sutiles y acercarse con atención, sin duda es productiva si uno sabe aplicarla a otros escenarios. En lo personal, cuando encuentro gente que se ha desarrollado en la montaña, o que se ha desarrollado en su deporte a un buen nivel, se genera una cercanía, como si uno fuera de una misma tribu. ¡Hay confianza por lo que uno presume que ha aprendido el otro! Confío que el otro va a hacer la parte que le corresponde o se comprometió a realizar. En la montaña a veces esto resulta a la fuerza: uno aprende con el tiempo que tiene que ser disciplinado, que hay errores que no se pueden permitir, y si suceden uno debe tener herramientas para sobrevivir. Si se queda el equipo, una parte de la carpa, y no sabes hacer un vivac, ¡estás frito! Debo tener otras herramientas y la forma de lograrlo por otro lado. En las cosas prácticas, el deportista va generando una estructura bien útil para la vida y para la pega.

Apoyarse en un guía positivo
Mi socio en Entrenamiento Mental, Carlos de La Cruz, hizo una investigación para su tesis donde analizaba habilidades que los chicos aprendían jugando volleyball y como estas se transferían a la vida académica. A partir de esto también analizó que el fenómeno de la transferencia se producía de una manera muy relacionada a como el entrenador o guía reforzaba los conceptos con los deportistas: a veces los entrenadores se centran solo en el rendimiento, y se genera una transferencia toxica, donde solo se rescata el ego, el creerse más que el otro, y el demostrar el físico. Un ejemplo clásico del cine es el rol que cumplen los entrenadores en la primera película Karate Kid; mientras Daniel San, que no sabe nada, aprende con Miyagi para defenderse y recibe mucho más, los chicos Cobra Kai, que tienen un entrenamiento tradicional, transfieren los vicios de su entrenador, quien les pide expresamente que dañen a sus oponentes. En la juventud y la adolescencia, somos muy permeables a cómo nos guíe nuestro entrenador, que muchas veces se trasforman en nuestros segundos padres. ¡Ellos van a ser los modelos para guiar nuestra experiencia a lo positivo!


 

Sergio Miranda es psicólogo deportivo y organizacional, y Magister en Actividad Física y Deporte de la Universidad Central de Chile y la Universitat de les Illes Balears de España. Es un entusiasta de las actividades al aire libre, donde ha realizado guiados e instrucción de montaña, además de trabajar en temas de Outdoor Training. Es uno de los fundadores de Entrenamiento Mental (entrenamientomental.cl) una empresa dedicada a desarrollar destrezas en deportistas a través de programas individualizados, los cuales se basan en estudios de la psicología del deporte, psicología aplicada al rendimiento, el coaching, entre otros.