En medio del desierto, en los paisajes de silencio eterno que se forman en Atacama, Josefina y Jonatha se aventuran a descubrir nuevas rutas en bicicleta para el Hotel Altiplanico San Pedro de Atacama. Sobre unas fatbikes y durante los más de 350 km pedaleados, se encuentran con el Valle de Catarpe, un lugar que representa todo lo mágico y profundo del desierto.
Texto: Josefina Hudson
Fotos: Jonatha Junge
Antiguamente en la cultura Lickanantai, originarios de la localidad de San Pedro de Atacama, observaban el cielo a través del reflejo de éste mismo en pozones de agua. En vez de mapear las estrellas, estudiaban los espacios vacíos que hay entre ellas, las manchas negras del cielo, creando las constelaciones andinas.
Hoy en día, en la misma zona de San Pedro de Atacama, específicamente en el Cerro Chajnantor, que en lengua kunza significa “Lugar de Despegue”, se encuentra el observatorio más grande del mundo, ALMA. Aquí se estudia el cielo mediante su reflejo en las enormes pantallas de las antenas, y se observan los hoyos negros sin estrellas para descubrir la formación de nuevas galaxias.
Así es Atacama, un lugar mágico donde la historia, la ciencia, el cielo y la naturaleza han logrado conservar su esencia a través de los siglos.
Sobre esta primicia nace un nuevo proyecto en manos del Hotel Altiplánico San Pedro de Atacama, en el cual Jonatha y yo nos comprometimos con ir a explorar la zona de San Pedro a través de una mirada diferente, enfocado en la magia del lugar, de manera de potenciar el turismo de naturaleza de calidad. Nuestro principal objetivo era crear rutas pedaleables hacia atractivos naturales de la zona saliendo desde el mismo hotel, ubicado cerca del pueblo. Es así como comienza nuestra historia.
Partimos nuestro viaje de exploración cada uno con su bicicleta Specialized, Jonatha con una Fatboy y yo con una Ruze, ambas ideales para pedalear por la arena y la superficie rocosa del desierto, y que resultaron ser nuestras fieles compañeras durante la expedición
El mágico Valle de Catarpe
Partimos en nuestras bicicletas hacia Laguna Cejar, seguimos por los aillus, los Valles de la Luna y de la Muerte, hasta que descubrimos lo que tanto estábamos buscando: un sector mágico y desconocido por muchos, llamado Valle de Catarpe, que con sus fascinantes senderos y rincones lo convierten en un destino de naturaleza ideal para recorrer en bicicleta.
Pedalear el Valle de Catarpe provocó en nosotros infinitas emociones. La soledad de sus paisajes rodeados de cañones, inmensas rocas con petroglifos tallados en ellas, relieves y colores de tierra rojiza nos hizo sentir que estábamos recorriendo otro planeta, Marte quizás, donde predomina la sensación de misterio, asombro y respeto a lo desconocido. El silencio es profundo y constante, incluso puede llegar a ser intimidante.
Descubrimos senderos eternos que mediante curvas y pendientes recorrían la superficie atravesando montículos de tierra firme, decididos a mantener sus extrañas formas. Es como si todo el Valle hubiese sido diseñado como un trofeo para aquellos ciclistas que logran encontrar este paraíso escondido. Un extravagante parque de diversiones natural y gratuito que te llena de gozo y una profunda conexión contigo mismo y la naturaleza en su estado más puro.
Perdidos en Catarpe
«No tenemos margen de error, el sol se esconde en 20 minutos» me dijo Jonatha con un tono preocupado y serio durante nuestro décimo día de expedición. Nosotros figurábamos perdidos en la mitad del valle inexplorado a 30 km. del hotel, sin señal, con nuestras bicicletas al hombro y los zapatos mojados luego de haber atravesado el río al menos 10 veces intentando encontrar una salida.
En ese momento ya habíamos pedaleado más de 250 kilómetros por el desierto, descendido el Volcán Toco y algunas dunas en bicicleta, sobrevivido a temperaturas bajo 10 grados y vientos de 70 kms por hora y el día que estábamos más tranquilos con la ruta que nos tocaba pedalear, estábamos quedándonos sin sol para volver.
Nos encontrábamos en San Bartolo, lugar muy alejado al cual habíamos llegado pedaleando por uno de los caminos más solitarios que hicimos durante todo nuestro viaje. Después de conocer la Piedra de la Coca con sus petroglifos, habíamos seguido por un camino entre montañas, quebradas y planicies hasta cruzar los ríos Grande y San Pedro. No nos habíamos cruzado con ninguna persona en todo el día y no teníamos señal de celular. Las ruinas, antiguos poblados y esculturas naturales de piedra eran nuestra única compañía.
El retorno lo habíamos planificado por un sendero por dentro de la quebrada del río San Pedro, que en los mapas y fotos satelitales se veía muy claro, pero que al llegar ahí nos dimos cuenta que no lo era. Lo que pasa es que las raras pero contundentes lluvias que atingen en el desierto durante el invierno boliviano, hacen cambiar la dirección de los ríos. Este fenómeno había provocado que el sendero dentro de la quebrada se llenase de agua y que a nosotros no nos quedara otra alternativa que bajar por el caudal del río mismo, tarea bastante dura y helada para nosotros y nuestras bicicletas.
Cargamos las bicicletas al hombro mientras escalábamos rocas y cruzábamos las fuertes corrientes del río, y pedaleamos tramos intermitentes cuando era factible pedalear. Las ruedas anchas nos permitieron avanzar por la superficie arenosa lleno de obstáculos y el poco peso que implicaba cargarlas nos ayudó a seguir adelante hasta llegar finalmente y bajo la luz de la luna a nuestro querido hotel Altiplánico.
Las escondidas rutas en dos ruedas
La exploración fue un éxito. No sólo registramos diversas rutas para indicar a futuros ciclistas cómo acceder a los maravillosos atractivos turísticos de San Pedro, sino que también logramos mapear lugares donde la esencia Lickanantai aún permanece intacta a través de su poderosa energía, escrituras en las rocas y silencio eterno, que sin duda, vale la pena experimentar.
¿Mi recorrido favorito? Difícil de responder. El Valle de Catarpe es tan grande y único que vale la pena dedicar varios días para conocerlo. Un pedaleo entretenido y multi-escénico podría comenzar por la Garganta del diablo, seguir por el antiguo camino que conecta San Pedro con Calama atravesando el túnel y luego conectando por el sendero de Las Cornisas hasta llegar al mirador del Valle de la Muerte. El regreso se puede hacer bajando por este mismo Valle y saliendo nuevamente al camino de Catarpe. Claro que estos nombres no dicen nada para la mayoría, pero con la nuevo libro que estamos desarrollamos para el Hotel Altiplanico, podrán descargar online y de manera gratuita las rutas, fotos y descripción de los recorridos.
Para todos quienes se aventuren a conocer este lugar, recomiendo hacerlo con precaución y respetar los horarios de luz del día, para no quedar atrapados en la mitad de esta inmensidad aislada y desconocida con las bajas temperaturas que se asoman en la noche del desierto.
No quiero dejar de mencionar que para que podamos seguir compartiendo tesoros, necesitamos que éstos sean tratados y mantenidos como tal. En el caso del Valle de Catarpe, las normas de conservación de la comunidad no permiten el ingreso de motos ni acampar en el sector, y por supuesto que se debe respetar los senderos para no erosionar ni destruir este lugar mágico donde la historia, la ciencia, el cielo y la naturaleza han logrado conservar su esencia a través de los siglos.
“Bicicletas para el desierto»:
por Jonatha Jünge
Specialized fue una de las primeras grandes marcas en desarrollar las bicicletas de ruedas anchas, las Fatbikes y las 27.5+ o 6fatties. Su principal modelo es la Fatboy, con neumáticos de 26’’ x 4.6’’, ideal para la nieve y la arena. Con ella pude bajar las grandes dunas del Valle de La Muerte con relativa facilidad, aun que la verdadera ventaja está al pedalear en los caminos y senderos donde hay muchos tramos arenosos, cruces de río y bajadas o subidas con rocas sueltas — todos estos se tornan obstáculos entretenidos y no motivos para bajar de la bicicleta. Aún que parezca pesada y asuste a muchos ciclistas tan preocupados con el peso de su bici, la Fatboy tiene respetables 14kg y una geometría trasera más corta que le entrega mayor manejabilidad.
La Ruze es el modelo femenino de ruedas 27.5» x 3.0’’ y con un enfoque en la diversión más que la performance. Es liviana y rápida, con solamente suspensión delantera y tija telescópica. Sus ruedas sensiblemente más anchas dan mayor confort y tracción sin necesitar una suspensión trasera, y para bajadas es suficientemente segura y ágil. Es súper equilibrada, ideal para Josefina que no tenía tanta experiencia en senderos más técnicos. Ambas bicicletas permitieron que nuestra exploración saliese de los caminos más conocidos. Todas las rutas pueden ser hechas con bicicletas comunes, caminando en algunos tramos y evitando algunos senderos, pero las Fats son la elección ideal para aquellos que les gusta elegir el camino más difícil. Pueden encontrar un review completo orientado a las bicis y equipos que usamos en nuestro artículo en www.montenbaik.com
Más Informaciones
El Hotel Altiplánico se ubica pocos metros antes de la entrada al Valle de Catarpe.
Las habitaciones tienen su propia terraza privada para guardar las bicicletas, duchas exteriores para disfrutar de un baño al aire libre después de pedalear y una exquisita piscina para refrescarse.
El libro de rutas con mapas, fotos y descripción de los recorridos podrá ser descargado próximamente en el website del hotel. www.altiplanico.cl