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Navegando a Vela en el Caribe III

A bordo de la Expedición Equinoccio

-Terminamos esta aventura que en dos meses unió Newport con Trinidad. Aquí la bitácora del Capitán Tormenta y la inesperada conclusión de este viaje, junto a las reflexiones de lo que significa hacer una vida moviéndose libremente en el mar.

Texto: Martin Westcott y Melanie Leibbrandt.

Fotos: Bernardita Grez.

 

ZARPE A FERNANDO DE NORONHA.

1 de Junio. Por la mañana la tripulación se ducha a bordo del catamarán. Llenamos los estanques de diesel con los bidones y dejamos tres de reserva. A media mañana zarpamos. Nos dirigimos al norte con la idea de ganar altura y escapar de la corriente de Guyana. Navegamos 173 millas en 24 horas y decidimos poner proa al sureste rumbo a Fernando de Noronha. Hace tiempo que no zarpaba de una isla con la sensación de haber visitado un lugar tan especial, con gente buena que nos ayudó desinteresadamente.

2 de Junio; vamos en rumbo a 8 nudos. La tripulación se entretiene jugando cartas. El motor se detuvo, pero prendió; puede ser que se haya calentado. Como vamos muy escorados y la toma de agua dejó de chupar agua. A media mañana cae una ola que empapa la cama de Melanie, también cae agua sobre la alarma de gas; suena la alarma y el flujo de gas se interrumpe. Pepe y Sebastián logran desactivarla y recomponer el flujo de gas. ¡Podemos seguir cocinando! Sebastián prepara unas hamburguesas con arroz. Melanie escribe un texto -que reproduzco más abajo- que representa un poco lo que es vivir abordo de un velero en constante movimiento, con un niño de un año y 6 meses.

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NAVEGAR ES VIVIR EL AQUI Y EL AHORA.

Algunos dicen que navegar es la manera más lenta, incómoda y cara para llegar de un lugar a otro. Después de navegar más de 5000 millas desde Chicago hasta Trinidad y Tobago tengo otras impresiones.
Navegar es poder moverte libremente por los mares de nuestro planeta, empujados sólo por la fuerza del viento. Viento unas veces apacible, otras veces violento por mares a veces calmos y otras veces gruesos. Navegar es un estilo de vida, es pasar de ser sedentario a nómade. Es dar un paso al lado del mundo que todos conocemos, para entrar en otro donde las prioridades vuelven a ser las esenciales.  Es saber dejarse llevar…

Es abrazar nuevas costumbres y abandonar otras. Es saber desconectarse de la vida en sociedad y aprender a disfrutar la soledad en la inmensidad del mar.

Es dosificar las comunicaciones. Es saber prevenir y también curar.

Es tomarle el peso a la autosuficiencia, teniendo que ser navegante, cocinero, mecánico, carpintero y doctor al mismo tiempo.

Es para mí, como mamá, una guardia constante.

Es dejar de vivir con miedo, teniendo el control de los riesgos y estando preparado para afrontar los problemas. Es estar “nunquam non paratus” (nunca no preparados o siempre listos) y cerrar las escotillas antes de que entre esa ola inesperada y moje todas las camas, es cerrar bien el cajón antes de que salgan volando los cuchillos por el pasillo, es caminar siempre con una mano afirmada del barco, de lo contrario es una caída segura.

Es tener encuentros extraordinarios con ballenas, delfines, tiburones y tortugas. Vivir momentos únicos como ver la luz fluorescente de las noctilucas en la noche.

Es poder compartir con mi familia de la manera más intensa y poder darle a nuestro hijo una lluvia de estímulos que lo hará crecer en un mundo más sano, respirando el aire más limpio y puro que se pueda imaginar.

Es saber repartirse las labores, cumplir horarios y apoyar al compañero.

Es estar timoneando el barco con 25 nudos de viento en contra recibiendo gigantes olas en la cara. Es pasar frío y a veces calor.

Es gozar la lluvia de agua dulce en la cara después de tantas olas saladas.

Es vivir el día a día sobre un suelo inclinado en 30 grados que además cabecea con el vaivén de las olas. Es dormir apoyado en la pared o cayéndose del colchón.

Es sentir la vibración del casco en tu espalda cuando el barco cae de una ola y se azota contra la siguiente.

Es cerrar los ojos, abrazar a Larry y confiar en que la embarcación aguantará la tormenta.

Es navegar 200 millas por día esperando cumplir pronto con las 1600 que nos faltan para el destino. Es encontrarse con peces voladores sobre la cubierta.

Es, para los menos afortunados, tener que lidiar con uno de los síntomas más desagradables, el mareo. El virus de los navegantes, prueba de fuego y gran victoria para aquellos que logran vencerlo.Es tener que adaptarse al movimiento, antes de que el movimiento se apodere de ti. Es valorar pequeñas cosas, como una toalla seca, una cama limpia o un vaso con hielo.

Es el arte de cocinar en una cocina que baila al compás de las olas y con esa rica comida mantener el espíritu de la tripulación en alto.

Es aprender a sentir el viento y dirigir la embarcación al rumbo deseado y gozar la aceleración del barco de 23 toneladas al surfear una ola de 5 metros.

Es sentir una satisfacción inmensa al llegar a tierra después de varios días en alta mar, te hace mirar cada lugar con otros ojos. Es no navegar contra la corriente, si no que saber evadirla.

Es tener paciencia, mucha paciencia. Y también es saber cuándo parar.

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LA NOCHE QUE NO NOS HUNDIMOS.

3 de Junio; son las 4 de la mañana me despierta Pepe. La bomba sentina no para de funcionar y hay una trizadura en el casco. ¡No le puedo creer! Tomo rápido la decisión y digo en voz alta: ¡Game over! Melanie se despierta y le explico la situación; no hay otra alternativa que regresar, no sé bien a dónde, pero hay que regresar. Derivamos el barco y trasluchamos, vamos a favor de las olas y el viento. Cómodos y rápido. Ponemos un rizo en la mayor, reduciendo la superficie de velas. La seguridad es lo primero. Entra muchos menos agua y la trizadura casi desapareció al no tener presión. Tomo mi guardia. Me cuesta creer lo que está pasando. Todos los sueños, todo el esfuerzo, años invertidos en este proyecto. Tenemos una revista Compass de veleros del Caribe a bordo. En la contratapa hay una gran foto de Chaguaramas en Trinidad, se ven muchos astilleros. Decido seguir rumbo a Trinidad. No hay nada en las Guyanas y al parecer es peligroso. Despierto, a media mañana, no sé si todo fue un sueño, pero la realidad te hunde rápidamente. Le escribo a mis amigos que me esperan en Rio de Janeiro que no vamos a poder llegar. Con una pena terrible, ya que al escribir la situación se convierte en realidad.

Le explico la situación a la tripulación. Les hago ver, para bien o para mal, las cosas que a mi gusto faltaron. Hay que cerrar el ciclo.

5 de Junio. A las once de la mañana entramos por Boca de Monos a Chaguaramas. Llamo por radio y me indican que estamos tarde para sacar el barco del agua y que tendremos que esperar hasta después de almuerzo, tipo 1 de la tarde. ¡Ustedes no entienden, nos estamos hundiendo! OK, me responden, en ese caso, ¡los sacamos ahora!

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LA DECISIÓN CORRECTA

Nos recibió Raga un holandés nacido en Saint Vincent que es el encargado de la marina. Muy buena onda: nos llevó a la aduana -que está cerrada de una a dos- pero se puede pagar extra, si quieres que te atiendan en horario de colación. Decidimos esperar.
Raga nos invita a todos una bebida y luego hacemos aduana, mucho más engorroso que en el resto del Caribe; me recuerda a la burocracia de India, también porque casi el 50 % de la población es originaria de este país. Al sacar el yate del agua se ve una gran área sin pintura. Se nota que se salió un parche. Uno nunca termina de aprender.

Hoy es 8 de Junio y es nuestra cena de despedida. La tripulación regresa a Chile. Con Melanie nos quedamos esperando al hombre del seguro. Navegamos 4308 millas desde Newport en menos de dos meses. Como todos nos dicen, tenemos suerte de estar vivos: hace poco un yate que navegaba de regreso a Inglaterra desde Antigua naufragó, encontraron al yate flotando sin quilla y sin almas abordo. Todos nos dicen que tomé la decisión correcta al regresar y no seguir rumbo a Brasil. Lo que no saben es que fue Melanie quien tomó la decisión, solo con su mirada. Tengo suerte de tener a Melanie y a grumete Larry a mi lado y que están todos sanos y salvos. Nunca me hubiera perdonado si les hubiera pasado algo. Estoy seguro que Equinoccio III volverá a su belleza original y podremos seguir con nuestra aventura. Pero no sé cuándo. ¡Hasta la próxima!

 

Agradecimientos
La expedición Equinoccio es auspiciada por Banco BICE y BICE Inversiones, Natalie y Skin Bracer, de Laboratorio Davis, junto a Mercedes-Benz.  Si quieres ser parte de ella como fotógrafo, camarógrafo, navegante, biólogo marino, tripulante o pasajero, enviar un correo a capitan@equinoccio3.com. En abril del 2015 seguimos creando conciencia en el Mar Caribe,  Centro América, Islas Galápagos y Océano Pacifico. La expedición Equinoccio se puede seguir a través de su web www.equinoccio3.com y por  redes sociales, en @equinoccio3 en Instagram, @equinocciotres por Twitter y /Equinoccio3 en Facebook