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Kayak en Familia por Pumalín II

Continuamos la travesía por los fiordos australes. Magdalena Leonvendagar junto a su papá, hermano y cuñado ya han avanzado hacia el sur y siguen los descubrimientos y sorpresas. Nuevos lugares, desafíos, cambios de planes componen esta segunda parte. Navegación con delfines, el parque Pumalín, más termas y pesca en este final de su viaje en kayak.

Texto y Fotos: Magdalena Leonvendagar

Al día siguiente, levantamos campamento, cargamos los kayaks y partimos temprano antes de que saliera viento, rumbo al norte, bordeando el lado oeste del fiordo Comau. El agua estaba calma, sin olas y después de remar un rato y pasar por la desembocadura del río Porcelana, divisamos a lo lejos un par de delfines. Los empezamos a seguir lentamente para no asustarlos, pero queríamos acercarnos. Fue un sentimiento encontrado, porque, por un lado, los quería ver de muy cerca pero, por otro, me sentía del mismo porte que ellos y a su altura en el kayak, lo que me daba un poco de nervios. Eran como 5 delfines que jugaban y se hundían, y después de seguirlos y observarlos un buen rato, se alejaron y desaparecieron.

Cercano a geysers de Porcelana.

Rio Vodudahue: un descubrimiento

Mucha gente de la zona nos había dicho que el río Vodudahue era uno de los lugares más lindos, y además una de las partes del Parque Pumalín más atractiva. Nuestro paso justo coincidía con el desove de los salmones, lo que para los hombres del paseo era de gran atractivo, ya que no habían tenido mucha oportunidad de pescar.

Era tarde pero todavía teníamos tiempo para cruzar el fiordo. Nos fuimos de Porcelana y decidimos no ir a Huinay, y empezamos a remar hacia la desembocadura del Vodudahue, bordeando el lado este del fiordo de Comau.

Parque Pumalín.

Había bastante oleaje pero el paisaje era tan lindo que se compensaba el esfuerzo: contemplábamos las montañas color gris grafito, llenas de cascadas y vegetación que llegaba hasta el mar.

Retén de Carabineros en Vodudahue.

 

Además ahí estaríamos al lado de los senderos para llegar a los viveros de Parque. Pasamos al retén de Carabineros de Vodudahue  -que quedaba en la orilla del río- para preguntar sobre el clima de los próximos días, de los rápidos del rio y de la pesca. Muy amable

Seguimos río arriba, y como la marea estaba bajando, aparte de ir contra la corriente, los rápidos se empezaron a formar más abajo de donde teníamos pronosticado, y empezó a ser difícil avanzar.s nos dieron toda la información y hasta nos pasaron un par de “moscas” para la caña, especiales para la pesca en este río.

Campamento cercano a Vodudahue.

 

Después del fallido y peligroso intento, decidimos irnos a la orilla y portear los kayaks por la orilla unos 200 mts rio hasta pasar el rápido. Ya estaba atardeciendo y debíamos encontrar un lugar para acampar luego, antes que se nos fuera la luz.

Yo ya estaba cansada y con frio por lo que tomamos unánimemente la decisión de no seguir y que acamparíamos por ahí. Quedamos que al día siguiente con la marea alta veríamos que hacer; ¡para qué íbamos a tomar un riesgo innecesario!

Viveros de Pumalín

Estábamos cerca de la zona del Parque Pumalín donde tienen los viveros y un par de senderos. Esta parte no es la más conocida, sin embargo es muy linda y la tienen muy bien mantenida.

Parque Pumalín.

Uno de los senderos que hicimos fue el que lleva a un mirador en la punta de una loma. Después de caminar entre helechos y nalcas gigantes por un camino empinado y húmedo, se llega a una plataforma de madera con una vista impresionante a todo el valle.

Parque Pumalín.

Ahí nos quedamos mucho rato ya que era una panorámica 360º perfecta: el fiordo Comau a los lejos, el parque Pumalín a los pies, rodeados de montañas imponentes nevadas, con glaciares, cascadas y el verde y angosto valle del río Vodudahue, que se encajonaba hacia arriba.

La despedida

Luego de recorrer todo, volvimos hacia la orilla del rio y ahí José Tomás y mi papá intentaron la pesca con mosca sin resultado. No iban preparados para el tamaño de los salmones que iban subiendo río arriba; algunos llegaban a pesar unos 20 kilos. Pero se quedaron con las ganas porque realmente para alguien que le guste la pesca, es el paraíso ver a esos peces saltar, por lo que tengo clarísimo que volverán aperados como corresponde.

Fiordos en marea baja.

Al día siguiente empezamos el retorno, cargando por última vez los kayaks y, poniéndonos la ropa seca, bajamos el río, llegamos a su desembocadura y al fiordo de Comau. Nuestro destino final era la rampa de Leptepu donde debíamos esperar la barcaza que nos llevaría con los kayaks arriba de vuelta a Hornopirén.

Son esos paisajes los que te hacen vibrar y sentirte tan afortunada en la vida por tener la oportunidad de conocerlos, y sobre todo de esta manera; compartiendo en familia, arriba de un kayak en donde uno va a su ritmo, al ritmo de las olas y el viento, donde lo único que escuchas son los sonidos de la naturaleza y con el agua cambiando de color según lo que refleje.

Desembocadura río Vodudahue.

Cada vez mas me siento agradecida de tener esa alma aventurera, sin duda, una de las mejores cosas que he heredado de mi papa y que le estaré agradecida siempre.  ¡Todavía queda mucho por recorrer!