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Hechizo Siberiano

Inés Dussaillant junto a tres esquiadoras austríacas se aventuraron a esquiar fuera de pista en Rusia, en la magnífica y abundante nieve de Siberia. Diferencias culturales, pieles rusas, mucha nieve y sensaciones de infinito en este relato repleto de humor.

 Texto y Fotos: Inés Dusaillant

Lo que más me gusta del ski es cuando paras y luego de un respiro hondo, das media vuelta y miras. Miras y te das cuenta por donde acabas de bajar, con el corazón todavía acelerado, cierras los ojos y por unos segundos más puedes sentir como si continuaras bajando con ese ritmo que traías. Cayendo a la izquierda, a la derecha, y otra vez a la izquierda, luego una parte arriesgada rompe el orden y te tiras derecho aumentando la velocidad y te dejas ir y sigues cayendo…
Lo segundo que más me gusta, es ese momento tan único y especial en el que al fin puedes sacarte esas malditas botas que te torturan los pies todo el día y vuelves a sentir tus deditos, que sí, aun existen. Ya sea en la carpa, de vuelta al auto o bajo el calor del fuego en un refugio, siempre el mejor momento de un gran dia de ski es cuando te quitas las botas y finalmente puedes recordar las sensaciones del dia sin preocuparte por el dolor. A veces ocurren cosas como esas. Por unos pequeños momentos de placer aceptamos todo tipo de sufrimientos. Es la vida, pero la verdad es que cualquier problema se te olvida cuando equías en nieve polvo.

Y la nieve polvo de Siberia…

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¿Por qué Siberia?

Elegimos un destino tan poco común por eso mismo; no queriamos ir al lugar que aparece en todos los videos, donde van todos porque saben que el buen ski está asegurado y no se corre el riesgo de lo desconocido.

Queríamos un lugar del que no tuvieramos ninguna referencia, donde se hablara un idioma distinto y donde pudieramos compartir junto a una cultura diferente. Queríamos esa exquisita sensación previa a cualquier aventura, la de no tener ni idea de dónde terminaríamos metidas. Lo único que sabíamos con toda certeza era que la nieve siberiana presenta condiciones excepcionales. La sequedad extrema del ambiente sumado con las bajas temperaturas, que en promedio no superan los -25ºC en invierno, hacen que la nieve allí no se iguale a ninguna otra en el mundo. Y eso ya era suficiente para decidirnos a partir, el resto lo veríamos allá.

El equipo estaba formado por cuatro esquiadoras; las austriacas Lisa Schmölzl, Verena Fendl y Teresa Brenner y la chilena y única morena, Yo. Además nos acompañaban el camarógrafo Philip Steinmayr y el fotógrafo Anton Brey, más conocido como Toni, aunque se parecía más a Hagrid de Harry Potter que al tigre de las Zucaritas. Estos dos últimos serían los responsables de reportar el viaje de las chicas manteniéndose como fantasmas detrás de las cámaras.

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Un poco de Cultura Rusa

Me tomé un avión a Munich y de ahí volamos directo a Rusia. A Moscú. El caótico primer encuentro con los rusos: si algo no les parece, lo gritan y si les parece, también lo gritan. El problema para quien observa desde fuera es descifrar si esos gritos son enojo o alegría. Mi primera experiencia cercana con los rusos fue en el aeropuerto: de pronto y sin mayor aviso un señor grande y gordo comenzó a gritarme en palabras que jamás entendí por usar un asiento que estaba vacío, rápidamente comprendí que, por alguna razón, no podía usarlo así que me senté en el piso.

La entrada a Rusia tampoco es tan fácil, tienen un control bastante estricto para los emigrantes dependiendo su procedencia. Mientras a mí me dejaban pasar por inmigraciones con una gran sonrisa y un “Dobro pozhalovat’ v Rossiyu” (bienvenida a Rusia) a ellas las revisaron de arriba abajo, las atacaron a preguntas y les pidieron, sin ninguna sonrisa, sus visas al día.

Y luego, perdimos nuestro vuelo. Nunca se debe perder un vuelo en Rusia. Entre gritos y retos y correr de un lado para otro; nos enviaban al counter 64, hacíamos la fila completa y una vez que nos atendían, era un no! Junto con gritos y retos. Era el 155. Correr al 155. ¡De nuevo, no! Cruzar todo el aeropuerto con las maletas hacia el counter 14. No me pregunten por qué, nunca lo entendí realmente. Hasta llegué a pensar que estaba en uno de esos programas en que te abrazan y te muestran la cámara escondida.

Con eso creo que he explicado bastante bien la cultura Rusa y les he dado una idea de cómo serían nuestras relaciones con los locales durante las próxima semana.

Finalmente tomamos nuestro vuelo de tres horas a Novosibirsk. Conectamos esa noche con el Transiberiano a Novokuznetsk donde nos esperaba un transfer que nos dejaría ese mismo día, 30 de diciembre, en nuestro destino: el pequeño pueblito de Shereghesh. Llegamos. Y estaba nevando.

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Nieve Polvo

Ni siquiera esperamos el desayuno. El aire frio de la mañana siberiana nos tenía completamente activos y estábamos demasiado espectantes como para quedarnos sentados un segundo más. La tormenta rugía afuera con temperaturas de -30ºC, podíamos ver por las ventanas cómo caían los gigantescos copos de nieve sobre los casi 80 cms. que ya se habían acumulado en el piso. Así que ¡a ponerse la parka de plumas y agarrar los skis! ¿Arva, pala y sonda? Sí. ¿Pieles? Si. ¿Té caliente en el termo? ¡Sí! ¡Vamos!

Nunca antes había esquiado en nieve como esa. Seca, liviana, más de un metro de cristales en forma de estrellas que salpican en la cara a medida que uno los va esquiando entre los bosques de abetos siberianos. Parecía un sueño, de esos momentos en que la risa se te sale sola y es imposible controlarla, porque no puedes creer realmente lo que estas haciendo, porque una experiencia así estaba totalmente fuera de las posibilidades de tu realidad conocida. No podía estar más feliz.

Los árboles del bosque otorgan el contraste necesario para que un esquiador pueda moverse sin problemas por la blancura de una tormenta. Dentro de un bosque, por malo que esté el clima afuera, las formas de los árboles funcionan como puntos de referencia que permiten a nuestro cerebro orientarse y percibir distancias y pendientes en el terreno. En Chile es muy difícil esquiar en condiciones de tormenta pues, la isoterma cero promedio en el invierno se encuentra, en general, por sobre el nivel de los árboles y rara vez se acumula nieve en los bosques, salvo algunas excepciones en el sur del pais.

Como dicen por ahí, la práctica hace al maestro y a medida que me iba acostumbrando al terreno, la confianza comenzaba a empujarme a aumentar la velocidad. Varias veces me ví salvando por pocos centímetros los choques contra los troncos, pero estaba tan hechizada que no era el momento para tomar demasiadas precauciones, había que aprovechar Siberia y darlo todo.

Los primeros días esquíamos por los alrededores del centro de ski, cubriendo todo el terreno accesible a través de las telesillas. Ninguna vez esquíamos sobre nieve pisada por líneas que no fueran las nuestras. En esos días de tormenta, todo el terreno era prácticamente nuestro, un privilegio que se puede encontrar en pocas partes del mundo, y cualquier esquiador fanático entiende a lo que me refiero.

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Sheregesh, latitud 53º N

El pueblo de Sheregesh se encuentra en el corazón de la Cordillera de Altai, rodeado por kilómetros de interminable Taiga. La Taiga o bosque Boreal es característico de la región polar entre los 50 y 60º de latitud norte. Es el ecosistema más extenso del planeta y se carecteriza por presentar principalmente especies de coniferas y fauna adaptada a inviernos largos y muy frios. El pueblo fue fundado en 1912 por los hermanos Sheregeshevy como asentamiento para los trabajadores de las minas de Hierro que se instalaron en la zona durante el periodo de expansión industrial soviética. El pueblo aún conserva vestigios de su pasado minero, pero actualmente no es más que un destino popular para deportes invernales de la alta sociedad rusa. Todos los años llegan turistas de todas partes del pais para practicar ski y snowboard.

Caminando por las calles del pueblo se pueden ver todo tipo de personajes y manifestaciones de la última moda. Allí olvídense de la parka de pluma Marmot o The North Face, en Sheregesh lo que la lleva son los abrigos de piel. Abrigos, gorros, guantes, zapatos, todo lo que uno se pueda imaginar en pieles de oso, lobo, zorro, liebre o cualquier otro animal. Pobres criaturas, los protectores de los derechos de los animales se habrÍan dado por vencidos en su lucha por salvarlos en este lugar. Pero la verdad es que se podía ver que aquí sí cumplian su función contra el frío, y se veían bien calentitos. En las pistas tambien aparecían los cueros, habia alguna que otra rusa esquiando con su abrigo de zorro hasta los tobillos, pero lo que no podia faltar era la colita de zorro. Los que la llevaban colgada del casco eran por lejos los más taquilleros
En el mercado del pueblo las señoras vendían sus productos locales, mieles nativas del bosque, artesanías en madera de abeto, instrumentos musicales, colitas de zorro y todo lo que se les pudiera ocurrir en piel. No es el único pais del mundo donde he visto a las mujeres trabajando mientras los hombres toman alcohol todo el dia, aquí era el Vodka. Hasta las cosas más extrañas se podían encontrar en ese mercado.

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Travesías Siberianas

Luego de la tormenta siempre sale el sol y los ultimos dias del viaje el cielo despejado nos permitió dejar atrás las telesillas, para alejarnos con nuestras pieles de foca en busca de nuevos terrenos de nieve virgen. Caminamos entre los pinos y abedules de la Taiga, hogar de linces, lobos, alces y osos negros, quienes seguramente nos estaban observando desde la comodidad de sus guaridas mientras pasábamos. No sé si es una lástima o un alivio que estos animales se escondan por temor al hombre, que en estas regiónes, los busca como presas de caza.

Una vez que se sobrepasa el límite arbóreo ya es posible observar la inmensidad del paisaje siberiano. Aparte del pueblo fácilmente distinguible abajo en el valle, no nos rodeaba nada más que kilómetros y kilómetros de infinítos bosques en lomas de baja altura. De vez en cuando cumbrecitas blancas sobresalían por este mar de pinos, demarcando las zonas más altas de la cordillera de Altai. Algunas extrañas formaciones rocosas como bloques metidas entremedio de los arboles llamaban la atención en el paisaje otorgandole una energía especial al lugar. Esquiar por esos lugares hacía que uno se sintiera infinitamente pequeño y a la vez especialmente único.

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Atardecer Extraordinario

A algunas horas de caminata hacia el este del centro de ski, se encuentra una de las cumbres más altas de este cordón montañoso, dominada por una cruz cubierta de hielo. El frío y el viento que corre en las cumbres abiertas hacen que la escarcha se pegue a todo objeto que se interpone en su camino y los cristales que se forman en dirección contraria al viento los envuelven en una especie de abrazo de hielo. Esa cruz ortodoxa lograba unir en el paisaje lo humano con lo natural y daba para quedarse meditando un rato. Al final es eso lo que hacemos cuando esquiamos; la tecnica humana se une con los elementos de la naturaleza para ser uno y fluir juntos por unos instantes. Por eso nuestros corazones palpitan fuerte cuando miramos hacia atrás y nos damos cuenta por donde hemos bajado.

Alcanzamos la cumbre durante las últimas horas de luz, que por ser invierno en el hemisferio norte no dura hasta más allá de las 4:30 de la tarde. La bajada bajo las luces rosadas y anaranjadas del atardecer siberiano será algo que difícilmente olvidaré y será para siempre uno de los mejores recuerdos de ese lugar extraordinario.

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Cómo llegar:

Opción 1: La que hicimos nosotras, más rápida
Llegar a Moscú
Avión Moscú – Novosibirsk
Transiberiano Novosibirsk – Novokuznetsk
Transfer Novokuznetsk – Sheregesh

Opción 2: Más larga pero se recorre más de Siberia
Llegar a Moscú
Transiberiano Moscú – Novokuznetsk
Transfer Novokuznetsk – Sheregesh

Para más información
www.sras.org/sheregesh
russianskiresorts.com