Todo empezó mientras intentábamos elegir donde hacer nuestro Proyecto de Título: las cuatro estábamos seguras de querer hacerla en el sur de Chile: dos de nosotras queríamos ir a Tierra del Fuego, pero las otras dos pensábamos en algún lugar más al norte, y fue así como nos topamos con la Isla Grande de Chiloé. Por supuesto no fue allí nuestra parada, sino que miramos ese olvidado lugar que se encuentra en mar abierto, hacia el sur cruzando el Golfo del Corcovado, un paraíso aislado y silencioso de cómplices islas hermanas: un lugar de historia y cultura en la sangre de sus habitantes, de cantos de ballenas, risas de delfines y gaviotas; frío, lluvia y viento. Por supuesto, me refiero al Archipiélago de las Guaitecas.
Texto y Fotos: Patricia Aros, Pamela González, Catalina Ibarra, Macarena Osorio.
Nuestro objetivo principal se basó en realizar una travesía en kayak por las islas Guaitecas descubriendo sus bellezas y su potencialidad turística, por eso, una vez que llegamos a Melinka pudimos realmente darnos cuenta de que nuestros planes por fin se realizaban y que ese era para nosotras el lugar más austral al que habíamos viajado alguna vez. La lluvia nos dio la bienvenida junto con el amanecer; honestamente no fue mucho lo que esperamos a que esto pasara, ya que la barcaza que desembarca al puerto de Isla Ascensión lo hace a las 4 de la mañana.
Es así como el 27 de febrero pasado, partimos la aventura cuatro estudiantes de Ingeniería en Expediciones y Ecoturismo de la Universidad San Sebastián, todas mujeres y Santiaguinas: Patricia Aros (Patty), Pamela González (Pam), Macarena Osorio (Maca) y Catalina Ibarra (Cata).
Cosas de Logística
El primer día lo usamos en recorrer todo Melinka: este es el nombre del gran pueblo del archipiélago entero. Conocerlo fue un paso primordial para hacer contactos, comunicarnos con la Armada para pedir el zarpe y afinar los últimos detalles antes de comenzar la travesía, ¡cosas de logística! El problema recae en que casi toda nuestra logística falló por diversas y pintorescas razones que pronto les contaremos y, sin embargo, debemos decir que aunque casi nada salió de la manera exacta como la pronosticamos, resultó mucho mejor de lo que queríamos.
Ese mismo día buscando un lugar donde almorzar, por esas causalidades de la vida llegamos a una hostal donde se encontraba Enrique Higuera quien junto con Don Genaro Barría (Q.E.P.D) iniciaron y potenciaron el turismo en la isla; para nuestra suerte pudimos conversar largo y tendido con Enrique, olvidándonos de la planificación del Día 1 casi por completo, debido a que la información que él nos otorgaba era de gran valor para nosotras, y es más, él nos presentó ese mismo día a Víctor Ruiz, dueño de una embarcación y hombre muy interesado en dar a conocer el plato fuerte del turismo en el archipiélago: la observación de cetáceos. Y es gracias a esta presentación fortuita (fortuita porque no sabíamos de la existencia de Enrique ni menos que al día siguiente debía volver al continente) que conseguimos para el día siguiente un zarpe en el Patty III embarcación de Don Víctor, para observar los cetáceos ¡y gratis!
¡Ballenas a lo lejos!
Zarpamos a las 5 de la tarde directo al grupo de islotes Peligroso, en un viaje de dos horas y media aproximadamente. Por lo que nos contaban los tripulantes, es mucho mejor partir a la amanecida o al atardecer pues es la hora en la que se alimentan las ballenas. Mientras íbamos en el trayecto pudimos conocer mejor la geomorfología de las islas, todas nacidas del fuego y el magma, con su base de piedra fundida; desde esta nace la más densa vegetación, destacando el tepú, el ciprés de las Guaitecas y el calafate.
Una vez en el grupo Peligroso, salta a la vista la belleza austral del archipiélago, con sus aguas profundamente azules, la cordillera grisácea en las lejanías y la madre de los volcanes, con sus cumbres blancas y su vientre fecundo, me refiero al volcán Melimoyu (en mapudungún, “cuatro tetas”).
El cielo abierto infinito y el viento con su brisa salada es otra de las bellezas que puedes abrazar con el alma, en la soledad del mar. ¡Eso hasta que llegaron los delfines australes a saltar frente a la embarcación! Se acercaron a nosotras haciendo un sinnúmero de gracias y divertidos chapoteos. Luego de estar lo suficientemente alejados de todo y rodeando el Grupo Peligroso, recién en ese momento, escuchamos por primera vez “¡Ballenas a la vista!”; en nuestra emoción por verlas corrimos como niñas, de un lado de la embarcación al otro. Con esto no sólo habíamos movido la nave de un lado para otro, sino que también caímos en cuenta que las ballenas ni siquiera se veían; muy a lo lejos, apenas se vislumbraban en el horizonte sus soplos, como una columna de agua vertical despedida con enorme fuerza en la superficie del agua. En fin, eso es todo lo que pudimos ver de ellas en todo el viaje, pero a falta de ballenas nos acompañaron los delfines, curiosos lobos de mar curiosos y en una ocasión un visón.
Zarpamos
Nuestra ruta en kayak partía en el embarcadero de pescadores en Melinka y se dirigía hacia los Repollales Bajo y Alto; estos son los distritos de la isla Ascensión. Luego iríamos a Canal Puquitín, cruzando hacia la Isla Gran Guaiteca, luego Bahía Low y de vuelta pasaríamos por la isla Clotilde e isla Mercedes, antes de volver a Melinka. Una vez que la Capitanía de Puerto nos dio el zarpe teníamos todo listo para partir, el día 2 de marzo, hacia nuestro primer punto del recorrido.
Amablemente Marco Antonio Miranda (Toño) resguardó nuestros kayaks y nos ayudó a traerlos a la isla desde el lugar donde los habíamos dejado en nuestra primera jornada; su ayuda con el transporte fue fundamental y siempre respondió de primera… excepto ese día. A las 5 de la mañana él debía embarcar con su camión en la barcaza que va a Chiloé, por lo que nos dijo que nos despreocupáramos, que él bajaría todo del camión y lo dejaría bajo llave, así que con calma a la mañana siguiente fuimos a buscar todo.
Cuando estábamos colocando las cosas dentro de los kayaks nos percatamos de que faltaban, por ejemplo la colchoneta de la Patty, la cocinilla del grupo, el set de ollas y los gases, entre otras cosas. En ese momento nos carcomía la desesperación por solucionar el problema, así que nos comunicamos con Antonio para primero saber: si él tenía las cosas, y así era, comprenderán que al meterse en un camión en el que cabe fácilmente un kayak doble a las 5 de la mañana y sin luz hace un poco difícil darse cuenta de si llevas cosas de sobra en un rincón.
Corrimos a pedirle ayuda a los contactos que hicimos para conseguir equipo prestado y afortunadamente toda la gente se conoce y tienen mucha disposición, así que si no tenían algo ellos, sabían de alguien que sí lo tenía. Corrimos de un lado del pueblo al otro recogiendo los encargos y prometiendo cuidarlos como hueso santo; finalmente tras este accidentado episodio pudimos zarpar.
Contra viento, marea y algo más
Hubo ocasiones en las que nuestro remado no fue precisamente el más cómodo, ya que el clima no era siempre el propicio para navegar, pero como el show debe continuar, optamos por remar contra viento, marea y unas olas desagradables que juegan a desequilibrarte en todo aspecto. Cuando por fin íbamos llegando a nuestro destino tras unas buenas horas en el agua, vimos algo que parecía un tronco flotando directamente hacia nosotras, mientras más se acercaba más forma de tronco pequeño o cochayuyo tomaba, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para ver que era un visón que quería subirse en el kayak doble. No sabemos si estaría cansado o si tenía hambre, pero iba directo hacia la Pam, quién no dudó en mandarle un remazo distante y chapotear el agua para que se alejara; comprenderán que no teníamos la más mínima intención de remar con polizones carnívoros y muchas veces agresivos.
Calor humano, calor natural
Una vez que cruzamos hacia la isla Gran Guaiteca y nos dirigimos a canal Puquitín, buscábamos derechamente la casa del cuidador para pedir permiso de acampar en su terreno, ya que todo el resto de la costa en el lugar era una densa vegetación y roca volcánica; además nos dijeron que pasaba casi la totalidad del año solo y que apreciaba mucho a los visitantes. Nuestra sorpresa fue que no nos encontramos uno, sino cuatro cuidadores (lo cual no es lo común pero en esa fecha andaba acompañado), así que con gusto les contaré de los señores Juan, Ramón y Sergio Vera y su amigo José Pérez. Ellos son los amables y cariñosos hombres que nos acogieron en su antejardín y nos atiborraron de comida haciendo que nos quedara de sobra; nos enseñaron los nombres locales de las islas, nos contaron su vida y trabajo, nos enseñaron como mariscar y nos llevaron a conocer la salida al Golfo del Corcovado donde se encuentra una animita a la que rezan todos los navegantes para tener éxito en su viaje.
Creo que necesitan una mención honrosa, no solo porque viven aislados la gran mayoría del año cumpliendo su labor, sino también por la cantidad de historias de su tierra y la voluntad de mostrarte siempre con una sonrisa lo que saben. Nos quedamos con el bello recuerdo de sus caras morenas curtidas por la sal y el viento; sus ojos alegres, brillantes, sus manos dadivosas y dedicadas. Mas, por sobre todas las cosas nos quedamos con una frase dicha por ellos mismos que creemos resume por qué son así: “Aquí faltan estudios, pero tenemos educación”. ¡Y vaya que la tienen
Experiencia inolvidable
Cuando terminó nuestra expedición y tomamos la barcaza que nos llevaría de vuelta, nos quedamos con un vacío en el pecho y una sensación de melancolía profunda, simplemente no queríamos volver. Nos llevamos de esas tierras recuerdos inolvidables, anécdotas divertidas y el cariño de gente hermosa que se ha ganado un espacio en nuestros corazones como una segunda familia. Este archipiélago es el hijo bastardo de la región de Aysén, como nos hicieron entender las personas con las que conversamos; los recursos son escasos, la vida es cara y no siempre reciben la ayuda gubernamental que necesitan. Su comuna hace lo que puede con lo que tiene y sus distritos viven humildes, dignos y aclanados, a pesar del olvido del continente. Finalmente queremos decir que este artículo lo escribimos esperando que mucha gente sepa de este hermoso lugar lleno de historias, lleno de cultura y tesoros humanos vivos. Que se animen a visitarlo y se entreguen a la experiencia única que es conocer el Archipiélago de las Guaitecas, en lengua huilliche, “Paso al sur”.
La realidad de las Guaitecas
- Acepta la realidad de que el itinerario y plan que tenías armado no resultará a la cabalidad, permeabiliza opciones.
- La gente local es sumamente acogedora, ¡es fácil subir 2 kilos en 15 días!, incluso movilizándote el kayak.
- El clima siempre te jugará en contra si lo que deseas es navegar en embarcación menor, sobre todo si elegiste fines de verano para ir.
- Utiliza siempre la carta náutica y pregunta a los pescadores los nombres locales de cada isla, casi todos los nombres cambian.
- Si no quieres dañar la capa de ozono con repelente de insectos al acampar, hazte amigo íntimo de la loratadina, porque marcharte con ronchas en todo el cuerpo es un hecho ineludible.