La pasión de Ramón Rojas es saltar en paracaídas desde puentes, edificios, antenas o acantilados. Se trata de la practica del salto base o base jump, modalidad que sólo cuatro deportistas realizan en Chile y de la cual él fue uno de los precursores. Este odontólogo de 34 años divide su vida entre su profesión y su hobby pero reconoce que el 90% del día piensa en el base jump. Ha viajado por todo el mundo lanzándose al vacío y ya lleva más de 300 saltos en el cuerpo.
Entrevista por Teresa Arnaboldi
¿En este deporte cada salto es diferente?
Sí, este es un deporte en que se usan distintas técnicas dependiendo de la altura del objeto. Hay diferente tácticas para abrir el paracaídas. Si es un acantilado de 1000 mt, con un wing suit (traje con alas que crea resistencia contra el aire) tienes un minuto y medio para volar. Para todo esto se aplican cálculos, para el área de aterrizaje, para ver los riesgos… todo ese aprendizaje es lento.
¿Ese aprendizaje va cambiando tu manera de ver las cosas?
Al saltar una amplia gama de diferentes objetos y con dificultados diversas, uno se empieza a obsesionar y a calcular cosas todo el tiempo. Por ejemplo, cuando camino por la calle y veo un edificio, calculo cuantos segundos implica la caída, la distancia… Es como un juego y se transforma en un hábito. Empiezas a buscar posibilidades de salto en todos lados aunque nunca vayas a saltar ese objeto. Tratas de averiguar si es posible o no. Es un constante desafío.
¿Cuánto tiempo lleva interiorizar todo ese conocimiento?
Hay gente que pasa dos años aprendiendo técnicas y cálculos antes de decidirse a saltar. Depende de la persona y la curiosidad que tenga. Pero para hacer este deporte la gente tiene que ser curiosa, preguntarse por qué pasan las cosas y entenderlas.
¿Cuando descubriste el BASE?
La pregunta es cuándo se me abrieron los ojos. Siempre he esquiado y admirado al canadiense Shane McConkey. Una vez vi un video en que hablaba sobre la evolución del esquí y bajó un acantilado y aterrizó abriendo un paracaídas. En ese minuto dije, esto es lo que quiero hacer. Sin embargo, como estaba en la universidad tenía otras prioridades. El día que terminé de estudiar me metí a un curso de paracaidismo con el objetivo final de hacer salto base.
¿Cómo pasaste del salto del paracaidismo al salto base?
Cuando partí saltando en paracaídas en el 2006 muchos hablaban que querían hacer salto base pero nadie hacía nada. Busqué información fuera de Chile y di con una escuela de un alemán, con mucha experiencia. Viajé a España a hacer su curso y durante dos semanas aprendí las diferencias con el paracaidismo. Saltábamos de aviones con paracaídas de base porque tienen formas distintas de vuelo, caída y empaque.
¿Cómo fue tu primer salto?
Cuando estaba listo para saltar, el alemán me puso un video de accidentes para hacerme conciente de los peligros de esta actividad. Hay muchos riesgos que desconocía. Hay que tomar la decisión de saltar con toda la información posible. Si no, es tontera. Las imágenes eran fuertes y algunas de ellas las había hecho él. Cuando se acabó el video me dijo: ¿y?
¿Y que hiciste?
Salté, desde un puente de 97 metros y fue impresionante ya que sufro de vértigo. Eso hizo que me gustara más porque enfrenté mi miedo.
¿Y a los riesgos no les tenías “vértigo” también?
Hay que prepararse no sólo en el conocimiento sino que en lo emocional. Einstein dijo: sólo la experiencia es conocimiento, el resto es información. En el momento que vi el video tenia sólo la información hasta que me tocó presenciar un accidente. El 2009 vi morir a un amigo. Él saltó después de mí desde un acantilado, su paracaídas se abrió hacia la pared y se golpeó con ella. En ese momento la información se transformó en conocimiento.
¿Y qué te pasó en ese momento?
Es súper fuerte, hasta antes de eso no había visto ni siquiera que a alguien se le torciera el tobillo aterrizando. El día anterior habíamos hecho tres saltos con un grupo humano muy bueno y todos disfrutamos de un momento muy grato de amistad. Tuve entonces la conciencia de la alegría que te puede entregar esto y todo lo amargo al día siguiente.
¿Y esa amargura no te pasó la cuenta?
El accidente me hizo reflexionar si quería seguir. Estuve cuatro meses sin saltar y me obligué a hacerlo. Pensé que tal vez el BASE no era para mí y planifiqué un viaje a Noruega. Dije, voy a dejar de saltar en el lugar que siempre quise. Aprendí a volar con traje de windsuit con el objetivo de alejarme de las rocas porque ese es el mayor riesgo, chocar con el objeto del que saltas. Allá conocí a Yuri y Violeta en 2010, mis dos partners con los que nunca más dejé de saltar. Fue como un despertar, había encontrado a mi familia de saltos.
¿Cómo fue ese despertar?
Descubrí que saltar es sólo una parte de esto, el 99% es la interacción con el medio, la naturaleza, amigos, gente, y la historias que generan lazos. El salto es la excusa. De ahí empezamos a viajar juntos con Yuri y Violeta hasta hace un año atrás que Violeta murió en Suiza.
¿Cómo te afectó eso?
Me llamó Yuri para contarme y se me cayó el mundo. Yo estaba a punto de iniciar un viaje a China. Violeta tenía mas saltos que todos nosotros juntos, llevaba 10 años saltando base, era súper concentrada en la seguridad y aprendí mucho de ella. El accidente ocurrió porque no pudo abrir su paracaídas.
¿ Cómo lograste seguir adelante?
Agarré mi equipo y me fui a saltar pensando en Violeta. Ese día salté de un puente miré hacia arriba y abrí los brazos. Eso es como entregarse, sentí una tranquilidad muy grande. Esa fue la confirmación de que tenia que seguir saltando.
Al día siguiente no sabía si ir a China pero su pololo me dijo que ella estaba orgullosa de que el gobierno chino me hubiese contactado, así que viajé.
¿La muerte es un tema recurrente en el BASE?
Muchas veces hablamos de la muerte, es mas fácil hablar de esto con la gente que salta ya que siempre corremos riesgos. A mí me dicen que me gusta enfrentar la muerte, pero no es así, a mí me gusta enfrentar la vida, y quiero hacer esto lo que más pueda.
Cuando uno salta tiene que estar tranquilo, entras en un trance, te enfocas y vives el momento, dejas todo lo que no importa de lado. Te liberas de todo, te concentras en ti y das lo mejor. Una vez estuve a punto de estrellarme pensé que ya había cumplido mis sueños, me relajé y pensé que no me importaba morir porque no tenía nada pendiente. En los últimos segundos se me abrió el paracaídas y me salvé.
¿Dónde te gustaría saltar?
Me encantaría saltar en Canadá, en el Ártico, o la Antártica pero también me gustaría hacer más cosas en Chile. Estoy contento con la relación con Adidas, mi auspiciador, porque vamos a hacer una expedición secreta de 10 días. Iremos en búsqueda de una pared de 1200 mts. Estamos formando el equipo con Juan y Diego Señoret que son escaladores expertos.
¿Qué te motiva realizar este deporte?
Con esto no le haces daño a nadie pero tiene esa maldad de cabro chico. Aquí el riesgo lo corres tú y ese juego de volver a ser niño y descubrir y hacer cosas que te decían que no podías es estimulante. Por ejemplo, me decían que no podía volar, quizás no vuelo pero me acerco a ese sueño. Esa conexión da mucha alegría.