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En lo alto del cerro Prat en Magallanes

Como parte de la gran sierra Prat, ubicada en la provincia de Última Esperanza, el cerro Prat (1.586 msnm) es la montaña más alta de las tres que componen esta bella cordillera. Alzándose sobre el fiordo Última Esperanza otorga una vista espectacular de la provincia, observándose las siempre nevadas cimas del norte y occidente de la región junto a los fiordos del sur y la gran pampa patagónica del oriente.

Texto y Fotos: Claudio Álvarez

A los pies del cerro Prat, por su cara oeste y a orillas del fiordo, se encuentra la lejana y solitaria Estancia y Hostería Perales, predio ganadero que hace soberanía en estos lejanos rincones de Última Esperanza. Este lugar es el punto de inicio para mi ascenso.

Tomamos una camioneta en Puerto Natales, perteneciente a los trabajadores de la estancia, quienes gentilmente nos llevaron hacia Perales. Una hermosa pero helada mañana se hacia notar aquel día de marzo, el frío otoñal ya se hacia presente.

Vista-Cordillera-Chacabuco

A escasos minutos de llegar, nos da la bienvenida un hermoso zorro culpeo, el cual tranquilamente posó para nuestras fotografías.

Una vez en la estancia, las amables trabajadoras de cocina nos sirvieron un reconfortante desayuno campero, el cual nos recompuso de energías para emprender la aventura.

Estancia-Perales-Atás-Cordón-de-Chacabuco

Cantos del Bosque

Al medio día partimos caminando por un marcado sendero, utilizado por los baqueanos para sortear los densos bosques y turbas de estos campos. Acercándonos ya a la base del cerro, a media hora de las casas algunos restos de pelaje en los arbustos, nos hacen darnos cuenta de que un habitante de estas montañas ya había transitado por aquí hace no mucho tiempo, tal vez un par de horas: un puma. Entrábamos, en definitiva a un ambiente  silvestre y salvaje.

Ya montados sobre la montaña, la ruta sigue por medio del bosque, superando pequeñas pasadas de roca en algunos tramos y ríos provenientes de deshielo.

Mirando-a-la-C.-Chacabuco

Dentro del bosque, éramos deleitados a cada momento por el bello cantar de los rayaditos (Aphrastura spinicauda), abundantes en los bosques patagónicos, mientras que al abrirse la masa boscosa por algunos momentos, era posible avistar rapaces como  águilas moras (Geranoaetus melanoleucus) y los reyes de las alturas, cóndores andinos (Vultur griphus).

Cercano a las cinco horas de ascenso comenzamos a ver que el límite boscoso se encontraba cerca, ya que se divisaba el comienzo del acarreo y nieve. Lo cual era bueno, ya que aquí instalaríamos el campamento. Una vez en el lugar, a eso de las 18:00, instalamos la carpa y nos dispusimos a derretir nieve para obtener agua y cocinar, debido a le lejanía de un río.

Mientras realizábamos este trabajo, un par de cóndores volaban sobre nosotros, como dándonos la bienvenida a las alturas. Desde este punto teníamos una vista inmejorable a la cordillera Chacabuco, con sus gélidos picos rocosos y glaciares en sus bases, junto al gran fiordo Última Esperanza, que se pierde tras las montañas. Los valles eran un espectáculo de colores simplemente hermoso, con el otoño acercándose a pasos agigantados.

Desenso-Hacia-Perales

Pasos sobre roca

Ya terminada la cena, la noche y el frío se hicieron presentes. Junto a un estrellado cielo nos tomamos unos mates y nos retiramos a dormir para reponer energías y estar listos para el día siguiente.

Nos levantamos a las 08:00. La presión atmosférica estaba notablemente baja, hacía frio, el viento se notaba y las precipitaciones se auguraban a corto plazo. La verdad es que no era el mejor día para intentar un ascenso, pero nuestra cumbre estaba despejada.

Comenzamos el intento a la cumbre después de una hora de preparativos, y rápidamente pasamos de un  fatigoso acarreo a la nieve.

Luego de tallar escalones, estaba lo suficientemente compacta como para facilitar el ascenso; en un tramo de mediana inclinación y dificultad, la nieve nos cubría hasta las rodillas. Superando este paso salimos nuevamente al acarreo, que esta vez, por efecto del frio y nieve, se encontraba bien firme.

Sobre nosotros teníamos un largo farellón rocoso y portezuelos a ambos lados de este. Quedamos en la encrucijada, optando erróneamente por el lado norte, donde nos encontramos con un gran acantilado… y en frente de nosotros. a menos de 300 metros, la anhelada cumbre.

Vista-de-los-Fiordos

Alternativas de entrada

Descansamos un momento y volvimos sobre la ruta; estando a 1.500 msnm, en cosa de minutos, el fuerte viento y la lluvia que había comenzado a caer nos enfriaron el cuerpo.

Una vez sobre el portezuelo sur, vimos claramente la ruta hacia la cumbre: teníamos dos opciones de ascenso, la superación de una larga e inclinada rampa de nieve o la escalada de un muro rocoso, con algo de hielo producto de las constantes precipitaciones. La presencia de equipo técnico habría puesto fácil la elección, pero no teníamos nada para encordarnos y/o escalar.

Finalmente nos decidimos por escalar la pared rocosa, siendo muy cautelosos para no resbalar. Superada esta etapa, solo restaron quince minutos para pararnos sobre la cima del cerro Prat.

Con fuerte viento y fina lluvia, alrededor de las 13:00  horas, la rocosa cima nos entregaba la más espectacular vista de la provincia como regalo, incontables cumbres nevadas, lagos, fiordos y la gran pampa patagónica. Largos acantilados rodeaban la cumbre, elevando la excitación de estar allá arriba. Luego de quince minutos nos dispusimos a descender, ya que las condiciones climáticas empeoraban y debíamos estar en la estancia antes del anochecer. Regresando, encontramos un angosto canalón, de moderada inclinación, que nos ahorró la desescalada que teníamos pensado hacer… y de paso, encontramos otra ruta de ascenso.

Linda-vista-a-los-Fiordos-y-Montañas

Una vez en el campamento, desarmamos todo rápidamente y bajamos hasta la estancia.

Ya cayendo la noche, arribamos a la estancia, donde las mismas amables trabajadoras de cocina, nos recibieron con una gran cena y nos permitieron dormir en las dependencias de la hostería. Al día siguiente, la lluvia era torrencial y el viento muy fuerte, dando las gracias de estar bajo techo, nos comimos un rico almuerzo y volvimos a Puerto Natales vía marítima, finalizando de esta manera nuestra gran aventura.