A finales de marzo pasado Magdalena Leonvendagar junto a su familia se aventuraron a realizar el comienzo de la Carretera Austral navegando en kayak. Un viaje inolvidable a través de los fiordos, descubriendo nuevos lugares, con muchas sorpresas y por sobretodo, rodeados de exuberante naturaleza. Acá la primera parte de su travesía.
Uno de los mejores recuerdos que tengo de mi infancia, son mis viajes familiares, en los que cargábamos la camioneta con todo lo que se pudiera: bicicletas, cañas de pescar, kayaks, y muchas ganas. Partíamos al sur, o al lugar de turno, con mapa en mano, haciendo cuanta parada en pueblito, río, lago o puesto de fruta existiera en el camino. Y creo que es por eso que, año a año, no perdono hacer algún tipo de paseo con mi familia.
Hace algún tiempo que con mi papá y mi hermano, queríamos repetir la experiencia de hacer un paseo en kayak por algún río de Chile. La vez anterior el lugar elegido había sido Río Bueno, desde Trumao hasta La Boca, alojando en las playitas de arena que ahí se formaban.
Esta vez, el Parque Pumalín y sus fiordos, al comienzo de la carretera Austral, fueron los que nos llamaban la atención. Era un paseo más aventurero y sacrificado, por lo que solo se sumó a nosotros mi cuñado; ni mi mama ni hermanas aperraron. ¡Pero se lo perdieron! Realmente esta expedición se lo recomiendo a cualquiera que le guste gozar con las cosas simples y la naturaleza.
LA PARTIDA
A pesar de que mi papá pasaba horas en Google Earth viendo las rutas y soñando recorrer todo esos rincones en su kayak, no teníamos muy definido cómo lo íbamos a hacer. Solo sabíamos que queríamos recorrer los fiordos de Quintupeu y Cahuelmó. Llegamos a Hornopirén, un pueblo en una bahía muy linda, con las montañas y el volcán Hornopirén de fondo, rodeado de ríos y del parque del mismo nombre.
Sabíamos que este tenía que ser nuestro lugar de partida hacia los fiordos. Preguntando en el pueblo por más información, un gentil señor llamado Juan Bae nos ofreció acompañarnos: primero a buscar cabaña dónde alojar y después a un lugar donde, según él, sabían mucho sobre este tipo de paseos.
«Nada me pone más feliz que organizar un viaje o un paseo. Podría estar toda la vida en eso, y sobre todo si es a lugares nuevos, llenos de naturaleza, difíciles de llegar, desconocidos para muchos y con buena compañía.»Magdalena Leonvendagar.
Siguiendo la costanera hasta el final, por un camino de tierra en el que uno piensa que no te llevaría a ningún lado, nos encontramos con un portón de madera que dice Expediciones Patagonia el Cobre, un lugar muy bonito, entre el bosque y a la orilla del mar, lleno de senderos explicando la flora local, con un par de sitios de camping y con una casa cafetería muy acogedora.
Ahí nos recibió Robert Catalán que, gracias al mapa -detallado y a escala- de los fiordos que nos prestó junto a la tabla de mareas, nos ayudó a planificar sobre cuál debería ser nuestro recorrido. Gracias a su asesoramiento, hubo un cambio de planes debido al pronóstico del tiempo para esos días: lluvia y mucho viento, lo que iba a dificultar cruzar la parte del fiordo de Comau que da al mar abierto, para entrar a Cahuelmó por el riesgo de quedar aislados.
Finalmente la ruta elegida fue: comenzar por el fiordo Quintupeu por el día, luego tomar el ferry hacia Leptepu con los kayaks arriba y desde ahí recorrer el fiordo de Comau de abajo hacia arriba (de sur a norte) y también la zona del rio Vodudahue. Finalmente, quedó pendiente Cahuelmó, ya que solo lo vimos desde el ferry.
FIORDO QUINTUPEU
Aprovechando que este iba a ser uno de los únicos días lindos y sin lluvia, madrugamos para partir nuestra travesía. Sabíamos que había que empezar a remar temprano ya que un poco antes de medio día salía un viento que dificultaba la pasada de mar abierto que da al Golfo de Ancud. Llegamos hasta Pichanco en la camioneta, con los kayaks arriba, por un camino acantilado, lleno de vegetación y helechos con el fiordo Comau a la derecha con sus islas y salmoneras.
Un paisaje tan lindo que auguraba el día que estaba por empezar. No daban muchas ganas de ponerse el traje seco y meter los kayaks al agua con el frio que hacía a esa hora, pero la emoción de partir la travesía nos ayudo. Alistamos las cosas, y partimos.
Remando por el fiordo Comau, con el mar todavía como espejo, empezó a amanecer. La entrada del primer fiordo, el fiordo Quintupeu, casi coincide con la punta de la isla de Llancahué, y es angosta, con unas paredes de roca llenas de vegetación que caen la mar.
Es una vegetación tupida, muy verde y lo que mas lo caracteriza son sus caídas de agua, por ambos lados del fiordo. Nos fuimos remando por la orilla para poder pasar cerca de estas, y también para ir mirando a los pájaros Martin Pescadores que estaban en los arboles. Esta es una zona donde están instaladas un par de salmoneras, por lo que acercarse a las casas balsas y ver saltar los salmones también era un espectáculo, y mas aún cuando estaban los lobos de mar dando vuelta. ¡Son muy juguetones!
Al final del fiordo, se encajonaba un río que a esa hora, por la marea baja, se había formado una playa, en unos bancos de arena, rodeada de colas de zorro. Después de adentrarnos por el rio un poco hacia la montaña para ver cómo los salmones chinook subían a desovar y saltaban rio arriba. ¡Fue increíble! Era como ver un lobo marino saltando, de lo grandes que eran! Volvimos a una playa de piedras que quedaba en la mitad e hicimos nuestra parada almorzar. Estirar un poco los pies y preparar la comida estilo camping con la vista a esas montañas y los glaciares es impagable.
Como ese mismo día teníamos que salir del fiordo, ya que decidimos no alojar ahí, esperamos a que empezara a bajar la marea para ir con la corriente.
Fue así como después de almuerzo, empezó a subir el viento. El mar-espejo de la ida desapareció y empezaron a salir las olas. Con más esfuerzo pero con la misma satisfacción, llegamos nuevamente a Pichanco, para luego volver a Hornopirén. Fue muy bueno para ser el primer día, así que todos nos motivamos más aún por lo días que se venían.
CRUZANDO COMAU EN BARCAZA
Solo con los kayaks y todo nuestro equipo bien guardado en bolsas secas, nos subimos a la barcaza que cruza a los autos hasta Leptepu para luego llegar a Caleta Gonzalo. La mayoría de la gente iba en auto y seguía por la Carretera Austral; solo había un par de extranjeros en bicicleta y nosotros, los únicos en kayak.
Después de un par de horas de navegar mirando los paisajes del más grande de los fiordos, Comau, llegamos a Leptepu; donde luego de que bajaran todos los autos, desembarcamos nosotros.
En la orilla, con la mirada de los curiosos trabajadores que arreglaban el camino, nos pusimos a armar la carga, distribuirla en los dos kayaks y nos equipamos, para empezar a remar antes que se pusiera a llover y se hiciera tarde. Era nuestro primer día, el principio de nuestra aventura.
Partimos remando por el fiordo hacia el norte, con el pueblo de Leptepu a nuestra izquierda, arriba de una loma, entre mucha vegetación de helechos y varios botes pesqueros rondando las redes de las salmoneras. Todos nos saludaban al pasar.
Decidimos que la primera parada sería cerca de las termas de Porcelana, junto al río del mismo nombre. Ahí nos quedaríamos dos noches para pasar el mal tiempo que se venía. Y lo mejor es que sería dentro de la termas.
Después de una remada corta pero con bastante viento y oleaje, lo cual dificultaba avanzar, llegamos a un lugar ideal para hacer el camping: un plano verde, entre arboles, a la orilla de una playa de piedras, cerca de las termas, de una casa que hacía pan amasado y la vista a desembocadura del río Vodudahue con las imponentes montañas de al frente y vegetación de alrededor. El lugar era perfecto.
A medida que oscurecía, el cielo se empezó a llenar de estrellas. Estábamos alrededor de la fogata, tomando mate, y empezamos a ver cómo los barcos pesqueros se empezaban a acercar a la orilla para anclarse y pasar la noche. Desde las embarcaciones salían luces de colores que se reflejaban en el agua y se veían como arcoíris. Nos acercamos a uno de los botes y nos regalaron muchísimos choritos, así que pusimos unos pocos al fuego y el resto los guardamos dentro del agua en un saco amarrados para el día siguiente. Ni les explico la felicidad de todos con ese banquete inesperado.
TERMAS DE PORCELANA
Amaneció lloviendo tal como lo habían pronosticado, y fue un día de termas y descanso perfecto tal como lo habíamos planeado. En la única casa cercana que había, que es de los cuidadores de la entrada de las Termas de Porcelana, hacían pan amasado y tenían algunas verduras en la huerta, por lo que aprovechamos de comprar para variar un poco la “comida de camping”.
Mientras nos internábamos un poco hacia dentro de la montaña, por el cajón del rio Porcelana, en un camino en el bosque muy lindo, y bien cuidado, empezaron a aparecer entre la vegetación, pozones naturales formados de piedra, entre helechos, que humeaban.
Y cada vez más arriba más calientes eran; algunos deben haber llegado a unos 50 grados. ¡Eran las termas perfectas! Estábamos solos, rodeados de naturaleza, bajo una lluvia suave, y en pozones de distinta temperatura para nosotros. Todo esto junto al sonido de los pájaros y del río que pasaba.
Había escuchado que las Termas de Porcelana eran increíbles, pero estar ahí supera toda expectativa. Y así pasamos el día y la lluvia entre las termas y el río, cambiándonos de uno a otro. El nombre de la terma se debe a que hay caolín en esa área; si uno sigue caminando hacia arriba por los pozones entre los helechos, llega a unas piedras cristalizadas que parecen cerámicas y toman colores debido a los minerales.
Empezó a despejar y todos los cerros que teníamos al frente, por la otra ribera del fiordo de Comau, especialmente el cerro Amunategui, volvieron a aparecer; pero esta vez nevados en la punta y llenos de cascadas de agua que bajaban por todos lados. Muy linda la vista que teníamos desde el lugar donde acampamos, por lo que nuevamente con la fogata y el cielo estrellado, preparamos la comida, conversamos, nos reímos e investigamos nuestra ruta del día siguiente: había que seguir en kayak.
DATOS UTILES
Robert Catalán, Expediciones Patagonia el Cobre, Hornopirén.
Juan Bae en Hornopirén, tiene un bote en el que se pueden hacer paseos a los fiordos y termas de Llancahué, si es que no se tiene kayak. cel: 97133771
Cocinerías en el mercado de Hornopirén. Restaurant El Pescador. $3000 merluza austral con arroz y ensalada.