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En bicicleta por los volcanes de Chile

Una cordada de dos amigos quisimos hacer una inmersión en la realidad local relacionada a los volcanes activos del sur de Chile, en una travesía  donde las bicicletas fueron nuestro medio de transporte, apostando al ejercicio deportivo, ecológico y a la cercanía con la comunidad que se genera al practicarlo.Texto: Jaqueline Boldt/ Fotos: José Milo Cerna.

Habíamos acordado recorrer desde  el volcán Choshuenco hasta el Hudson, sin embargo, la revolución social de Aysén nos dejó el viaje a la mitad, por lo que nuestro viaje solo abarco desde Valdivia hasta Puerto Varas. De todas formas, en esa zona patagónica las bicicletas no aportarían, mucho puesto que los volcanes activos se encuentran en la zona marina

En el viaje realizado, los volcanes eran siempre imágenes postales que  nos “jalaban” a pedalear  cada día, la relación que manteníamos con ellos era la de un montañista que observa su próxima cumbre, sin embargo, comenzamos a darnos cuenta que su “influencia” estaba presente  muchos kilómetros a su alrededor.  El tipo de suelo,  los antiguos caminos de lava, las leyendas e historias relacionadas a erupciones anteriores, la existencia de termas consideradas sitios sagrados indígenas y  una enorme actividad turística basada en la imagen y servicios ecosistémicos que prestan estos enormes conos de distintas edades y de distintas historias. De todos los que conocimos, el volcán Puyehue fue el que más nos dejó atónitos, pues es el único con actividad  presente y con una enorme capacidad eruptiva.

Parque Nacional Vicente Pérez Rosales.

Por supuesto no pudimos llegar a su cumbre, la cantidad de ceniza eyectada hacía imposible un ascenso exitoso, pero aún estando a sus pies se sentía su  rugir, como un estruendo que hacía vibrar la tierra entre medio de una ceniza que caía silenciosa, similar a la caída de nieve. Desde caminos muy distantes al cordón Caulle, siempre vimos una columna de humo levantándose y adornando el horizonte; los caminos “pavimentados” con ceniza fueron un placer para las bicicletas cuando estuvieron húmedos y, cuando estuvieron secos, el paso de los vehículos pesados levantó mucho polvo que dificultó severamente nuestra respiración y ánimo. Por eso, el pedaleo con lluvia siempre fue bienvenido y visto como “el mal mejor”.

Nuestra experiencia

Durante los 21 días de viaje realizados en el mes de Febrero de 2012, recorrimos un total de 250 km aprox. pasando por los volcanes, haciendo aproximaciones al cordón Caulle, volcán Puyehue y volcán Osorno. Esta fue una travesía impactante, no por la dificultad física sino por todo lo que descubrimos al observar de cerca la silenciosa presencia de nuestros volcanes en el sur de Chile.

Volcán Osorno

La influencia de los volcanes en los ecosistemas

El volcán Puyehue nos mostró paños de bosques muertos y desolación. Pero los volcanes Osorno, Villarrica o Calbuco nos mostraron como a través del paso del tiempo, muchos de los elementos arrojados a la atmósfera cayeron finalmente al suelo transformando entonces la composición química y física de éste, generando terrenos fértiles donde las plantas crecen vigorosas, y en muchos casos favorecen las actividades agrícolas, ganaderas y silvícolas tan reconocidas del sur de Chile.

En el Parque Vicente Pérez Rosales que rodea al volcán Osorno, cuya última erupción fue hace 177 años, pudimos ver claramente como la vegetación nativa volvió a poblar vigorosamente junto a la formación de suelo. Una curiosidad positiva en el viaje fue el hecho de que la erupción del cordón Caulle influyera en el ciclo reproductivo de los tábanos, ya que según los lugareños, la ceniza exterminó los “nidos”, y en efecto, pudimos disfrutar de un pedaleo sin tábanos, factor al que temíamos antes de empezar este viaje, debido al agotamiento mental que produce su constante hostigamiento, en especial en el mes de enero.

Ruta Entrelagos.

Historias  y testimonios locales

Para la erupción del Carrán, en el año 1955, una pobladora actual del lago Ranco nos contó su experiencia vivida en su lugar de crianza, muy cercano a este volcán perteneciente al cordón Caulle: “Sentimos temblores y truenos, unos ruidos que venían de la tierra o de las nubes, pero que traían algo muy fuerte. Salimos a ver qué pasaba y el cielo se oscureció,  de él cayó arena negra. Un familiar mío la tomó  y yo le dije que la botara, sentí miedo de que pudiera ser un mal. Al otro día un hombre más aventurero llegó con la noticia: había reventado un volcán, bien cerca por ahí por los cerros, así que probablemente era el fin”.

En alguna caleta de Chiloé.

En ese tiempo, no había camino hacia Llifén y todo transporte y comunicación dependía fuertemente de la navegación por lagos y ríos y también del caballo. Esto hizo que las autoridades gubernamentales demoraran mucho tiempo en llegar a alertar y educar al respecto de lo que se podría hacer o de la necesidad de moverse para evitar tragedias. Mientras tanto las personas del lugar interpretaban el suceso desde su propia óptica: “Por el día comíamos pavos, nos reuníamos todos, cantábamos y conversábamos mucho. Tomábamos mate; total, si nos íbamos a morir, tenía que ser todos juntos y felices… Por las noches la gente lloraba y se despedía. Después de  que ya había pasado todo, llegaron las autoridades diciendo que nos teníamos que ir, que teníamos que evacuar. ¡Pero no!, ¿dónde nos íbamos a ir? No pues, y menos después de que ya conocíamos al volcán”.

Los cambios en la estética del paisaje

La erupción de un volcán puede también cambiar la coloración de un paisaje, a tal punto de transformarlo en otro. Tal cual como pudimos apreciar en  el lago Huishue, en un sector cercano al volcán Puyehue. Este lago solía ser oscuro en sus aguas, con un azul profundo y arenas negras, tal cual  son la gran mayoría de los lagos en el sur de Chile (región de Los Ríos y Los Lagos). Después de la enorme erupción del cordón Caulle, volcán Puyehue, este lago cambió por completo: la abundante cantidad de ceniza que cayó decantó en el fondo del lago, dejando una película blanquecina que ofreció las otras posibilidades de combinaciones de luz, por lo que ahora el lago, puede apreciarse como un cuerpo de agua color turquesa o calipso, tal cual lo son las aguas del Baker o del lago General Carrera en Aysén. Al mismo tiempo, la piedrecilla negra que cubría la playa fue reemplazada por piedra pómez de color blanco, por lo que hoy el paisaje ha cambiado su coloración al 100%. Siendo hoy en día el lago Huishue color turquesa y de playas blancas.

Volcán Villarrica.

A lo largo de la ruta que recorrimos en bicicleta por los volcanes cordilleranos del sur de Chile, hay termas y azufreras. Como su nombre lo dice, las segundas poseen una gran cantidad de azufre diluida en el agua caliente, lo que produce el característico olor a “huevo duro”. Las personas locales les atribuyen propiedades medicinales y terapéuticas a ambas, pero por sobre todo a las azufreras. Se dice que estos baños mantienen la juventud o retardan el envejecimiento, también que son buenas para la circulación sanguínea, piel y huesos.

La mayoría de nuestros volcanes están en la cordillera de los Andes, y está, en algunos lugares del sur, se encuentra habitada aún por el pueblo mapuche. En estos territorios, los volcanes son un mundo complejo y muy extenso de explicar en un artículo, pues responde a una cosmovisión completamente diferente y que, en parte, pudimos compartir  bajo algunas experiencias en nuestra travesía.

Un bosque en Los Lagos.

Secreto Indígena

En algunos lugares, dentro del territorio mapuche, se encuentran termas poco intervenidas en medio de bosques añosos. Estos son lugares son sagrados para las comunidades indígenas, pues representan portales y lugares de sanación, que traen la energía de la creación, asociada por supuesto al volcán como centro de muerte-renacimiento de la tierra. Estos lugares son resguardados por el pueblo mapuche, quienes no cobran entradas pero sí deciden quién entra y quién no. En nuestra experiencia tuvimos éxito, no sin antes haber sentido el rechazo de una pobladora indígena, al respecto pudimos conversar con ella acerca de la nula intención que teníamos en depredar su territorio y por lo mismo nos reservamos el derecho de revelar este lugar en forma cartográfica o nominativa.

Para entrar en estas termas pasamos por un rehue, especie de tótem que simboliza el resguardo de los espíritus ancestrales que cuidan y protegen el territorio. Para nosotros funcionó como un punto energético que protegía el lugar, materializando la presencia viva de los ancestros. Aquí la energía se sentía masculina y de mucha fuerza.

José Milo Cerna.

En las termas es diferente, la energía se siente femenina. Tuvimos que dejar una ofrenda al estar en ellas. Las sensaciones dentro del lugar son algo mágicas pues los sonidos del bosque nativo invaden todo el lugar, al mismo tiempo que cada uno está entregado y sumergido en esas aguas calientes, inmersos en una sensación constante de placer, tranquilidad y protección. Tal vez, la sanación que proveen esta agua vaya mucho más allá del plano físico, tal como lo plantea la cultura mapuche que las visita y resguarda.

El hecho, de acuerdo a la experiencia vivida, es que nos sentimos acogidos en el interior de la tierra pero cubiertos por agua y barro a temperaturas que nos adormecieron y despertaron al mismo tiempo. Tuvimos la sensación de estar en un útero y de ser parte de todo el entorno natural. Probablemente, esta experiencia de reconexión con la madre tierra sea precisamente lo que constituye como “sagrados” a estos lugares en la cosmovisión indígena mapuche del sector.