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Descubriendo el país de Drácula en mountainbike

Elegir Transilvania y sus alrededores como destino turístico de vacaciones  es poco habitual. Sofia Ramírez se embarcó en esta aventura en la que viajó en bicicleta y realizó trekkings por un país que podría ser sacado de la Edad Media. Aquí les damos a conocer la primera parte de este relato.

Texto y Fotos: Sofía Ramírez

Siempre he tenido un interés extraño por recorrer países que no están en las anécdotas comunes, paisajes no invadidos por turistas, con algo interesante, misterioso y atrayente.

Llegó el momento de mis merecidas tres semanas de vacaciones y todo se aclaró cuando una amiga extranjera subió fotos de su país a Facebook.  ¡Ese era mi lugar! La provincia de las leyendas, las montañas, donde dicen que había una orden del dragón, osos, iglesias fortificadas, gitanos, superticiones y vino. Mucho vino. Pero sobre todo, una naturaleza poco explorada donde se dice que hay vampiros. Allí nació una leyenda: Drácula. Así es: mis pasajes ya tenían un destino y dos deportes: Transilvania en MTB y trekking.

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Compré el pasaje y por medio de mi amiga rumana, contacté a Martín, emprendedor y deportista nato que recién partía con su agencia (www.martinadventures.ro), por lo que fui su primera clienta. Me mandó un simple cuestionario para saber qué quería hacer, me respondió con posibles destinos y listo. Organizó todo y decidió acompañarme durante mi viaje para cerrar otros temas. ¿??

Cuando comencé el  viaje, no conocía a nadie que hubiese estado allá turisteando, ni europeos ni latinos ni asiáticos… era como si el turismo europeo terminara en Hungría. Y así, desde ese país, tomé el tren a Bucarest. Me fui sentada entre un hombre que no dejaba de fumar y un gitano que intentaba ver fútbol en su tele portátil.  El ruido de la música que salía de varios celulares y radios portátiles, el olor a cigarro de los que fumaban en el vagón, el alto volumen de sus conversaciones y risas, los diferentes licores que se servían en las mesas y esa manera fuerte de hablar que tienen los rumanos me hizo olvidar que estaba en Europa.

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Apenas llegué, salí a recorrer  Bucarest y vi por primera vez a quién aparecería muchas veces en mi viaje: la estatua del conde que inspiró la historia de Drácula, Vlad «el empalador» Dracul. Ese ser que no era vampiro pero sí mandó a «empalar» a más de 60.000 enemigos, insertándolas un palo desde el recto hasta que saliera por su boca. Un sanguinario para los otomanos, un salvador para su pueblo.

Martín me pasó a buscar en su auto, con las dos bicicletas en el techo y miles de implementos en la maleta («por si son necesarios»). ¿Qué implementos?

La Edad Media en MTB

Tomamos la carretera hacia la Transilvania rural, específicamente a Viscri en Târnava Mare, una de las localidades con una mayoría de gitanos. Cruzamos una meseta cortada por valles donde habían incontables ovejas que paseaban con sus pastores, pasamos  bosques y pueblos medievales separados por cerros. Los pueblos eran pequeñas aldeas   de casas de adobe de colores  chillones  construidas  alrededor de la iglesia fortificada medieval. Sus habitantes aún cultivan y venden sus cosechas entre ellos de manera autosuficiente.

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En Viscri partió nuestra aventura. Dejamos las cosas en un hostal, bajamos las bicicletas y al día siguiente nos pusimos a pedalear. En este punto, tengo que admitir que nunca había hecho MTB por más de cinco horas y no recordaba la última vez que me había  subido a una bicicleta. Martín, en cambio, era veterano en este deporte.

Salimos de Viscri  bajo la lluvia y pedaleamos en llanuras con ovejas y entre bosques subiendo y bajando cerros. A veces, sentía que la subida no terminaba nunca, pero al llegar arriba y ver el siguiente pueblo a lo lejos me sentía conquistando pueblos medievales tal como el clásico juego de computador “Age of Empires”.

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Todos los pueblos tenían sus iglesias fortificadas.   En una de ellas encontramos la llave de la puerta principal (sin mentir, medía 15 cm) y entramos. No había nadie dentro ni por los alrededores, sólo estábamos nosotros, yo y Martín,  dentro de esa iglesia de adobe del siglo XIII, muy sencilla, blanca, alta, con techos de madera, encerrada en murallas.

Martín  conocía bien la historia de su país y de las construcciones. Y si no la sabía, podía traducir lo que decían las personas que vivían ahí. Así supe que la iglesia había sido católica, luego ortodoxa y ahora se celebraban misas evangélicas todas las semanas.    También  supe que Vlad Tepes había hecho de las suyas en ese lugar: había mandado  a matar a más de la mitad de la gente de  los pueblos cercanos porque se negaban a comercializar con él.

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Novela Pastoril

Dese allí  tomamos un sendero que bordeaba un canal y pasamos por campos de trigo. La paz que se sentía en ese lugar era impresionante.   No había más ruido que el del agua y el de la bicicleta. Había dejado de llover y ya sentíamos calor. Entramos al camino rural y de vez en cuando nos topábamos con niños pastoreando las ovejas en una loma o una familia completa arando la tierra a caballo.

Seguimos hasta llegar a otro pueblo que tenía su iglesia fortificada en la loma del cerro. Un punto estratégico para esconderse de antiguos ladrones o enemigos. Ya se estaba haciendo tarde y aparecieron   carretas  con las  cosechas del  día. Los niños nos miraban sorprendidos y de vez en cuando  aparecía un auto de los años 90 con música gitana, ¡o un reggaeton sonando a todo volumen! Los caminos parecían laberintos  y sin la ayuda  de Martín, habría terminado dando vueltas en círculos.

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Entramos juntos a un campo de manzanos.   Debo puntualizar que el 60% de los osos de Europa viven en Rumania y realmente me asustaba la idea de andar sin luz por ahí.   Seguimos, yo más temerosa que Martín, por un bosque de  grandes árboles tupidos; el suelo estaba  lleno de hojas otoñales y el sol se colaba entre los árboles. Había  una sensación de libertad difícil de describir. Debo admitir que, a ratos, mi inexperiencia en MTB y la gran pendiente, me tenían caminando al lado de la bicicleta, lo que aproveché para admirar el paisaje con más tranquilidad.

Bajamos zigzagueando  por el bosque, esquivando árboles y aumentando la velocidad hasta que, agachando la cabeza, salimos  y nos encontramos con una postal increíble: laderas de cerros de diferentes verdes, donde sobresalían  las torres de las iglesias de las aldeas.  Teníamos de música de fondo el sonido del instrumento que tocan los pastores para mover las ovejas.

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Después de recorrer senderos, campos y caminos pavimentados que pusieron a prueba mi destreza (por la cantidad de hoyos), llegamos por fin al hostal, donde nos esperaba la comida casera preparada por la dueña: una mujer de ascendencia alemana y gitana, que no hablaba inglés, pero que cocinaba increíble y hacía los mejores vinos y licores del lugar. No probar el Tuica, destilado típico del país  y un vino hecho en casa es inconcebible, al terminar un intenso  día de deporte en la Transilvania rural.

Lugares que, después de estar en Rumania, prometo volver a visitar

Trekking desde el Lago Balea hasta Moldoveanu en las montañas Fagaras. Estas montañas te permiten hacer una de las travesías continuas más largas de europa. Balea es un lago glacial situado a 2.034 metros. Desde ahí se pueden hacer muchos ascensos, especialmente a Moldoveanu, la montaña más alta de Rumania.

Kayak por el Delta del Danubio. 2.200 kilómetros cuadrados de ríos, canales, pantanos, lagos rodeados de árboles y de islas de caña. Este lugar es un paraíso para los amantes de la vida silvestre.

DATO

La lengua oficial es el rumano, un idioma muy cercano al latín antiguo. En las ciudades, los jóvenes tienen un alto dominio del pero en el campo poca gente lo habla. ¡Pero pueden entender español gracias a las telenovelas latinas que pasan por los canales locales!