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De Higuerillas a Robinson Crusoe en Yate

No puedo catalogar la navegación al archipiélago Juan Fernández tan solo como un viaje, es en sí una travesía. A todos los navegantes que osan a zarpar e introducirse por los mares chilenos los esperan fuertes vientos y grandes oleajes, por lo que esta aventura requiere de una gran preparación, durante varios meses, tanto a nivel físico como emocional, y por supuesto los ajustes previos a las embarcaciones.

 

Texto: Américo Soza

Fotos: Tripulación Gran Impulso

 

Desde el año 2005 que el Club de Yates de Higuerillas considera dentro de su agenda anual un raid al archipiélago de Juan Fernández, con la intención de un compromiso de apoyo a la población y a los trabajadores de la isla. Así también, se les entregaba una motivación de viaje a los socios del club. Esto se enfatizó aun más después de ocurrido el terremoto y tsunami del 27 de febrero del año pasado, donde la misión del club y sus socios, fue aportar en la reconstrucción. Así se logró habilitar oficinas modulares, con computadores y equipos de radio que servirían para el sindicato de pescadores en sus labores diarias.

 

Una nueva ola

La organización para la travesía del año 2011, consistió en dos grupos de embarcaciones. La primera emprendió rumbo al archipiélago el día 27 del mes de febrero, y la segunda el 12 de marzo. Lo que no teníamos previsto fue el terremoto 9.0 Richter en el lejano Japón el día 11 de marzo, y como esto repercutiría en nuestras costas. El SHOA, decreta alerta de tsunami y la Armada de Chile cierra todos los puertos del litoral chileno. Entre las tripulaciones de los yates y sus familiares se generó un ambiente de incertidumbre y tensión. Después de todo, este trágico acontecimiento recordaba lo sucedido en Chile hace un poco más de un año atrás. A pesar de que estaban las ganas de partir rumbo al archipiélago, muchos tuvimos dudas si tendríamos las condiciones de vientos y mareas que nos permitieran zarpar. Tras largas horas de espera, la Armada recibe la autorización para la reapertura de algunos puertos de las costas chilenas, y a medio día nos dieron la autorización de zarpe.

Yo fui parte de la tripulación del Gran Impulso, y no tengo palabras para describir la cantidad de emociones que tenía en mi corazón y pensamientos en mi mente a la hora del zarpe. El mar nos permitió una salida con unos agradables 15 nudos, y así tomamos nuestro rumbo, dispuestos a disfrutar de la navegación, pero mar adentro nos esperaba una realidad completamente distinta y para mí, inimaginable.

A medida que nos alejábamos de la costa el viento aumentaba paulatinamente, llegando a alcanzar entre 35 y 40 nudos y olas que superaban los 4,5 metros. La distensión con la que habíamos zarpado llegaba a su fin, y cada uno de la tripulación tuvo que tomar firmemente su posición en la embarcación para hacer frente al ensañamiento con el que el clima se nos hacía presente. Al llegar el anochecer perdimos comunicación con las otras 4 embarcaciones de nuestro grupo y las condiciones climáticas no mejoraban. El capitán debía tomar la decisión si regresábamos a puerto o seguíamos nuestro rumbo.

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Lluviosa Bienvenida

Esa noche, decidimos seguir perseverantes en la caña en busca de nuestro destino, pero dos de las embarcaciones que nos acompañaban dieron vuelta de regreso al Club de Yates de Higuerillas. Después de 50 horas de intensa navegación, con considerables daños en el piloto automático y en el puño de la vela mayor, uno de nuestros tripulantes grita efusivamente “¡la isla!”. A las 14:30 horas del día 14 de marzo, el Gran Impulso toma contacto visual con la isla Robinson Crusoe en un día de intensa lluvia. Estábamos eufóricos y queríamos celebrar, nos miramos unos a otros y reíamos de felicidad, nuestros ojos reflejaban como nuestras almas estaban: colmadas de satisfacción por tan inmenso logro. Estábamos tan extenuados por el intenso trabajo físico y las horas sin dormir, que los abrazos y las y las fotografías tuvieron que esperar hasta que fondeamos en la Bahía de Cumberland.

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La nueva vida de las Islas

Nos recibió con gran afecto, Marcelo Rossi, representante de los pescadores y operador náutico de la isla, quien además nos apoyó con nuestro desembarco en el muelle del pueblo de San Juan Bautista. Allí nos esperaba la Señora Julia Chamorro, dueña del Hostal Mirador de Selkirk, quien nos brindó un alojamiento más que confortable y con un ambiente muy hogareño.

Permanecimos tres días en esta hermosa isla, que nos mantuvo sobrecogidos por su bella geografía, su inmensa flora y sus espectaculares paisajes y vistas, pero por sobretodo por su exquisita mesa, y la calidez, simpatía y cariño de los juanfernandinos.

En las conversaciones que sostuvimos con Marcelo Rossi durante nuestra estadía, nos enteramos de algunos de los proyectos y planes de acción post 27-F, por parte del municipio. Uno de los que llamó nuestra atención fue el Plan de Reparación de Salud Emocional, propuesto por la Posta de Salud Comunal de Juan Fernández. Esta propuesta busca facilitar los procesos que permitan la rearticulación del funcionamiento individual y social de la población, con el objetivo primordial de mejorar la salud mental. Dentro de este plan existe el proyecto Escuela de Vela para niños, que permitirá realizar talleres de Optimist y Stand up Paddle, con la intención de fortalecer el reencuentro de los pequeños con nuestro mar. Los  habitantes de Juan Fernández nos han invitado a participar de esta iniciativa, y a apoyarlos con nuestros conocimientos, porque su meta es que el proyecto se pueda materializar durante este año.

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Habíamos cumplido nuestros días de estadía en el archipiélago y estábamos preparándonos para el regreso, cuando recibimos una petición, por parte de una familia de la isla. Nickole Valero, una joven de 19 años, necesitaba viajar al continente para comenzar sus estudios superiores, pero por los itinerarios del barco de la Armada de Chile, su único medio de transporte, no podría hacerlo hasta fines de marzo, con lo que perdería su oportunidad de inscribirse en la casa de estudios a la cual había aplicado. Fue así como la tripulación del Gran Impulso aumentaba a 6 personas. Con gran pesar esta joven, se despide de su familia, y el sentimiento se nos

contagia, sentíamos que nosotros también dejábamos una familia atrás, como si nos

conociéramos de toda una vida. Al momento del zarpe comprendimos que debíamos seguir apoyando a nuestra gran familia juanfernandina”, que teníamos una nueva misión, la escuela de vela, y que antes de partir ya teníamos infinitas ganas de regresar.

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Agradecimientos

Los integrantes del Team Gran Impulso Guido Tapia, Carlos Escalona, Alex Weber, Fernando Soza y Américo Soza  agradecemos a nuestras familias y a todos los que nos han apoyado para poder cumplir nuestros proyectos en torno a la navegación.