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Cicloturismo de altura en el Norte Grande

Concretar un sueño arriba de tu bicicleta y más aún que este sueño haya sido pensado y elaborado pedaleando años atrás, es una emoción muy grande que llena mi alma. Aquí comparto lo que fue la primera etapa de la ruta nacional de cicloturismo Border-Route 2013-2014, en la cual junto a dos amigos subí desde Arica hasta las alturas del altiplano, pedaleando entre Parques y Reservas Nacionales, caminos solitarios y salares.

Texto y Fotos: Leonardo Aceituno

Después de enviar nuestras bicicletas por separado, nos embarcamos Susana Milla, Maurizio Binfa y yo, en un largo viaje en bus desde Coquimbo, partiendo un día sábado a la ciudad de Arica. Ahí somos recibidos por los Arancibia-Portilla la cual nos permite alojar una noche en su hogar; son una familia muy grata y de inmenso corazón.

El lunes 19 de agosto 2013 es nuestra fecha para dar inicio al proyecto, que he planificado con ansias. Terminamos de equipar nuestras bicicletas y nos dirigimos hacia el valle de Azapa; aquella primera noche llegamos solo hasta la localidad de San Miguel, a fin de poder visitar el Museo de la Universidad de Tarapacá y conocer en presencia las momias chinchorros y su historia.

A la mañana siguiente, muy temprano y con nuestro equipo listo, nos dirigimos hacia el museo, el cual recomendamos por su calidad y excelente composición de piezas arqueológicas. Después de una visita aproximada de 2 horas y de haberse impregnado de la cultura que habitaba las tierras a donde nos dirigíamos, volvemos a nuestras bicicletas y continuamos nuestro rumbo.

Pasando por quebradas donde se pueden apreciar los cultivos de aceitunas y de otras pequeñas actividades agrícolas de la zona, nuestro termómetro fue en aumento, la altitud lentamente también y continuamos pedaleando hacia la serranía.

Susana y Mauricio dejando atrás el Volcán Parinacota

Es gratificante ver aquel letrero que nos señalizada una gran bajada; avanzamos unos metros más y podemos apreciar al final de la cuesta la imagen de Poconchile, nuestro nuevo destino y parada.

Aquí recibimos el cálido apoyo de las hermanas colombianas, monjitas que nos facilitan un terreno entre la iglesia local y la entrada al cementerio. Algunos ruidos y paso nocturnos nos acompañan y nos ponen alerta en nuestro descanso, pero aun así, estamos agradecidos de la hospitalidad de la zona.

 El Gran Señor Sol

Ya desayunados, iniciamos nuestro ascenso por el caluroso asfalto; a los pocos kilómetros, podemos divisar a la distancia y, sobre las cimas de los grandes cerros del valle, que el camino va en aquella dirección. Se nos venía una gran cuesta de curvas cerradas, grandes pendientes y de un tráfico de alocados camiones de carga bolivianos, ¿serán conductores? ¿o acróbatas?

Nos pasamos aquella tarde, entre hidratación y descansos para al fin llegar a un prolongado y suave descenso; nos esperaba una rica cena de carbohidratos y un merecido descanso. Esa noche alojamos frente a la gran planta fotovoltaica El Águila, a 1700 msnm.

Nuevamente, con el gran señor sol saliendo de las montañas, iniciamos nuestro día. Cargamos nuestros equipos e iniciamos el ascenso por la cuesta, con grandes pendientes entre quebradas y llanos, donde el viento soplaba en toda su plenitud. Alrededor del mediodía nos visitan en nuestro camino los espectaculares cactus candelabros; se aprecian como vigilantes de la ruta desde las alturas del valle.

Volcán Parinacota

Ya al ocaso llegamos a un lugar maravilloso e inmerso en la historia, los pucarás de Copaquilla; armamos campamentos cerca de una de las construcciones principales, con una hermosa vista hacia la quebrada. Disfrutamos de una excelente cena y nos fuimos  al descanso deseado.

 Clima de Montaña

Experimentamos un despertar distinto: en este instante de nuestro viaje y rutina diaria puedo captar la energía del lugar y del entorno milenario en que nos vemos envueltos.  Preparamos el desayuno, apreciamos nuestro paisaje, armamos equipo y nos preparamos para un gran día de ruta, visitando ruinas, el pueblo de Zapahuira y quebradas realmente  hermosas. Al fin llegamos a Putre y sus  3600 msnm. El pueblo nos recibe cálido y majestuoso,  con sus nevados como telón de fondo. En estos momentos apreciamos nuestro sacrificio y nuestra hermosa y sencilla forma de vivir. Alojamos a un costado de la cancha a la entrada de Putre, muy recomendado por su tranquilidad para pasar la noche, ¡y gratuito!

El cielo despertó amenazante, algunos reportes en la radio local señalaban que estaba entrando un frente de mal tiempo en las zonas aledañas. Sin darle mayor importancia, comenzamos el ascenso en nuestra ruta. Nuestros primeros kilómetros van entre terrenos de cultivo, poblados por algunos animales. Pronto, en una curva, somos testigos de una gran señal de pilares y un santo en su centro. ¡Cómo no recordar el gran accidente que enlutó a nuestro país, el accidente de un bus en el cual fallecieron pequeñas niñas estudiantes de un colegio de Santiago! Al continuar nuestro arduo pedaleo, logrando un poco más de altitud, tomamos un camino recto donde se mezcla entre asfalto y tierra, para topar finalmente con un letrero que agradecen tus músculos: “Termas las Cuevas”. Sus aguas están cerca de los 31º C, ¡100% recomendadas!

Pedaleando con todo

Luego de este relajo, nos equipamos y salimos a un cálido pedaleo con un gran viento en nuestra espalda y, con el termómetro marcando 0, nos apresuramos a nuestro nuevo destino, el Control Policial Chucuyo. Carabineros de Chile nos dio su camaradería y apoyo; pasamos una noche bajo techo, pero sintiendo el poder del viento al crujir cada rincón de nuestro refugio.

 Container con Vista al Lago

Amanece soleado y con un hermoso paisaje nevado; ya habíamos cumplido una semana en nuestra ruta  y nuestro entusiasmo seguía en aumento por conocer grandes lugares que nos preparaba el altiplano. Asi entonces fuimos dejando el refugio de Chucuyo a nuestra espalda y continuamos nuestro pedaleo.

A los pocos kilómetros de recorrido, se nos presenta frente a nosotros, los majestuosos Payachatas, los volcanes gemelos Parinacota y Pomerape, acompañados en sus bases por las lagunas Cotacotani (lado oeste) y Chungará (lado este), un lugar donde el tiempo transcurre de forma diferente; aquí nos detuvimos unos minutos para apreciar el gran paisaje que se nos presentaba. Bueno después de algo interno y profundo, volvimos nuestras fieles compañeras y retomamos el camino, bordeamos el Chungará, cruzándonos con alguna fauna de la zona (simpáticas alpacas y vizcachas). Esa tarde logramos llegar al control fronterizo Chungará, lugar que sería nuestro refugio por un par de días. Fuimos recibidos por los amigos del SAG, los cuales días atrás nos habíamos cruzado en la ruta de ascenso a Putre y nos habían ofrecido su ayuda cuando llegáramos a aquel lugar, así fue como cobramos la palabra. Gentilmente y sin vacilar en su ayuda, nos facilitan un container para nuestro refugio, el cual poseía una vista hermosa hacia el lago Chungará y el volcán Parinacota. Aquí rápidamente, por el frío y viento que había, desarmamos nuestro equipo y nos refugiamos en nuestro nuevo hogar.

Reparando los neumáticos en el Salar de Surire

 Caminos Distintos

Iniciamos una nueva semana, desayunamos temprano como es de costumbre y planificamos lo que nos venía, ya que ahora mis amigos y compañeros de ruta,  Susana Milla y Maurizio Binfa, se preparaban para un gran desafío, poder realizar cumbre en el volcán Parinacota, con una altitud de 6348 msnm. Terminé con mi desayuno y mis amigos acabaron de organizar su equipo, que ahora sería de montaña. Iniciaron el acercamiento a la base del volcán en bicicleta para luego seguir a pie en busca de su cumbre; los acompañé unos kilómetros en la ruta hasta un desvío en el camino.  Aquí nos separamos y les entregué mis buenas vibras; en cuanto a mí, seguí la  ruta por el camino principal, en dirección al poblado Parinacota, asentamiento donde habitan no más de 30 personas.

Aquella tarde regresé al refugio que nos habían proporcionado los amigos del SAG, prepare mi cena, luego recorrí los alrededores del lugar y luego volví a descansar al container que ahora se hacía grande, frío y silencioso, ya que mis compañeros no se encontraban.

Al despertar pude notar que aquella noche y parte de la mañana la temperatura había bajado bastante, y que toda el agua que tenía estaba convertida en hielo; entre risas y retos personales por no guardar agua en otro lugar, me preparé desayuno, mientras observaba el volcán Parinacota y pensaba en mis compañeros, su ascenso y el clima que no estaba muy favorable.

Hidratándose con el Parinacota y el lago Chungará de fondo

Aquel día fue de mantenimiento para mi equipo, bicicletas y un pequeño aseo al refugio, para luego pasar a la lectura y un rico almuerzo de la zona (una casera vendía almuerzo en un furgón en la aduana, muy rico y económico). Ya casi el terminar la tarde, me preparaba para ir en busca de agua para mi cena, cuando llegan mis amigos, los cuales habían ido al volcán, Agradable verlos y saber que llegaron sanos, no lograron hacer cumbre debido al mal tiempo en la zona y la gran formación de hielo en el volcán. Nuestras bicicletas se preparaban para retomar nuestro viaje: ahora nos tocaba cruzar de norte a sur la zona altiplánica.

 Las rutas altiplánicas

A las 07:00 preparamos nuestros reforzados desayunos, fuimos a agradecer por los servicios y ayudas prestadas a los amigos del SAG e iniciamos nuestro pedaleo; desde este momento nuestro viaje comienza a tener contacto más directo con la tierra y todo su entorno, en un lugar con  menos tránsito de camiones y menos civilización.

Fue así como fueron los siguientes tres días, jornadas llenas de sentimientos y emociones, en las cuales cruzamos por termas, ruinas de poblados indígenas y bofedales; también atravesamos la Reserva Nacional Las Vicuñas, donde logramos apreciar el aumento la población de la población de estos auquénidos, y su hermoso correr en grupo por las planicies altiplánicas.

Tambien tuvimos la oportunidad de observar y recorrer el paisaje con el manto de nieve que la noche anterior se había dejado caer sobre la zona. Visitamos los poblados de Ancuta y Guallatiri, para llegar el día viernes 30 de agosto al Salar de Surire, lugar de tranquilidad absoluta y de una fauna exuberante, donde nacen y crían las tres especies de parinas (flamencos) de nuestro país, ñandúes y otra gran variedad de aves.

Rodeando el salar de Surire en dirección sur, se encuentra un refugio de la CONAF; en esta ocasión el guardaparques de turno fue Don Leo, una persona muy amable y apasionada por su trabajo. Leo nos permitió armar nuestras carpas refugiados del viento y nos facilitó su cocina para preparar nuestra comida.

Campamento en el pucará de Copaquilla

Mientras armábamos nuestro campamento, observamos que el guardaparques salía por unos momentos en su camioneta, regresando minutos más tarde. Al momento en que entramos a su hogar para hacer uso de la cocina, nos entregó una bolsa de pan (fresco y muy rico) junto a un gran trozo de jamón; a esa altura de nuestro viaje recibir ese regalo fue lo más gratificante para nosotros, un acto sencillo, cálido y con cariño realizado con el solo fin de apoyar a quien lo requiere. Este lugar posee piezas para alojar, con un valor de $4500 por persona, y  hay agua caliente y servicios básicos, ¡muy recomendado para un descanso absoluto! Otros de los atractivos de la zona y en particular del refugio de la CONAF son las tierna y grata compañía de las vizcachas, que rápidamente se dejan querer y fotografiar a cambio de un trozo de pan. Ya era de noche, nos despedimos del guardaparques y nos dirigimos a nuestras carpas

 Mirando sobre los pasos

La mañana siguiente tuve uno de los mejores amaneceres de mi viaje: montañas de fondo, el sol con su gran esplendor y el reflejo que nos daba el salar de Surire, mezcla de colores y entornos únicos. Luego fuimos a desayunar en la compañía del guardaparques, dejamos todo en orden, tomamos una última fotografía para el recuerdo e iniciamos nuestra última etapa del viaje: se nos venía un gran cruce y quizás la parte con más altitud de todo lo recorrido, con 4745 msnm.

Fue un ascenso largo y arenoso pero a la vez gratificante, ya que cuando pasas por estos lugares, miras el altímetro, ves el entorno, sientes el cansancio, miras hacia atrás y observas lo recorrido, en verdad te sientes afortunado por la oportunidad que tienes.

A media tarde cruzamos el limite regional entre Arica e Iquique, y alojamos en una planicie junto a un camino cercano al poblado de Parajalla. Al día siguiente retomamos nuestro rumbo, con el objetivo de llegar aquel día sábado al paso y control fronterizo Colchane. Solo faltaban unos 50 km, donde visitamos varias ruinas de poblados indígenas, algunos en proceso de restauración y otras netamente abandonados; también pasamos por el poblado de Isluga con su gran Iglesia,  que observa a la distancia.

Conversando con los habitantes cercanos al Salar de Surire

Luego de visitar Isluga, continuamos nuestro recorrido en la ruta; en este momento aparece una mezcla de recuerdos, entre ansias por llegar y emoción por lo logrado. La emoción no es por lo difícil o duro de la ruta. No soy el primero en realizarla y tampoco seré el último, pero el ver cómo esa idea o sueño que tuve meses atrás, se llevaba a cabo, y como la energía que nos mueve nos lleva a  concretar nuestros sueños, realizando lo que nos apasiona, me hacen pensar en que  las fronteras y límites están en nuestra mente.