Si bien no es el más conocido ni ascendido de la región, el Bravo, con 5.300 msnm es un cerro del cual no se tiene mucha información y que guarda interesantes vestigios incas. Como parte de una salida con amigos y un p royecto de documentar tambos y apachetas de altura, Daniel Alfaro nos cuenta su viaje, que se mueve en el tiempo y la montaña.
Texto: Daniel Alfaro Fotos: Álvaro Rojas
La Puna de Atacama es sin duda una de las zonas más inhóspitas de la tierra. Esta característica la llevó a permanecer inexplorada por más de 300 años, época en que los pioneros de la exploración moderna se lanzaban con arrojo y valentía a la conquista de remotos lugares por todo el mundo. Puedo imaginar las caras de sorpresa y asombro de los científicos alemanes o de los montañistas polacos de principios del siglo XX, cuando exploraron por primera vez las alturas de Atacama. Puedo imaginar sus ojos bien abiertos, mirando construcciones muy bien montadas, en alturas superiores a 4, 5 y 6 mil metros, en el medio de la nada, en espacios inhóspitos donde difícilmente el hombre moderno podía llegar con su tecnología. 500 años antes, alguien ya había estado ahí. Puedo imaginarlo perfectamente, digo, pues yo mismo me he encontrado con esa misma cara de sorpresa, al encontrarme de frente a más de 5 mil metros de altura, con un pasado oculto en las alturas de la Puna de Atacama.
Antiguas Culturas
En los años 90, Gabriel Rojas Rivera era solo un «cabro chico» que vivía junto a sus padres y hermanos en un «Pueblo Hundido» campamento minero atrapado en el presente, aferrado a un destino que se niega a desaparecer en medio de un desierto de magia sutil y oculta…el lugar está rodeado de aguadas, oasis y cursos esporádicos de agua, los que eran usados por antiguas culturas, que dejaron su impronta estampada en increíbles dibujos zoomorfos de animales incomprensibles de otra dimensión. Toda esa cultura se detuvo bruscamente, cuando cerca del año 1.500, los adoradores de Inti conquistaron lo que se conocía como Atacamac.
600 años después, en el sector cordillerano de la comuna de Diego de Almagro, un par de vehículos se internan en caminos olvidados, en un viaje al pasado que nació como otra idea de Gabriel y sus ganas incontenibles de sumergirse en la historia, de ir a la raíz, para entender o simplemente para contemplar su belleza y perfección, la obsesión por el pasado, por lo arcaico y oculto, carga quizás genéticamente heredada de su padre, reconocido profesor de la comuna de Diego de Almagro. Gabriel ya no es un niño, estudia en Copiapó.
Chasqui
De vuelta al presente, la profunda quebrada nos muestra el cerro Tambería. Parece que la quebrada jamás se abrirá hacia el este. Verde, amarillo y rojo surcan el paisaje y pintan los cerros, hermosa mezcla de óxidos de cobre, hierro, azufre y cultura profética….»yo a ti te conozco de antes, y eso me provoca pensarte». La quebrada comienza a abrirse hacia el este y nos muestra un paisaje sobrecogedor que nos hace entender por qué ese hermoso e imponente complejo volcánico fascina al hombre desde tiempos anteriores a nuestros días. Un tenue manto blanco adorna las faldas y cumbre del cerro Bravo Alto…»te conozco de antes, tal vez de un tiempo en que mi memoria no alcanza». Aún queda mucha luz de día. Una vega completamente congelada, a 3.900 metros será nuestro segundo campamento.
El día anterior partimos desde Copiapó montañeros de Viña, Vallenar, Diego de Almagro y Antofagasta. La idea de un viaje al pasado, en medio de la soledad y la Puna, para explorar y documentar tambos y apachetas sedujo a muchos de mis amigos, que se sumaron alegres a un proyecto que ya tiene nombre, «Chasqui». Acampamos la primera noche en una mina de azufre abandonada, en las Vegas de San Andrés, aproximadamente a los 2.500 msnm.
Llegamos muy tarde, solo a dormir. Al día siguiente, por la mañana, nos levantamos algo tarde a tomar desayuno. La tetera hierve en medio de las risas que nos provocan los divertidos textos que adornan las paredes. Las mayores risas las provocan «Abuelito Heidi» y «Poto de Perro», además de los comentarios jocosos que provoca el perfecto peinado matutino de Lucho Bascur, solo un reflejo de que nada le falta en una salida, ni siquiera la peineta….»anday más prepara’o que cabeza ‘e chancho Lucho». ¡Explosión de risas! Cargamos los vehículos y enfilamos hacia el Campamento Base.
El mejor sueño del mundo
Ya en los años 90, diversos relatos de montañistas hablaban de estructuras saqueadas, maderas y restos de cerámica y sogas de origen desconocido en la cumbre principal del complejo Cerro Bravo. También existían antecedentes de un gran tambo a casi 4.000 metros de altura, por referencias de arrieros que usaban el lugar para pastoreo de animales. La idea era simple pero compleja. Subir el cerro en invierno, por una ruta alternativa de mayor desnivel, a fin de buscar y documentar el tambo, para posteriormente dirigirnos a la cumbre principal del complejo a fin de documentar la existencia de construcciones y restos de utensilios y artefactos prehispánicos. La sola idea no me dejaba dormir 2 semanas antes de la salida, pero ya en terreno, el duro suelo y un bototo en la cabeza eran la mejor cama y almohada del mundo.
Montamos nuestro Campamento a 3900 msnm. Aún tenemos 4 horas de luz. El grupo anda bien así que decidimos salir en busca del tambo. Nos equipamos y partimos. No me siento bien. A los 30 minutos de marcha, un fuerte dolor de cabeza y somnolencia me obligan a volver al Base, no sin antes avisar a mis compañeros. Pienso que, además de la altura, la falta de sueño de los días previos me pasó la cuenta. Llego al campamento, tomo algo de agua y me acuesto. El suelo se vuelve blando. Comienzo a girar y caer vertiginosamente, en medio de risas y voces que me suenan muy familiares. Despierto con un grito. Afuera de la carpa, las voces de mis sueños eran las de mis compañeros comentando alegremente los detalles del trekking. Me levanto algo aturdido. Los muchachos habían encontrado un tambo de grandes dimensiones con signos de ocupaciones posteriores a la época Inca, pese a eso, en excelente estado de conservación. Segundo día y teníamos ya uno de nuestros objetivos cumplidos….el mas fácil. La cumbre nos miraba desafiante 1.300 metros más arriba.
Cosas de la Puna
El maldito dolor de cabeza no se me pasa. Gabriel también se siente mal. «Bajemos una hora, te recuperarás rápido».
Tomamos una de las camionetas y bajamos. Gabriel es nuevo en el Club de Montana. Nos conocimos solo hace algunos meses. «¿Y esa foto donde es?”·. “Exploración fuma derolas Ojos del Salado, esta temporada», me contesta. ¡Ya me puse envidioso!
Una hora, mil metros menos y el dolor de cabeza se fue, junto al malestar de Gabriel. Está anocheciendo y es hora de subir al base. Recuperados y de buen ánimo, llegamos al campamento casi sin luz. Comienzo a encender el fuego…la Vía Láctea se ve clara sobre nuestras cabezas.
Estamos bien acá, eliminamos el Campamento Alto. Iremos mañana a reconocer la ruta y a aclimatar. Ponemos la parrilla sobre las brasas y un gran trozo de carne… ¡así son las cosas en la puna! Asado y vinito a 3.900 metros.
Es sábado por la mañana. Las 4×4 calientan motores y nosotros también. El plan es aproximar en 4×4 reconociendo la ruta y desde los 4.000 msnm, alcanzar un portezuelo a 4.600 metros aproximadamente, a fin de marcar la ruta que haríamos de madrugada al día siguiente. Le pongo volumen a la radio, AC/DC suena y entusiasma a los mas viejitos…»it’s a long way to the top of you want to rock&roll», full 4×4 junto a mis amigos en medio de un paisaje espectacular.
Alcanzamos un filo que nos deja a 4.000 msnm. Frente nuestro, el imponente Cerro Bravo nos amedrenta con su blanca presencia.. Hoy, el objetivo es el portezuelo.
La ruta clara desde el tambo está cubierta por hielo del invierno. Optamos por un filo nor-este que nos dejara a 4.600 metros en línea recta al plateau donde se alzan al menos 4 de las muchas cumbres del complejo. El grupo anda bien y marcha rápidamente. Al cabo de cuatro horas de marcha, comienzo a llegar al borde del portezuelo. El cielo profundamente azul, surcado de nubes de algodón, deja ver una blanca línea del horizonte, surcado por decenas de gigantescas montañas nevadas que se alzan imponentes por sobre los seis mil metros. Peña Blanca, El Ermitaño, Volcán San Francisco, Incahuasi, El Fraile, El Muerto, Ojos del Salado, Barrancas Blancas, Tres Cruces, Volcán Los Patos, Monte Pissis y Volcan Copiapó, se van poniendo cada vez más borrosos a medida que la emoción nubla mis ojos y anuda mi garganta. ¡Dios mío, cuánta belleza!!
A otro zorro con ese hueso
Contemplamos el increíble paisaje mientras recuperamos fuerzas hidratándonos y tomando nuestra ración de marcha. 150 metros por hora, nada mal. Pero mañana, de madrugada y 400 metros más arriba, todo cambia. Lo sabemos, por lo que retornamos al campamento, sin sospechar la sorpresa que nos espera en el Campamento Base. Una de las 5 carpas montadas muestra signos de haber sido atacada a mansalva por uno o más animales salvajes, quienes destruyeron ambos absides de la carpa de Pupi Rubén… están cortadas en decenas de tiras y con pequeños pedazos esparcidos por todos lados. Al Pupi se le cayó la cara. Pese a eso, me levanto y tomo mi cinta Duct-tape… ¡no salgas al cerro sin ella!
Un grupo comenzó a pegar las tiritas, otros a recoger los pequeños pedazos, y luego de 1 hora de arduo trabajo, logramos reconstruir ambos ab-sides ocupando todos los trozos esparcidos y cubriendo cada hoyo dejado… ¡quedó perfecto! Algunos metros más lejos, una pareja de zorros nos mira con cara de «no fuimos». ¡A otro zorro con ese hueso! No contentos con la destrucción, tomaron algo de comida, sacaron el saco de dormir y dejaron con un muy mal olor la carpa
Pasado el espanto, estas reflexiones nos hacen volver las sonrisas. El sol cae por tercera vez: Mañana veremos como resultó el proceso de aclimatación. Relojes a las 03:30. ¡Mañana es el dia!
Maldita alarma. Tengo frio y algo de sueño. Alrededor comienzan a sonar más malditas alarmas. ¡Arriba cabros! La noche está hermosa e iluminada por la luna, los motores se calientan para la aproximación. Todo el grupo está bien, por tanto, todos salimos al intento.
Las 4×4 cruzan rápidamente el terrible e inexistente camino ya ensayado. Son casi las 4 de la mañana. Los vehículos se detienen y el grupo comienza a cargar sus mochilas
Cumbre
Veo cómo avanzan las luces por el filo en dirección al portezuelo. Apuro la causa, me subo el pantalon y parto a alcanzar las luces. 30 minutos más tarde, alcanzo al último del grupo. Contemplamos el increíble paisaje mientras recuperamos fuerzas hidratándonos y tomando nuestra ración de marcha. 150 metros por hora, nada mal. Pero mañana, de madrugada y 400 metros más arriba, todo cambia. Lo sabemos, por lo que retornamos al campamento, sin sospechar la sorpresa que nos espera en el Campamento Base. Una de las 5 carpas montadas muestra signos de haber sido atacada a mansalva por uno o más animales salvajes, quienes destruyeron ambos absides de la carpa de Pupi Rubén… estáncortadas en decenas de tiras y con pequeños pedazos esparcidos por todos lados. Al Pupi se le cayó la cara. Pese a eso, me levanto y tomo mi cinta Duct-tape… ¡no salgas al cerro sin ella!
Un grupo comenzó a pegar las tiritas, otros a recoger los pequeños pedazos, y luego de 1 hora de arduo trabajo, logramos reconstruir ambos ab-sides ocupando todos los trozos esparcidos y cubriendo cada hoyo dejado… ¡quedó perfecto! Algunos metros más lejos, una pareja de zorros nos mira con cara de «no fuimos». ¡A otro zorro con ese hueso! No contentos con la destrucción, tomaron algo de comida, sacaron el saco de dormir y dejaron con un muy mal olor la carpa
Pasado el espanto, estas reflexiones nos hacen volver las sonrisas. El sol cae por tercera vez: Mañana veremos como resultó el proceso de aclimatación. Relojes a las 03:30. ¡Mañana es el dia!
Maldita alarma. Tengo frio y algo de sueño. Alrededor comienzan a sonar más malditas alarmas. ¡Arriba cabros! La noche está hermosa e iluminada por la luna, los motores se calientan para la aproximación. Todo el grupo está bien, por tanto, todos salimos al intento.
Las 4×4 cruzan rápidamente el terrible e inexistente camino ya ensayado. Son casi las 4 de la mañana. Los vehículos se detienen y el grupo comienza a cargar sus mochilas