A unos 60 kilómetros de San Fernando y luego de unas tres horas de viaje para llegar a los pies del macizo de hielo, comienza una travesía extenuante. El ascenso se extiende por otras tres horas de caminata, pero resulta gratificante. Allá, una postal imponente, llena de variedad y contrastes. El también llamado glaciar Resurrección es la segunda formación de agua congelada después de los Campos de Hielo Sur.
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EL HUEMUL: Rey de los Bosques Patagónicos
El huemul del sur o chileno es uno de los mamíferos más desconocidos de nuestra fauna silvestre. Jean Paul de la Harpe se insertó en la reserva nacional Cerro Castillo para retratar a este tímido animal y para crear conciencia del peligro que corre debido a la caza furtiva, enfermedades y desaparición de su hábitat natural.
Texto y fotos: Jean Paul de la Harpe
www.abtao.cl / www.chileindomito.cl
Cuando era un niño, un profesor de ciencias sociales nos enseñó que el animal que acompañaba al cóndor en el escudo nacional, era el Huemul. Con una mala representación de éste en el sello heráldico, era difícil llegar a imaginarse a este hermoso animal. Aparte de eso, pude ver algunas fotos, con lo que logré hacerme la idea de qué tipo de animal se trataba. Luego entré a estudiar biología, y tampoco pude conocer más de este mítico animal habitante de la Patagonia. Y no fue hasta un viaje que realicé con un amigo a la carretera austral, el año 2000, en donde pude tener mi primer encuentro con una familia de huemules, luego de caminar por varias horas en la reserva nacional “Cerro Tamango”. Ese encuentro me marcó, y pude ver en la expresión de esos enormes ojos que me miraban curiosos, una calma y paz que no había visto nunca antes. Tal hermoso animal, con una elegancia única, se presentaba frente a mi con humildad y sencillez. Desde ese día supe que debía hacer algo para mostrarle al mundo lo frágil que era el huemul, y la necesidad de conservarlo.
Como un “lamentable pasado” podemos catalogar la relación que ha tenido el ser humano con el huemul, desde la formación del estado de Chile. Hechos como su caza indiscriminada, la sustitución y/o quema de su hábitat, el contagio de enfermedades provenientes del ganado doméstico, el asedio de perros, entre otras causas más, ha hecho que hoy en día este hermoso ciervo se encuentre en peligro de extinción. En antaño se distribuía desde la Región de O´Higgins hasta Magallanes, siempre a lo largo de la cordillera de Los Andes. Hoy en día sobrevive una pequeña población en la Reserva Ñuble, y el resto se distribuye principalmente entre la Región de Aysén y Magallanes. Se estima que la población total mundial es de aproximadamente 2000 individuos, entre Chile y Argentina.
El huemul (Hippocamelus bisulcus) es un ciervo de mediano tamaño, que puede llegar a pesar 80 Kg. Forma grupos pequeños, constituido generalmente por un macho y dos hembras. Entre los meses de marzo a mayo se puede ver a los machos en conductas reproductivas. Desde ahí, la gestación toma 6 meses, y nace una sola cría, la cual amamanta durante 4 meses. Lamentablemente existe una gran mortalidad infantil, por causas aún no determinadas. Es un animal herbívoro, que habita un hábitat mixto de bosque y pradera, y su ámbito de hogar no superaría las 400 Hectáreas.
Hoy el Huemul es una especie protegida por el estado chileno, y está prohibida su caza y captura. Existen varias Reservas y Parques nacionales que cuentan con la presencia de esta especie, como la RN Río Simpson, RN Cerro Castillo, RN Cerro Tamango, PN Laguna San Rafael, PN Bernardo O´Higgins y el PN Torres del Paine. Además existen parques privados en donde también cuentan con protección como el Parque Patagonia, fundado por Douglas Tompkins.
A pesar de lo anterior, el Huemul aún enfrenta serias amenazas que ponen en peligro su continuidad como especie. Dentro de estas amenazas están el ataque de perros asilvestrados, incendios forestales, atropellos en carreteras, caza furtiva, y la transmisión de enfermedades infecciosas que provienen del ganado doméstico. Una de las enfermedades más agresivas del último tiempo y que está afectando a los huemules de la RN Cerro Castillo es la Linfoadenitis caseosa, producida por la bacteria Corynebacterium pseudotuberculosis. Esta proviene del ganado Ovino y causa la formación de grandes abscesos en la piel, afectando la salud del animal. Existen hoy algunos programas para la protección del Huemul, como el implementado en la Región de Aysen, llamado “Programa Regional de Protección del Huemul”, cuyo objetivo es mejorar la vinculación de la comunidad e incrementar las medidas de protección y conocimiento de la especie.
Motivado por la necesidad de conservar esta especie es que en los últimos años he estado visitando la RN Cerro Castillo, con la finalidad de crear la mayor cantidad de imágenes que sirvan para la difusión y conocimiento de la misma. Soy un convencido de que a través de la fotografía podemos lograr encantar y comprometer a la sociedad, transversalmente, en la protección y conservación de el Huemul. No podemos permitir que solo quede en recuerdos, o que pase a formar parte de la lista de las especies extintas del mundo.
Los invito a que conozcan a través de estas imágenes esta maravillosa especie, pero también a que visiten respetuosamente su hábitat. El encuentro con un huemul es algo que te marca, y de seguro generará un cambio de conciencia de cómo vemos la naturaleza en estos días. Para eso creo que el mejor lugar de Chile para observarlos en su hábitat natural es la Reserva Nacional Cerro Castillo, la cual es atravesada por la carretera austral. Justo al lado del camino es posible observar, con paciencia y perseverancia, huemules alimentándose, descansando o bebiendo agua en el río. Lo importante es que este acercamiento sea una buena experiencia tanto para el visitante como para los huemules. Por lo mismo es que a continuación les dejo el protocolo de Observación que debemos seguir frente a la presencia de un Huemul.
Protocolo de observación del Huemul
- No acercarse a menos de 10 metros del Huemul.
- El Acercamiento debe ser en grupos reducidos de personas.
- Si el animal se pone nervioso, no tratar de acercarse más, y observarlos desde una distancia prudente.
- Si el huemul esta con cría, no acercarse demasiado, y observarlo de lejos.
- En ningún caso tocar a la cría.
- No rodear a los animales. Siempre acercarse por un solo lado, dejándole una vía de escape al huemul.
- No hacer ruidos molestos.
- No intentar alimentarlos.
- No acercarse con perros o mascotas.
- Cuidar el hábitat del Huemul.
De nosotros depende que este hermoso animal siga circulando por las tierras patagónicas de nuestro país.
DIENTES DE NAVARINO: Un Trekking Inesperado
“Un trekking que será algo más que una prueba física para cada uno de ustedes” les advirtió una señora a 7 amigos cuando iban saliendo a comenzar la travesía de los Dientes de Navarino. Un viaje que sus integrantes no sabían que iban a realizar hasta que cambiaron los planes a último minuto en Punta Arenas. Sin mucha preparación ni implementos partieron al trekking donde cometieron un error que casi les costó caro y que les demostraría que siempre hay que mantenerse juntos en las expediciones.
Texto y Fotos: Pedro Arnaboldi Campos
Al fin lo veíamos, ahí, a unos pasos, se erguía a un metro y medio sobre la nieve el hito 34; el blanco poste que marcaba el final de un ascenso que nos había tomado horas. Escurridizo como ninguno de los 33 que habíamos pasado a lo largo del trekking, apenas contrastaba contra las sobrecargadas nubes magallánicas y la nieve que levantaba el fuerte viento helado. Cada capa de nuestra vestimenta estaba más mojada que la anterior, el cortaviento, hacía rato que no frenaba el agua que había empapado hasta la más térmica de las camisetas; los pantalones llevaban días sin haberse secado, y los bototos impermeables de nada habían servido para el terreno por el que habíamos andado en el último kilómetro: Un colchón de 40 cm de nieve recién caída que tapaba una capa de hielo delgado que ante el mínimo peso se quebraba y dejaba sentir el agua que corría por debajo.
La altura permitía ver hacia a lo lejos una laguna de agua transparente que en su forma hacía recordar la huella de un guanaco, más atrás, se veía el canal de Beagle y al fondo se erguían verdes las altas montañas argentinas que rodean la ciudad de Ushuaia. Un paisaje increíble, pero el momento de paz que transmitía una vista así se terminó rápido, el viento comenzó a golpear aún con más violencia y hacía imposible quedarse más tiempo en aquel lugar. Caminando el cuerpo entraba en calor fácilmente, pero apenas nos deteníamos más de lo debido, el frío empezaba a pesar. Había que moverse, todavía quedaba mucha caminata si queríamos salir ese mismo día del circuito de los Dientes de Navarino y las nubes se estaban volviendo más amenazantes a cada minuto. Pero no podíamos… De los siete que habíamos salido de puerto Williams hace cuatro días, aún no llegábamos todos a la cima, faltaba uno. Sabíamos que no venía a más de 15 minutos atrás, pero cada minuto parado en ese punto empezaba a hacerse más insoportable. Decidimos avanzar y descender un poco para esperar en un lugar más protegido del viento. Un error que casi nos costó caro.
El viaje a la isla Navarino resultó de una serie de eventos afortunados. Desde un principio el plan era ir a recorrer los dientes de Navarino, por recomendación del amigo de un amigo. Tras el clásico período en que algunos se bajaban y otro se subían al viaje, compramos los pasajes a Punta Arenas. El grupo definitivo quedó conformado: 7 amigos de colegio estábamos listos para hacer un trekking como en otro momento habíamos hecho a las Torres del Paine. Pero todo se vino abajo cuando un mes antes de partir llamamos al charter que conecta Puerto Williams con Punta Arenas y nos dijeron que no había nada para la fecha. La segunda opción era ir en transbordador pero el precio era muy por encima de nuestro presupuesto. Así tuvimos que improvisar y se nos ocurrió la idea de ir Karukinka, un parque ubicado en Tierra del Fuego, famoso por su buena pesca, sus lindísimos bosques y su ambiente de relajo.
El día de la partida armamos nuestras mochilas, agregamos cañas de pescar y más de alguno echó un traje de baño …qué poco útiles terminaron siendo esas cosas al final.
Llegamos a Punta Arenas y el primer día, destinado a comprar la comida, todo cambió. En el supermercado nos encontramos con Alfonso, el tío de uno de los del grupo que vivía en Punta Arenas. Apenas supo de nuestra frustrada expedición a la isla de Navarino, le brillaron los ojos y convencido de que nos podía poner en la isla, se convirtió en el mejor agente de viajes del mundo. En una hora de llamadas y carreras por la ciudad, nos consiguió espacio en el trasbordador Yagán, el único que hace el cruce a Navarino, por un precio rebajado. Aceptamos la propuesta a pesar de que ello significaba un completo cambio de planes y no estábamos preparados para un trekking tan exigente.
Zarpamos de noche, junto a unos pocos extranjeros, entre ellos unos alemanes que no dejaron de agradecernos que durante la travesía los proveyéramos de unas pocas cervezas Austral. Navegamos entre islotes montañosos y escarpados, verdaderos monumentos naturales, que según los marineros son totalmente vírgenes y permiten ver una fotografía de lo que fue la hostil tierra de hace millones de años.
Después de 30 horas de navegación, llegamos a Puerto Williams, el pueblo más austral del mundo. Apenas desembarcamos nos propusimos ser eficientes, porque contábamos con el tiempo justo para hacer la vuelta en 5 días para conectar con el zarpe del Yagán que regresaba a Punta Arenas. Nos dividimos, tratamos de conseguir la mayor información posible, avisamos a carabineros que iniciábamos el trekking, y gracias a la amabilidad de la gente de la zona, en un par de horas estábamos caminando con nuestras mochilas al hombro, un GPS arrendado, una guía impresa del circuito y mucho ánimo hacia nuestro primer día de caminata.
“Un trekking que será algo más que una prueba física para cada uno de ustedes» – nos advirtió una señora cuando íbamos saliendo, y que en el momento no le prestamos mucha atención… ¡Cuánta verdad había en esas palabras!
Luego de haber caminado 40 minutos por un tranquilo camino de ripio, llegamos a la base del cerro Bandera donde a la entrada de un bosque y señalando la huella que se tenía que seguir, se encontraba el primer hito de los 38 que tendríamos que pasar para completar los 55 km del circuito. Caminamos entre Coihues, Lengas y Ñirres, hasta que divisamos una espectacular vista en altura de la cordillera de Darwin, y el canal de Beagle.
Así, con Puerto Williams a nuestras espaldas, seguimos ascendiendo durante una hora hasta donde los árboles dejaban de crecer y dejaban al descubierto la cima del cerro Bandera. En ese lugar inesperadamente se sumó un nuevo integrante a nuestro grupo: una valiente y leal perra ovejera de pelo blanco, que nos acompañaría todo el trayecto y que más de alguna vez nos ayudó a encontrar el camino. En su collar rezaba su nombre, Sophie.
Junto a Sophie, los siete en línea y separados por algunos metros, caminamos por un sendero rodeado de bosques, lagunas naturales y las caprichosas inundaciones que han creado los castores invasores con sus diques.
Seguir el camino en Navarino requiere de mucha atención ya que, a diferencia de otros trekkings, no existe una huella marcada o un solo camino a seguir. Uno solo se puede guiar por los hitos geográficos que marcan la ruta, buscando las pisadas que aún no se hayan borrado y mantener a la vista los pequeños monolitos de un par de piedras montadas que, esparcidos por el camino, ayudan a saber que se va por donde al menos un hombre ha pasado alguna vez. Cuando todo eso falla, siempre se puede recurrir al mapa del gps para reorientarse.
Caminamos un par de horas bajo un sol radiante, y aunque nos desviamos algunas veces de la línea e incluso tuvimos que subir por una escarpada pendiente de gravilla para recuperar el rumbo, logramos llegar al hito número 8: la laguna El Salto, nuestro primer punto de campamento y primer contacto con otros caminantes del circuito: una pareja de Ingleses de 50 años, un trotamundos de Suiza y un médico alemán, que ya habían asentado sus carpas.
Aprovechando los espacios que alguna vez exploradores más expertos habían preparado para poner carpas, armamos rápidamente las nuestras, y después de juntar leña muerta, nos sentamos alrededor de un pequeño fuego junto a la laguna a compartir historias con nuestros nuevos compañeros. El sol se rehusaba a esconderse y hasta altas horas de la madrugada seguía alumbrando tímido las afiladas puntas de los Dientes de Navarino que cercaban la laguna. Arriba un cóndor volaba con esa majestuosidad única.
A la mañana siguiente nos despertamos, levantamos nuestras carpas y empezamos nuestro segundo día de caminata por el circuito que hasta ese momento no nos había presentado mayores dificultades. Salimos de la laguna ascendiendo por una escarpada pendiente por donde resbalaba un riachuelo que nos guió hasta el punto más alto del circuito, el paso Australia (900 metros sobre el canal de Beagle). Tras caminar sobre manchones de nieve y bordear un par de lagunas congeladas, terminamos el ascenso; cruzamos los Dientes por primera vez en el trayecto y llegamos al lado sur de la isla. Desde arriba se podía ver, detrás de los bosques y lagunas, un horizonte cargado de nubes que viajaban hacia la Antártica. Nos conmovía la idea de que difícilmente íbamos a volver a estar alguna vez tan cerca del gran continente blanco.
Mientras mirábamos, unas tímidas gotas de agua se transformaron, de un segundo a otro, en una lluvia torrencial. En segundos todas nuestras capas de ropa quedaron empapadas. Debíamos llegar rápido al próximo campamento. Caminamos unos 45 minutos bajo la lluvia y llegamos a la laguna escondida, el hito 18 a los pies del cerro Gabriel. Aunque el lugar nos dejaba muy expuestos, y las carpas tendrían que quedar separadas, el cerro Gabriel nos protegía bastante del viento, y ya no teníamos ánimo para seguir en esas condiciones. Armamos las carpas y saltamos adentro para protegernos del frío.
Mientras revisábamos que los cubre-mochilas hubieran protegido nuestras pertenencias, y rezábamos porque la lluvia se fuera para el día siguiente, el constante sonido de las gotas contra la carpa cesó… y empezó a caer nieve.
Esa noche dormimos inquietos, deseando que dejara de nevar y pensando lo complicado que sería caminar bajo la nieve, sobre todo porque algunos no teníamos ni guantes. Pero cuando abrimos las carpas vimos que seguía nevando. No podíamos quedarnos encerrados por lo que nos pusimos nuestras ropas, levantamos nuestras carpas y partimos en nuestro tercer día a caminar por las llanuras ahora cubiertas por una alfombra blanca. Ese día, sin embargo, descubrimos que la nieve era mucho más amistosa que la lluvia, casi no moja y caminando no se siente el frío.
En el camino nos topamos con los dos neozelandeses que habíamos visto el primer día. Aunque apenas habíamos cruzado algunas palabras teníamos una conexión especial porque sus huellas nos hacían de guía o las nuestras les servían a ellos cuando los adelantábamos en alguno de sus descansos.
El trayecto de ese día nos llevó hacia el allá famoso Paso de los Vientos. Un nombre para nada antojadizo, porque a los pocos metros de empezar el Paso, el viento hacía que cada movimiento fuera una lucha y se empecinaba en volar nuestros cubre mochilas. Eso sí, las vistas compensaban premiando a cada paso con postales únicas compuestas por la nieve, los arboles, las lagunas y los cerros.
Lástima que apenas bajamos de los 700 m. sobre el nivel del mar, la nieve a la que nos habíamos acostumbrado dio paso a la lluvia y debimos buscar refugio nuevamente. El problema fue que, había caído tanta agua, que toda el área estaba completamente empapada. La turba que bajaba de las montañas y se conectaba con la laguna Martillo, estaba toda atestada de riachuelos que hacía la idea de poner una carpa algo imposible. Empezamos a desesperarnos cuando descubrimos debajo de un conjunto de Ñirres una carpa. Se asomó un hombre y reconocimos a la pareja de ingleses. Nos miraron con compasión y no se quejaron de que armáramos nuestro campamento pegado al de ellos pues no se veía ningún otro lugar habitable. En los pocos pedazos de turba apenas cabían nuestras tres carpas.
Aunque las carpas quedaron inclinadas, sobre raíces y mucha humedad, a esas alturas, estar bajo techo fue una bendición. No nos quedaba casi nada de ropa seca, y estábamos cansados, pero aún un quedaba un día completo de caminata para salir del circuito, y si seguía lloviendo iba a ser imposible llegar para el zarpe del Yagan. Esperando lo mejor y con un grito de ánimo de “Mañana Salimos” nos encerramos en nuestras carpas. El frío hacía muy poco apetecible la idea de ir a buscar agua así es que para cocinar nuestros tallarines de esa noche no quedó otra que ocupar una bebida isotónica azul. Le dimos un tarro de atún a Sophie, y con el estómago lleno nos propusimos dormir.
Cuando despertamos un canto pájaros acompañaba un silencio maravilloso. La lluvia había cesado. Sin esperar más, nos pusimos la última ropa seca que nos quedaba, comimos nuestras barras de cereal y frutos secos, e iniciamos la caminata final a primera hora de la mañana. La subida para llegar al último paso que nos devolvería al lado norte era de lo más variada. Partimos caminando sobre raíces y bajo la sombra de Coihues y Lengas, donde un dique abandonado de castor nos sirvió de puente, luego pasamos por una zona escarpada de rocas sueltas y rojizas, y llegamos a una loma ancha cubierta de nieve y hielo. El viento empezó a soplar con más fuerza por lo que nos concentramos en llegar arriba sin detenernos para evitar que el clima empeorara.
Al fin lo veíamos, ahí a unos pasos se erguía sobre la nieve el hito 34. Habíamos llegado a la cima del paso Virginia. Un lugar que la guía de bienes nacionales, un esencial de este trekking, resume como:
«¡CUIDADO! Si avanza más allá de la pirámide de piedra, que señaliza el HITO nº 34, para admirar la hermosa vista sobre la laguna del Guanaco y el canal Beagle, debe considerar que el borde es una inestable cornisa de nieve, que se sostiene sobre un precipicio de 300 m. de altura. Además, en toda esta área es frecuente la ocurrencia de violentas e imprevisibles ráfagas de viento, que pueden desestabilizarlo y arrastrarlo cerro abajo.»
En ese momento uno de nuestro grupo se había rezagado y nos detuvimos a esperarlo. Pero el viento comenzó a soplar cada vez más fuerte y era imposible seguir ahí estáticos. Debíamos movernos o nos íbamos a congelar. Decidimos avanzar para buscar un lugar protegido pero el camino nos llevó a un punto peor. Parados en la mitad de la fuerte pendiente que desciende hasta la laguna Los Guanacos, nos dimos cuenta que la posibilidad de resbalarse y caer era real. Estábamos en una encrucijada, subir se hacía imposible por lo resbaladiza de la pendiente, quedarse era insufrible por el frío y bajar era distanciarse aún más del rezagado que con cada paso que diéramos se le iba a hacer más difícil vernos.
Estábamos quietos en la mitad del descenso cuando desde lo alto nos llegaron gritos que traía el viento: ¡¿Por dónde es el camino?¿Donde están?¿Me escuchan?! Todos intentamos gritar al unísono para que nuestro amigo nos escuchara pero el viento se llevaba nuestros gritos muy lejos. Desde donde estábamos la angustia crecía porque veíamos que si se equivocaba de camino la posibilidad de caerse era altísima.
Después de varios minutos que nos parecieron horas, vimos a lo lejos la silueta negra de nuestro amigo que por fin había encontrado el camino que bajaba por la pendiente. Fue una explosión de felicidad. Aunque nos ganamos un merecido reto por haberlo dejado atrás, al poco rato el nerviosismo dio paso a las bromas y ya todos juntos pudimos continuar con nuestro descenso. Todos aprendimos una buena lección que jamás olvidaremos. Jamás hay que separarse.
El sol salió para acompañarnos durante la última parte de nuestro trayecto. Lo disfrutamos sentándonos un largo rato en una ladera con pasto al lado de la laguna Los Guanacos. Al fondo, el canal de Beagle cercaba los cerros argentinos y una brisa fresca nos llenaba de paz.
Durante nuestro descenso final caminamos de nuevo bajo los bosques que fueron la tónica del paisaje y justo cuando creíamos que Navarino ya nos había mostrado todo lo que tenía, nos dimos cuenta que la línea punteada que habían puesto en esa zona final en el mapa no era antojadiza: El suelo se convirtió en un hondo barro que se empecinaba en sacarnos los bototos en cada paso. Luego de más de una hora de caminata pegajosa, llegamos, finalmente, a la calle que conecta con Puerto Williams. Lo habíamos logrado, volvimos a la civilización. Fueron sólo 4 días, pero fueron 4 días inolvidables en los que estuvimos solos en una conversación única con Magallanes. Aquí la guía reza: “dese un tiempo para mirar atrás y contemplar la cadena montañosa por la que ha circulado en estos días.”
Aunque Navarino aún no había terminado, pues estábamos a nada menos que 3 horas de Williams, emprendimos la vuelta por esa carretera con felicidad. Por suerte un camión maderero nos recogió y nos dejó de vuelta en el pueblo. Ahí encontramos en la puerta del hostal “Refugio El padrino” un cartel que rezaba: entre, si no hay nadie, tome una cama y después arreglamos. Este cartel complementaba el increíble cariño de la tia Cecilia, la dueña, quien nos recibió con toda la amabilidad que caracteriza a la gente en este recóndito lugar. Aquí compartimos las anécdotas del trekking con otros viajeros del mundo que ya lo habían hecho o se estaban preparando para hacerlo, y por pura coincidencia nos encontramos con el suizo de nuestro primer campamento, quién nos regaló una foto en donde capturó justo el momento en que nos habíamos separado de nuestro amigo.
Comimos unas exquisitas empanadas de centolla magallánica en el pueblo y nos subimos de vuelta al Yagan. A los pocos minutos de ponerse en movimiento, mirando hacia atrás veíamos Puerto Williams alejarse, y al final, sólo los dientes se alzaban afilados sobre el estrecho, contrastando contra el cielo azul.
Había terminado nuestra increíble experiencia en “El trecking más extremo del mundo”. Un trekking al que todos prometimos volver a hacer algún día, eso sí, esa vez iremos con el equipo contra agua adecuado.
Catálogo dedicado a Douglas Tompkins invita a proteger los Parques de Chile
A través del relato de Kris McDivitt Tompkins:
Los incendios que arrasan con cientos de miles de hectáreas de naturaleza en nuestro país, hacen resurgir con especial cariño la figura y ejemplo de Douglas Tompkins, a esta altura un verdadero símbolo de la conservación en Chile. Parte importante del gran legado de Tompkins y de su mujer, Kristine McDivitt, es el Parque Patagonia, que tuvo su «presentación en sociedad» este fin de semana. Sus 80 mil hectáreas unen las reservas nacionales Jeinemeni y Tamango con el Valle Chacabuco, creando un área protegida de 263 mil hectáreas en el sur de Chile, superando, como referencia, las 181 mil del Parque Nacional Torres del Paine.
“Abierto” es el nombre de la publicación con que la compañía Outdoor Patagonia ha querido perpetuar este legado y que recorre el proceso de formación del Parque con la narración de Kris McDivitt Tompkins. La Presidenta y Directora de The Conservation Land Trust-Conservación Patagónica, revela, entre otros detalles de su historia, que en 1993 “me mudé al sur de Chile con mi esposo, iniciando un nuevo camino, con sólo una cosa segura: nos estableceríamos ahí para proteger los lugares que aprendimos a amar”.
El documento reúne, además, fotos, mapas y toda la información para conocer y llegar al Parque. También un homenaje póstumo de Yvon Chouinard (fundador de la marca californiana) al espíritu y figura de su amigo Douglas. El lanzamiento oficial del catálogo, obra de Patagonia, Inc. y Tompkins Conservation, se realizó la noche del sábado 28 de enero en la tienda Patagonia Coyhaique.
En la celebración, Kris McDivitt señaló que “en días en que nuestra preocupación está concentrada en los terribles incendios que arrasan con bosques, comunidades y vida silvestre, albergamos con especial fuerza la esperanza de que los esfuerzos que hemos realizado durante los últimos 25 años por la conservación en Chile tengan nuevos frutos, y los parques Patagonia y Pumalín puedan ingresar al sistema de Parques Nacionales”.
La publicación se encuentra disponible en todas las tiendas Patagonia del país de manera gratuita para los clientes, como una forma de reconocer su importante participación en la creación del Parque Patagonia, a través del programa de donaciones ambientales de la compañía.
Esquiando por Volcanes en el Sur de Chile
Nicolás Thumm es médico traumatólogo del Hospital del Trabajador con estudios en la Universidad Católica. En dicha universidad tomó cursos de montañismo y hoy está ligado al club Andino Universitario. Uno de los deportes que más le gusta es el randonée de montaña. He complementado su formación con cursos de avalancha y de lugares remotos. En este reportaje nos cuenta todos sobre el Randodée en los volcanes chilenos del sur.
Texto y Fotos: Nicolás Thumm
Antuco
Este volcán está al lado de la laguna El Laja la que se puede apreciar nítidamente desde su cumbre. Es un cono fácil de subir y no requiere de mucho conocimiento técnico. Desde la base, donde hay un centro de esquí, el trayecto hasta la cima es de alrededor de cuatro horas. En la cumbre hay un memorial para los militares que murieron en la tragedia de Antuco. El último tramo del trayecto es un poco empinado y se abre hacia una amplia ladera. Durante la tarde la bajada en esquí tiene una nieve primavera de buenísima calidad en el mes de septiembre, aunque presenta algunas áreas con hielo, nieve honda o acartonada por lo que se requiere un mínimo de técnica de esquí de montaña. Lo más destacado de este volcán son las vistas, sobre todo hacia la Sierra Velluda.
Lonquimay
En su base se encuentra el centro de esquí Corralco. Para subir a la cima se pueden usar los andariveles acortando así el trayecto a dos horas. Caminando a paso tranquilo desde la base se puede tardar alrededor de cinco horas en llegar a la cumbre. Una de las gracia de subir el Lonquimay es que tiene todas las instalaciones de Corralco: un restaurante, andariveles y pistas pisadas desde la mitad del volcán. Pese esta infraestructura, igual se tiene la sensación agreste propia del esquí de montaña. Al salir del centro de esquí asombra un panorama abierto con zonas vírgenes. Se debe ir preparado para el hielo y el ultimo filo es bien expuesto al viento. Habitualmente hay hielo por lo que hay que llevar crampones y piolets. La vistas en el cráter son muy recomendables. Éste no está activo. El nivel que se requiere de esquí es más alto en este volcán. El primer tramo es más vertical y expuesto, con nieve cartón. Pero a pesar de esto lo más entretenido es que hay muchos lugares para hacer esquí randonée. Bajando al cráter Navidad hay campos para randonear tres días o más y se puede llegar hasta los bosques de araucaria..
Otro de los atractivos de Corralco es que en la base se puede practicar el snowkite. Es un lugar muy bueno y tranquilo para este deporte. Puedes tardarte unos 20 minutos subiendo el volcán con el kite. Ideal para hacer travesías rápidas.
Llaima
Este volcán es muy bonito, está menos activo que hace unos años y se puede acceder desde distinto lados. Lo más común es hacerlo desde el centro de esquí Los Paraguas que es la alternativa más rápida. Otra opción es subir por el centro de esquí el Conguillio. Esta parte es menos conocida y su ladera, aunque es más vertical, es muy escénica. Desde Los Paraguas uno se tarde entre tres y cuatro horas hasta la cumbre. Se parte randoneando entre araucarias, luego se entra a una zona de lomas, ondulaciones y cornisas, y el ultimo tramo tiene hielo, por lo que hay que subir con crampones. La esquiada es de complejidad media, arriba hay zonas de hielo y después se llega a la nieve primavera.
Villarica o Rukapillán
Es uno de los volcanes más subidos de la zona por su fácil acceso y por las buenas instalaciones hoteleras de Pucón. Se sube en cuatro o cinco horas. Es posible acceder al volcán desde el centro de esquí o desde la base. A mitad de camino, en el sector de La Capilla, hay una torre de andarivel antigua que fue destrozada por una erupción del volcán. Éste es un típico lugar de refugio ante cualquier problema. El último tramo tiene hielo pero con cierta habilidad se puede llegar con la pieles de los equis randoneando hasta arriba. La vista es maravillosa. Si el día está despejado se ven todos los volcanes y el lago Villarrica. Incluso se puede ver su lava ya que está activo. A pesar de que este volcán es muy accesible, se debe tomar precauciones ya que con ciertas condiciones climáticas se puede poner bastante complicado. La esquiada es sumamente agradable y se puede hacer en 45 minuto disfrutando tranquilamente. La primera parte es un poco más exigente y luego es bastante sencillo.
Quetrupillan
Es un volcán más pequeño que los anteriores y también se encuentra en la zona de Pucón. De forma mocha, cuesta verlo porque generalmente está tapado. Se encuentra en un punto medio entre el Villarrica y el Lanin. Hay varias caminatas por los bosques y es necesario llevar GPS e información de la ruta ya que es fácil perderse. Una vez que se sale del bosque, llegar es simple. Uno de mayores atractivos es la vista al Villarrica y al LLaima, así como su cráter cubierto de nieve. La caminata a la cumbre es de entre cuatro y cinco horas. El ultimo tramo tiene hielo por lo que se recomienda llevar crampones. La esquiada es fácil pero hay que tener cuidado con en el bosque para no chocar con los árboles ni perderse.
Osorno
Este volcán está más al sur y el acceso más común es por el centro de esquí de su base que cuenta un par de andariveles. Si se opta por no usar los andariveles, la caminata a la cumbre es de entre seis y siete horas. El Osorno es un poco más exigente que los otros. Al estar más al sur está un poco más expuesto y tiene condiciones de alta montaña. La parte final es muy vertical y presenta muchos hongos de hielo por lo que hay que ir con crampones y piolets. La vista a los volcanes Puntiagudo y Calbuco y al lago Llanquihue es realmente sorprendente. Se debe tener precauciones con el clima ya que es muy cambiante, y con una zona de campo de grietas que en invierno están tapadas pero en primavera puede estar expuestas. La esquiada es muy escénica. Y tardas unas tres horas en bajar.
Recomendaciones
→ Una de las mejores épocas para esquiar los volcanes del sur es en Septiembre ya que se combina buena nieve y estabilidad de las condiciones climáticas.
→ Siempre hay que informarse muy bien de las rutas y condiciones del clima. Así como informar y avisar a terceros acerca de la ruta e itinerario a seguir. Idealmente contar con guías autorizados (esta condición es obligatoria en algunos volcanes como el Villarica).
→ Dentro del equipo, aparte de lo mínimo para Randonnee (ski con fijaciones de rando, pieles, bastones y casco), debe llevarse y saber usar equipo básico de avalanchas (arva, sonda y pala) y de hielo (crampones y piolet).
→ Debe contarse con conocimientos y entrenamiento de montañismo y esquí de montaña (elección de ruta segura, avalanchas, etcétera).
→ La mayoría son volcanes bastante “amigables” con un ascenso fácil y seguro, y un esquí muy entretenido al bajar; sin embargo las condiciones pueden cambiar drásticamente según el clima y transformarlos en cerros muy técnicos y difíciles. Hay que planificar de acorde a las condiciones particulares de cada día.
→ Se debe ir preparado para eventuales problemas o inconvenientes que puedan ocurrir: llevar linterna frontal, botiquín, ropa de abrigo adicional, comida y agua suficiente.
Volcanes
Estos volcanes los puedes hacer en el día con una buena planificación y con un buen estado físico. El tiempo promedio es de entre cinco y seis horas para subir y dos horas aproximadas para bajar. Se recomienda llevar una mochila liviana e ir preparados para encontrar hielo en la cumbre, no es necesario asegurar con cuerdas pero si con crampones y llevar piolet.
Trailrunning Rodeando la Cordillera de Torres del Paine
Se realizó la tercera edición de la carrera Ultra Trail Torres del Paine. Tito Nazar quiso parti- cipar por segunda vez consecutiva, y nos cuenta su enriquecedora experiencia. Sin muchas expectativas, este avezado corredor inicia su aventura, para terminar en el séptimo lugar de la tabla de resultados de 50K; toda una hazaña, marcada por paisajes grandiosos, pe- queños detalles y recuerdos de infancia.
Texto: Tito Nazar
La verdad nos hace libres. Y elijo serlo: No esperaba cosas grandes de UTTP 2016. Ello porque en los comunicados por redes sociales comentan que no se hará por el famoso circuito de la “W”, y eso para mí daba varios puntos negativos al evento que tuve la oportunidad de hacer en el año anterior finiquitando mi primer ultra (carre- ra por sobre los 42K). Pero cuando haces tu primer ultra, dime si no le tomas cariño al evento que te hizo romper un límite prepa- rado por tanto tiempo… dime que no es así. La Patagonia es una sola y por más que varios intenten darle a otras carreras paisajes dignos del olimpo, no es pecado decir que las carreras del sur tienen ven- tajas favorables para dejarnos marcados con cuadros pintados por la naturaleza en forma inestimable.
Entonces, me dije a mí mismo: “Iré a correr, pero iré con las expectativas bajas, así no me desilusiono”. Ya conocía a NIGSA (quienes organizan la carrera) y resonaba que los chicos conocen como nadie la zona, que quizá un plan B de ellos podría dar una sorpresa inesperada.
El sábado fue PIM: Patagonian Internatio- nal Marathon, donde tuve la oportunidad de integrarme en el equipo de prensa y ver a los corredores emocionarse eufóricamente comenzando en la línea de partida con gla- ciares a sus espaldas para llegar a la meta con todo el macizo Paine en sus espaldas. Los trazos del UTTP eran similares al PIM en partes, pero a nosotros nos tocaría por senderos.
Quemando los Primeros Kilómetros
En la largada me viene una desesperación por correr, estaba casi con frenesí cuando el director de carrera comenzó con la cuen- ta regresiva. Tuve la fortuna de largar con el pelotón líder. Los primeros 18 kilómetros eran por pampa, por lo tanto, planos. Pero cuando digo planos, eran planos: íbamos corriendo a ritmos de 4:20 +/- K. No podía creer el tranco de los corredores de ade- lante. Elijo “quemarme” en el plano, para después terminar a puro corazón.
La suerte estaba echada. El track en gene- ral iría de este a oeste siempre teniendo la cordillera a la diestra. Es tan sobrecogedor recordar que corrimos por horas mirando rocas de granito, rocas volcánicas, nieves eternas, aguas puras, cóndores, liebres y tanto más.
Por fin, el sendero aparece abruptamente ante nosotros. Es un single track de mis favoritos: hechos por ovejas, por tanto, son muy angostos en algunas secciones y con pequeñas curvas que te van balanceando de un lado a otro, haciendo que tomes mucha velocidad al ser un camino parejo en su textura, pero con variantes de altimetría suaves. Son tan divertidos, creo que son los senderos naturales más disfrutables que he hecho (en general, los senderos de vaca a veces son un barrial, o si no, un barrial que se secó lleno de hoyos peligrosos para los tobillos). Fue agradable al espíritu poder llegar a esa parte donde las matas aparecieron, después los árboles también. Desde el lago Porteño sólo nos esperaría lo mejor e in crescendo en todos los ámbi- tos. La temperatura era agradable, fresca levemente, y el sol atravesaba la capa de nubes (que estuvieron toda la jornada, pero altas, entonces no entorpecieron las vistas panorámicas) de vez en cuando entregando segundos de calor.
Escapando del Enemigo
Hacia el río Serrano, lugar de la meta, la senda fue siempre rauda. Muchas veces pasadas de ovejas estrechas, la vegetación te puede pegar en la cara y por la velocidad debes ir muy atento a no darte un chico- tazo con ellas. Después había un poco de secciones más anchas y breves huellas de automóvil para de nuevo retomar huellas muy claras y otras no tanto, que se notaba la organización las había diseñado para conectar con otros senderos.
Cada vez que vi un río, quería mojar mis pies y quedarme un rato. Recordé a Manuel Acuña diciéndome lo beneficioso y reno- vador que es mojar las extremidades en el agua fría y la tentación me invadía en cada riachuelo. Pero, me vi siempre arrancando de un tipo que me pasó en el kilómetro 20 en el plano, después lo pasé yo y cada vez que me detenía a mirar atrás, lo podía ver desplazándose como relámpago, no mucho más tiempo del mío, por lo tanto, tuve una carrera que en un gran parte no me dediqué a otra cosa que imaginar que tal runner era un indígena rastreador nativo que quería atraparme y molerme a palos. Súper positiva mi motivación, eso lo sé, pero al menos a mí funcionó y mantuve mi posición hasta el final.
Un Escenario Grandioso
Es tan sublime correr cuando todo es tan verde, recuerdo ver notros con ese rojo úni- co y más maravilloso fue ver las recientes floraciones del amarillo puro de los calafa- tes, que casi pude saborear el sabor de mi infancia pescando con mi viejo en el verano en la isla Riesco, una bendición que sólo la latitud 50 puede entregar.
Es una carrera que se debe vivir, es estéti- camente fastuosa, además es muy rápida, es de esos circuitos que se puede correr mucho en la jornada, todo con un escenario de los mejores del mundo, porque desde la partida hasta la meta misma vas mirando diferentes caras del macizo Paine. Las torres con el cerro Almirante Nieto, con un glaciar majestuoso, después vas viendo mejor los cuernos del Paine mientras te vas torciendo más y más hacia el oeste para ver una mejor cara del Paine Grande. Mientras te internas en el bosque aparece después un brazo del lago del Toro, tan calmo que no había ni una gota de corrien- te, y en ella un par de caiquenes (gansos salvajes) nadando, delineando una estela de varios metros mientras progresaban. La paz de lo salvaje y poco visitado por el hom- bre sin una gota de viento. La meta estaba a eso de 30 kilómetros lineales al Paine Grande, tan cerca estábamos del Campo de Hielo Sur.
El nuevo circuito sí fue una sorpresa, con un escenario magnífico, el plan B superó al plan A. El asombro efectivamente fue una jugada de la organización y la lograron con creces; UTTP lo tiene todo: es bella, es ágil, es conmovedora. Un comentario aparte es el marcaje de la carrera: NIGSA marca sus tracks con tubos de PVC. En una punta le pusieron cinta reflectante para cuando se progresa de noche. Me parece un sistema interesante a considerar, porque las cintas típicas tienen muchos beneficios especialmente de tipo logística, pero se vuelan (acaso nunca hemos visto una cinta suelta por ahí), y hasta se las comen las vacas. Además el tubo se extrae, se lava y está listo para otra carrera, la cinta que sea reutilizable, es poco viable.
Agradecimiento: Agradecer a Berg Cyles, que son la mejor bicicleta precio-ca- lidad del mercado. Way Bar por darme la mejor barra para el outdoors y a Volkanica Outdoors por permitir arrancarme al cerro. Un saludo especial a quienes viven una vida menos tradicional, que se dejan llevar naturalmente por el espíritu que los lleva a las montañas.
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