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Cabalgata y kayak en la región de Los Lagos

Poco conocido por estar fuera del circuito de la Carretera Austral, el Ventisquero es un río al cual se accede desde el sector de Llanada Grande, luego de cruzar el lago Tagua Tagua. Aquí te contamos una  historia de exploración que llevó a descubrir parte del potencial de la zona, en un espacio virgen de la Patagonia.

Texto y Fotos: José Zegers. 

Cuando nos instalamos en el Puelo queríamos ver la opción de conocer realmente los ríos. El Puelo es navegable en ciertos tramos, siendo el bote a motor uno de los principales medios de transporte. Pero, ¿qué pasaba por el valle de río Ventisquero? Es uno de los principales afluentes del Puelo en la parte chilena y una zona donde no conocíamos registros de navegación, ya que tiene partes muy bajas para los botes a motor y la única manera de entrar al valle es a caballo o a pie. El verano anterior yo había subido al valle del Ventisquero, y  había quedado maravillado con él; uno va entrando y pareciera que nunca se va acabar.

Nuestro viaje partió en Puerto Urrutia, en la costa del río Puelo. Nos tomó un par de dias organizar toda la logística, que consiste en conseguir caballos, pilcheros para cargar los duckies (kayaks inflables) y comprometer un par de arrieros para que nos acompañaran a volver con los caballos. El hombre clave en esto fue Geno Aguilera, un colono nacido y criado en la zona, que conoce a cada persona y sendero en los alrededores.

Una vez que tuvimos los 9 caballos listos, los siete jinetes  (yo, la Loli, Andrés, Jason, Polo, Don Darío y Camilo) montados, y los duckies junto a los equipos cargados en los pilcheros, salimos cabalgando por la ribera nororiente del Puelo, con rumbo sureste.

Valle-Ventisquero-Aereo

Las dos riberas

Partimos subiendo una cuesta en que se observa el valle del Puelo desde lo alto, con unas vistas muy lindas;  luego nos alejamos un poco del río, bordeando el lago Verde y, al cabo de 2 horas, nos encontramos con el río nuevamente, en el sector de Primer Corral. Aquí cruzamos el Puelo por una pasarela de madera, que conecta a los habitantes de las 2 riberas del río. Esta pasarela está un poco más arriba que la confluencia del Puelo con el Ventisquero.

Una vez que cruzamos a la ribera surponiente del Puelo comenzamos a meternos hacia el valle del Ventisquero, un lugar de amplias pampas de pasto y un río que corre de oriente a poniente (al revés de todos los ríos de Chile). Al cabo de una hora llegamos al Correntoso, afluente del Ventisquero de aguas muy turbias: era clave saber bien por dónde cruzar con los caballos.

Luego de superar el Correntoso, llegamos a una pampa con un puesto abandonado, con vista a las cumbres que enmarcan los valles del Puelo y Ventisquero. El sendero sigue por la orilla del río, luego se aleja y se introduce por unos bosques de coigües y cipreses de la cordillera. Al cabo de una hora, el sendero se acercó nuevamente al río y llegamos a una loma de pasto verde, ubicada en una curva del río, con otro puesto abandonado y una arboleda de cerezos y manzanos. Aquí decidimos almorzar: los cerezos estaban cargados de fruta madura así que el postre ya estaba listo.

Los locales

El camino sigue y llegamos a la cuesta La Sabrosa, llamada así por su dificultad. Es una larga y empinada subida, muy desgastante para los caballos, tanto así que  algunos de los locales se la saltan vadeando el río Ventisquero, aunque para hacer este atajo hay que conocer muy bien los vados y el río tiene que estar bajo.

Jason-en-La-Pasarela

Nosotros preferimos hacer la cuesta; luego de superarla el sendero vuelve a la orilla del río y tenemos que cruzar el Correntoso Alicia, un río chico que baja por un increíble cañón cerrado.

Al otro lado nos encontramos con los Gallardo, una hermosa familia de colonos dedicada la ganadería; son de las pocas en la zona que siguen trabajando en grande esta actividad.  Luego de desmontar, pasamos a tomar unos mates y disfrutar de su hospitalidad; después de una buena conversa seguimos el viaje, atravesando un largo tramo de pampa, para luego entrar en un bosque, que se fue volviendo cada vez más húmedo. Ya no son solo coigües y cipreses, empiezan a aparecer las tepas, las lumas y unos arrayanes gigantes.

Al cabo de una hora, llegamos a un precioso campo dominado por la mirada de un imponente macizo de hielo, el glaciar El Toro. Esto es Rincón Bonito, de Douglas Tompkins, un terreno ubicado en el borde nororiente de Pumalín y es, quizás, uno de los campos mas lindos que he visto. De aquí seguimos avanzando por unos 20 minutos y llegamos a Las Vertientes. Aqui llegamos a la casa de Bernardita, una sorprendente mujer que vive en estas lejanías, sola con sus animales y su huerta. Ya se está haciendo tarde y la señora Bernardita nos invita a quedarnos; nos arrendó también talaje para los caballos, así que desensillamos y nos abrigamos al lado de la cocina a leña. Seguido de esto destapamos un vino y partió la conversa.

El fin del Valle

Al dia siguiente, despues de un buen dormir, la señora Bernardita nos invitó un delicioso desayuno con puros productos elaborados por ella: pan, pasteles, mantequilla, queso y jugos de frutas. El día estaba totalmente despejado, así que salimos muy contentos al galpón a agarrar los aperos; empezamos a pillar los caballos, a ensillarlos y a cargar los pilcheros. Como a las 09:00 estábamos listos y salimos valle arriba; anduvimos unos 15 minutos y llegamos al río Universo, donde ya se ven los glaciares del fondo del valle del Ventisquero.

Vadeo-Río-Correntoso

Cruzando el Universo nos topamos con los Pinto, los ultimos habitantes de valle, y conocimos a Leónidas Pinto, un hombre que debe bordear los 100 años y que fue quien colonizó el fondo del valle. Don Leónidas vive con algunos de sus hijos, nietos y bisnietos.

De aquí para dentro el valle cambia bastante, se hace mucho más cerrado, con un bosque más humedo y más denso, y con los hielos de los glaciares colgando de las puntas de los cerros que lo rodean. En el paso nos encontramos con unos alerces enormes, los abuelos del valle.

Al cabo de 2 horas llegamos al río Raquelita, donde encontramos a Elena, hija de Don Leónidas, una mujer que vive sola en una casita pequeña, rodeada con un par de corrales y una huerta al fondo de este valle abandonado. Aquí vive criando unas pocas vacas y haciendo unos exquisitos quesos.

Valle Abajo

No podemos seguir más arriba porque, pasando el Raquelita, el Ventisquero no tiene suficiente agua para navegar, así que descargamos los duckies y los equipos de los pilcheros. Con Andrés empemzamos a inflar nuestras embarcaciones, mientras la Loli y Jason ordenan toda la carga que volvía en los caballos.

El día estaba bien helado así que una capa de polar bajo el traje no estuvo de más. Ya con los dukies inflados y todos equipados, como a las 12:30 no quedaba más que meterse al agua y ver qué sorpresa nos daba el río. Nos despedimos de Camilo y Don Darío; ellos volvían con los 9 caballos y nosotros entrábamos, por fin, al agua. No cuesta mucho imaginarse porque se llama río Ventisquero, luego de sentir la temperatura del agua.

De la confluencia del Ventisquero con el Raquelita salimos yo y Jason en un duckie, y la Loli, Andrés y Polo en otro. El río nos recibió con un rápido, quizás clase II, y después seguimos con un tramo largo y tranquilo. La sensación era espectacular: navegábamos por un río de un valle de puro bosque virgen, con cerros que caen casi vertical, con hielos colgando en las cumbres y, al fondo, dos macizos blancos, los glaciares donde se origina el río. A esto le teníamos que sumar la incertidumbre de no saber que venía adelante.

Anduvimos un buen rato con el río calmo y llegando donde los Pinto nos encontramos otro pequeño rápido. Pasándolo nos acercamos a la confluencia del Universo, con una vista muy linda al valle del mismo río.

Rápidos, Colores y Corderos

DSC_2204

Río abajo el Ventisquero seguía calmo, hasta llegar al vado para cruzar al valle del Toro: aquí se veía un rápido más grande, así que decidmos salirnos a una orilla para mirar. La Loli, que es la kayakista profesional, miró bien cuál era la mejor linea y nos subimos de vuelta a los duckies y la seguimos; ¡por suerte pasamos todos bien!

El rápido era clase III (nivel intermedio de dificultad) y le seguía otro igual, antes de la confluencia del río Toro. Cuando las aguas se mezclaron con las del Correntoso Alicia, el valle se empezó a abrir más, dejando ver todos los cordones del valle del Puelo, y el cordón montañoso de los lagos Azul y Las Rocas, justo donde va el límite con Argentina.

Una hora después de pasar la confluencia del Correntoso Alicia, encontramos una playita de arena blanca, justo en una vuelta del río. Ahí nos paramos un rato a descansar y comer, para luego retomar el viaje. Empezaba a hacerse tarde, todavía quedaban un par de horas para llegar, así que nos pusimos a remar, lo que también es una buena estrategia para el frío, por lo helada que se volvía la tarde. Una hora después estábamos en la confluencia del ceniciento río Correntoso. Media hora más abajo sus aguas se unían con el río Puelo.

Fue una tarde donde todas las montañas estaban coloreadas de rojo, mientras nosotros navegábamos en  un río turquesa; seguimos remando 40 minutos más y llegamos a la base de Correntino,  en Puerto Urrutia. Ya está por oscurecer y se ve humo saliendo del quincho. Salimos del agua y guardamos todos los equipos, nos sacamos los trajes, nos ponemos ropa seca y nos vamos al quincho a calentarnos al fuego; entrando me encuentro a Don Geno y a Martín, cocinando un cordero al palo. Nos instalamos, con un buen vaso de vino a la orillita del fuego a comer cordero, ¡no podía haber mejor manera de terminar este viaje!

Mapa-Puelo