Interactive Coloring

drag iconDrag any color from the left toolbar to an area or text in the page. A blue outline will indicate a droppable element.

drag iconOn mobile, wait a tiny bit until you drag the color drop.

Cabalgando por las sierras de la región de Coquimbo

Recorriendo sierras de la IV región, valles, un oasis secreto y la localidad cercana de San Agustín, los alrededores de Río Hurtado ofrecen cabalgatas soñadas, en un paraíso de cielos estrellados, rica presencia de avifauna y la experimentada compañía de los mejores jinetes de la zona.

Texto y Fotos: Tanja Waldraff. 

El primer día de nuestro viaje preparamos el equipaje y salimos antes de almuerzo, guiados por un guía chileno, René, que conocía las montañas por haber trabajado como explorador  en compañías mineras. Fácilmente tiraba de las riendas con una sola mano mientras mantenía en línea a la mula de carga con la otra.

Nuestra ruta se caracteriza por múltiples subidas y bajadas, a través de pequeños barrancos. Meret, la entrenadora-cocinera y guía suiza, dice: “Hoy aprendimos, mañana practicamos y al tercer  día veremos que han aprendido”.

El estilo de conducción de los caballos chilenos de montaña –el mío se llamaba Corral- requiere, además de llevar la rienda en mano, usar las piernas para dar las órdenes. Después de las primeras pocas horas, Meret me pregunta si puedo relajar mis hombros y concentrarme en las piernas.  Para eso, procedió a enseñarme a hacer la transición entre el descenso y el ascenso, cambiando mi peso hacia adelante, con el apoyo de mis muslos, pero manteniéndome bien sobre la silla, para que mi peso no fuera una bofetada en el lomo del caballo, cuando diera los pasos más largos.

IMG_2081

Al darnos algunos recordatorios para atravesar los barrancos, Meret me dice: “Si tienes que cogerle la tusa lo haces”. Antes que el día terminara, dijo que creía que yo lo había logrado, pero me recordó que mañana  evaluaríamos lo aprendido.

El sol y las estrellas

Ya no era necesario mirar hacia arriba para ver los picos de las montañas de los alrededores. El observatorio Gemini (hermanado con el mismo de Hawaii) se veía o se ocultaba alternadamente. Puesto que casi no había nubes, se nos prometió una noche estrellada.

En el día comíamos frutos de cactus (de pulpa blanca, con cientos de pequeñas semillas negras, con una cáscara verde carnosa cubierta por una membrana negra) y oímos cantar los pájaros. ¡Y yo que le había dicho a René y Meret que disfrutaba el silencio, que no necesitaba conversar!

“Este es un campamento de lujo” dijo Meret, mostrando el baño, la mesa de picnic y la llave de agua mientras preparaba la colación antes de nuestra siesta. Rene llevó los caballos a comer, extendió su manta y yo hice lo mismo. Después de cenar, nos reunimos alrededor de una fogata hasta que se oscureció por completo, alrededor de las 22:30 horas.

Condor_Trail-2

Al despertar un  par de veces en la noche, observé que la estrella Orion atravesaba el cielo, igual como lo hace el sol. Bajo similares circunstancias en Kirguistán, recuerdo que el cielo de la noche estaba tan oscuro, igualmente lleno de estrellas e igualmente distinguido por la faja de la Vía Láctea.

Nos pusimos en marcha nuevamente alrededor de las 08:00, a todo sol, untados con bloqueador solar, protegidos por ropa con factor y sombreros de ala ancha totalmente desplegada, acompañados de una ligera y engañadora brisa.  Pasamos rápidamente por una pista de carreras (dos hileras de palos con cuerdas estiradas a lo largo de ellas) y luego cruzamos unos pequeños ríos, pero usando unos caminos mineros -de vez en cuando- para darles un respiro a los caballos.

No le cuentes a la montura

Meret y René se vanagloriaban de su mínima necesidad de agua; yo bebí cuidadosamente 1 litro de agua para que no se acabara y no acepté cuando me ofrecieron de la suya, instándolos a que ellos tomaran. A los caballos se les permitía beber cada vez que cruzábamos un arroyo, ya que la mayor parte del viaje era a través de zonas áridas. En este segundo día tomamos un descanso de media mañana. El terreno escarpado dificultaba echar el peso hacia adelante y nos recordaba que al otro día repasaríamos lo aprendido.

DSCN9526

Después de remontar  una colina cubierta de pastizales, vivamente pintada por flores de manzanilla, llegamos a un rancho donde los caballos se alimentaron y bebieron agua. Para quedar protegidos y con agua, dormimos en el lecho de un río, y armamos cerca un área de baños.

Amanece y  estamos en  camino un poco antes que ayer para nuestro ascenso de 2200 a 3800 msnm. ¡No se lo diremos a los caballos!

Comenzamos con un ritmo pausado, a través de terrenos de pendiente suave, llegando a zonas desérticas con algunas franjas verdes, donde van a parar las cascadas de  montaña. En cierto momento la corriente parecía haberse estancado, pero era una formación natural, una laguna de altura. Vimos un oasis de denso césped rodeado de frondosos arbustos. A los caballos no se les permite comer, pero sí tomar agua.

Durante las próximas 3 horas solo subimos. Zigzagueos, meandros, caminos pesados: hacemos nuestro camino en este paisaje lunar con cada cumbre mostrando otra. Una grata sorpresa. La casa de un pastor que ofrece queso fresco. ¡Por $ 5.000, conseguimos 2,5 kg!

En nuestra ruta cerro arriba encontramos  un cráter que bordeaba la arista final, a 3.800 msnm, ya viendo la última cima. Ahora venía  el verdadero ascenso, por lo cual subimos lenta y cuidadosamente, para manejar mejor el riesgo de que se soltara la gravilla.

IMG_1971

La vista desde el paso donde comienza Río Hurtado era irreal; el fuerte viento nos enfriaba y elevaba a  los cóndores. Después de un descanso para los caballos, respiraciones profundas de aire puro, comentarios sobre la única nube del día,  algunas fotografías y agua, bajamos

Deberíamos haber visto cóndores por aquí, pero en su lugar vimos águilas chilenas.

Antes de que cambie de idea

Nuestro camino es van manteniendo la línea con la estrecha faja verde de la corriente del manantial. En la medida que nos avanzábamos, Meret dejó de darnos  licencias. ”De ahora en adelante, debes dejar tu caballo donde estaba el de René. No te desvíes”.

Pronto tengo  el primer acercamiento con lo imposible: nuestro paso está obstruido por grandes piedras, que de un lado del camino son menos y más pequeñas. En ocasiones previas a ésta, yo pensaba para mis adentros: “Esto parece imposible y si es imposible, es poco aconsejable incluso intentarlo, ya que no hay manera. Y si no es aconsejable, entonces sería mejor darme prisa y proceder antes de cambiar de opinión”. Imaginaba a mi madre viendo las fotos y diciendo: ¿no deberías haber tenido las dos manos en el volante? Ésta fue una de las dos situaciones en que no tenía ni manos ni neuronas que quedaran para el encuadre de la fotografía. Estaba enfocado en las corrientes del agua y en las rígidas instrucciones.

IMG_1876

“El corralero quiere saltar el arroyo. No se lo debes permitir. Tira las riendas y golpéalo para que camine, dice Meret. Obedecí y funcionó.

Ahora estamos caminando en un pantano y esquivando los manantiales que aparecen repentinamente, pero bajando a  cada paso. Nos cruzamos una y otra vez y nos enfrentamos a callejones sin salida en los cuales la única forma de avanzar es por los mismos cursos de agua. Con una mano afirmo las riendas; la otra me ayuda a balancearme para mantener el equilibrio.

Cuando el terreno se nivela un poco, logramos avanzar incluso en el pantano lleno de hoyos y Meret pregunta nuevamente si estamos relajados.

“Si por relajados te refieres a totalmente distraídos del stress del trabajo, debido a los latentes y actuales peligros que estamos enfrentando, momento a momento, sí, absolutamente”, le respondo. Este no es el día más largo, si no el de mayor ascenso, el clima se ha vuelto más variable, con viento frío y sol caliente. Almorzamos en la confluencia de dos arroyos que juntos forman el río Hurtado.

Cantos y Río

Unas pocas horas de cabalgata nos llevan a un campamento con un pequeño corral y varios puntos de acceso al río, uno para bañarse, otro para cocinar y lavarse, otro ideal para relajarse y leer un libro. La rutina de picoteo, fiesta, fogata se interrumpe por el baño. Revisamos la jornada  y planificamos la siguiente, acordando un desayuno tarde (¡sería un día de completo descanso!) para luego subir el risco más cercano.

Condor-Trail_3

La primera luz llega mucho antes de recibir los primeros rayos directos de sol. Nos entretenemos con los pájaros de tierra, la perdiz y el tapaculo, con sus cantos que los distinguen y sus corridas, escabulléndose por la zona de cultivos, asustándonos  ocasionalmente luego de tratar de acercarnos a sus nidos.

También tengo momento para mi lectura en el arroyo, que solo se ve interrumpida por el ofrecimiento de una Coca Cola y las picaduras anémicas de unos tábanos. René los atrapa, los aturde y los guarda en un pequeño insectario para pescar truchas posteriormente.

La cena  viene acompañada  por  una agradable conversación en diferentes idiomas entre amigos.

El ir despertando cada día más temprano  comienza a generarnos desgaste y deterioro en nuestros cuerpos.  Deambulamos acompañados de suaves cantos de aves, cruzando prados pantanosos, dirigiéndonos corriente abajo, sin ninguna prisa en particular, mientras observamos, sin movernos, el nado de las truchas en pequeñas pozas de agua fria y el vuelo de los cóndores en las alturas.

El rey de las alturas

Después de ver algunos dibujos de la cultura Molle en unas grandes piedras planas, comienza el ascenso, un poco difícil, por una zona de paredes rocosas. Seguimos subiendo esta montaña y el siguiente afluente de río Hurtado, llegando al final de la mañana a un campamento de pastores de cabras, donde nos detuvimos para beber algo. Después de otro par de horas cabalgando, somos bienvenidos a la colina por un cóndor, que viene volando por detrás del pico más cercano. Ni un solo aleteo; su vuelo es simplemente majestuoso, avanzando por un momento, dando vueltas y desapareciendo por el pico de la montaña.

A lo largo de la cresta viene un buen tramo, muy largo y plano, con una vista de montañas que cruzan los valles por ambos lados. Nos detenemos en una colina para almorzar, los caballos deambulan en busca de pasto, no responden a nuestros llamados y los tenemos que ir a buscar. Luego se detienen y se quedan quietos, sugiriendo que deberíamos estar tomando fotos en lugar de alimentarnos. En nuestro camino nos unimos a grupos de cóndores en tres ocasiones diferentes; son un macho y dos hembras que vuelan en un radio tan amplio que mi cámara no puede centrar el foco, pero en algún momento logro enfocar uno. Los capto en la memoria. Son ellos.

Condor-Trail_13

La Sinfónica del Cerro

El  largo descenso está marcado por el cansancio que nos recuerda la preocupación inicial por la puna. Los suelos se vuelven verdes y  no por la vegetación, sino por el cobre; algunas piedras son puro azul. Galopamos en una falla nueva, acortando caminos para evitar dar vuelta al otro lado de la montaña, llegando finalmente al campamento de nuestra primera noche. La secuencia nocturna se comprime: un refrigerio rápido, una larga siesta, cena sin fogata ni y a dormir.

Nos despierta una sinfonía; primero el gallo, dando golpecitos con el bastón en el atril llamando a los otros al orden; luego la perdiz toca la flauta, entonando al resto. Se une el tapaculo, seguido por las moscas que zumban. El engullir de Tom, quien proporcionó una ahora lleva los bronces para incluirlos en esta inauguración, seguidos por la percusión entrecortada del ladrido de un perro y el relincho de nuestros caballos, cuando René viene a buscarlos para llevarlos al pasto.

Salimos a tiempo hoy.  El entusiasmo es mitigado por la idea de que será un día corto y que no hay que apurarse. No pasa mucho tiempo hasta que me desengaño con la noción de que solo estamos volviendo a nuestros pasos del primer día. Luego de analizar cómo he ido mejorando, siento que podría haber hecho sólo mi camino de vuelta. Meret dice: “¿de verdad piensas eso?” Ella parlotea con René algo acerca del viaje y quedop con la idea de trabajar más mi español. Diez minutos después, estamos en medio de un zigzageo por tierra suelta, en una empinada cuesta. Es otra escena que me dice, “si es imposible, no es recomendable y mejor nos apuramos”, así es que observo cuidadosamente los caballos de Meret  y luego su mula, como empujan sus pezuñas hacia delante, bajando y deslizándose por la pendiente.

Admito, Meret, que me habría llevado más tiempo llegar a la hacienda ¡y que no habría seguido este camino!