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Cabalgando con Valquirias

 

“Riendas, pierneras de cuero, espuelas, faja de lana y alforjas, las botas y el sombrero casi siempre andan conmigo. En vez de pistolas, cámaras de foto y video. Estoy listo. He esperado varios meses, más bien años; finalmente cabalgaré por la costa de la Región de los Ríos.”

En esta entrega del vagabundo Cristián Renner, contamos su experiencia con un grupo de jinetes mayoritariamente femenino, en las cercanías del Parque Oncol.

Texto y fotos: Cristián Renner

Helma Kinzl es la simpática austriaca que lidera esta cabalgata, y que dejó de ofrecer de forma comercial estas actividades, porque no quiso transformar su pasión en algo que tuviese que ver con trabajo o presión alguna. Así que soy un privilegiado de participar como invitado.

 

Nos reunimos con la mayoría de los jinetes en el fundo Teja Norte, aquí los caballos son cargados en un camión. (Más adelante se nos unirán dos amazonas de Temuco)

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Partimos rumbo a San José de la Mariquina y luego hacia a la caleta de Misisipi, frente a Mehuín. *(Me voy junto a una linda familia, en que la mamá será una de las amazonas, el trayecto se hace muy entretenido al ir escuchando las aventuras de un viajero (su marido) que dejó mis experiencias de viajes como cuentos de niños. Me cuenta que por el atrevimiento de un capitán ebrio, casi se hunde junto a muchas vacas, mientras cruzaban de noche y con tormenta un canal austral, que haciendo dedo en la Patagonia, los lleva un piloto de avión que sin decirles, los hace partícipe del primer aterrizaje nocturno de Cochrane? Chile Chico?

 

En las afueras de Misisipi, descargamos y ensillamos los caballos. Desde aquí cabalgaremos en dirección Sur, durante tres días hasta las cercanías del parque Oncol. El grupo está constituido principalmente por mujeres; son amazonas o valquirias de Valdivia y Temuco, algunas nacidas en Europa, otras en Santiago. Hay expertas y novicias; los jinetes son tres, un huaso de Futrono, un ex maestro de equitación y yo, que con mi pañuelo al cuello y mi montura de bastos (compuesta por dos piezas de cuero como cojinetes  y sin  armazones, que me traje desde las Torres del Paine), represento a los gauchos patagónicos. Cada jinete lleva sus propias alforjas, y dos caballos pilcheros o de carga, llevan la comida, carpas y sacos.

 

Mejor en cuatro patas

Somos observados con curiosidad mientras cruzamos Mississippi; trato de imaginar qué piensan los locales sobre el variopinto grupo compuesto de nueve jinetes más un perro (La “Su”). Vamos por un camino de vehículos, luego pasamos a una huella y nos rodean verdes laderas; nos movemos por los bellos rincones del campo sureño,  subimos y bajamos colinas, llegamos a casi los 500 metros de altura y descendemos a una playa de blancas arenas, sin basura, sin casas, solo unos pescadores que ni nos “pescan”.

perspectiva-playa

Cruzamos la extensa playa y almorzamos frugalmente; superamos un cerro y llegamos a otra playa, casi desértica; avanzamos en pequeños grupos, cada uno disfrutando a su propio ritmo el paisaje y la luz del atardecer. Tras un recodo aparece un riachuelo de aguas cristalinas, rodeado de pasto verde; estamos en el sector de Pelluco. José Miguel, nuestro amigo huaso, nos prepara unas chuletas con pimiento relleno y cebollines envueltos en panceta. Espectacular. Esto se multiplica por el hermoso y perfecto sitio para acampar, las olas con su rugir, harán la música para dormir.

Al día siguiente ascendemos por un sendero angosto, de entorno rocoso y que bordea una quebrada bastante pronunciada que pone nerviosos a algunos. Para calmar las cosas, comento que son más confiables cuatro patas que solo dos puntos de apoyo; continuamos ascendiendo y nos encontramos con una escuelita con hermosa vista al mar. Hacemos una pausa y yo aprovecho la sombra de un árbol para una mini siesta, ¡qué más se puede pedir!

jinetes-camino-2

Seguimos adentrándonos en la cordillera de la costa, pero ahora el paisaje cambiará radicalmente: entramos a un bosque virgen de selva valdiviana. La luz existente y el perfume son embriagadores, hay muchos canelos o folle, el árbol sagrado de los mapuches, y me sorprendo de encontrar entre la tupida vegetación un Rehue,  tronco tallado con escalones que suben al cielo y que miran hacia oriente. El Rehue indica que este es un lugar importante, sagrado.

 

Amazonas de poncho

Hay que tener cuidado con las quilas o con golpearse las rodillas; la huella es débil, el bosque exige atención. Cabalgar en estos escenarios despierta la imaginación, y veo a Don Pedro de Valdivia y sus conquistadores, también a los colonos europeos o chilenos; van avanzando en silencio por estos bosques, sorprendidos por la vegetación; también veo al nativo recolectando plantas medicinales y en contacto íntimo y respetuoso con el bosque. Cabalgar por parajes poco intervenidos, es como viajar en el tiempo.

Nos toma una hora y media cruzarlo; el bosque nos trató bien, pero el cambio es brusco al salir al exterior y encontrarnos con un camino de ripio para vehículos.  A medida que avanzamos enumero algunas de las ventajas de cabalgar, el ángulo de visión que te brinda la altura y el poder mirar el paisaje sin preocuparse de torceduras de pie, son las primeras en mi mente, cruzar ríos sin mojarte, avanzar por arena sin cansarte y compartir con un maravilloso y noble animal son algunas otras, y hay más…

riachuelo

Los ladridos nos avisan que hay una casa cerca, aparecen los pinos y eucaliptus, me entristece la monotonía y pobreza del bosque comparada con la selva natural, pero disfruto del perfume de sus hojas. Llegamos a una verde planicie y armamos campamento. El mar se escucha a la distancia. De cena hay anticuchos y de postre, circulan chocolates de distintos tipos. La camaradería es total y las risas no tardan en aparecer pensando en posibles títulos para esta historia. Las ideas giran con bromas sobre la edad y estado físico de las amazonas. Amanece con una mezcla de lluvia y vaguada costera, pero todos están preparados. Salen a relucir abrigos y ponchos de tipo mapuche, aymara y de la zona central.

Comenzamos el tercer día con una bajada de tierra arcillosa que promete ser con resbalones, el secreto es simplemente poner el animal de frente a la pendiente, con esto se evita que caiga sobre la pierna. Pero finalmente no había tanto barro y los caballos se agarraron bien. Llegamos a Pilolcura, dónde hay una gran roca que ha sido horadada por el agua del océano. Nadie pregunta cuánto falta, pero queda poco de viaje, son varios los que después comentan que felices seguirían cabalgando más días. ¡Me incluyo!

 

Sin duda era un particular grupo de personas, varios de ellos relacionados a los caballos en distintas áreas: Anne Schurch enseña la doma racional haciendo cursos a  lo largo de Chile, y que consiste en amansar al caballo utilizando pura psicología (www.domaracional.cl) Otra de las valkirias, Cecilia Rudloff realiza por encargo, dibujos realísticos de caballos con lápiz grafito. ceciliarudloff@yahoo.com (ella cuenta con la asesoría de un experimentado jinete de largas distancias; Su marido. K. Clark realizó nada menos que una cabalgata entre la Serena y Coyhayque…)

Y quién ofrece cabalgatas a la costa y la pre-cordillera de la Región de los Ríos, con una atención puesta en los detalles, es José Miguel Rosales. josemiguelrosales@gmail.com  88069447

Y si de decoración se trata, originales fotografías impresas de jinetes y paisajes en info@rennersolart.com

– Música para viajeros, que incluye hasta sonidos de cascos cabalgando por la Patagonia. www.somosviajeros.cl