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Al Encuentro con la Esmeralda Sumergida y otros Naufragios

Durante casi seis meses, junto a Jorge Kitzing y un grupo de buceadores conocido como los Old Divers Tech, Daniel Malfanti se entrenó para organizar una espectacular expedición de buceo, con el objeto de fotografiar y filmar los restos de la corbeta Esmeralda y un interesante naufragio en el puerto de Pisagua.

 Texto: Daniel Malfanti. tamarugodive.blogspot.com

Fotos: Jorge Kitzing

Dibujos: Alfredo Cea

 

 

Día 1: El Viaje.

Nos encontramos en el aeropuerto de Santiago un sábado por la mañana, muy temprano, junto a gran parte del equipo. La expedición ya tomaba curso definitivamente: el día anterior Tito y Ulises partían su viaje por tierra con todo el equipo; debían recorrer 1.800 kilómetros, cruzando el desierto más seco del mundo.

Una vez llegamos a Iquique, nos juntamos con un gran amigo y baluarte del buceo en la zona norte, Javier Leyton, quien nos prestó su cabaña a orillas del mar, donde instalamos nuestra base de operaciones.

Ahí esperamos que llegara la comitiva terrestre, para preparar el equipo y los elementos del buceo. En ese intertanto, junto a Jorge, nos dirigimos al muelle Prat para ver nuestra embarcación. Después de ver dos alternativas, finalmente seleccionamos la “Concón”, por su tamaño y la amabilidad de la dotación.   Al mismo tiempo verificamos en la Capitanía de Puerto las certificaciones de los buzos, un trámite mandatorio, ya que sin la certificación al día no es factible sumergirse. También verificamos las convalidaciones de las licencias, en este caso de Technical Divers de la IANTD, para poder bucear con gases distintos al aire.

cea

 

Día 2: El encuentro.

Esa mañana el mar estaba muy calmo y tranquilo.   Llegamos al muelle Prat a embarcar con el debido tiempo y de a poco fuimos subiendo todo el equipamiento necesario: bibotellas de gran volumen, máquinas fotográficas, cámaras filmadoras, y otras tantas cosas, lo cual requirió un largo tiempo.

La embarcación zarpo con destino al norte y después de unos 20 minutos de navegación llegamos al área donde se encuentran los restos de la corbeta; una vez allí, con la ayuda de información recolectada con los años y con la experiencia de más de 30 buceos en esos históricos restos, fondeamos en el punto donde descansa el naufragio.   Para verificar que efectivamente estuviésemos bien ubicados, Tito y Ulises se equiparon e ingresaron al agua… pasó largo tiempo de incertidumbre, pero al salir a superficie a nuestros amigos y ver su señas de felicidad y alegría comprendimos que estábamos sobre nuestra gloriosa corbeta.

Procedimos a terminar de equiparnos: primero entró Herbert al agua, después Alejandro y de ahí Francisco; luego siguió Jorge con su equipamiento fotográfico -que lo hacía parecer un extraterrestre-, y finalmente yo, Daniel Malfanti, como guía del buceo y de la expedición. El tiempo de fondo comenzaba a correr, los primeros metros fueron en un agua turbia y verdosa, pero a medida que descendíamos las condiciones cambiaban y la claridad del agua aumentaba, tanto así que, antes de llegar al fondo, se podían ver las sombras de los restos de la corbeta.

Nadábamos sobre la cubierta, hacia el mismo sector donde el formidable Huáscar había espoloneado a la Esmeralda, para dar fin a los valientes marinos, que lucharon y cayeron con la bandera tope.    Así fueron llegando todos los buzos; en pocos minutos los flash inundaron la atmósfera y las filmaciones fueron capturando las imágenes del fondo. Después de unos minutos, tomé un globo y un carretel para marcar el lugar, todo ello con la ayuda de Francisco, mientras Herbert, Alejandro y Jorge -en el interior del buque- obtenían el material de registro que buscábamos.   El tiempo pasó rápido y tuvimos que iniciar el ascenso a superficie; hice las señas y los buzos iniciaron el regreso a superficie, pero no sin antes efectuar la parada de microburbuja y las paradas de descompresión.   Era increíble ver las caras de quienes por primera vez tenían el privilegio de observar, en directo, los restos de la corbeta en el fondo de mar.

Así llegamos a superficie con la alegría de haber cumplido un paso. La aventura a estos restos del mar algo había cobrado, en este caso un cuchillo se perdió en el fondo del mar, para no recuperarse más y la cámara GoPro de Francisco caería también a las profundidades, sin compartir las imágenes obtenidas. Una vez en nuestra base de operaciones, procedimos a preparar un pequeño almuerzo, a cargo de nuestro chef Francisco. Al mismo tiempo el compresor comenzaba a trabajar y cargar las botellas.

naufragio

Día 3: Obtención de Imágenes.

Muy temprano iniciamos el embarque del equipo y el comienzo de la navegación hacia los restos. En cercanías del punto ubicado el día anterior, fondeamos un ancla pequeña con línea y una boya. El equipo de buzos comenzó a ingresar al agua; el mar estaba con una calma anormal, a pesar del viento en altura que se apreciaba. Cuando estuvimos todos listos iniciamos el descenso, y así llegamos a proa. Jorge rápidamente comenzó a fotografiar los restos, mientras Alejandro y Francisco filmaban, al mismo tiempo que Herbert iluminaba el naufragio.   En ese momento me dirigí por el interior del buque hacia popa, con el objeto de obtener una posición satelital de ésta. Utilicé un peso con un globo para marcar, y una vez que terminé, me devolví lentamente por el centro del buque, observando los restos de maquinarias, calderas y cañones silentes. En proa pude observar como el resto del equipo fotografiaba los tres cañones que descansan al interior del buque. El tiempo de fondo llegó a su límite e iniciamos el ascenso a superficie.

 

Día 4: La Esmeralda se escondió.

Ese día, el mar nos ofrecía una calma total, pero a diferencia de los anteriores, la idea era posicionarse en la popa del naufragio. Utilizamos la información obtenida el día anterior, pero el destino quiso que nuestros sabuesos de las profundidades –que esta vez iban ayudados por Javier Leyton- no pudieran encontrar el naufragio, a pesar del esfuerzo que pusieron. En superficie volvimos a posicionar el fondeo y verificamos la profundidad y la indicación del sonar, ¡todo debería estar bien!   Una vez que todo el segundo equipo de buzos estaba en el agua y listo, iniciamos el descenso pero al llegar a los 30 metros de profundidad. Solo se veía una leve sombra oscura, lejos de donde descendíamos. Grande fue la decepción al llegar al fondo y ver solo arena.

Viendo la brújula, me dirigí rumbo al supuesto lugar del naufragio; en eso veo una sombra en el sector, era la Corbeta, pero estaba lejos. Con un gran esfuerzo intenté llevar el ancla hacia ese punto, pero como el resto de los buzos estaba descendiendo por ella, no me fue posible lograrlo. Tomé el carretel y lo hice firme, para navegar hacia allá, pero no dio resultado. En el trayecto, eso sí, encontramos una hermosa tabla perteneciente a la cubierta principal del naufragio. Solo unas pocas fotos capturaron ese pedazo perdido, pero que entregaba una valiosa información. Una vez en superficie, la amargura era notable, por ello volvimos a posicionar todo, para no volver a fallar, y ahí iniciamos el regreso a la base de operaciones.

 

Día 5: El reencuentro.

Este día el fondeo fue distinto: lo verificamos varias veces, chequeando que el sonar marcara los 36 metros, profundidad en la cual se encuentra la cubierta principal del naufragio. Con todo listo, ingresaron al agua nuestro trío de sabuesos de las profundidades, con sus cámaras fotográficas y filmadoras. Luego de un instante eterno, aparecieron: estábamos en la Corbeta.

El descenso esta vez fue muy emotivo: la claridad del fondo era impresionante, el buque se veía completo y con ello los más mínimos detalles, que anteriormente nos había escondido. Nadamos a popa por fuera, en un grupo bastante compacto pero sin entorpecernos; el entrenamiento daba sus resultados.   Una vez en la hélice y el timón procedimos a fotografiar hasta los más mínimos detalles: incluso vimos un zapato que descansaba al lado de la hélice, que parecía ser de algún artillero.   Seguimos a la banda de babor y ahí pudimos ver el palo mesana que descansaba casi completamente fuera del buque, como también el único impacto de cañón que recibió la corbeta.   El tiempo transcurría y llegábamos a los 40 minutos de fondo y debíamos iniciar el regreso, el largo regreso, que nos implicaba otros 42 minutos antes de llegar a superficie.

vista cubierta 1

 

Día 6: La despedida de la Corbeta.

Es un día especial, todos los sabemos, es nuestro último buceo en la Esmeralda.   Así zarpamos desde el muelle Prat con otro día de mar ideal, repitiendo el mismo proceso de las jornadas anteriores. Al descender, vemos con alegría que la visibilidad nos sigue acompañando, y que Jorge no pierde tiempo y fotografía todo lo que le falta; así mismo el resto del equipo recorre y captura más imágenes. En ese lapso, Alejandro se despide del buque, mientras Herbert y Francisco lo recorren por dentro, esperando capturar todos los detalles. Logramos apreciar como gran parte de la banda de estribor se encontraba caída hacia adentro, y como la popa se estaba desmoronando lenta pero progresivamente. Soy el último en despedirme, y veo como la corbeta descansa en el fondo, mientras Jorge guarda su equipo al ir ascendiendo. Las paradas de descompresión se hacen largas, aunque rompiendo la monotonía, algunas medusas vienen hacia nosotros, lo que implica alejarlas con las aletas y, a veces, con las manos.     Al llegar a los 6 metros iniciamos el cambio de mezcla y pasamos al oxígeno, liberando así más rápidamente el nitrógeno que tanto nos amenaza en estos buceos. La temperatura del agua nos acompaña y hace soportable la espera. Todos llegamos a superficie.

 Encuentro con Naufragios 25

Día 7: En un Vapor a Paletas de Pisagua.

Nos levantamos muy temprano e iniciamos el trayecto a Pisagua, antiguo e importante puerto de la zona norte que hoy se encuentra casi completamente abandonado. Cruzamos la Pampa del Tamarugal con un sol quemante y un cielo despejado. Después de casi dos horas de viaje, bajamos por un pequeño y escarpado camino los 600 metros de altura que separan los altos con la caleta de Pisagua. Una vez allí, coordinamos con unos pescadores el traslado hacia un viejo naufragio ubicado al norte del puerto.   Nos embarcamos en dos botes de pesca y tras 20 minutos de navegación, llegamos al punto. Los pescadores nos dejan con exactitud milimétrica sobre el naufragio; la profundidad no es más de 16 metros. El mar ya no se encontraba con la calma del día anterior y el viento estaba dejando su huella en superficie.

Una vez en el fondo, pudimos ver el estado de destrucción de los restos, que era casi total. La embarcación había chocado con las rocas y a la posición en que se encontraba, el mar la golpeaba constantemente. Pero aún dejaba ver parte de su maquinaria, y una pieza muy importante, el eje de las paletas, que era simplemente una maravilla.   El sector de los restos estaba rodeado de rocas y fauna marina, lo que hacía el buceo algo muy interesante.En una parte de los restos se producía un pequeño túnel entre el casco y las rocas, todos pasaron por ahí. Después de 60 minutos fueron saliendo los buzos, uno a uno, con el desierto de fondo, ¡una maravilla! Cuando estuvimos todos en tierra, los Old Divers preguntaron donde sería la próxima expedición. Ojalá que sea a un lugar que nos emocione tanto como estos buceos.

 

Este vídeo está hecho con fotografías tomadas desde el año 2001 al 2010, y acompañado de dibujos hechos por el Doctor Alfredo Cea, más unas fotos históricas, para que así se pueda entender mejor el estado del naufragio de la Corbeta Esmeralda, que descansa en el puerto de Iquique a 42 metros de profundidad.

Dibujos del Doctor Alfredo Cea
http://www.bentos.cl/archivos/Esmeralda.pdf