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Ascenso invernal al Valle Tres Pasos

El Cerro Campana, muy característico del Valle Tres Pasos, ha sido testigo a través del tiempo, en lo que a aventuras y exploraciones se trata, en el desarrollo y poblamiento de la región. Este cerro se encuentra ubicado en el fértil valle del Río Tres Pasos, en donde baquianos de antaño ingresaron obligadamente en sus excursiones en búsqueda de ganado bagual, buena cacería y nuevas oportunidades en camino hacia la Patagonia Argentina. Los primeros exploradores de la zona se interesaron por cruzar estos valles debido a las conexiones naturales de diferentes rutas para su tránsito en distintos puntos de la Patagonia. Es así como siendo un paso obligado, se desarrolló la construcción de un hotel que permitía alojar a los viajeros. Debo recordar a través de estas líneas que Gabriela Mistral también fue encantada por los paisajes sinuosos y andinos de estos valles y cerros. No se tiene conocimiento de la primera ascensión histórica, por lo tanto esta expedición le da un valor de importancia por ser de las primeras y ser la primera invernal.

Texto: Prof. Alfredo Soto Ortega

El Cerro Campana, de 1.380 metros, no tiene gran altura pero presenta dificultades técnicas. Las principales son las condiciones invernales, bajas temperaturas, grandes cantidades de nieve y posibles tormentas violentas y extensas, agregando al mismo tiempo la corta duración del día con luz solar en estas latitudes.

…Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la «noche larga» ahora tan solo empieza……..
(Desolación, Gabriela Mistral 1922 Inspirada en el Valle de Tres Pasos)

Junto con la agrupación de estudiantes “Quienes” nos aproximamos a la zona del Valle del Río Tres Pasos y solicitamos la autorización para ingresar a campos privados en la sección Tres Pasos. La temperatura descendía a –5º celsius. Realizamos la aproximación a pie al interior del valle con un día totalmente despejado. Luego de cuatro horas de caminata por nieve y cargando todo el equipo en mochilas, procedimos a la instalación del campamento base. Fue la noche más helada de la expedición, se registraron alrededor de –25º Celsius.

Noche en vela

Con escasa luz y a las 7:30 de la mañana iniciamos la aproximación e intento de alcanzar la cumbre del Cerro Campana. El tiempo se presentaba estable con muy bajas temperaturas y el día despejado. La aproximación se presentó muy exigente por la gran cantidad de nieve que retrasaba la posibilidad de alcanzar la cumbre en el día. Esto nos obligó a planear un vivac espontáneo (dormir a la intemperie bajo algún refugio natural, sea esta una piedra o una cueva en la nieve). La noche fue muy larga y procuramos mantenernos despiertos para no exponernos a posibles congelaciones. Las próximas 15 horas serían claves para continuar hacia la cumbre del Cerro Campana. La alimentación fue en base a pequeñas raciones e infusiones y líquidos calientes que nos permitían mantener la temperatura corporal. En estos casos debíamos buscar las mejores condiciones de comodidad y para ello confeccionamos con nieve una suerte de “living” con cómodos asientos en círculo. Estos asientos naturales eran protegidos con las mochilas de tal manera de no tener el contacto directo con la nieve.
A pesar de que teníamos una buena protección contra el frío en la ladera del mismo Campana, no fue impedimento para que termináramos las últimas horas acurrucados alrededor de una pequeña fogata y así conservamos el calor entre nosotros para soportar el frío y esperar las primeras luces del alba y continuar la ascensión. En este trayecto, pudimos detectar la presencia de pumas por las innumerables huellas que encontramos en diferentes sectores al pie de los farellones del Cerro Campana

El cóndor vigilante

Después de un reparador té caliente y algunos chocolates que conformaban la única alimentación de la mañana, determinamos una instrucción importante para el día y tomar todas las precauciones necesarias. Estábamos desgastados por el largo vivac y era muy posible que nuestros cuerpos recurrieran a sus propias reservas debido a que llevábamos más de 24 horas sin comer lo suficiente como para contrarrestar el frío y sobreponernos a las exigencias físicas. Comenzamos a acercarnos por una vía maravillosa, una canaleta de 200 metros de más o menos unos 40º de nieve dura. Al mismo tiempo, nos exponíamos bajo el farallón en cuya sinuosa cúspide se encontraban innumerables cornisas amenazadoras que podían caer en cualquier momento. Realizamos el trayecto en silencio y espaciados en distancia. Ante cualquier eventual caída de la cornisa había que correr y acercarse a la pared. Llegamos al final de la canaleta y allí tuvimos claro el panorama de donde encaramarnos venciendo el farallón. Por un corredor de nieve y hielo de unos 300 metros muy expuesto, nos obligó a instalar un pasamanos, que nos permitía progresar con seguridad. Desde este punto, no veíamos qué dificultad o obstáculo tendríamos ya que este corredor tenía un forma de media luna por lo tanto en algún momento perdíamos de vista a nuestros compañeros cuando progresaban en ella. El único ser que podía visualizar todo nuestro andar por tan difíciles lugares era el majestuoso y tan simbólico cóndor, que sobrevolaba las distancias necesarias para ver todas nuestras maniobras técnicas. Algunas bromas nacían referidas a la paciente espera por parte del cóndor, de que alguno de nosotros cayera y así se le facilitaran las posibilidades a este magnífico carroñero de un contundente desayuno.

Por fin la cumbre

Debíamos comunicarnos gritando para continuar. Luego de unos minutos alcanzamos el pequeño plateau del Cerro Campana. El espectáculo era increíblemente espacioso, una gran planicie en la que demás podía aterrizar un avión pequeño. A lo lejos podíamos ver el peñón de la cumbre, parecía un gran trono que esperaba por nosotros. Después de una hora de agotadora marcha contra la profundidad de la nieve acartonada alcanzamos la cumbre. Disfrutamos de ella por algunos minutos y lo de siempre, identificar algunos colosos desde la distancia, al fondo y hacia el Oeste veíamos una gran montaña inserta en el campo de hielo Sur de al menos 2000 metros. Regresamos muy tarde hacia el valle, tanto así que decidimos visitar a unos puesteros del lugar y pedirles refugio. En el interior del “Rancho” fuimos muy bien atendidos, aunque tuvimos que dormir en el piso y en las bancas, pero compartimos vivencias y anécdotas las que iban unas tras otras… Al mismo tiempo, nos enteramos de la preocupación de ellos que ya nos habían visualizado el día anterior a raíz que en la zona circundaba un puma adulto y con intenciones de cacería. La emoción nos embargó al conectar dicha advertencia con los ruidos que habíamos sentido en la noche del vivac. Regresamos a nuestro campamento base después de haber disfrutado unas ricas sopaipillas campestres y algunos juegos de trucos con nuestros amigos puesteros. El día fue hecho para descansar y dormir y soñar con una nueva aventura en la Patagonia.