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Tag Archives: Cariquima

Las Lagunas de Chuncara

En las montañas de la región de Tarapacá, al norte de Iquique se encuentran las recónditas Lagunas Chuncara. Joseph Morgan junto a un grupo de exploradores van a conocerlas en un viaje de peligrosas rutas y extremas condiciones climáticas pero con una recompensa paisajística inolvidable.

 Texto y Fotos: Joseph Morgan

Muchas veces pensamos que conocemos muy bien el Norte Grande por haber nacido en él pero, a pesar de haber recorrido y conocido cientos lugares, aún no termino de sorprenderme de lo inmenso y abrupto de nuestra geografía, que hace casi imposible llegar a conocerla por completo.
Hace unos años, un amigo del poblado de Cariquima me comentó que, cerca de unas montañas nevadas que se apreciaban a lo lejos, existían tres lagunas escondidas.  “Son muy profundas y azules, y hay unos flamencos también” – me comentó. Y agregó que eran malditas, según le había comentado su abuelo y por ese motivo él nunca las había visitado.
Pasaron los años, en los cuales estuve en el altiplano decenas de veces y siempre divisaba esas montañas recordando ese relato del amigo aimara. Pensaba que algún día subiría a conocer esas lagunas. Estas montañas pertenecen al cordón cordillerano llamado los Quinsachata que, en lengua aimara, significa Tres Cumbres, las cuales superan los 5.000 msnm.

 

Flora y fauna carácterística del altiplano, alpacas, llamas y bofedales. Altura promedio 3.600 msnm.

Flora y fauna característica del altiplano, alpacas, llamas y bofedales. Altura promedio 3.600 msnm.

Hacia esas lagunas detrás de las montañas
En diciembre decidimos, con mis amigos Sergio Cortez y Alejandro Flores,  embarcarnos en una aventura: conocer las enigmáticas lagunas Chuncara y, como se trataba de una actividad no exenta de riesgos, la planificamos con riguroso cuidado.
Con ayuda de un computador y el programa Google Earth, estudiamos la zona y tomamos las coordenadas UTM de las lagunas y las posibles rutas de acercamiento en vehículo.
Temprano en la mañana cargamos en el vehículo todo lo necesario para lograr el objetivo, ya que una caminata a gran altura nos esperaba, con varios grados bajo cero en ella.
Después de aproximadamente, cuatro horas de viaje por la carretera que une la ciudad de Iquique con el poblado de Cariquima, nos encontramos frente a las montañas que escondían las casi desconocidas lagunas.
Aquí comenzó nuestra aventura ya que, acercarse a la ladera de estas montañas, era cada vez más difícil: bajadas de agua, barro y piedras dificultaban el andar del 4×4.  Mientras uno conducía, los otros quitábamos piedras.  Finalmente, tuvimos que renunciar a seguir avanzando ya que el terreno se tornó riesgoso.  Había tal cantidad de piedras que costó encontrar lugar para nuestras carpas.  Un viento fuerte, que calaba los huesos, complicaba aún más montar el campamento.
Finalmente, pudimos encender nuestras cocinillas, para el esperado tecito caliente.  El altiplano es duro para la vida humana, pero su belleza es tan grande y singular, que vale la pena soportar el frío, la falta de oxígeno, y las frecuentes jaquecas que ocasiona la temida puna.
A la mañana siguiente, muy temprano, ya desayunados y con los implementos necesarios, iniciamos la marcha rumbo al oeste, confiando en las indicaciones del GPS, que ya contaba con las coordenadas que fueron ingresadas cuidadosamente.

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Sergio ya con su carpa armada entre medio de la paja brava. En el cerro de al fondo se puede ver claramente como -por la falta de oxigeno- la vegetación desaparece sobre los 5 mil metros.

 

El paraíso prometido
Un sendero tropero nos ayudó a sortear el pedregoso ascenso.  La falta de oxígeno se hacía sentir, pero las ganas de conocer las enigmáticas lagunas, nos daban las fuerzas para seguir adelante.  Después de dos horas de subida divisamos una Apacheta. Éstas son montículo de piedras a manera de altar, erigido en honor a la Pacha Mama.  Ante la Apacheta los indígenas dejan sus ofrendas y piden que se aparten las desgracias de su camino y salud para seguir el viaje.
A pesar de haber llegado al punto más alto del trayecto, las lagunas no de divisaban por ningún lado, no obstante teníamos que confiar en el GPS, que nos indicaba que debíamos avanzar unos tres kilómetros más en dirección oeste.  Al descender una ladera empinada, nos encontramos con unos llaretales espectaculares.  Nunca había visto llaretas tan grandes y aún sin daños.
Seguíamos bajando y las lagunas aún no aparecían, entonces me adelanté caminado más de prisa hasta una meseta rocosa y desde ahí logre ver parte de una laguna. En ese momento recordé el relato: de color azul intenso y rodeado de cerros se encontraba la primera laguna.  Posteriormente, al ir bajando, nos dimos cuenta que era la laguna central, ya que más escondida, se encontraba otra aún más grande.  Es como un paraíso escondido, gritábamos.

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Las grandiosas formaciones rocosas del Valle de Marte que se encuentran en el camino de la travesía

 

Sin dejar huella
Nuestro plan era llegar hasta la ribera, pero el cansancio nos hacía dudar, y además pensábamos que teníamos que regresar cuesta arriba otra vez pero ya estábamos muy cerca, sólo a unos 150 metros más.  El paisaje y los colores, todo lo que nos rodeaba en ese momento, eran de una belleza indescriptible y teníamos que aprovechar la oportunidad de tocar sus aguas.
Una vez que pusimos nuestros pies en la ribera de la laguna más extensa, quedamos sorprendidos no solo de la belleza, sino también de lo prístino del lugar.  No había ni una sola huella ni desperdicios, tan propios de la presencia humana.
Después de unos minutos contemplando el paisaje, cuidando de no dejar marcas con nuestros zapatos, buscamos un lugar donde descansar y disfrutar del canto de las aves.  Me quedaría a vivir aquí, dije desde lo más profundo de mi corazón.
había realizado el sueño de conocer las lagunas Chuncara.  Lamentablemente teníamos que emprender el regreso que no iba a ser fácil, ya que debíamos remontar otra vez hasta la apacheta, para luego descender hasta el campamento.  Con una última mirada a las lagunas y la pena de no poder quedarnos más tiempo, iniciamos el retorno a nuestro lugar de descanso.
Mientras caminábamos de regreso pensábamos en lo importante que sería, por parte del Estado, proteger esas lagunas, no sólo por su riqueza natural sino también por ser el principal reservorio de aguas para la Quebrada de Tarapacá, tema tan en boga hoy en día por la dramática disminución de los depósitos de agua potable en el mundo, a causa  de los cambios climáticos que estamos sufriendo.
Luego de aproximadamente  tres horas de caminata, llegamos a nuestro vehículo y emprendimos viaje a Iquique.  Durante el viaje planificábamos la próxima aventura. ¡Ya se las contaré!

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La “collera”, de izquierda a derecha: Alejandro Flores, Sergio Cortez y Joseph Morgan.