El Stand Up Paddle no solo es competir, también se trata de buscar nuevos destinos donde remar. Arnaud Frennet quizo lleva su tabla y remo a la isla de Chiloé, uniendo la isla con las tierras continentales que la enfrentan, con ballenas, un mar prístino y el imponente Corcovado.
Texto: Arnaud Frennet / Fotos: Philip Muller, Standup Latino
Si hay algo que disfruto por sobre otras cosas en el SUP de Aventura, no es especialmente el hecho de remar horas y horas. Claro me gusta esta parte del desafío físico, de empujar mis limites, y también de poder recorrer grandes distancias en el agua y descubrir nuevos lugares en silencio y libertad. Pero para mí la aventura de una travesía empieza desde el primer momento que se genera el proyecto, y se termina recién el día que regreso a casa.
Toda la parte previa de preparación, autorizaciones, logística y viaje, así como lo que sigue la travesía con su debida celebración y abrazos, son de las cosas que más disfruto. Si a veces estos momentos son engorrosos y difíciles, también son los que llevan a conocer nuevos lugares y su gente, y hacer nuevos amigos, aprender de ellos y crecer como persona.
En este aspecto, el Desafío Lippi Corcovado superó todas mis expectativas. Ya sabía de la gente de Chiloé, pero en este viaje aprendí mucho más y nos encontramos con un gran tesoro en el archipiélago.
La más majestuosa y azul
Nos recibieron con una disposición ejemplar, y un gran interés en saber más del Stand Up Paddle y del porqué las aguas chilotas me atraían tanto. Prácticamente cada persona que conocí en la isla me hizo la misma pregunta: ¿Por qué el Golfo del Corcovado? ¿Por qué elegiste este lugar? Cada vez me complique al momento de responder. Era muy difícil responder en pocas palabras, a cada persona explicaba algo un poco diferente. Simplemente muchas razones distintas se acumularon hasta un punto que pensé, “¡chuta, esto es! voy a intentar cruzar el Corcovado desde Chiloé hasta el continente”.
Los mitos y las leyendas chilotas, la ballena azul que elige estas aguas cada verano, el imponente y muy respetado volcán Corcovado, las fuertes corrientes y el clima duro e imprevisible, entre otras cosas hacían más atractiva esta aventura. Cada vez que intenté explicar estas razones a la gente podía percibir que los hacía sentir orgulloso de su isla, honrado de que hubiera venido a realizar esta travesía, y con mayor ganas de recibirnos en su mundo.
Esto fue para mí el mayor premio de toda esta aventura. Los chilotes nos enseñaron de su isla y sus mitos, de sus problemas actuales con la industria salmonera, de su pasado y de los huilliches que también cruzaron el Corcovado cientos de años antes… ¡sobre troncos! También encontramos lo que habíamos venido a buscar, la majestuosa ballena azul, un mar duro e imprevisible, y por supuesto lo esperable: un desafío de proporción en la travesía misma. Pero por sobre todo cerramos esta aventura con la sensación de haber conocido a personas excepcionales.