Interactive Coloring

drag iconDrag any color from the left toolbar to an area or text in the page. A blue outline will indicate a droppable element.

drag iconOn mobile, wait a tiny bit until you drag the color drop.

Sendero de los skuas en la Antártica

Permanecía en la isla Rey Jorge, en las Shetland del Sur, esperando a que el rompehielos Oscar Viel, de la Armada de Chile, me cruzara por el estrecho de Bransfield, que separa este grupo de islas subantárticas de la península Antártica. Mi estadía en la base Eduardo Frei estaba fuera de toda programación y serían aproximadamente seis o siete días esperando tener la posibilidad del cruce. ¡Una gran oportunidad de conocer aún más el sector!

Texto y Fotos: Alfredo Soto

Mi obligada estadía en la isla coincidió, extraordinariamente, con el ingreso de una masa de aire cálido y con altas presiones, lo que me entusiasmó para hacer una minuciosa revisión a las cartas geográficas de la isla y buscar alguna aventura interesante y propia de la zona. Las Shetland del Sur son de  formación volcánica y están cargadas de tefra volcánica, procedente de la última erupción de la caldera de la isla Decepción, en 1967. Son siete islas principales, con algunos islotes más pequeños en su radio, distribuidas linealmente de norte a sur: isla Rey Jorge, isla Nelson, isla Robert, isla Greenwich, isla Livingston e isla Decepción.

Me fui adaptando a mis espacios en el refugio Teniente Marsh –ubicado en las inmediaciones del aeródromo-; con los investigadores y los alumnos debíamos trasladarnos unos dos kilómetros, todos los días, para recibir nuestras raciones de alimento. En uno de estos viajes mi mirada recayó en una elevación al otro lado de la pista de aterrizaje: el Cerro San Francisco: estaba en la línea y dirección para alcanzar la cabecera sur del glaciar Collins, principal casquete helado que cubre gran parte de Rey Jorge.

Skua-1

Temperatura de marcha

Iniciamos nuestra aproximación tomando dirección hacia la base rusa Bellinghausen, para luego dirigirnos a la maravillosa construcción y típica figura de una capilla ortodoxa -construida en madera siberiana-, en lo alto del cerro. Bordeamos una primera laguna –por suelo bastante inestable- y luego nos orientamos junto al grupo de alumnos por una saliente más elevada, asegurándonos en terreno con menos barro y más seco.

Llegamos a la base del cerro y comenzaba nuestra ascensión, subiendo por un firme acarreo; el tiempo era inestable, con poco viento, pero suficiente como para bajar la sensación térmica a -8º. La indicación era mantener un ritmo adecuado para preservar la temperatura corporal y no incomodarse con el frío, que se hacía notar cuando el sol se ocultaba detrás de las nubes. Enfrentamos -justo debajo de la cumbre- una pequeña rampa de nieve y, antes de llegar a la parte más alta, invito a mis alumnos a dirigirnos a una saliente que el cerro mostraba hacia el oeste. Mis fieles compañeros Macarena Araya, ingeniera química recientemente titulada y el alumno Carlos Cárdenas hacían firme dupla para reunir muestras de microalgas, necesarias para sus estudios de biocombustible. Les seguía Carlos Lecaros, estudiante de Ingeniería Eléctrica, quien acompañaba a los demás investigadores apoyando las labores de ecosondaje en el glaciar Infantería, detectando las peligrosas grietas en las cercanías de la base O’Higgins.

Skua9b

Tormenta y Skuas

Desde la principal elevación del peñón podíamos ver, en toda su magnitud y hacia el oeste, la grandeza del mar de Drake, y adornando en la línea costera de la isla una treintena de pequeñas elevaciones sumergidas y golpeadas con violencia en sus paredes por enormes olas, uno que otro iceberg a la distancia que hacían percibir una danza geológica de estas imágenes combinadas de agua, roca y hielo. Retomamos nuestras huellas para dirigirnos a la cumbre del cerro San Francisco. Sobre el mar se veían nubes amenazantes; en Antártica los cambios son muy bruscos y lo que fue una tarde de tenue sol de verano se convirtió en una violenta tormenta, con poca o casi nula visibilidad. Indicamos por radio que intentaríamos llegar hasta el glaciar Collins y que si el tiempo empeoraba nos retornaríamos. En caso de cualquier dificultad iríamos a la base uruguaya Artigas, volviendo a tomar el camino marcado a espacio chileno.

Nuestra caminata nos llevó descendiendo por la cara norte del cerro San Francisco, hacia el glaciar Collins. Calculamos llegar en unos 40 minutos, entre variados pasos de lagunas y siempre acompañados por la presencia de los skuas y algunos gaviotines, que se internaban online casino en la Isla en sus frecuentes cruces entre las costas de la isla.

Llegamos a un valle que desde lo alto se veía poco seguro para bajar, así que aplicamos  técnicas de marcha en descenso, fijando la atención en dónde colocar los pies. El lugar estaba alocadamente inundado por ríos proveniente del glaciar Collins y continuamos, internándonos ya en la morrena del glaciar. Al acceder a este comenzó a nevar copiosamente, y nos vimos obligados a suspender nuestra intención de alcanzar la parte interior del Collins. Rápidamente nos devolvemos y sentimos el llamado radial de la base Frei, ya preocupados por la nevada, que se hacía más intensa. Afortunadamente nuestra respuesta fue que estábamos bien y que ya nos encontrábamos de regreso, pasando por la base uruguaya, y que en una hora ya estaríamos llegando a la base Frei.

Skua11

Se mueven los áridos

Al día siguiente se afirmó un día soleado y optamos por dirigirnos hasta el límite sur de la isla Rey Jorge, para explorar el sector hasta el canal Fildes y tener una visión más cercana de la isla y glaciar  Nelson. En principio salimos de la Base Frei y tomamos el camino que dirige hacia la base china Gran Muralla, pero en la mitad opté por tomar un atajo para explorar el interior y hacer más atractiva la travesía. En esta parte y quizás por lo benigno del día nos revoloteaban con mayor intensidad las skuas, siendo testigos de también de sus faenas de aseo en alguna que otra laguna. Continuamos bordeando pequeñas elevaciones, siempre ganando altura, y en ocasiones tuvimos que hacer algunas travesías en nieve fundida y granulada de constantes y permanentes deshielos. Esta es una zona que tiene espacios sin nieve; los áridos que son suelo de estos valles presentan  mucha inestabilidad y corre abundante agua por lo que se ve, erróneamente, como un suelo sólido.

De pronto sentí una llamada de auxilio de Carlos Cárdenas. Sin darse cuenta se encontraba en un espacio de arena movediza, y sentía que se estaba hundiendo. Le dije que buscara el cerro para ganar altura, hasta que con dificultad salió. A los pocos minutos llegamos a gran un acantilado a la orilla principal del canal Fildes, muy estrecho y con una abundante presencia de avifauna. Se escuchaba a lo lejos ruidos guturales de elefantes marinos, lobos antárticos, focas y muchos pingüinos.

Encantador de aves

Una sombra pasó por sobre nosotros; instintivamente nos agachamos sabiendo que había pasado algo, ¿un albatros? No, había sido un petrel gigante, y este borde acantilado era su corredor principal para recibir los vientos desde el oeste, que le permitían planear gran parte del tiempo de su vuelo. Hacia el este, el canal recibía la caída del glaciar Nelson hacia el mar, y hacia el oeste veíamos cientos de islotes pequeños, en los cuales -incluso  de lejos- podíamos ver gran presencia de aves. A pesar de que aún estaba el sol alto, las horas iban pasando y nos aprestábamos a volver para alcanzar la cumbre de nuestro siguiente objetivo: el cerro Oriental.

MAPA-zoom-cuadrado-amarillo-fildes

Abordamos una lengua de nieve, que nos permitía caminar más rápido sobre nuestras huellas sobre la ya endurecida costra de sol; algunas lagunas de intenso color turquesa nos detenían a fotografiar.

En el cambio de un valle, en lo alto de un montículo, un par de skuas emprenden vuelo y pasan rozándonos, casi sin temor. Macarena me advierte que se acercan en vuelo rasante, y un skua se me viene encima; con un poco de incertidumbre y quizás obligado por mi condición de educador al aire libre, levanto los brazos como para establecer una suerte de comunicación. Los gritan y hacen una serie de vuelos rasantes que, según mi percepción, no eran amenazantes sino más bien amistosos.

Testimonio de Gran Muralla

Frente a nuestro objetivo y ya en altura, le indico a mis jóvenes compañeros que siempre una montaña tiene una puerta más fácil que otras… lo que no indica que sea la más segura. La cara elegida por nosotros era la sur y bordeamos desde abajo hasta encontrar un especie de canaleta, que presentaba nieve en su primera sección; luego seguía un inestable acarreo, que superamos concentrados y con la emoción por saber lo que nos mostraría al otro lado de la cumbre. Llegamos hasta un filo que nos conducía directamente hasta lo alto del cerro Oriental. En la zona ubicada bajo de la cumbre había una especie de caja de color rojo… a medida que nos fuimos aproximando vimos que era una especie de testimonio religioso chino; estaba a mal traer, gastada su pintura y con una descolorida imagen del Buda. Llevaba símbolos y letras orientales, en su periferia inmediata lo acompañaban una botella de agua, otra de aceite y una pequeña botella de licor; también había algunos maníes con su vaina natural.

Logramos la cumbre en un momento de sol ideal, alumbrando ya a la caída de la tarde sobre el mar de Drake. Inmediatamente abajo del cerro veíamos el lugar de donde venían quienes habían visitado antes el Oriental: hacia el noreste se veía la base china Gran Muralla. Disfrutando de la cumbre nos sentamos, viendo a la distancia todo lo que la naturaleza Subantártica nos entrega.