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Marejada Polinésica

Hasta los mejores del mundo fallan en Teahupoo: es una ola que evitan cuando está demasiado grande, ya que el drop es en el aire, así como la velocidad y el grosor del labio pueden traer consecuencias fatales si se cae en un mal lugar. Es definitivamente una ola que requiere compromiso total de quien la esté remando. Esto es solo parte de lo que se puede encontrar en Tahiti.

 Texto: Luis Claro

El paraíso

Tahiti forma parte del archipiélago polinésico, ubicada en medio del océano Pacífico, por lo que para llegar a esta isla tuve que hacerlo por avión, hacia Papeete. Cuando llegué al aeropuerto, me pasaron a buscar en una camioneta donde pude dejar mis tablas y, tras dos horas de viaje por la costa, incluyendo el cruce de un río sin puente con 4×4, llegué al sector de Teahupoo, el cual queda ubicado en el extremo más virgen y menos civilizado de la isla.

Los dueños de la casa donde alojé son Adam Biff y Simon Thornton, ambos especialistas en la famosa ola de Teahupoo. Atrás, a unos trescientos metros de la casa hay unas montañas verdes, tupidas de vegetación impenetrable y roca volcánica de formas puntiagudas y quebradas verticales por donde cae el agua en forma de cascadas y ríos que finalmente llegan al mar: todo tipo de árboles frutales y animales se pueden ver y escuchar estando ahí. Hacia el otro lado de la casa está la terraza y posteriormente un jardín grande de pasto y palmeras, que llegan hasta la orilla del mar, la cual es bastante tranquila ya que está protegida de las olas que quiebran en una barrera de coral vivo, a unos quinientos metros de la casa, dando espacio a una tremenda laguna ideal para bucear y remar en canoas, etc. Todo lo anteriormente descrito se puede aprovechar mirando desde la misma terraza de la casa. No hay más de diez casas en toda el área y es un sector muy aislado.

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La marejada

Tras una semana y media surfeando y buceando en Teahupoo los reportes de Internet marcaban una tremenda marejada en dirección a nosotros; el pronóstico: cero viento, olas gigantes y en perfecta dirección. De a poco también apareció todo el circo de surfistas de elite y fotógrafos/camarógrafos desde varios lugares del mundo, más el contingente local, por supuesto. En menos de dos días la desolada casa en medio de la selva pasó a ser un centro social en donde se juntaban los surfistas más legendarios con sus fotógrafos a revisar material y en general, a especular sobre la marejada entrante. Entre quienes pude conocer y surfear se encontraban varios nombres de peso en el mundo del surf, Laird Hamilton, Raimana Van Bastolaer, Alex Gray, Dusty Paine, los hermanos Florence y varios más, además de fotógrafos y camarógrafos experimentados provenientes de todas partes del mundo.

La marejada duró tres días, había al menos diez botes llenos de camarógrafos, fotógrafos y espectadores en el canal, el crowd no bajó de 30 personas en ningún minuto y prácticamente no se desperdició ninguna ola.

El primer día las olas llegaron a series de dos a tres metros y todos agarramos olas, el segundo día en la mañana el mar iba creciendo serie tras serie y recuerdo haberme metido uno de los mejores tubos de mi vida frente a los amigos, botes y público presente, ¡fue mágico! Ese mismo día después de almorzar comentando la sesión y al revisar material fue cuando el mar pasó a “otra escala”; al llegar de vuelta a la ola las condiciones no eran las mismas y el ambiente en el agua era absolutamente surreal: por un lado estaban los lanchones llenos de gente, con música fuerte y cerveza helada, todos gritando cada ola que venía y por otro lado estábamos el paquete de surfistas, todos nerviosos capeando series de hasta seis metros y tratando de agarrar uno que otro olón que salía entremedio de estas bombas, las cuales eran surfeadas vía tow-in (moto de agua) por leyendas de Teahupoo como Laird Hamilton y Raimana. Esa tarde fue un espectáculo para el recuerdo, el mejor nivel de surf y tubos que había visto y las olas se pusieron mas grandes y perfectas a medida que avanzó la tarde, hubo tubazos hasta pasada la puesta de sol. A la mañana siguiente la tónica fue la misma y ya para la tarde el mar empezó a achicar, los locales por supuesto dejaron la vara muy alta en la marejada.

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Buceo y las otras islas polinésicas

Durante la marejada llegó desde Chile mi amigo “Soporo”, experto domador de olas quien tuvo la suerte de ver parte de éste espectáculo y ser testigo de algunas de mis mejores olas del viaje. Pasada la marejada decidimos ir a explorar otras olas de la Polinesia, surfeamos derechas e izquierdas largas, muy buenas, en lugares exóticos e inhóspitos en la isla de Moorea, la cual cruzamos en barco. Nos encontramos con playas paradisíacas, buceamos en lugares alucinantes y volvimos después de una semana a Teahupoo para aprovechar unas semanas más de los tubos y snorkel.

El buceo en Tahiti es espectacular, el agua es muy cristalina y la fauna marina es algo alucinante: tiburones, rayas, ballenas, peces de todos colores y corales de todas formas: tuvimos la suerte de poder bucear casi todos los días.

La Polinesia puede ser un poco cara para el bolsillo y es de bastante difícil acceso, además de que sus olas requieren bastante nivel y esfuerzo en encontrarlas. No obstante su gente y la geografía y naturaleza del lugar lo hicieron parte sin duda de uno de los mejores lugares que he estado, por lejos.

La ola

Teahupoo en sí es un espectáculo, solo para llegar a ella hay que remar alrededor de un pase de corales en el cual habitan todo tipo de especies submarinas, incluyendo tiburones, los cuales a veces pasan debajo de ti. La otra opción es arrendar un bote por aproximadamente 100 dólares diarios, o por último hacerles dedo. Debe ser una de las olas más perfectas y peligrosas del mundo, tiene un labio grueso y un tubo hueco por el cual escupe chorros de vapor comprimido; no muy abajo los corales están esperando tatuar las espaldas, brazos y piernas de sus visitantes. Mientras más grandes estén las olas, son más grandes los tubos, más fuerte el escupo y más difícil el drop, ya de dos a tres metros es una ola de muchísimo respeto que requiere de mucho nivel y estado físico. Pasando los tres y hasta cuatro metros está en el límite entre lo humanamente posible a remo; ¡y no hay lugar para errores o dudas! En marejadas muy grandes es imposible remar esas olas y se usa una moto de agua que evita a un surfista remar y hacer el drop, dejándolo sobre una bomba de agua…y coral.

Los locales son muy buena gente, tienen un tremendo nivel de surf, siempre saludan en el agua y respetan a los viajeros ya que ellos también viajan, aunque jamás van a permitir una falta de respeto dentro del agua.

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“Al llegar de vuelta a la ola las condiciones no eran las mismas y el ambiente en el agua era absolutamente surreal: por un lado estaban los lanchones llenos de gente, con música fuerte y cerveza helada, todos gritando cada ola que venía y por otro lado estábamos el paquete de surfistas, todos nerviosos capeando series de hasta seis metros y tratando de agarrar uno que otro olón que salía entremedio de estas bombas”.