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Escalada en granito en la región de O’higgins

Roca de carácter legendario, con fisuras, placas y dimensiones monstruosas fue lo que encontró Eduardo Mondragón en la cordillera de Rancagua. Aquí cuenta sobre su lucha, con paredes inescaladas, en una zona que pocos exploran y menos desafían.

Texto: Eduardo Mondragón / Fotos: Rodrigo y Rafael Testart

Marzo 2012

Las Leñas tiene lagunas y fauna, es un paraíso para el trekking. Trabajo en el Puma Lodge, ubicado en la confluencia de los ríos Cachapoal, Cortaderal y el antes mencionado río Las Leñas, en las montañas de Rancagua, a cargo del diseño y organización de  diversas excursiones. Ya he explorado los alrededores y conozco los distintos valles: el del Cachapoal, al fondo del mismo, tiene un increíble glaciar, termas y mucho potencial para la escalada alpina.

Y me queda el Cortaderal: aprovechando un paseo con huéspedes me introduzco en él…¡y eureka! ¿Eureka? Pues sí, es un lugar de ensueño. El río corre entre paredes de granito y en el lado oriente hay tres increíbles torres de granito. “¿Estarán ascendidas?”, me pregunto. Sé la respuesta pero quiero confirmarla con Waldo Farías, enciclopedia de montaña con piernas y buen amigo. “No, no lo están, recuerda hace años que intentamos ir con Martin y no pudimos pasar”, dice. Siento renacer en mi espíritu aquel tiempo que con Martín Waldhoer y el mismo Waldo nos lanzábamos al ataque de cualquier roca que veíamos con el grito de “¡Cumbre o muerte!”.

Mi objetivo es ascenderlas antes de que deje el trabajo en el Puma Lodge y regrese a Pucón a finales de abril. Parece mucho, pero mi tiempo libre es bien escaso. Ideo una estrategia. La tengo, hablo con mis compañeros José y Juan Pablo para realizar una pequeña exploración en la que no olvido el equipo de escalada. Luego de 20 minutos en auto y de pasar  un control de carabineros y un par de portones abiertos, estamos en el pie del objetivo.

La primera tarea es buscar un acceso rápido a las Torres, ya que están defendidas por un gran zócalo de unos 90 metros de alto, y casi dos kilómetros de largo. Seguimos un posible acceso en el lado sur y después de dos horas llegamos al pie de la torres. Como suele ocurrir, la realidad me abruma (¿o el terror?). Las torres de casi 500 metros se ven realmente grandes. Teóricamente ya terminamos la misión pero no resistimos la tentación y empezamos a ascender por diedros, placas y terrazas hasta el pie del gran diedro. Mirando hacia abajo y al ver a mis compañeros sin casco, decidimos que ya hemos llegado muy lejos. Un pedazo de cuerda, un gendarme y a rapelear. Al menos ya hemos marcado el territorio, ahora sólo falta regresar.

Marzo del 2013

Sentado en mi casa observo el maravilloso volcán Villarrica que he estado ascendiendo durante los últimos cuatro meses. Cumplo con el destino del hombre, “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”,  mientras pienso en aquellas torres que quedaron al norte. En eso y por arte de magia recibo el llamado de mi buen amigo Rodrigo Testart: “Eduardo, tengo unos días libres y me gustaría ir al Cajón del Maipo a escalar en roca”.  Le propongo que hagamos una primera ascensión a una torre gigante de granito ya que la cumbre no es segura, no sabemos dónde vamos y hay un verdadero Ogro en la pared. Después de un silencio escucho como respuesta un “vamos, no importa,  tengo tres días libres… y además los Ogros son cuentos de niños”.

Primera Jornada:  Siento unos golpes en el hombro. “Rancagua Sur” dice el auxiliar del bus y como tantas veces me ocurrió cuando trabajaba en el Puma Lodge, me encuentro tirado en medio de la Norte-Sur, poco antes de las seis de la mañana. Cargo mi bolso y me dirijo a la conocida bomba de bencina. Espero a Rafael y Rodrigo con un café y un periódico. Mientras tanto, repaso el plan. Día 1: Aproximación, montar campamento, buscar nuevo acceso a las torres y dejar el equipo al pie del objetivo. Día 2: Escalada, cumbre y en el descenso montar línea de rappel. Día 3: Escalada en la torre norte.

Veo el auto de Rodrigo, me subo y partimos. Pasamos el control de la hidroeléctrica, el control de Carabineros y llegamos a  montar nuestro campamento sin contratiempos. Después de poner el equipo en la mochila  nos dirigimos hacia lo que será el nuevo acceso a las torres: Escalamos un largo de 70 metros de cuerda, con roca algo descompuesta, un par de litres y unos lindos techos al final. En fin, Rafael, punteando, vence una interesante batalla. Desde arriba de ese largo, una caminata de 45 minutos con pesadas mochilas nos lleva al pie de la Torre central. Dejamos el equipo y regresamos al Campamento Base, no sin antes dejar una cuerda fija en el largo del rappel.

Segunda Jornada: Después de un rico desayuno nocturno, antes de que amanezca, nos vamos a nuestro objetivo. Enfrentamos roca descompuesta, litre, techos y una caminata para llegar a la torre. Con todo el equipo en los arneses empezamos a escalar a toda velocidad, aprovechando los relevos para instalar con el taladro los anclajes fijos de la línea de rápeles que queremos dejar establecida. De esta forma, después de tres largos fáciles , llegamos al último punto alcanzado en la primera exploración. A partir de este lugar empieza la nueva aventura. Estamos al pie del diedro-fisura orientado al norte que nos lleva hacia el “Ogro”.

Empieza la escalada y con el taladro en el arnés empezamos a ascender por una placa roja, que limita a la izquierda del diedro. Unos metros mas arriba pongo un bolt. “¿Y eso?”, me pregunto. “En verdad no sé, pero servirá para marcar el camino” me respondo en voz alta como buscando la absolución de los extrañados Rodrigo y Rafael.  Más arriba, por la misma placa hay que realizar una buena apertura de piernas y salir encima del diedro. Vamos a dar a otra placa, encontramos una terraza y hacemos reunión. Este largo fue disfrutado por Rodrigo y sufrido por Rafael, que sacó todas sus fuerzas para superarlo con dos mochilas encima ( la mía y la suya). La escalada está resultando increíble, con buena roca pero estamos aún preocupados por nuestro Ogro particular.

Solo queda un largo para enfrentarlo, ascendemos un poco más y… me lo temía,era lo que parecía: ¡un Ogro real! No de cuento de niños: 70 metros con tramos desplomados y un ancho odioso, es decir, un jodido off-width (fisura de un ancho superior a un puño pero no suficiente para poner todo el cuerpo adentro). Miro mi porta material y no llevo nada para enfrentarlo. En esta situación, a más de 200 metros del suelo,  intentarlo es un suicidio. Tenemos un Plan B: atacarlo por la retaguardia. “Esta no se la espera”, pensamos. Dejo la mochila en la reunión y sigilosamente me voy a la derecha del Ogro. Aparecen más  placas lisas, con fisuras ciegas que no son muy buen augurio. Me bajo de un clavo hasta la reunión. Conclave rocoso, miradas de desesperanza y tristeza,  el reloj implacable nos dice que no nos queda mucha luz. Por unanimidad decidimos descender. Tras seis rappel estamos al pie de la torre y empezamos el descenso hacia el rappel del litre. Mientras descendemos miramos atrás y tenemos la sensación de que el Ogro disfruta del crepúsculo viéndonos emprender la retirada.

A la mañana siguiente, mientras desmontamos el campamento observamos el punto alcanzado, al Ogro y las otras torres. No tengo ninguna duda de que volveremos.

Abril 2013. El retorno de la Cordada

Dos semanas más tarde. Unos golpes en el hombro, “¡Rancagua Sur!” dice el auxiliar del bus.  Si, otra vez abandonado en la Norte Sur. Por suerte Rodrigo me viene a buscar y nos dirigimos al hotel donde se alojan.

Durante el desayuno le propongo mis alternativas: Plan A, intentar de nuevo la torre central, teniendo en cuenta que no hay equipo para enfrentar al Ogro y las placas y diedros que se abren a la izquierda no son claras. 50% de probabilidad. Plan B, ascender por la torre Norte. Asegurarnos una cumbre, descender por la central acabando la tarea de instalar los rappel y de paso mirar al Ogro desde las alturas.

Partimos hacia el destino felices, no queremos perder el día. Pasamos los diversos controles hidroeléctica y carabineros. “A escalar, a escalar”  vitoreamos mientras remontamos el río Cortaderal. No, ¡no puede ser! El último portón está cerrado y con llave. “Lo siento, no puede pasar nadie al Cortaderal”, nos comunican en el primer control.

Decidimos cambiar la estrategia y usar  la diplomacia que siempre funciona –aplicamos una probada técnica secreta-, pasan más de tres horas y …¡éxito! Perdimos el día, pero no la expedición.  Armamos nuestro campamento, hacemos la caminata hasta el pie de la Torre Norte a dejar el equipo y regresamos al Base

Por la Torre Norte

Empieza la rutina del escalador: despertar a horas intempestivas, tomar desayuno nocturno, acomodar el equipo en la mochila y partir. En poco más de dos horas llegamos al pie de la torre. Rafael está ansioso por escalar, por lo que él escala los largos difíciles. Primero y segundo largo de placa, para luego dar pasos entre alguno que otro ciprés de la cordillera. Al final de este largo hay cambio de líder. Dos largos más y estamos en una característica roca rajada, que se ve desde el campamento. Se supone que nos encontramos en el filo de la torre, por lo cual la escalada debería ser fácil. Pero no todo es lo que parece, y para alcanzar el filo tenemos que escalar una exigente fisura oblicua que unida al peso de la mochila se complica. Pasado este punto y al alcanzar la cara norte veo la verticalidad de ésta entre mis piernas. “Un paraíso de la escalada” , piensa una parte de mi cerebro, mientras la otra se concentra en la escalada. Unos metros más y ya en el filo montamos la reunión. Observo el camino hacia la cumbre. Vaya, la cosa no parece tan sencilla, se ve un muro vertical que me hace pensar en el Ogro; ¡pero esta vez no nos dejaremos intimidar por nada! Otro largo de cuerda con pasadas bien áreas sobre la cara oeste y  estoy al pie del muro.

No parece tan terrible, una fisura vertical, un mini ciprés que utilizamos como seguro, un diedro y ya estamos. Etapa superada. “Ahora sí que sí” pensamos mientras pasamos por encima de unos bloques rocosos del tamaño de un camión. Navegando entre las rocas buscando el camino más evidente, choco contra otro pequeño muro descompuesto. Ya no me hace gracia, el sol baja más rápido de lo deseado, como si estuviese cansado de iluminarnos. Aceleramos el paso y llegamos a la gran terraza que nos conecta con la cumbre. Cambio de reunión, un largo fácil y estamos fuera. Mientras aseguro a Rafael y Rodrigo miro hacia la cumbre. Está a escasos metros de nosotros. Llega Rodrigo, se desencuerda y se dirige hacia la cumbre. Rafael le sigue minutos después. Tras recoger las cuerdas los sigo y cuando llego nos  abrazámos en la cumbre de la torre norte. La primera de las torres ha sido escalada. En nuestro próximo viaje completaremos la  torre central luchando contra el Ogro, pero esta será otra historia.