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En Parque Nacional Tolhuaca, buceo en Laguna Escondida

Como Instructor de Fotografía Submarina me ha tocado recorrer el país y conocer personas muy interesantes. Durante uno de mis Workshop Avanzados de Fotografía Submarina que realizaba en Concepción, Mauricio Altamirano, uno de mis alumnos y ahora gran amigo, me contó de un lugar excepcional . “¡No te imaginas el lugar donde quiero que hagamos fotografía subacuática! Es una pequeña laguna, en medio de la cordillera a una horas de Concepción, donde se encuentran las aguas más prístinas que he visto en Chile”, me dijo. La sola descripción era cautivante, irresistible. Por lo que comenzamos de inmediato la planificación de esta expedición.

Texto y Fotos: Luis Rossel

Preparando la aventura

Una de las tareas más difíciles de una expedición es armar el equipo de gente adecuado. Necesitábamos gente con la capacidad de enfrentar una caminata extenuante, habilidad para la Fotografía Subacuática, y que además pudiera incorporarse bien al equipo. Comenzamos los llamados, evaluación de capacidades y buena disposición, y luego de algunos días ya teníamos los nombres: Pamela Mella (la Pame), Buzo y Fotógrafo Subacuático con gran experiencia, nos aportaría sus conocimientos de yoga a nuestra expedición, alimentación liviana y nutritiva para una caminata en que el peso era un factor crítico. Mauricio Elgueta (el Mauri), Buzo y Deportista Outdoor, sumaría energía al grupo, en el que por cada expedicionario había casi 60 kilos de peso para transportar. Mauricio Altamirano (el Mauro), Buzo y Fotógrafo Subacuático, sería nuestro guía para hacer el recorrido más eficiente entre los bosques milenarios que llevaban a la Laguna Escondida. Y quien relata, Instructor de Fotografía Subacuática, que tenía la obsesión por lograr el mejor registro fotográfico de la tan anunciada claridad de las aguas de la laguna.
De acuerdo a la descripción de Mauro, el agua de la laguna era muy helada, alcanzando solo los 4 a 5 grados, por lo que una buena protección térmica era indispensable, sobre todo guantes suficientemente aislantes pues las manos son las que más sufren las consecuencias al bucear en aguas muy frías. Como precaución adicional, mi amigo Luis Amaro me había facilitado un sistema de guantes secos, que impedirían el ingreso de agua a mis manos.
Otro aspecto muy importante era la limpieza de los equipos a usar, y es un aspecto que me preocupa cada vez que organizo una expedición a sistemas acuáticos distintos al que habitualmente buceo. Sabido es que muchas veces somos los mismos amantes de la naturaleza los que sin querer transportamos en nuestros equipos especies animales o vegetales de un ambiente a otro, generando tremendos daños ambientales. Si no lo saben, investiguen lo que es el didymo. Por lo anterior, se solicitó a todos que lavaran sus equipos de buceo y fotografía con agua clorada. Estaba todo listo, ahora solo faltaba comenzar la expedición. La fecha acordada era el 20 de diciembre del 2014.

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La ruta hacia las aguas prístinas.

A las 6 de la mañana nos reunimos en el centro de Concepción para dirigirnos hacia al sur. Nos esperaban unas 3 horas de viaje en automóvil hasta las cercanías del Parque Nacional Tolhuaca, donde dejaríamos la camioneta para comenzar la caminata.
A medida que nos adentramos hacia la cordillera, el bosque vuelve a mandar donde aún la codicia no ha alcanzado a talar, llenando el aire con un aroma potente, inflando los pulmones de salud y una sensación de bienestar.
Cerca de las 9:30 llegamos al punto desde el cual la ruta seguía a pie. Irónicamente, algunos minutos atrás habíamos pasado a solo 300 metros de nuestro destino final, sin embargo resultaba imposible tomar ese atajo, debido a la presencia de fuertes quebradas y bosques impenetrables. Nuestra única opción era tomar una ruta mucho más larga, pero realizable.
El comienzo de la caminata era muy auspicioso. Un sendero relativamente ancho y poco escabroso nos permitía llevar parte del equipo de buceo en un pequeño carro, lo que realmente era un alivio, pues estábamos transportando nada menos que 165 Kg, y era imposible repartirlo en 4 mochilas, pues el equipo incluía: 3 equipos de fotografías submarina, 3 equipos de buceo, 30 kilos de plomos para el buceo y 2 botellas de aire comprimido.
El comienzo auspicioso fue solo eso, el comienzo, pues a la media hora de camino, el sendero se volvió mucho más rudo, lleno de grietas, piedras y saltos, lo que terminó destruyendo el carro, y obligando a repartirnos el peso, dejar parte del equipo, avanzar y volver a buscar lo que habíamos dejado.
El avance era duro, y recorrer dos veces el mismo tramo era realmente frustrante. Pero Mauro nos estimulaba, repitiendo las descripciones de las aguas y lo inolvidable que sería la experiencia que nos esperaba. Yo solo lo miraba, casi sin aliento, esperando no odiarlo cuando llegáramos a destino.
A la mitad del camino ya no había sendero, solo bosque salvaje, naturaleza en su plenitud. El paisaje era maravilloso, y eso calmaba el cansancio. Troncos caídos nos obligaban a arrastrarnos por el suelo para poder pasar, y en las cercanías oíamos los saltos del Malleco. El contacto con la naturaleza tan pura es una inyección de energía, puedes sentir la vitalidad que te permite realizar esfuerzos que no creías posibles.
Pasadas 2 horas de extenuante caminata, Mauri, quien por su condición física había sido el ayudante de todos, nos señalaba que estábamos a pocos metros del destino.

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Escondida del perjuicio del hombre

La primera vez que pude ver el color turquesa de las aguas de la laguna quedé estupefacto. Ese color solo podía significar una cosa, aguas de transparencia absoluta.
La laguna no tenía más de 100 metros de diámetro, y no existía ningún flujo de agua que la alimentara desde el exterior. Su pureza provenía de lo profundo de la tierra. Es una laguna formada por el afloramiento de una napa subterránea, lo cual explicaba su transparencia y muy baja temperatura.
No hay caminos que te lleven a esta laguna. Su presencia está escondida entre frondosos bosques, que la ocultan de los exploradores ocasionales. Los que llegan allí es porque alguna vez otra persona los ha guiado, y así su existencia es un tesoro que pasa de una persona a otra, cuidando de no correr confiadamente la voz y dañar tan hermoso lugar.
Sus aguas tan frías también ayudan a alejarla de los turistas veraniegos, pues pasar del calor a congelarse en 5° de agua no es algo que atraiga a los viajeros.
Un ambiente tan salvaje siempre es un desafío para un fotógrafo submarino. Nuestro equipo es altamente delicado, y requiere de los cuidados más extremos para mantenerlos protegidos del agua. Usualmente necesitamos de una habitación libre de corrientes de aire y arena para armar adecuadamente las cajas estancas.
Arreglar los equipos bajos los árboles, sobre un terreno cubierto de hoja secas y tierra, fue un trabajo que requirió nuestra más alta concentración para poder cumplir nuestros protocolos de seguridad; ponernos los equipos de buceo fue otra odisea, pues el terreno que rodea a la laguna es una pendiente muy inclinada, llena de troncos caídos, hojas y tierra húmeda. Era todo un espectáculo vestirse con el traje seco en estas condiciones, manteniendo un equilibrio para no caer en el barro.
Una laguna natural no posee ni playas ni muelles, está rodeada de vegetación, barro y árboles. Nuestro ingreso debía ser muy cuidadoso de manera de no arrastrar sedimentos que disminuyeran la claridad del agua. El fondo fangoso de la laguna nos dejaba entonces como única opción arrastrarnos cual serpientes para entrar al agua de la manera más suave posible. Como solo teníamos dos botellas, los primeros en ingresar a la laguna fuimos Mauro y yo, tras nuestro quedaba Pame esperando su turno, pues Mauri había decidido no bucear para reservar energías para la vuelta.

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Un bosque bajo el agua

Poner mi máscara en el agua y observar lo que tenía al frente fue un momento mágico. Desde la orilla en la que estaba, podía ver perfectamente todo lo que estaba en el extremo opuesto de la laguna. No lo podía creer. La vista del fondo era maravillosa, pues en su totalidad estaba cubierto por una sutil capa de vegetación de un verde intenso. Era tan sutil como una capa de humo espeso asentado en el fondo de la laguna.
Comenzamos a bucear con un suave movimiento de las aletas, para perturbar lo menos posible la tranquilidad de las aguas. Navegábamos entre las ramas de gigantescos árboles caídos yaciendo bajo las aguas, parecíamos volar en un bosque encantado.
Las oportunidades de fotografía se daban a cada momento, los rayos del sol penetraban desde la superficie hasta la parte más profunda de la laguna iluminando cada rincón. Las truchas nadaban confiadas a nuestro alrededor, confirmando la escasa presencia del hombre en este maravilloso lugar.
Mauro fue el primero en ingresar conmigo al agua, lo que me permitió usarlo de modelo para poder retratar la magnificencia de este paraíso escondido.
Los minutos pasaban y Mauro cedió su turno a Pame mientras yo seguía extasiado haciendo fotografías. 30 minutos sumergidos en agua a 4°C es una gran prueba para tus extremidades, siendo los pies y las manos los que más sufren. Afortunadamente, es sistema de guantes secos que estaba usando me aislaba de la desagradable sensación de manos congeladas.
Luego de casi 1 hora y media en el agua, llegaba el momento de partir.

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Vuelta a la realidad

Al salir de la laguna, nos resultaba difícil expresar nuestra alegría. Luego de un reponedor café caliente, dimos rienda suelta a nuestra emoción, pues si alguna vez el cansancio y el agotamiento han valido la pena, era en situaciones como la que estábamos viviendo y ver las primeras fotos en nuestras cámaras nos llenaba de alegría. Teníamos mucho material.
Nunca antes, en mis 11 años como buceador, me había sumergido en aguas tan cristalinas. En cálculos muy conservadores llegábamos a por lo menos 80 metros de visibilidad horizontal y con escenarios magníficos para hacer unas fotografías espectaculares. Una laguna con un fondo de un verde intenso, rodeada de frondosos bosques, y un agua de un hermoso azul, solo interrumpido por los árboles que habían terminado su vida en esta maravilla de la naturaleza es un tesoro para el ser humano.
Comenzamos la dura tarea de empacar e iniciar el camino de vuelta. Mi mejor batería para enfrentar las dos horas de ardua caminata de vuelta era el pensar en llegar al computador a seleccionar las mejores fotografías de la expedición, y así confirmar mis optimistas expectativas de que había logrado un registro que le hiciera honor a tan hermoso lugar.
Mientras caminábamos, mi mente navegaba imaginariamente por los diferentes cuadros subacuáticos que había hecho de la laguna cuando un ruido no muy lejano me pareció extraño, y a la vez conocido. Concentré mis pensamientos en el ruido que estaba oyendo, y poco a poco se formaba la imagen de lo que lo provocaba. Eran camiones, varios de ellos rugiendo.
La laguna queda a solo unos centenares de metros del camino, camino que es una arteria por la que transita la industria forestal. Camiones que llevan decenas de troncos de gigantescos árboles que habían sobrevivido cientos de años antes de que el hombre viera en ellos un recurso para “el progreso” y las ganancias financieras.
El rugir de los camiones era como el ruido de los granos que caen en el reloj de arena, amplificado mil veces, marcando el tiempo en que llegará el inexorable destino de estos paraísos. Desaparecerán ante nuestra ambición de falsas riquezas.
Cuando estábamos por llegar a donde habíamos dejado el vehículo, nos detuvimos a descansar en una pequeña cascada que nos regalaba el Malleco. Fue un momento que aprovechamos para reflexionar.
Ver los rostros felices de Pame, Mauro y Mauri, me hizo abandonar mi cinismo. El paraíso de la Laguna Escondida va a sobrevivir. Es imposible que un lugar que provoque algo tan maravilloso en el ser humano sea destruido por aquellos a quienes hace tanto bien.
No pude evitar detenerme a contemplar a Pame en su conversación con la naturaleza, y usar mi cámara para retratar esa charla, íntima, personal, sin palabras. Ese fue el cierre mágico a una aventura por un lugar encantado, del que volvimos fortalecidos y convencidos de que mientras el hombre pueda disfrutar de la naturaleza real, más posibilidades tenemos de hacernos parte de ella y así protegerla.

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