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El majestuoso y desconocido lado B de Valdivia

Por tres días fuimos a conocer las Áreas Protegidas Privadas en la Región de los Ríos, donde conservan ecosistemas a pocos kilómetros de distancia de su capital. Nos adentramos en la espesura de la selva valdiviana y esto es lo que descubrimos.

Texto y Fotos: Daniel Olivares

Luego de un viaje noctámbulo en bus desde Santiago a Valdivia, y de un paseo de tres cuartos de hora, aterrizamos en el Área de Conservación de Pilunkura (ubicada en la localidad de Pilolcura) en el sector de Curiñanco. Pascual Alba es el fundador del predio que hoy comprende 110 hectáreas, oriundo de la zona y descendiente de los pueblos originarios, es un gran conocedor de la flora y fauna nativa. Pascual nos explica que no le gusta ser nombrado dueño, ni administrador, pero con una notoria y desbordante felicidad, dirige el proyecto que conserva árboles centenarios entre los que hay canelos, sagrados para el pueblo Mapuche;  pillo pillos, con su temible laxante feroz; ulmos, de los cuales se obtiene una deliciosa miel; y mañíos hembra y macho, dos clases de pinos que, desgraciadamente, por demasiados delirios navideños sufrieron indiscriminadas talas en épocas recientes.

Pascual Alba es un personaje fascinante y con entusiasmo guía a los visitantes; cada pocos pasos se detiene a hablar sobre las propiedades sanadoras de una planta y luego nos enseña un Sabuco del Diablo que crece, como un parásito, al interior de un inmenso Melí y nos plantea el dilema si para conservar al gran árbol, que incluso se ha ido ahuecando con los años, se debería cortar o no el pequeño árbol que comienza a crecerle dentro. Caminamos junto a él, a través del sendero que penetra el denso bosque y la experiencia de conocer aquel hábitat se transforma en algo único. De la misma manera en que se conoce una edificación al recorrerla junto a su arquitecto, el visitante aquí es capaz de enfocar su mirada en los detalles señalados por Pascual. Disfrutamos  así de la invaluable ventaja de recorrer un hogar con su “dueño de casa”.

Chupones, Olivillos y Pajareo

El exquisito almuerzo debería ser un panorama inevitable para los visitantes de esta reserva, ya que Pascual Alba junto a su familia han instalado el pequeño y delicioso café Latué. Allí cocinan con verduras y carnes obtenidos de los terrenos vecinos, preparan deliciosas infusiones de hierbas (entre las que destaca una elaborada con corteza de tineo ahumada y murta), que pueden disfrutarse con la miel que ellos mismos producen. Como dato para los aventureros en términos culinarios, recomendamos las flores comestibles como los “chupones”, que utilizan en postres y ensaladas.

Luego fue el turno de Playa Pilolcura, lugar ideal para disfrutar del avistamiento de aves. Pascual Alba, ahora con prismáticos y telescopio de por medio, nos invitó a ver cormoranes lile anidados en las rocas, con sus patas rojas y anaranjadas; anidados en árboles en altura, cormoranes yeco, con sus patas negras; y en el cielo a los jotes de cuello negro y rojo; algún churrete chico entre las rocas y también gaviotas dominicanas y de Franklin.

La siguiente parada fue la Reserva Costera Punta Curiñanco, a 45 km al noroeste de Valdivia, donde recorrimos un sendero a través del bosque de olivillos, un lugar protegido que estuvo al borde del olvido por parte de la CODEFF. Se trata de una especie botánica muy particular, pues el olivillo es el único miembro de su familia en todo el orbe (a diferencia de las araucarias, por ejemplo, que como coníferas tienen parentela con los mañíos, alerces y cipreses), es un gran árbol de crecimiento lento y vive hasta los 600 años aproximadamente. Esta vez fuimos guiados por otros expertos en la materia, los mismísimos organizadores de este viaje: Pablo Dutilh de Así Conserva Chile, Cristian Levy de Amity Tours y Esteban Tapia de WWF Chile. Allí pudimos apreciar el paisaje de los enormes olivillos, en contraste con el horizonte azul del borde del océano pacífico, imborrable el recuerdo de ese magnífico bosque enfrentado al mar, cuyo viento ha moldeado la forma de los árboles.

Alto en Niebla

Ahora sería el turno de la Reserva Altos del Cutipay, a 4 km de la localidad de Niebla ubicada al sur de Valdivia: nos transformamos en alumnos de botánica del académico José Arenas, quien conserva un terreno de 32 hectáreas. Su aula abierta de bosque renoval, ofrece al visitante una selección de especies endémicas, en pleno proceso de desarrollo y de baja altura. Como los ha plantado con este fin didáctico, los árboles no han debido competir por la luz y se han desarrollado de manera distinta que en los bosques contiguos, donde como visitantes debemos reconocer los árboles según su corteza -más que por sus hojas-, debido a la altura que nos impide apreciarlas.

José Arenas, propietario de la reserva privada, es zoólogo y doctor en Ciencias Ambientales, y ha dispuesto un recorrido que reconoce como su capricho científico: se pueden apreciar las características de las hojas de los 49 especies arbóreas entre los que hay lumas, canelos, laureles, notros, raulíes, avellanos, melis, olivillos, lingues, pillo pillos, tepas, corontillos, trevos, mañíos hembra y macho, araucarias, cipreses de la cordillera y de las guaitecas. En total más de un centenar de especies entre arbustos, helechos y árboles.

Como si fuera poco, el lugar sirve de refugio a 42 especies de aves migratorias (algunas de las cuales incluso viajan desde Alaska) y originalmente fue territorio Cunco, un pueblo mucho más combativo que el Mapuche y que se extinguió el siglo XVIII . Pero lo más impactante del lugar y por eso José Arenas levantó ahí su aula abierta, es que hace 100 mil años no fue afectado por la última glaciación, y cuando el hielo lo cubrió todo a su paso, dejó la punta de ese monte con sus bosques intactos, conservando la amplia biodiversidad en la zona.  José nos cuenta eso y aprovecha de comentarnos, que no le extrañó cuando escogieron el sur de nuestro país, para grabar secuencias de la película Caminando con dinosaurios, próxima estrenarse.

Corta y Conserva

Cruzamos en ferry desde Niebla hasta Corral y recorrimos parte de la Ruta Costera hasta llegar al río Chaihuín. Allí nos encontramos con Jaime Figueroa, un particular guía con pasado de depredador forestal. Es este personaje converso, facultado para guiarnos a través de la Reserva Costera Valdiviana, es quien nos presenta los increíbles alerces milenarios. En esta aventura conocimos iniciativas de conservación y preservación, costeadas por sus propietarios, pero en el caso de esta  reserva es distinto (ya que pertenece a la empresa forestal Pedro de Valdivia) y el anfitrión podrá no ser el dueño, pero lleva trabajando en estos bosques los últimos veinte años: antes cortando árboles y ahora cuidándolos.

Ya del lado de los conservacionistas, porque antes no se sabía nada de estas cosas, comenta, ha desarrollado un arte de origen asiático pero adaptándolo a nuestras raíces. Jaime Figueroa hace bonsáis de árboles nativos. A nadie se le había ocurrido, nos cuenta, es una disciplina complicadísima y requiere mucho más que constancia y paciencia. Jaime es tan cuidadoso con sus bonsáis, los cuales vende a bajísimo valor, que no aceptó la oferta de uno de nuestros compañeros de viaje, conociendo el destino del árbol en miniatura, explicando que en el clima de la zona central de nuestro país le sería imposible sobrevivir.

Luego, apenas alejándonos de la ciudad, nos trasladamos al mismísimo río Valdivia donde hicimos un recorrido por el paisaje lacustre, y dimos un paseo en kayak alrededor de la Isla Guacamayo. Una actividad fantástica, en un agradable día soleado, para practicar la observación de aves. Allí nos encontramos con ejemplares de cisnes coscorova, cisnes de cuello negro, acompañados de sus pequeñas crías; cuervos del pantano, garzas blancas, cisnes coscoroba, gaviotas cahuil, patos colorados, taguas y soldaditos.

Finalmente conocimos también la Reserva Privada Senderos del Bosque, ubicada a pocos kilómetros de Valdivia, ya que el viaje apenas toma diez minutos en vehículo desde el centro de la ciudad. Los terrenos, donde se practica conservación y presevación, pertenecen al destacado académico forestal Claudio Donoso Zegers, y fue su hijo Claudio Donoso Hiriart quien nos llevó a través del hermoso recorrido, que incluye carteles que identifican los tipos de árboles, helechos y arbustos y también otros con reflexiones arbóreas. Un sendero que fue diseñado hace más de 25 años y que va bordeando un estero, exhibiendo especies endémicas de la zona pero también de otras latitudes de nuestro país.

Escalada de árboles

Nos acompañaron en esta aventura la diseñadora Erika Muñoz y el piloto comercial Richard D. Mumbford. La dupla se dedica, en su tiempo libre, a practicar un deporte aventura ideal para los bosques de nuestro país: Tree Climbing. Con equipos certificados y luego de realizar los cursos pertinentes, son capaces de trepar y de enseñar a trepar por altos árboles con cuerdas, arneses, mosquetones, cascos y nudos mágicos. Trepar es cosa de segundos, minutos para los menos experimentados y la vista desde arriba, dicen, no tiene comparación. Acá va el sitio oficial.

Selva Valdiviana  

Como selva valdiviana se reconoce un tipo de bosques siempre verdes, de clima templado lluvioso, que existen desde el Maule hasta Aysén, son únicos en Latinoamérica y comprenden el tercer bosque de su clase más extenso del mundo. Se parece a las selvas tropicales, pero su clima es más frío y ha sido afectado fuertemente por su proximidad al océano.

Este bosque siempre verde de la región de los ríos, en una simple comparación con la jungla amazónica, es realmente inofensivo. No hay insectos tóxicos ni venenosos, ni animales salvajes peligrosos. De hecho, si algún visitante tiene la suerte de ver un puma, de seguro será de lejos, ya que estos tímidos felinos son sumamente cuidadosos, a la hora de acercarse a un ser humanos. En el peor de los casos: una araña o alguna oruga podrían producir una reacción alérgica.