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Ascenso a la Torre Standhardt en El Chaltén

El emocionante relato de Francisco Rojas y Jimmy Mora, que se aventuraron a subir la Torre Standhardt, de 2700 metros de altura. Ubicada en el extremo suroeste de la Patagonia Argentina, estos escaladores, con grandes dificultades, siguieron la Ruta Exocet (WI5+,5+) completando su primer ascenso chileno.


Por Francisco “Gigio” Rojas y Jimmy Mora

La Torre Standhardt (2700m) está ubicada en las cercanías de El Chaltén, Argentina. Sus vecinos son el Cerro Torre y la torre Egger, formándose de ésta forma un circo impresionante de montañas.

La aproximación a la pared consiste en una caminata de 6 horas hasta el Campo Base de Niponino, desde el cual se requieren algunas horas más, para finalmente llegar al inicio de la ruta que teníamos en mente, Exocet, la cual parte justo en el col. Esta ruta fue abierta en 1988 por Jim Bridwell, Greg Smith y Jay Smith.

Nuestra primera subida a la base de la pared fue más que nada de reconocimiento y porteo de material. Luego de avanzar por el glaciar y observar las condiciones generales, decidimos bajar al pueblo.

El jueves 16 de enero partimos a hacer un intento serio, saliendo a medio día de El Chaltén para vivaquear en campamento Niponino; el nombre se debe que este campamento está entre los campamentos Polacos y Noruegos, y no porque escaladores nipones lo hayan bautizado, más bien porque Niponino es Ni Po-lacos, Ni No-Ruegos. ¡Curioso!

Pasos finos

Seguimos la mañana del viernes  hacia el fondo del glaciar para comenzar a remontar la rampa y el canalón del col de la Standhardt.

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El lugar era de ensueño y en el col, que tiene un bloque empotrado, comenzaba la escalada de dificultad propiamente tal; con un largo corto (WI4) de unos 18 metros, con verglas, es decir fino hielo formado sobre roca húmeda, completamente improtegible. La escalada en esas condiciones se mantuvo por unos 9 metros, y solo dejaba subir apoyando las puntas de piolets y crampones. A esto le seguía un largo mixto, con graduación 5+, con fisuras congeladas y una travesía final sobre regletas. Era un poco mañoso, pero lo pasamos sin mayores contratiempos.

Posteriormente a esto, siguió una sección de rampas con nieve y algunos pasos de hielo, además de un rappel. Al término del rappel nos encontró el anochecer y también el mal tiempo, por lo que decidimos tallar una pequeña repisa en el hielo, para sentarnos y esperar que el clima mejorara; fundimos nieve y nos alimentamos a ratos.

De vuelta al pueblo

En esto se nos fue la noche, tiritando. Nos encontrábamos mojados y a ratos corrían rachas de viento que bajaban aún más la temperatura. Nos tapábamos la cabeza para evitar la nieve que escurría ladera abajo – proveniente de las chimeneas superiores de la pared-, usando  la única manta de vivac que compartíamos. Además, cada cierto rato, teníamos que levantarnos para sacudirla, quitándonos la nieve acumulada sobre la cabeza.

A la mañana siguiente el tiempo no estaba tan malo: teníamos cielo cubierto y rachas de viento… pero la noche fue tan agotadora que decidimos bajar. Debimos realizar 8 rappeles y una caminata hasta Niponino, pero luego de un pequeño descanso en este lugar, ya por la noche del sábado estábamos en el pueblo.

Los días sucesivos fueron de descanso, escalada y revisión periódica del clima – el tiempo no había estado bueno, las ventanas casi no habían existido, solo quedaba esperarlas y tener paciencia.

Nocturnos

El miércoles 22 salimos nuevamente rumbo a Niponino. En el cielo se ven nubes, comienza a nevar, hay poco viento y la temperatura está muy baja. Finalmente, luego de seis horas de caminata sobre el glaciar, nos disponemos en nuestra cueva sobre la morrena, para alimentarnos, hidratar y dormir.

A la mañana observamos que cayó abundante nieve, pero casi no hay viento y las nubes comienzan a disiparse, por lo que aún, con un poco de recelo, comenzamos a preparar el equipo. Tomamos un largo desayuno, nos damos tiempo de observar cómo se comportan las laderas con la nieve fresca, seguimos quitando un poco más de equipo de las mochilas, hasta que decidimos partir pasado el medio día.

La caminata para remontar el glaciar, esta vez, se hizo muy pesada por la nieve.  Aproximadamente a las 18:00 estábamos en el punto donde empezaba la escalada; nos cruzamos con una pareja de  escaladores argentinos que habían partido antes que nosotros y quienes decidieron bajar.

Continuamos escalando por el terreno ya conocido en el intento anterior, pero decidimos parar en una cómoda terraza de nieve a reponer fuerzas. Descanso, alimento e hidratación, por unas cuantas horas, para continuar subiendo a eso de las 03:00. Esta sección nocturna consistía en empinadas rampas de nieve con pasos de hielo, un rappel y más rampas.

La Lucha

Encontramos la base de la chimenea crucial (WI5+) aclareciendo, y aquí Jimmy vuelve a tomar la punta. La cascada felizmente se encuentra en buenas condiciones, el único inconveniente es que nos alcanzó una cordada Suiza. En un principio pensábamos que iban a ser mucho más rápidos que nosotros, pero en los primeros 3 largos de la chimenea (la cual tiene 230mts de alto) mantuvimos el mismo ritmo, de hecho teníamos que ir esperando para poder enlazar los largos.

Recién pasado la mitad de la cascada se adelantaron más, pero debimos soportar la constante caída de bloques de hielo, algunos de los cuales resultaban ser bastante grandes, y bastaba que golpeara uno sobre nuestras cabezas para que se arruinara todo. Los suizos tenían una estrategia distinta: el segundo jumareaba. En nuestro caso el segundo escalaba.

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La escalada era lenta, muy sostenida, vertical y en algunos casos demasiado estrecha, con secciones de offwidth gélidos que apenas dejaban rasguñar el hielo del fondo de la fisuras, ¡imposible proteger! Se debían combinar multiplicidad de técnicas, regleteo en mono punta, técnicas de chimenea propiamente tal, picar en el hielo y apoyar la espalda en el muro, extensión, etc. Mucha resistencia, realmente fue muy luchada.

En un momento inesperado, Jimmy hasta se dio un vuelo; fue en uno de los tramos casi finales y más duros de la ruta, cuando ya las reservas de energía comenzaban a agotarse.

Calculando la tarde, sentíamos que el fin de la chimenea estaba cerca, pero a la vez observábamos que las nubes empezaban a entrar y que el viento volvía a soplar. Bajo este panorama, con toda nuestra ropa completamente mojada, empezaba a rondar en nuestra mente la idea del regreso, pero aún así continuamos. Ya en el fin de la chimenea venía un fácil pero desprotegido largo plaquero, con abundantes lajas de dudosa calidad.

Aliento Final

En el fin del antes mencionado largo y ya en medio de la neblina, pudimos vislumbrar la rampa final y la blanca silueta del hongo de 35 metros, a través de las nubes. Esto fue una inyección de ánimo inexplicable, y desapareció toda la pesadez y comenzamos a apurar aun más la marcha.

En estos momentos el frío casi no importaba, pero las cuerdas se empezaban a poner tiesas como palo y nuestras parkas y barbas también. Con mucho ánimo vimos que el largo final del hongo era más corto y fácil de lo presupuestado. Eran las 18:00 horas cuando Jimmy alcanzaba la cumbre. Debimos, eso sí, subir de a uno, dejando un top-rope en el corto tramo del largo final de hielo. La aérea arista cumbrera se componía de nieve llena de aire, casi como un soufflé. Literalmente había que ponerse de guata en ella para no botarla hacia el extraplomado abismo.

Lo que vino fueron rappeles, mucho viento y una cascada de granizos como millares de pelotas de ping-pong dentro de la chimenea, que no nos dejaban ver hacia arriba. Cuando salimos de tuvimos un gran alivio, solo nos quedaban los rapeles conocidos del intento anterior, pero lo malo: bajo la ventisca. Para peor, justo en el primero de estos rappeles, el nudo de la cuerda se empotró caprichosamente. Fueron múltiples las maniobras para intentar soltarla, las cuerdas y cordines se encontraban muy congelados, el agua se había acabado hacía mucho rato y estábamos deshidratados.

Chile Asciende

Por fin, luego de una gran travesía, la cuerda tomó el ángulo necesario para que pudiera pasar el nudo. Ya habían pasado un par de horas en estas circunstancias y estábamos agotados. En algunas reuniones llegábamos a pestañear e incluso a soñar medio despiertos. Solo nos alertábamos cuando escuchábamos el ¡libre! de nuestro compañero, a lo cual debíamos responder comprobando tres o cuatro veces cada maniobra, antes de iniciarla.

Aproximadamente a eso de las 04:00 pasamos el último rapel que consistía en una rimaya. La caminata de regreso se nos hizo larga, pero llegamos felices a nuestro campamento base de Niponino cerca de las seis y media de la mañana.

Luego de dormir durante algunas horas en Niponino, partimos hacia El Chaltén, lugar al cual llegamos bien entrada la noche. Al llegar a nuestro lugar de alojamiento nos encontramos con algunos amigos que nos estaban esperando, y felices nos dirigimos a comer algo para celebrar nuestra ascensión: habíamos realizado el primer ascenso nacional a la aguja Standhardt.